Arnoldo de Metz (580-640) se propuso que sus paisanos bebieran cerveza y a lo largo de su vida no dejo de anunciar sus beneficios para la salud. Pero no sólo por sus bondades para el bienestar interior del cuerpo sino porque beber cerveza era seguro debido a la forma como se elaboraba. Consumirla era por lo tanto sano y seguro.
En su esfuerzo para que la gente bebiera cerveza y dejara de beber agua, que en aquella época era de escasa calidad, repitió hasta la saciedad "No bebáis agua, bebed cerveza".
Y lo llevó a tal extremo y su fe fue tan grande en los poderes de la cerveza que durante una de las innumerables epidemias que asolaron su época puso un crucifijo sobre un barril de cerveza y "obligó" a los habitantes que bebieran únicamente el contenido de lo que el denomino cuba "milagrosa". Y así fue, todos aquellos que bebieron sortearon la muerte, la cerveza extinguió en pocos días la epidemia que acababa con aquellos que tomaban agua.
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