(heb. pelîlîm [del verbo pâlal, "juzgar", "decidir", "opinar"]; shôfêt [participio activo del verbo shâfat, "juzgar"], "el que juzga"; gr. dikastes, krites). La palabra shôfêt (Ex. 2:14; 18:13-26; Dt. 16:18) fue tomada por los hebreos de los cananeos, y designa a alguien que dirime una cuestión según la justicia (aunque más bien es un apreciador en sus actuaciones, y su acción es más arbitraje que una sentencia judicial; este, sentido tendría la recomendación de Pablo en 1 Co. 6:1-6). Los gobernantes de Cartago, descendientes de los fenicios, llevaron ese título durante siglos. Para los romanos el título era conocido en una forma corrompida, suffes, cuyo plural era suffetes. El término pelîlîm (Ex. 21:11; Dt. 32:31; Job 31:11) se emplea tanto para designar a un Juez en sentido general como en la acepción de policía correccional. Funcionario público y civil encargado de dictaminar justicia. Poco después que Israel salió de Egipto, Moisés, por consejo de su suegro Jetro, designó hombres que actuaran como jueces y gobernantes sobre grupos de 10, 50, 100 y 1.000, un sistema aproximadamente similar a nuestros juzgados actuales (Ex. 18:13-26). Estos hombres debían actuar con rectitud, sin temores y sin parcialidad (Dt. 1:16, 17), mediante el código de leyes como norma para juzgar que Dios dio a Moisés (Ex. 20-23; Lv. 18-20; etc.). Al establecerse en Canaán, los israelitas debían designar jueces y funcionarios en todos sus pueblos (Dt. 16:18-20; 17:8-12). Después del establecimiento del reino, el rey llegó a ser el juez principal en asuntos civiles (1 R. 3:9; 7:7; cf 1 S. 8:5). David designó levitas como jueces (1 Cr. 23:4; 26:29), y Josafat rnejoró el sistema judicial en Judá, designó jueces en todas las ciudades fortificadas y estableció una suprema corte en Jerusalén, que en todo lo religioso lo presidía el sacerdote principal, y en lo civil, el príncipe de Judá (2 Cr. 19:8, 11 ). En un sentido especial, el término "juez" se aplica a los magistrados que Gobernaron Israel en el período entre Josué y el establecimiento de la monarquía. Por causa de la idolatría, el Señor permitía que diversos enemigos oprimieran a Israel por un tiempo (Jue. 2:14). Cuando clamaban a Dios como resultado de sus dificultades, él suscitaba jueces (v 18) que los libraban y los juzgaban (2:16; cf 10:2). De este modo, el período de los jueces se caracterizó por la alternancia de apostasía con servidumbre y de arrepentimiento con liberación; siempre se repetía el esquema de apostasía, declinación y opresión. Estos jueces no gobernaron en sucesión ininterrumpida, sino que aparecieron esporádicamente, a veces en forma contemporánea en diferentes partes del país; es decir, mientras algunos de los jueces gobernaban la nación entera, otros servían sólo a una tribu o a un grupo de ellas. Uno de los grandes temas de Salmos es la función de Dios como Juez supremo (Sal. 7:8, 11; 9:8; 58:11; 82:1; 96:13). Los hombres a menudo apelaron a Dios cuando sentían que sufrían injusticias de mano de los hombres (Sal. 35:24-43:1). En definitiva, Dios será el Juez final y su juicio satisfará todas las demandas de la justicia (Ez. 33:20; 2 Ti. 4:1; Ap. 19:2). El ha designado un día en que ha de juzgar al mundo) con justicia (Hch. 17:31). La base del justo juicio de Dios será, en cada caso, la evidencia de la vida de cada persona juzgada (Ec. 12:14; Lc. 19:22; Ro. 2:12, 27, 14:10; 2 Co. 5:10; Ap. 20:12, 13). Véanse Árbitro; Cronología (III); Historia bíblica (III), Jueces, Libro de los.
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