Expresión utilizada a finales de la era antigua y en el primer siglo de la nueva era para referirse a un creyente no judío que reconocía al verdadero Dios en el Dios de Israel y adoptaba ciertas prácticas del judaísmo sin aceptar sin embargo la circuncisión; es el caso del centurión Cornelio (Hch 10,1 y 22), o de los oyentes de Pablo en la sinagoga de Antioquía, a los que el Apóstol distingue de los israelitas, "hijos de la estirpe de Abrahán (Hch 13,16 y 26"). El autor de Hechos suele sustituir "temeroso de Dios" por una fórmula equivalente: habla de los "que adoran a Dios (Hch 16,14; 17,4 y 17; 18,7). Los judíos tradicionalmente distinguían cuidadosamente al "temeroso de Dios", incircunciso muchas veces identificado con el "prosélito de la puerta", del "prosélito de justicia" que adoptaba sin restricciones la Ley de Moisés, y en consecuencia la circuncisión (cf. Mt 23,15; Hch 2,11; 6,5; 13,43).
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