Monte de 868 m. de altitud
situado en Palestina, región de Samaria, en los llamados montes de
Efraím, junto a la actual Náblus y la antigua Siquem (en hebreo Sékem).
Para los cristianos es conocido sobre todo por el encuentro de Jesús con
la Samaritana (lo 4,20-21).
Desde tiempos muy antiguos tuvo G. un nimbo de lugar santo; basta para demostrarlo leer pasajes del A. T. como Dt 11,29; 27,12-13, o recordar la denominación de «ombligo de la tierra» que se le da en Idc 9,37. Al G. están vinculadas numerosas tradiciones bíblicas, una de las cuales hace de él el «monte de las bendiciones» en contraposición con el monte Ebal, que está frente a él, y al cual se denomina «monte de las maldiciones» (cfr. Dt 11,29). Algunos autores antiguos y modernos creen que esta tradición religiosa se explica por el hecho de que para el que se sitúa en el valle mirando hacia Oriente, el G. se encuentra a la derecha y el Ebal a la izquierda y de que lo diestro y lo siniestro corresponden en la mentalidad primitiva popular a lo bueno y malo, feliz y desgraciado respectivamente. A esto se añade que mientras el G. es un monte feraz y bien regado, el Ebal es árido y desolado. Sea como quiera, la tradición de la santidad del G. es antiquísima y hasta hoy ha sido conservada por los samaritanos. En él existen ruinas de edificaciones diversas que los arqueólogos creen ser los restos de la fortificación construida por el emperador Justiniano en torno a la iglesia erigida por el emperador Zenón en el s. V, luego utilizada como sinagoga por los samaritanos, y todo ello destruido por los árabes en los s. VIII y IX. También el templo que Alejandro Magno autorizó construir a los samaritanos, según Flavio Josefo (Antiq. XI,8,2), en el G. fue derribado por Juan Hyrcanos (128 a. C.). El Harguerizim, monte Guerizim, nombre que los samaritanos dan al G. (escrito en una sola palabra, frente al Har Gérizzim del texto hebreo masorético del A. T.) constituye guía el núcleo central y, por decirlo así, el símbolo de la religión samaritana posexílica mantenida aún hoy por un reducido grupo de personas que viven en Náblus (más de 200) y en Jaffa (menos de 200) y que en el G. celebran sus fiestas, en especial la pascua samaritana, de modalidades muy diferentes de la judía y de muy curiosa liturgia. Aunque la religión samaritana propiamente dicha es posterior al destierro de Babilonia, no debe olvidarse que ya en época pre-exílica el reino del norte, Israel, presentaba frente a Judá características diferenciales no sólo políticas, sino también en cierto modo religiosas. En este sentido debe interpretarse el culto al toro en los santuarios de Betel y Dan (1 Reg 12,28-32), el santuario de Melkart-Baalsamen (1 Reg 16,32) y, en general, la pervivencia de elementos cúlticos cananeos mayor en el yahwismo del norte que en el del sur. Tras la conquista asiria (722-721) hubo de intensificarse el culto de dioses extraños (2 Reg 17), luego combatido por tosías (622 a. C.) también en esta región. Así como antes del destierro las tendencias separatistas habían partido del reino del norte, al regreso de Babilonia son Judá y Jerusalem las que procuran mantener a las provincias del norte separadas de la reorganización emprendida. En Ag 2,14 se las considera «impuras». Además los samaritanos son excluidos de la participación en la tarea de reconstruir el Templo y la muralla de Jerusalem; se dictan preceptos legales contra los matrimonios mixtos; y, finalmente, desde el 445 a. C. el gobierno de Jerusalem y el de Samaria se independizan entre sí. Todo ello explica que los samaritanos, yahwistas a pesar dé todo, establezcan su propio centro religioso y cúltico en el monte G., iniciándose así la religión samaritana propiamente dicha, rama heterodoxa frente al judaísmo, pero de ningún modo pagana como afirma el Talmud. La total separación se produce, a juzgar por las noticias de Flavio Josefo, a fines del s. IV a. C. A partir de ese momento el templo del G. se independiza del de Jerusalem, la S. E. de los samaritanos queda limitada a la Toráh o Pentateuco, pues en aquel momento aún no estaban canonizadas las otras dos partes de la Biblia hebrea (profetas y hagiógrafos), y hasta el día de hoy se trasmite en la escritura hebrea antigua, que el judaísmo sustituyó por la cuadrática o aramea. (Para el carácter del texto del Pentateuco hebreo de los samaritanos, v. ANTIGUO TESTAMENTO II). Algunos de los más destacados rasgos de la religión samaritana son los siguientes: la doctrina de la resurrección de los muertos y el conjunto de las doctrinas apocalípticas no aparecen en la religión samaritana de la época pre-cristiana; sólo penetran en ella en periodo posterior al N. T. La mesianología samaritana es muy diferente de la judía; se basa en Dt 18,15-19 y el Mesías recibe el nombre de Ta'eb, el que vuelve; no es de la casa de David, es como un príncipe con funciones reales y proféticas, pero subordinado al sacerdocio, y está destinado a poner fin a la pánútá o era del error, y a causar la conversión de todos los pueblos, incluso de los judíos. Numerosos rasgos de la tradición religiosa samaritana nos son conocidos por fuentes literarias medievales, pero no sabemos en qué época tienen su origen; así, por ej., pueden citarse la creencia en la resurrección de los muertos y el juicio final; el hombre creado a imagen de los ángeles; Adán como una de las emanaciones de Dios que precedieron a la creación, y una desarrolladísima angelología y demonología. En algunas de las tradiciones religiosas samaritanas se han observado concomitancias con el cristianismo; en otras con el islamismo, del cual a partir del s. IX d. C. adoptaron la lengua árabe para uso cotidiano y literario, en sustitución del dialecto arameo que emplearon anteriormente. El pequeño grupo de samaritanos que aún vive en Náblus, al pie del G., guarda una importante colección de manuscritos antiguos, no sólo de rollos del Pentateuco samaritano, el más antiguo y famoso de los cuales es el llamado Séfer Abila`, sino también de obras de gran interés, pero todavía en parte poco estudiadas, entre la que destacan el targúm samaritano del Pentateuco, versión de éste al dialecto arameo samaritano, los comentarios exegéticos a la S. E. (midrasim), como el Asatir y el Memar-Marga, del s. IV d. C., himnos del mismo Marqa (Marcus) de carácter litúrgico, e importantes crónicas. V. t.: SAMARIA. |
F. PÉREZ CASTRO. |
BIBL.: F. M. ABEL, Géographie de la Palestine, 2 vol.,
París 1933-38, 1,62,360-369; M. 1. BIN GORION, Sinai und Garizim, Berlín
1926; 1. BOWMAN, Samaritanische Probleme. Studien zum Verhültnis von
Samaritanertum, Judentum und Urchristentum, Stuttgart, Berlín, Colonia,
Mainz 1967 (con abundante bibliografía); M. GASTER, The Samaritans;
their History. Doctrines and Literature, Londres 1925; M. MARTÍN,
Pentateuco samaritano, en Ene. Bibl. V,1004-1008; F. PÉREZ CASTRO, El
Séfer Abra`. Edición del fragmento antiguo del rollo sagrado del
Pentateuco hebheo samaritano de Náblus. Estudio, transcripción, aparato
crítico y facsímiles, Madrid 1959; Les Samaritains, «Bible et Terre
Sainte» 28, 1960 (con interesante documentación fotográfica); A. VON
GALL, Altisraelitische Kultstütte, Giessen 1898, 102-103.
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.