A. La caída de
Jerusalén
1.- Los
últimos años de Judá (609-587
a.C.)
Durante los veinte últimos años del Reino de Judá,
subieron al trono de Jerusalén cuatro reyes: tres hijos de Josías -Joacaz,
Joaquim y Sedecías- y su nieto Joaquín. Cada uno de ellos era más
débil que su predecesor.
Tras el desastre de Meguido llevaron el cadáver de
Josías a Jerusalén. Pero el faraón hizo venir a Joacaz a su campamento
en Ribla, y Joacaz murió como prisionero del faraón Nekao en Egipto,
después de sólo nueve meses de reino.
Nekao puso como rey en su lugar a otro hijo de Josías,
Joaquim. Cuatro años más tarde, como hemos dicho, el ejército egipcio
fue totalmente aniquilado por el joven príncipe Nabucodonosor, general
e hijo de Nabopolasar, rey de Babilonia, en la batalla de Carquemis.
Toda la Siria y la Palestina cayó en poder de los babilonios. Días
después de su victoria decisiva contra los egipcios, el rey
Nabopolasar murió y el joven príncipe tuvo que regresar
apresuradamente a Babilonia para asegurarse la sucesión de su padre.
El rey Joaquim y su corte se obcecaron en creer en las
promesas hechas por Dios a la dinastía de David, pensando que seguían
siendo válidas a pesar de la infidelidad del pueblo. Dios no podía
fallar a sus promesas y el Templo era inviolable. Esta confianza ciega
le llevó a favorecer la rebelión contra el omnipotente Nabucodonosor.
Y de este modo, contra los consejos del profeta
Jeremías, Joaquim desafió a los babilonios y en 601 suprimió la
obediencia y se volvió hacia su antiguo aliado, Egipto. Nabucodonosor
envió su ejército y puso sitio a Jerusalén. El país fue completamente
arrasado. Joaquim (Yehoyaqim) fue muerto, quizás fuera de los muros, y
su cuerpo fue dejado sin sepultura (Jr 22,19). Su hijo Joaquín (Yehoyakin
o Jeconías) subió al trono, pero debió capitular al cabo de tres meses.
Los babilonios entraron en la ciudad, depusieron a Joaquín, y le
enviaron cautivo a Babilonia con la reina madre, las mujeres, eunucos
y dignatarios. En total 10.000 exilados, entre los cuales los obreros
especializados, herreros y fabricantes de armas. Algunos miembros del
clero, entre los cuales el profeta Ezequiel fueron también deportados.
Después de esta primera deportación Nabucodonosor puso
en el trono a un "rey según su corazón", un tercer hijo de Josías,
Sedecías, último rey de Judá. Sedecías era amigo de Jeremías y
pertenecía al partido reformador.
El tributo que había que pagar era muy duro. Babilonia
quedaba lejos y era muy impopular. En el Templo la fiebre iluminista
se nutría de los recuerdos de la milagrosa liberación de 701 (Ezequías
frente a Senaquerib) y de los rencores contra las expoliaciones de
597. El partido belicista arrastró al rey a la rebelión contra
Babilonia, y le hicieron alejar a Jeremías, para dirigirse de nuevo a
Egipto en búsqueda de alianzas.
Los ejércitos de Nabucodonosor asolaron el país. Pronto
resistían ya sólo Jerusalén, Lakish y Azeqa (Jr 34,7). Las cartas
escritas sobre ostraka del comandante de Lakish atestiguan la
angustia de este momento.
Los caldeos hicieron brecha en el muro de Jerusalén en
julio de 587. Sedecías intentó huir por el río Cedrón. Fue alcanzado
en Jericó y conducido delante de Nabucodonosor que le sacó los ojos
después de haberle hecho presenciar la masacre de sus hijos (2 R
25,7). El comandante babilonio hizo su entrada en la ciudad y la
incendió. El pueblo tuvo que marchar al exilio.
2.-
Jeremías, profeta de la contestación
Durante la primera generación del profetismo, la voz de
los profetas resonó en el reino del Norte y del Sur. Lo que los
profetas del Norte (Amós y Oseas) habían anunciado, se realizó.
Samaría fue tomada, su población deportada en gran parte y el país se
convirtió en una provincia asiria, poblada por colonos extranjeros.
Alrededor de un siglo más tarde, Jeremías profetizó en
el reino de Judá la ruina del reino del Sur, la destrucción de
Jerusalén y el fin de la dinastía davídica. También esta vez todo
sucedió tal como Jeremías lo había anunciado varias décadas antes.
Hasta el final el pueblo y los reyes desoyeron las
advertencias del profeta y la oferta de conversión. Su voz no fue
escuchada y la catástrofe se produjo. La tarea del profeta que debió
marchar al lado de su pueblo fue casi sobrehumana.
Lo consideraron un traidor, lo marginaron y
despreciaron. Su vida y su obra se sitúan en una época de muchas
convulsiones. A partir del año 627, el año de su vocación vio
derrumbarse el imperio asirio, y fue testigo del comienzo del imperio
neo-babilónico. Vivió el corto período en el que el rey Josías se
liberó de los poderes extranjeros, reformó el culto y ensanchó las
fronteras del reino. Después de la trágica muerte de Josías, Jeremías
vio a Judá tensionado entre Egipto y Babilonia, al rey Joacaz depuesto
por los egipcios, al rey Joaquim muerto fuera de la muralla, al rey
Joaquín depuesto por Nabucodonosor. Finalmente fue testigo de la caída
y destrucción de la ciudad.
Ese destino debió resultar muy duro para el profeta.
Amaba la vida, buscaba la alegría de la sociedad, gemía bajo el fardo
que le había sido impuesto de ser profeta de desgracias. Sabía que su
sufrimiento iba a ser fecundo para otros, para todo el pueblo.
Su pasión comenzó desde el momento en que pronunció su
discurso a la puerta del templo (Jr 7), atacando violentamente un
culto formalista y la falsa seguridad de las gentes de Jerusalén. Se
pronunció abiertamente contra el dogma supremo de la inviolabilidad
del Templo y de la ciudad. Se le acusó desmoralizar al público y
erosionar la euforia reinante en Jerusalén.
Pero a pesar de ser profeta de desgracias, tuvo siempre
una última palabra de esperanza para Jerusalén. Tras la catástrofe,
anuncia la restauración del pueblo en sus páginas de consolación, que
se cuentan entre las más hermosas de todo el Antiguo Testamento.
B. Los cautivos
en el destierro
1.- La situación de los exilados
La ciudad de Jerusalén fue completamente arrasada y el
templo incendiado. En Judea sólo quedaron campesinos pobres en
condiciones muy precarias (Jr 52; 2 R 24, 18-30). La destrucción de la
ciudad nos es contada en detalle en 2 R 25 y Jr 52.
La parte más pobre de la población se quedó en el país.
Numerosos judíos fueron dispersos; unos huyeron a Egipto (Jr 42-43) o
a Transjordania (Jr 41,15); otros fueron deportados a Babilonia en
número de unas 10.000 personas, que constituían la elite del país.
A pesar de lo ocurrido Nabucodonosor no quiso
desarticular completamente las instituciones judías. Apoyándose en
miembros del partido que había sido contrario a la rebelión contra
Babilonia quiso reconstituir un simulacro de gobierno autónomo en la
persona de Godolías, amigo de Jeremías. Godolías puso su capital en
Mitspá y comenzó a restaurar el orden.
Desgraciadamente Godolías fue asesinado pronto por un
tal Ismael, miembro de la familia real. Ante el temor de represalias
por parte de Nabucodonosor, muchos judíos decidieron huir a Egipto y
arrastraron consigo al profeta Jeremías, que era partidario de
permanecer en el país. Judá pasó a ser una provincia del imperio
babilónico.
El exilio de Babilonia es quizás la etapa más
importante del pueblo hebreo. Podemos ver ahí la extraordinaria
capacidad de supervivencia de Israel y su flexibilidad para adaptarse
a nuevas circunstancias. ¿Cómo llevaron su vida en el exilio?
Una carta de Jeremías dirigida a los exilados después
de la primera deportación da a entender que pudieron instalarse,
construir edificios, cultivar la tierra (Jr 29).
El rey Joaquín en su exilio parece haber conservado su
título real y una cierta corte a su alrededor. Al parecer los ancianos,
sacerdotes, profetas, siguen asegurando la cohesión de los deportados.
No están diseminados, sino concentrados en localidades reservadas para
ellos, tales como Tel Aviv, al borde del río Kebar, donde Ezequiel se
encontró con los exilados.
La vida religiosa continúa. Los ancianos pueden venir a
consultar a Ezequiel (Ez 33,30). Entre los deportados hay escribas.
Lanzándose a una gigantesca empresa, los medios sacerdotales consignan
y completan las tradiciones que sostenían la fe. Es la gran obra de la
fuente sacerdotal (P). Se carga el acento sobre el sábado, la
circuncisión, la fidelidad a las reglas de la pureza alimentaria (Lv
2-14), y a las prácticas y signos de identidad que les impedían
disolverse en el ambiente pagano.
Para los judíos más lúcidos van a plantearse dos
preguntas: ¿cómo interpretar los acontecimientos que se han abatido
sobre Israel desde el punto de vista de Dios? ¿Queda aún una esperanza
para Israel? El esfuerzo de aquellos hombres conseguirá dar una
respuesta a ambas preguntas. El Templo está destruido y el culto no es
ya posible, pero Israel aprende a poner su
2.- La reflexión teológica
Los arietes de Nabucodonosor han demolido no sólo los
muros de Jerusalén, sino también la teología oficial del Reino que se
fundaba sobre el dogma de la alianza de Dios con la casa de David. El
exilio es el fin de una era política, pero también de una
interpretación de la alianza. La nación israelita muere para dar paso
al Judaísmo, que representa no ya una nación, sino una comunidad
religiosa.
Arrancados de su tierra los judíos van a vivir en la
gran ciudad de Babilonia, donde van a quedar deslumbrados por el lujo,
la cultura y el poder de los opresores. Pero su fe sobrevivirá
milagrosamente gracias a los profetas que van a reinterpretar la
teología de la alianza, haciendo ver que todo había sido ya previsto y
anunciado por Jeremías.
Ezequiel y el Segundo Isaías hicieron ver que el
desastre era previsible y no probaba nada contra YHWH. Podía ser
integrado en el plan salvífico. Era un tiempo de purificación. Tras el
cual la alianza iba a ser restablecida de nuevo con un Resto.
Nabucodonosor no había sido sino el ejecutor de los proyectos de Dios,
"el bastón de mi cólera, que agita mi furor" (ver Is 10,5 sobre Asur).
No es que los dioses de Babilonia hayan sido más fuertes que el Dios
de Israel. Los babilonios han sido utilizados por Dios como un bastón
para castigar a su pueblo. Pero después de haber sido utilizado, este
bastón va a ser arrojado al fuego.
Las promesas de Dios son renovadas con un resto que se
va a constituir como comunidad religiosa. El aglutinante del pueblo
judío ya no será la nacionalidad o la geografía. El nuevo Israel va a
estar constituido por la adhesión a la Ley que trasciende a la
geografía o al Estado. Judíos serán cuantos aceptan conformar su vida
conforme a la ley del Señor, vivan donde vivan.
El Señor hace una nueva alianza con ellos dándoles un
corazón nuevo (Ez 36,36; Jr 33,8), resucitándoles del sepulcro (Ez
37,12), reuniéndoles (Ez 34,12-14). La religión adquiere una dimensión
más personalizada. La religación al Señor se hace mediante el
compromiso personal de cada individuo. "El hijo no cargará jamás con
la culpa de su padre, ni un padre con la culpa de su hijo. Al justo le
será imputada su justicia, y al malvado su maldad" (Ez 18,20).
De hecho después del exilio ya no se hablará más de
lugares altos ni de baales. La idolatría desaparece completamente de
Israel. La experiencia purificadora del sufrimiento va obtener lo que
los reyes mas piadosos no habían podido conseguir.
Es en el destierro donde la fe de Israel quedó
acendrada y liberada de todas las escorias politeístas. Es en esta
época, tras las grandes crisis políticas que llevan a la desaparición
del reino del Norte y del Sur, a la pérdida de la tierra y a la
destrucción del Templo, cuando se editaron y sacralizaron muchas de
las tradiciones antiguas de Israel relacionadas con el desierto.
La situación de Moisés en el desierto se volvió
emblemática como modelo para el pueblo Israel que tras el destierro
tenía que vivir también sin monarquía y sin autonomía política en el
propio país. Pero no importa, porque ya vivió así una vez antes de la
conquista de la tierra, antes de la monarquía y antes de la
construcción del templo. Israel espera tener en el futuro de nuevo una
tierra, un rey y un templo, pero puede pasarse sin ellos y seguir
dando culto en la movilidad del santuario del desierto a un Dios capaz
de morar en lo provisional, siendo peregrinos en la propia tierra.
Aquí, sin querer, estamos empalmando con el Nuevo Testamento y el
Verbo plantando su tienda de peregrino.
3.- El segundo Isaías: anuncio de la
liberación
No hay prácticamente discusión en torno a la paternidad
de los capítulos 40-55 del libro de Isaías, comúnmente llamados el
Deutero-Isaías o Segundo Isaías. No se trata del profeta Isaías que
vivió en el siglo VIII a.C., sino de un profeta anónimo que ejerció su
ministerio entre 550 y 520, los últimos años del imperio babilonio.
Representa la cima de todo el Antiguo Testamento. Nos deja oír
seiscientos años antes la voz del evangelio.
Si los oráculos de la primera parte de Isaías eran
sobre todo amenazantes, los de la segunda parte son mensajes de
consuelo: "Libro de la consolación de Israel". El estilo es muy
hermoso, pero más oratorio y ampuloso. El pensamiento está construido
de una forma más teológica. La inexistencia de los falsos dioses se
demuestra por su impotencia. Se insiste sobre la sabiduría y la
providencia insondable de Dios. El universalismo religioso se exprime
de una forma clara por primera vez.
En ese libro están engastadas cuatro piezas líricas:
"Los cantos del siervo de YHWH", que describen a un discípulo perfecto
que predica la fe verdadera, sufre para expiar los pecados del pueblo
y es glorificado por Dios.
Dios llama a un mensajero para que venga del exilio y
realice el ministerio de la consolación. "Consolad, consolad a mi
pueblo". Dios ha perdonado a su pueblo después de haberle dejado
sufrir un poco. Se abre así un nuevo camino marcado por la duración de
la larga etapa de signos. Dios ha perdonado a su pueblo: "Consolad,
consolad a mi pueblo” (Is 40,1). Dios ha perdonado a su pueblo después
de haberle dejado sufrir un tiempo. Un camino se va abrir hacia un
porvenir nuevo, marcado por la liberación de la capital.
El segundo Isaías abre la puerta a una visión redentora
del sufrimiento que será ampliamente utilizada en el Nuevo Testamento
para explicar el fracaso y el sufrimiento de Jesús como algo ya
anunciado y previsto en los profetas.
4.- La literatura bíblica en la época
de los Reyes
Al final del Reinado de Salomón hicimos un breve
resumen de la literatura que podría haberse producido ya hasta
entonces en la primera etapa de los Jueces y la Monarquía unida. Vamos
ahora a ver la literatura que se ha ido produciendo durante la etapa
monárquica de los dos Reinos, el de Israel y el de Judá.
Algo hemos ido diciendo al hilo de la historia sobre
todo a propósito de la literatura profética y de la literatura
deuteronomista, pero veamos ahora una panorámica general de toda esta
época desde el Cisma hasta el destierro.
En la familia: probablemente siguen transmitiéndose
oralmente tradiciones, oraciones, proverbios...
En el templo: en el templo es donde sitúa Von Rad la
posible redacción del código “yehovista” (resultado de la unión de los
documentos yahvista y elohísta). Aquí se genera sin duda el
Deuteronomio. Con toda seguridad existen ya en esta época los tres
grandes códigos legales: Ex 20, 22 – 23, 19 (código de la alianza); Dt
12 – 26 (código deuteronomista); y Lv 19, 26 (la llamada “ley de
santidad” o “H”). Se redactan también nuevos salmos; quizá se remonten
a esta etapa los números 2, 20, 21, 24, 45, 46, 47, 48, 68, 72, 77...
En la corte: se ponen por escrito las crónicas de los
reinados y colecciones nuevas de proverbios, que se añaden a las
anteriores como nuevos estratos de una misma tradición continuada.
En el ámbito de los carismáticos: surgen las
“florecillas de los profetas”, los ciclos unitarios de Elías y Eliseo,
y el núcleo de algunos de los libros proféticos que hoy conocemos: los
de Amós, Oseas, Miqueas, Isaías (1-40), Sofonías, Jeremías, Nahum y
Habaquq. Estos libros que recogían oráculos proféticos estaban en un
principio abiertos, de modo que en sucesivas ediciones pudiera recoger
algunos oráculos auténticos u otros escritos por discípulos en el
estilo original del profeta original. Pero a la literatura profética
ya nos hemos ido refiriendo anteriormente durante el desarrollo
histórico de esta época.
Los hebreos llaman “tanakh” (T + N + K) al conjunto de
la Palabra revelada: Torah (Pentateuco), Nebi’im (profetas anteriores
–nuestros “libros históricos”- y posteriores) y Ketubim (“escritos” de
carácter poético y sapiencial). Si nos preguntamos qué es lo que
tenemos de la “tanakh, al final de este período, podemos decir lo
siguiente:
de la Torah, Ya existe un núcleo formado por JE, el
núcleo de Dt y H, más algunas tradiciones de los sacerdotes (como el
texto de la “ley de los celos”)
de los Nebi’im, relatos de la conquista, crónicas de
los reinos de Israel y Judá, tradiciones carismáticas, palabras de
Amós, Oseas, Miqueas, Isaías, Jeremías...
de los Ketubim, salmos, proverbios, cantos de amor (quizá
como los que hoy conservamos en el Cantar de los Cantares)
Las crónicas judías, mencionadas en la Biblia como
Anales de los Reyes de Judá y Anales de los Reyes de Israel,
lamentablemente no se nos han conservado.
Es interesante comparar los relatos paralelos que
ofrecen los libros de Reyes y Crónicas con la narración de los mismos
acontecimientos hecha posteriormente por el historiador Flavio Josefo
en sus Antigüedades judías, inspirada muy literalmente en los libros
bíblicos. En esta época ya podemos establecer paralelismos con otras
fuentes históricas extrabíblicas sobre todo con la abundantísima
documentación encontrada por los arqueólogos en las excavaciones de
las principales ciudades asirias.
En estas crónicas asirias se menciona con frecuencia al
reino de Israel como el “reino de Omrí”, en un época en la que Omrí y
su familia eran ya sólo un recuerdo histórico remoto. Los textos
bíblicos acusan a la reina Jezabel, de origen fenicio, de haber
promovido en Samaría esta religiosidad idolátrica. De todas formas,
como ya hemos dicho repetidamente, no debemos pensar que el culto a
YHWH, en esta etapa monárquica, fuera algo tan universalizado y
excluyente entre los israelitas como lo será después en el judaísmo
post-exílico. El monoteísmo como religión oficial y exclusiva del
pueblo de Israel es un hecho que sólo es adscribible a la última época
del reino de Judá, siglo VII, y sobre todo después del exilio.
Martín-Moreno
González, Juan Manuel,
Historia de Israel,
Universidad Comillas de Madrid,
http://www.upcomillas.es/personal/jmmoreno/cursos/index.htm, Usado
con permiso.
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