A la expulsión del huevo humano que ocurre durante los primeros tres meses del embarazo, y que se produce como resultado de cualquier causa,
se le llama aborto. En los meses cuarto, quinto, sexto y séptimo (es
decir desde la formación de la placenta hasta el período de viabilidad)
se le denomina parto inmaduro, o pérdida (miscarriage), y aquel parto
que ocurre entre la semana veintiocho (período más temprano de
viabilidad) hasta la semana treinta y ocho, se le llama prematuro.
Para entender los efectos físicos del aborto, debemos conocer algo de las causas, que son, en esencia, las mismas que producen parto inmaduro y parto prematuro. El aborto puede deberse a cambios patológicos del huevo, del útero, o de sus anexos, a la condición física o nerviosa de la mujer, a enfermedades adquiridas o heredadas (sífilis, tuberculosis, reumatismo); a cualquier infección, contagio o enfermedad inflamatoria; al shock, un daño, o accidente. Puede ser inducido conciente, voluntaria y criminalmente por la propia embarazada, o por alguien más, con ayuda de drogas o de instrumentos, o de ambos.
Por lo tanto, los efectos físicos del aborto dependerán en forma directa de las causas, y de la malignidad o benignidad comparativa de dichas causas. De cualquier modo, el aborto enfrenta serias consecuencias, directas e indirectas, conviertiéndose así en un triste parto inmaduro de la Naturaleza, que es deplorado, y temprana, fuerte y conscientemente se busca ser evitado. Por supuesto, cuando se trata de un intento criminal, el aborto no es nada más ni nada menos que un asesinato en primer grado; y si la ley terrena no descubre y castiga al criminal, la ley superior del Dios de la Naturaleza y las represalias de la propia Naturaleza por haber interferido o destruido sus designios benéficos, tarde o temprano se encargarán de ello. Cuando el aborto es debido a causas patológicas, usualmente está precedido por la muerte del feto; de tal manera que las causas del aborto son realmente aquellas que produjeron la muerte fetal. El aborto puede ser completo o parcial. Si es completo, hay peligro de shock y de hemorragia; si es incompleto y quedan restos dentro del útero, hay peligro de septicemia, uremia, endometritis, perimetritis, enfermedades de las trompas de Falopio, de los ovarios, de la vejiga urinaria, del cuello uterino, del canal vaginal, y del recto; además de secreciones inflamatorias proviniendo de estos órganos, pueden producirse desplazamientos, disminución de la irrigación sanguínea, neurosis y, usualmente, una larga y cara convalecencia.
La retención de un feto muerto no es siempre peligrosa. Aunque ocurra descomposición o putrefacción, la Naturaleza frecuentemente (tal vez más frecuentemente de lo que creemos) elimina la masa extraña sin la ayuda del obstetra. Pero no es aconsejable esperar a que ocurran estos eventos espontáneos. Sin embargo, mientras por un lado es verdad que con la atención médica apropiada la mayoría de los casos de aborto (excepto los casos criminales y aquellos que estén complicados con otras condiciones de morbilidad) presentan un nivel bajo de peligro, no debemos olvidarnos que las estadísticas y los reportes de este tema no son muy confiables. Primero, puede haber un mal diagnóstico y, segundo, es muy común que hoy día se oculte las causas por parte de la paciente, de los que la atienden y de todos aquellos que estén relacionados con el caso.
La ciencia obstétrica ha hecho muchos adelantos importantes; pero continúan abundando los abortos por una u otra causa (especialmente los abortos criminales); y sus resultados han estado y están llenando las clínicas médicas. Desgarrar al producto vivo de la concepción es, en la mayoría de los casos, darle transporte gratuito a la embarazada hacia la eternidad. Incluso en los abortos espontáneos, como ya hemos visto, puede ocurrir la muerte por varias causas. Cuán más grande es entonces el peligro, cuando la mano vandálica del profesional abortero agrega heridas y daños para completar su diabólico trabajo.
Dado que mucha gente hoy día ha dejado de ver al aborto como una calamidad y como una monstruosidad moral en su aspecto criminal, se les debe de hacer que se comprometan a no seguir haciéndolo por el miedo a los efectos físicos del mismo, si es que no están motivados ya por el amor de la moralidad y de lo que es correcto hacer.
Fuente: Butler, James. "The Physical Effects of Abortion." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 6 Dec. 2008 <http://www.newadvent.org/cathen/01049a.htm>.
Traducido por Dr. Raúl Toledo, El Salvador, Médico ginecólogo
Para entender los efectos físicos del aborto, debemos conocer algo de las causas, que son, en esencia, las mismas que producen parto inmaduro y parto prematuro. El aborto puede deberse a cambios patológicos del huevo, del útero, o de sus anexos, a la condición física o nerviosa de la mujer, a enfermedades adquiridas o heredadas (sífilis, tuberculosis, reumatismo); a cualquier infección, contagio o enfermedad inflamatoria; al shock, un daño, o accidente. Puede ser inducido conciente, voluntaria y criminalmente por la propia embarazada, o por alguien más, con ayuda de drogas o de instrumentos, o de ambos.
Por lo tanto, los efectos físicos del aborto dependerán en forma directa de las causas, y de la malignidad o benignidad comparativa de dichas causas. De cualquier modo, el aborto enfrenta serias consecuencias, directas e indirectas, conviertiéndose así en un triste parto inmaduro de la Naturaleza, que es deplorado, y temprana, fuerte y conscientemente se busca ser evitado. Por supuesto, cuando se trata de un intento criminal, el aborto no es nada más ni nada menos que un asesinato en primer grado; y si la ley terrena no descubre y castiga al criminal, la ley superior del Dios de la Naturaleza y las represalias de la propia Naturaleza por haber interferido o destruido sus designios benéficos, tarde o temprano se encargarán de ello. Cuando el aborto es debido a causas patológicas, usualmente está precedido por la muerte del feto; de tal manera que las causas del aborto son realmente aquellas que produjeron la muerte fetal. El aborto puede ser completo o parcial. Si es completo, hay peligro de shock y de hemorragia; si es incompleto y quedan restos dentro del útero, hay peligro de septicemia, uremia, endometritis, perimetritis, enfermedades de las trompas de Falopio, de los ovarios, de la vejiga urinaria, del cuello uterino, del canal vaginal, y del recto; además de secreciones inflamatorias proviniendo de estos órganos, pueden producirse desplazamientos, disminución de la irrigación sanguínea, neurosis y, usualmente, una larga y cara convalecencia.
La retención de un feto muerto no es siempre peligrosa. Aunque ocurra descomposición o putrefacción, la Naturaleza frecuentemente (tal vez más frecuentemente de lo que creemos) elimina la masa extraña sin la ayuda del obstetra. Pero no es aconsejable esperar a que ocurran estos eventos espontáneos. Sin embargo, mientras por un lado es verdad que con la atención médica apropiada la mayoría de los casos de aborto (excepto los casos criminales y aquellos que estén complicados con otras condiciones de morbilidad) presentan un nivel bajo de peligro, no debemos olvidarnos que las estadísticas y los reportes de este tema no son muy confiables. Primero, puede haber un mal diagnóstico y, segundo, es muy común que hoy día se oculte las causas por parte de la paciente, de los que la atienden y de todos aquellos que estén relacionados con el caso.
La ciencia obstétrica ha hecho muchos adelantos importantes; pero continúan abundando los abortos por una u otra causa (especialmente los abortos criminales); y sus resultados han estado y están llenando las clínicas médicas. Desgarrar al producto vivo de la concepción es, en la mayoría de los casos, darle transporte gratuito a la embarazada hacia la eternidad. Incluso en los abortos espontáneos, como ya hemos visto, puede ocurrir la muerte por varias causas. Cuán más grande es entonces el peligro, cuando la mano vandálica del profesional abortero agrega heridas y daños para completar su diabólico trabajo.
Dado que mucha gente hoy día ha dejado de ver al aborto como una calamidad y como una monstruosidad moral en su aspecto criminal, se les debe de hacer que se comprometan a no seguir haciéndolo por el miedo a los efectos físicos del mismo, si es que no están motivados ya por el amor de la moralidad y de lo que es correcto hacer.
Fuente: Butler, James. "The Physical Effects of Abortion." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 6 Dec. 2008 <http://www.newadvent.org/cathen/01049a.htm>.
Traducido por Dr. Raúl Toledo, El Salvador, Médico ginecólogo
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