Por medio de estos calificativos complementarios se designa la figura principal de una de las visiones que abren la tercera parte del APOCALIPSIS DE JUAN (11-21., Apocalipsis. Ruina de la fiera. Ap 19)
Montado en un caballo blanco, color del triunfo, como el primero de los cuatro caballeros famosos evocados en la primera parte del mismo libro (1-8 Los cuatro primeros sellos: Los jinetes., Apocalipsis 6), y con el que hay sin duda que identificarlo, este prestigioso personaje aparece como el Cristo. Ya no humilde y sufriente, como lo fue en la tierra, sino como juez y guerrero. Luminoso, todopoderoso, trascendente, terrible: su mirada es de "fuego", su cabeza coronada de "numerosas diademas", su "nombre" -es decir su ser en la integridad de su naturaleza -escapa a todo conocimiento humano (porque es divino), su manto de guerra está ensangrentado y de su boca (que pronuncia las sentencias) sale una espada afilada (para herir con ella a los enemigos condenados). Él es "Palabra de Dios", "Rey de Reyes y Señor de Señores (11-21., Apocalipsis. Ruina de la fiera. Ap 19). Es Él quien consigue la victoria sobre "la Bestia" asimilada a Satán y sobre el falso profeta o el Anticristo, asimilado a la "Bestia del mar (11-21., Apocalipsis. Ruina de la fiera. Ap 19)".
En otras partes, ese "Príncipe de reyes" se llama "el Testigo Fiel ( 4-8, Apocalipsis 1)", "el Santo, el Veraz ( 1-3, 22, Apocalipsis. Las siete cartas. 2)". Testigo de Dios, por supuesto, puesto que Dios lo es de sí mismo, y también lo son después de Él los que en Él creen (cf. Is 43,10-12). Papel reivindicado por Cristo ante Pilatos: "Para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad (Jn 18,37)...", el que lleva "mi palabra, la que salga de mi boca que no tornará (...) sin que haya realizado lo que le plugo... (cf. Is 55,11) Es más: Cristo mismo es esta Verdad (cf. Jn 14,6) y esta Palabra (cf. Jn 1,1 y 14). A su vez el autor del Apocalipsis atestigua "la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo (1-3, Apocalipsis. 1)", el "Fiel y Veraz".
Montado en un caballo blanco, color del triunfo, como el primero de los cuatro caballeros famosos evocados en la primera parte del mismo libro (1-8 Los cuatro primeros sellos: Los jinetes., Apocalipsis 6), y con el que hay sin duda que identificarlo, este prestigioso personaje aparece como el Cristo. Ya no humilde y sufriente, como lo fue en la tierra, sino como juez y guerrero. Luminoso, todopoderoso, trascendente, terrible: su mirada es de "fuego", su cabeza coronada de "numerosas diademas", su "nombre" -es decir su ser en la integridad de su naturaleza -escapa a todo conocimiento humano (porque es divino), su manto de guerra está ensangrentado y de su boca (que pronuncia las sentencias) sale una espada afilada (para herir con ella a los enemigos condenados). Él es "Palabra de Dios", "Rey de Reyes y Señor de Señores (11-21., Apocalipsis. Ruina de la fiera. Ap 19). Es Él quien consigue la victoria sobre "la Bestia" asimilada a Satán y sobre el falso profeta o el Anticristo, asimilado a la "Bestia del mar (11-21., Apocalipsis. Ruina de la fiera. Ap 19)".
En otras partes, ese "Príncipe de reyes" se llama "el Testigo Fiel ( 4-8, Apocalipsis 1)", "el Santo, el Veraz ( 1-3, 22, Apocalipsis. Las siete cartas. 2)". Testigo de Dios, por supuesto, puesto que Dios lo es de sí mismo, y también lo son después de Él los que en Él creen (cf. Is 43,10-12). Papel reivindicado por Cristo ante Pilatos: "Para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad (Jn 18,37)...", el que lleva "mi palabra, la que salga de mi boca que no tornará (...) sin que haya realizado lo que le plugo... (cf. Is 55,11) Es más: Cristo mismo es esta Verdad (cf. Jn 14,6) y esta Palabra (cf. Jn 1,1 y 14). A su vez el autor del Apocalipsis atestigua "la Palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo (1-3, Apocalipsis. 1)", el "Fiel y Veraz".
muy hermoso
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