Primer día del mes, indicado por la aparición del primer creciente lunar, y celebrado con sacrificios y oblaciones; según la ley mosaica, se ofrecían en holocausto dos novillos, un carnero y siete corderos, acompañados de oblaciones de flor de harina y de libaciones, y se hacía la ofrenda de un macho cabrío en sacrificio por el pecado (Nm 28,11-15).
Como sucedía con el sábado y las otras fiestas, en ese día la gente se abstenía de todo trabajo (cf. Am 8,5). Además, un toque de trompetas subrayaba la solemnidad (Nm 10,10). En tiempos de Saúl el rey daba con dicho motivo un banquete, por lo que la ausencia de David quedó naturalmente en evidencia (1S 20,5.18.24). Era también un momento favorable para recogerse junto a un "hombre de Dios": el esposo de la Sunamita se sorprende de ver a ésta correr hacia el profeta Elías cuando "no es ni neomenía ni sábado (2R 4,23)". Esta fiesta quedará como un elemento importante del culto en tiempos de David (1Cró 23,31), de Salomón (2Cró 2,3 ó 4 según vers.; 8,13), e incluso después del Exilio (Esd 3,5; Ne 10,34 ó 35 según vers.). Ezequiel regula los sacrificios de este día en la nueva Tierra Santa (Ez 46,6-7).
Sin embargo, tanto en las neomenías como en otras solemnidades Yahvé prefiere un corazón puro, pues a menudo están demasiado impregnadas de idolatría: en ese caso Dios las "detesta" y las "aborrece (Is 1,13-14, cf. 16,17; Os 2,13 ó 11 según vers)". La nueva Alianza convertirá en caducos tanto las neomenías como el Sábado: Pablo lo recuerda a los colosenses (Col 6,16) y reprocha a los gálatas que continúen observando estas fiestas (Ga 4,10).
Como sucedía con el sábado y las otras fiestas, en ese día la gente se abstenía de todo trabajo (cf. Am 8,5). Además, un toque de trompetas subrayaba la solemnidad (Nm 10,10). En tiempos de Saúl el rey daba con dicho motivo un banquete, por lo que la ausencia de David quedó naturalmente en evidencia (1S 20,5.18.24). Era también un momento favorable para recogerse junto a un "hombre de Dios": el esposo de la Sunamita se sorprende de ver a ésta correr hacia el profeta Elías cuando "no es ni neomenía ni sábado (2R 4,23)". Esta fiesta quedará como un elemento importante del culto en tiempos de David (1Cró 23,31), de Salomón (2Cró 2,3 ó 4 según vers.; 8,13), e incluso después del Exilio (Esd 3,5; Ne 10,34 ó 35 según vers.). Ezequiel regula los sacrificios de este día en la nueva Tierra Santa (Ez 46,6-7).
Sin embargo, tanto en las neomenías como en otras solemnidades Yahvé prefiere un corazón puro, pues a menudo están demasiado impregnadas de idolatría: en ese caso Dios las "detesta" y las "aborrece (Is 1,13-14, cf. 16,17; Os 2,13 ó 11 según vers)". La nueva Alianza convertirá en caducos tanto las neomenías como el Sábado: Pablo lo recuerda a los colosenses (Col 6,16) y reprocha a los gálatas que continúen observando estas fiestas (Ga 4,10).
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