Ciudad de Cilicia, que el rey seléucida Antíoco IV regaló a su concubina Antióquida hacia el 170 a.C. Malos como Tarso su vecina que había sufrido la misma suerte, se rebeló contra esa medida (2M 4,30) por miedo a nuevos impuestos surgidos de la fantasía de la favorita real.
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