Las
creencias de los tibetanos sobre la vida de ultratumba se recogen en un
tratado fechado en el siglo XIV, pero que utiliza materiales anteriores.
Es la obra más famosa de la literatura del Tíbet. Plantea que al morir
se produce un estado intermedio que puede terminar en la liberación en
diferentes momentos o, al cabo de 49 días, como máximo, termina en una
vuelta a renacer en uno de los 6 reinos de existencia. El libro sirve
para indicar al muerto lo que tiene que hacer en cada etapa. En el texto
que sigue aparecen los momentos principales de lo que, según los
tibetanos, ocurre en los tres primeros días tras la muerte:
«Cuando
la respiración esté a punto de cesar hay que decir: hijo querido, ha
llegado para ti el momento de buscar el camino de la liberación
espiritual. En cuanto cese tu respiración se te aparecerá la luz clara
fundamental [...] y surgirá tu conciencia trascendente [...] y se hará
patente el Absoluto. Cuando llegue el momento, reconoce tú mismo esa luz
y quédate en ese estado [...] Si el difunto reconoce la luz clara
original, se liberará. Pero si duda y no consigue reconocer la luz clara
original aparecerá la segunda luz clara original [...] ocurre que el
difunto no logra reconocer su situación y se pregunta si está muerto o
no. Se ve entre sus parientes y los oye llorar [...] y si sigue sin
haber alcanzado la liberación pasa a la tercera fase [...] a estas
alturas, los parientes del difunto lloran y se lamentan, se deshacen de
sus vestidos y disponen de su cama. Él puede verlos, pero ellos no
pueden hacerlo; él puede oír cómo le llaman, pero ellos no le oyen. Por
eso se aleja triste y a continuación empieza a tener alucinaciones en
forma de sonidos, resplandores y rayos de luz [...] y tiene miedo. En
este momento [...] hay que llamar al difunto por su nombre y decirle
[...] hijo querido [...] estás pasando de este mundo al más allá, no
eres el único, eso sucede a todos, no tengas apego por esta vida porque,
aunque lo intentes, no tienes poder para permanecer aquí [...] no te
aferres a la vida, acuérdate de los tres refugios.»
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