Un momento del festival de Durga Puja.
Mircea Eliade, un gran historiador de las religiones, en su autobiografía titulada La India, cuenta el festival dedicado a la diosa Durga al que asistió en Calcuta en 1929. Era el final de navaratri
(nueve noches) que se dedica a la diosa y que en el norte de la India
se llama Durga puja. Es una fiesta muy popular y simboliza la victoria
del bien sobre el mal.
«En
el bullicio de las calles que conducen al gran templo, un mismo grito,
una misma llamada: Durga, Durga. La gente espera al sol, con ofrendas de
flores y de bálsamos. Llegan continuamente y las ofrendas se amontonan
aplastadas a los pies de la diosa que los fieles no consiguen ver en la
oscuridad del templo abarrotado [...] es imposible abrirse camino. Rodeo
a la multitud y llego ante el pórtico bajo el que sacrifican cabras,
dos mil al día, porque es la puja [...] me dirijo al río, pues para todo
hinduista el rito termina con las abluciones en el Ganges sagrado, de
una suciedad repulsiva, de aguas grasientas y fétidas [...] en la calle
cada tenderete es también un altar: Ganesha, Lakshmi, Krishna, Shiva, se
venden imágenes rojas: Durga [...]. En la India todo se mezcla.»
En
Durga puja se terminan colocando las cabezas de las cabras sacrificadas
alrededor de la estatua de la diosa en señal de adoración, ya que los
sacrificios sangrientos son fundamentales en el ritual.
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