El continente asiático es fértil en religiones, hasta el punto que puede afirmarse que provienen de él todas las grandes religio, nes superiores: mazdeísmo y zoroastrismo, hinduismo, budismo, etc. También vieron la luz en A., aunque aquí nos encontramos ya a otro nivel, el judaísmo y el cristianismo.
1. Algunos rasgos generales. Pretender realizar una caracterización general de las múltiples y ricas religiones asiáticas es obviamente una empresa imposible. Por eso, y remitiendo para un estudio apropiado a las voces respectivas, nos limitamos aquí a señalar unos rasgos más bien exteriores, y en resumidas cuentas secundarios.
Influjo de los factores naturales sobre la expresión de la religiosidad. La religión (v.) nace de la dimensión más profunda del hombre, por lo que, en cuanto tal, trasciende al espacio y al tiempo. Pero sus formas de expresión pueden estar, y están de hecho, influidas por factores culturales y ambientales, y, tal vez especialmente, por la forma d~ sentir la naturaleza (cosa lógica si se tiene presente que la contemplación de la naturaleza es una de las vías por las que el hombre se eleva al conocimiento de la divinidad). La historia de la población humana de A. está dominada por el desierto y el monzón, que caracterizan en ese inmenso continente de 45 millones de Km2 dos zonas entre las que hay un contraste absoluto: una zona de aridez casi desértica en las cuencas del centro de A., por las que no discurre el agua, y, en las tierras influidas por los océanos, la zona de régimen tropical del monzón. Hay asimismo zonas sedentarias y zonas nómadas; tierras con vocación agrícola, en las que se desarrollaron las grandes civilizaciones sedentarias con sus formas religiosas propias: china, hindú, mesopotámica, que se dispersaron sobre la periferia del continente asiático, y tierras como las del A. central, con sus planicies hostiles y sus estepas, donde la religión conserva su aspecto primitivo, mágico, naturalista. Las viejas civilizaciones agrícolas del A. occidental, de la India y de China, las planicies del litoral asiático, crearon las primeras culturas asiáticas; lo que provocó las primeras mezclas de civilización y los contactos culturales duraderos, que introdujeron naturalmente las influencias religiosas recíprocas, fue la riada centrífuga de los nómadas de las estepas del A. central hacia las riquezas de los viejos imperios sedentarios.
Otro hecho es que las culturas del Cercano Oriente se presentaron en la historia de A. con una anterioridad segura; las civilizaciones que van de Babilonia, a Egipto, aquellas de lo que se ha venido llamando el Creciente fértil, forman los centros culturales y religiosos más antiguos que actualmente se conocen. Esta zona del A. occidental incluyendo en ella culturalmente a Egipto, que tuvo una profunda influencia sobre toda esa parte fue en todo momento una tierra agrícola, un suelo aluvial en el que dominó el agricultor que fue capaz de dirigir el agua de los ríos para crear la irrigación, fuente de la vida. Para estas sociedades el ritmo de la naturaleza se convirtió en una cuestión de vida o muerte que se reflejó en sus organizaciones sociales y religiosas; la realeza sumeroacadia, la realeza faraónica, estuvieron formadas por reyes campesinos, observadores de los astros y del curso de las estaciones; se deificaron la naturaleza y los ríos, las fuerzas ciegas e incontroladas de la naturaleza que amenazaban a los hombres fueron convertidas en genios temibles y poderosos, adorados por las religiones asiáticas primitivas. Se observó este mismo fenómeno en el subcontinente índico donde el monzón 'domina la vida humana; es aquí, más aún que en las otras partes de A., donde la naturaleza rige físicamente al hombre. Es una fuerza aplastante, una omnipotenciacósmica, que provocó, o una postura de adhesión, de identificación con esa manifestación de la naturaleza y que se tradujo en la ontología del sistema filosófico hindú del Vedanta (v. VEDAS, ESCRITOS DE LOS), o bien una voluntad de liberación de ese ciclo ciego, mediante la total extinción de la personalidad, que se tradujo en el concepto búdico del nirvána (v.). Tanto en un caso como en el otro, el ser humano quiere salir del ciclo existencial y renunciar a la vida y a sus sufrimientos. Por otra parte, ya hace largo tiempo que se subrayó esa influencia del ambiente natural: el silencio y lo infinito explican rasgos de ta religiosidad del Islam, mientras que el medio tropical del Sur de A. y de Extremo Oriente permite comprender la multiplicidad de sus ritos y manifestaciones, y la atribución de un poder oculto, de un espíritu a todo objeto de la naturaleza. Hay que decir, sin embargo, que esa multiplicidad de dioses correspondientes a las fuerzas vivas que rodean al hombre aparecen en las formas religiosas de muchos pueblos primitivos, y sus huellas son claramente perceptibles no sólo en la India, sino también en China con el taoísmo (v.) y en el Japón, que ha conservado dicho concepto en los dioses y genios, los kami de su religión nacional: el shinto (v. SINTOÍSMO).
Inseparabilidad de lo religioso y lo social. Otro importante fenómeno sociológico de las religiones asiáticas es la no existencia de la división de la sociedad en religiosa y profana, como ocurre actualmente en Occidente. Esa división en dos categorías contrarias, distintas, no ha existido en A. El asiático no la percibe ni en su conciencia ni en sus instituciones: las actividades religiosas y sociales proceden de los mismos conceptos, de los mismos imperativos: el nacimiento, el matrimonio, el trabajo, la caza, la muerte, son acontecimientos sociales y religiosos a la vez; hay una profunda solidaridad entre creencias, ritos, tabúes sagrados y la organización social. Las diferencias sociales son también diferencias religiosas; dependen de la iniciación, de la profesión, de las raíces genealógicas de la familia. Los edificios en los que se trabaja, la casa donde se habita, el espacio en el que se vive, todos tienen un sentido mágico y sagrado. Todos los actos de la existencia cotidiana, todos los acontecimientos se celebran con actos mágicoreligiosos, con ceremonias cultuales. Con la evolución espiritual de las grandes religiones asiáticas, estos conceptos fueron depurándose, si bien siguieron existiendo: reflejo suyo es la casta (v.) en la India; el Islam tiene el Corán (v.), que contiene la regla legal y la moral; la fe es la única razón de ser de la ciudad musulmana: «la sari'a contiene todo el conjunto de la vida religiosa, política, social, doméstica y privada de los que profesan el islamismo» (The Encyc1opedia of Islam, IV, 320). Dicho en otros términos, la sociología de las sociedades asiáticas tradicionales es completamente religiosa. La secularización (v.) es un fenómeno reciente, resultado del profundo impacto de la cultura occidental sobre las civilizaciones asiáticas. Esta unión entre lo religioso y lo profano, explica la acción preponderante de las religiones asiáticas sobre las leyes y las estructuras de la sociedad en la que se desarrollaron. Su acción fue omnipotente, ya que la teología de estas grandes religiones es totalitaria y considera tanto las relaciones del hombre con lo sagrado como sus relaciones sociales; todas ellas poseen teorías sobre la estructura social, ya que tienen su propia concepción del mundo. Los grandes fundadores de estas religiones alteraron siempre el orden social de su tiempo, creando uno nuevo, adaptándose a las estructuras tradicionales o modificándolas si era necesario. A veces, la sociedad religiosa consideró al Estado con indiferencia como en el caso del budismo (v.), a veces, con un intento de dominación o, incluso, de sustitución, como en el caso del Islam (v.) o del lamaísmo (v.) del Tibet. Esta voluntad de poder tomará la forma de sectas políticas, como las sectas taoístas (v. TAoísmo) en China, las organizaciones extremistas del hinduismo (v.), las sectas y grupos musulmanes en los países árabes. Este factor religioso, dentro de la vida política, se hace patente en los movimientos de independencia y nacionalismo de A.; todo movimiento de liberación nacional, en un país islámico, toma necesariamente un carácter religioso, y Gandhi (v.) recurrió a conceptos puramente hindúes para conducir a su pueblo a la liberación de la India.
2. Las grandes rutas históricas, factor de intercambios religiosos. El Creciente fértil. Finalmente, debemos señalar un último factor sociológico importante tanto para la evolución de las grandes religiones asiáticas como para su influencia recíproca: los contactos comerciales y políticos y, particularmente, las grandes rutas históricas que atravesaban A. desde los tiempos prehistóricos y que, durante milenios, fueron las únicas vías de comunicación entre los pueblos asiáticos y jugaron un papel primordial en la difusión de las diversas formas religiosas a través del continente asiático. La más antigua de estas grandes rutas históricas es la que aseguró, en el tercer milenio antes de Cristo, la unidad del Creciente fértil, o sea, el arco de círculo que une Egipto con Babilonia, a lo largo del curso medio del Éufrates después de la costa mediterránea. Desde los tiempos prehistóricos, la ruta de las caravanas seguía este camino, atravesando las estepas del Yezir y el desierto de Arabia, lo que explica las afinidades existentes entre la cultura sumeria primitiva y Egipto. Desde Abraham (v.) a Jacob (v.), la Biblia muestra cómo siguieron las tribus semíticas la antigua senda y así fueron de Babilonia hacia el delta egipcio. La escritura alfabética fenicia siguió el mismo camino. Durante milenios, la suerte de los imperios del A. occidental estuvo cimentada sobre estas pistas comerciales, culturales y militares por las que circularon las ideas religiosas, las teogonías (v.), los textos sagrados a veces con los ejércitos a través de los diversos reinos y civilizaciones de esta parte del continente. La gran ruta que desciende por los valles del Afganistán, de Kabul a la India, por el famoso paso de Khyber, tuvo una enorme importancia: por ella pasaron los indoarios portando los Veda (v.) cuando invadieron la India drávida (v. DRÁVIDAS), destruyendo la vieja cultura asentada en el noroeste del país, llamada de Mohenjodaro y Harappa; por ella invadió el Islam la India brahmánica modificando profundamente sus estructuras, y, a la inversa, la influencia espiritual del pensamiento hindú se hizo sentir por estos caminos en toda el A. occidental y en la mediterránea oriental. A lo largo de esa senda inmemorial las doctrinas circularon, se encontraron, se unieron en busca de nuevos destinos.
La Ruta de la Seda. Señalemos por fin otra gran ruta importante, llamada de la Seda, que atraviesa A. de parte a parte y pone en comunicación el Extremo Oriente con el Mediterráneo. China está separada naturalmente del resto de A. por zonas desérticas, por altas mesetas heladas; su único contacto con el exterior se hizo a través de las estepas siberomongólicas, que fue desde donde se desplegaron periódicamente las invasiones de las hordas de los hunos (V.) y de los mongoles (v.) para cambiar el destino de China. Pero desde tiempo muy antiguo hubo a través de los desiertos del A. central una pista comercial, una serie de oasis empleados por las caravanas, que desde la época de los Han venía llamándose la Ruta de la Seda. El budismo de la India siguió esta ruta para penetrar en China, y, más tarde, en el s. vii, en el Japón; el maniqueísmo (v.) se estableció en A. central y el cristianismo nestoriano (V. NESTORIO Y NESTORIANISMO) hizo allí su aparición. Una vez más, la ruta del comercio sirvió para el intercambio de ideas, para la propagación de las religiones. De ahí resultó la creación de un centro cultural de intercambio enormemente activo en la cuenca del Tarim A. central cuyas huellas han podido seguirse en las excavaciones de Kashgar, de Khotan y de Turfan. Esta Ruta de la Seda fue seguida también por los monjes budistas que se trasladaban de India a China, así como por los peregrinos chinos, como Hiuantsang, en su marcha hacia la India. Una derivación marítima de esta pista les sirvió a los monjes brahmánicos y budistas para hacer de Camboya y Java una India oriental; la ruta marítima de las especias partía de los puertos orientales de la India hacia Indochina e Indonesia, y también sirvió de camino para las ideas religiosas y las formas del arte.
3. Evolución histórica e influencias religiosas recíprocas. a) Sumerios y acadios; semitas; Babilonia. El grupo más antiguo en la protohistoria y en la historia de las civilizaciones es el de las culturas semíticas del A. occidental, comenzando por los sumerios y los acadios (v. SUMERIA; ACADIOS) establecidos entre el Tigris y el Éufrates. Cronológicamente, la época sumeria antigua va desde finales del quinto milenio hasta el 2400 a. C.; la época acadia, desde el 2360 hasta el 2065 a. C.; la época neosumeria, desde el 2100 hasta el 1960 a. C. Los pueblos semíticos (v. SEMITAS) del norte estuvieron estrechamente emparentados con ellos en lo que se refiere a lengua y pensamiento, y su religión tiene un núcleo común. Las ciudadesestado que aparecieron en el sur de Mesopotamia poseían un gobierno teocrático, y nada se hacía sin la orden del dios, jefe de la villa. Estos dioses eran buenos e inmortales; residían en la morada del dios (EDingir), el templo; se les ofrecían sacrificios y su voluntad era conocida a través de los oráculos o de visiones. El rey (lugal) servía de intermediario entre la divinidad y el pueblo.
La religión de sumerios y acadios fue netamente politeísta; Renan y Langdon atribuyeron a los semitas (v.) una tendencia al monoteísmo, pero de hecho se trata de un naturalismo politeísta en el que no se percibe ni aparece la idea de un dios nacional o un santuario único; cada ciudad tenía su propio dios. Éste podía ser masculino, femenino, un objeto sagrado y deificado o bien simplemente un símbolo; su número sobrepasaba el millar y la relación de dioses varía de un rey a otro; no hay jerarquía, ningún dios domina a los demás. Forman la base de la religión sumeroacadia el naturalismo, el sincretismo (v.) y el antropomorfismo (v.), y no puede hablarse de una teología ni de un culto divino estructurado. El dios vivía en su templo, cuya construcción tenía aspecto de fortaleza; a su lado se erigía la torre escalonada llamada ziqqurat por los acadios, formada por terrazas superpuestas en cuyo remate se hallaba un templo; el que mejor se conserva es el de Ur (Mugheir) (v.), que fue contemplado por Abraham. Su papel sigue siendo oscuro: unos piensan que su forma recuerda a las montañas del país de donde procedían los sumerios, y otros ven en 61 una similitud con las pirámides de Egipto, o, incluso, un observatorio astronómico. Los especialistas no se han sentido satisfechos con ninguna de las hipótesis admitidas hasta nuestros días, incluidas las de Busink y Parrot; estos templos estaban administrados por jerarquías sacerdotales; los textos que quedan indican que las oraciones a los dioses tenían fines puramente materiales: prolongación de la vida, bienes, riquezas, salud; 'en ciertas fechas determinadas y según un calendario fijado de antemano, se ofrecían sacrificios de animales. Este pueblo semita jamás tuvo una concepción trascendental o metafísica de la divinidad, aunque, por otra parte, su cultura sea elevada. En sus textos no aparecen problemas cosmogónicos.
En el segundo milenio se produjeron cambios considerables en el sur de Mesopotamia; el régimen de las ciudadesestado, en lucha perpetua para conquistar y conservar la hegemonía, fue sucedido por un poder centralizado, obra de Hammurabi (v.), sexto rey de la primera dinastía de Babilonia (v.). Esta última ciudad se convirtió en el centro religioso y cultural hacia el que se volvían no sólo los asirios (v. ASIRIA), sino todos los demás pueblos. Hammurabi hizo numerosas reformas sociales y religiosas; la más importante consistió en hacer de Marduk, dios de Babilonia y divinidad agrícola, el dios supremo y casi único de todo el universo. Fue entonces cuando se escribió el Enuma elis (El poema de la creación), consagrado a la exaltación de Marduk. La religión dirigía toda la vida y dominaba todas las actividades sociales; esta religión fue politeísta, ya que Marduk no eliminó a los 3.300 dioses citados por P. A. Deimal en su Pantheon Babylonicum; tuvo además un carácter particularmente astral y los planetas, la luna y el sol, fueron dioses venerados; la astrología jugó un papel muy importante. Hay que subrayar que los antiguos santuarios no fueron suprimidos; siguieron existiendo los ziqqurats sumerios, y Nabucodonosor II (v.) reconstruyó en Babilonia, en el a. 600 a. C., el grandioso ziqqurat de más de 90 m. dedicado al dios Marduk. El carácter divino que entre los sumerios tenía la realeza, la veneración del rey como dios en la tierra, ha cambiado; el rey se ha convertido en primer sacerdote del dios, en su imagen, algunos de cuyos poderes curativos poseía. Por otra parte, se tendía a monarquizar el panteón, ya que la forma dictatorial de gobierno conducía naturalmente a ello, y las asimilaciones de dioses fueron frecuentes. Debemos recalcar que los asirios y los babilonios tenían ideas bastante confusas sobre la vida después de la muerte, como todos los semitas en general. El mundo de los muertos carece de gozo y de esperanza; el Descenso de Ishtar a los infiernos describe el reinado de la podredumbre y la oscuridad, en el que buenos y malos corren la misma suerte miserable en el terrible Alatu; se seguía la norma de la cremación.
b) Sirios, cananeos y fenicios. Los otros pueblos semitas del A. occidental eran los sirios, los fenicios y los cananeos (v. SIRIA; FENICIA; CANAÁN), cuyas concepciones religiosas tenían muchos puntos de contacto; el fondo de estos cultos semíticos es un naturalismo de forma politeísta en el que los dioses son los señores de la ciudad en la que se les adora. No existía un santuario nacional a causa de las grandes divisiones políticas de los semitas de esta parte de A. Eran lugares de culto los lagos, los ríos, los manantiales, los árboles y las piedras sagradas; sus ritos eran bastante semejantes, corno puede comprobarse en las descripciones bíblicas. La religión siria tuvo una influencia larga y profunda, pero la dispersión de las tribus y la falta de una unidad política impidieron la formación de un panteón sirio. Se confirma la influencia egipcia por los nombres propios en los que Hor, Isis y Csiris (v. EGIPTO VII) se mezclan con nombres de dioses babilonios. Los fenicios, semitas del mar, vivieron primeramente en ciudadesestado autónomas hasta el momento en que Tiro se convirtió en el poder dominante. En la Biblia tenemos los datos más completos sobre el pensamiento religioso de los fenicios: religión naturalista, emparentada con los cultos de Siria y Canaán. La divinidad suprema era un dios celestial que mandaba sobre las fuerzas naturales, designado habitualmente como Ba°al (v.) y, a veces, como 'Adón, y, raramente, como 'El (pl. 'el7m). Cada ciudad, cada grupo social tenía, su Ba'al particular, protector, que aseguraba el alimento y la vida; a su lado aparecía la diosa sensual de las fuerzas productoras de la naturaleza: Astarté (v.), conocida por todos los semitas. El culto respondía a la tosca concepción que los fenicios tenían de sus dioses; el santuario comportaba objetos materiales, piedras sagradas, y estaba cerca de los árboles y manantiales, sobre las colinas y montañas. La representación de los dioses fenicios muestra a seres deformes y espantosos, y correspondía al concepto elemental y grosero propio de los fenicios sobre sus divinidades, celosas y vindicativas. Se les sacrificaban animales y vegetales. La vida después de la muerte era triste: los refa'im (las sombras) pedían la paz desde su tumba, sin esperanza ni deseo.
c) Arios (Persia, India); la religión de Zaratustra y los Vedas. Frente a estas religiones semíticas del A. occidental, surgen las formas religiosas de los indoeuropeos o arios (v.); es interesante destacar la lucha permanente y milenaria entre los pueblos semitas y los indoeuropeos en A. En el tercer milenio estos últimos. llegaron por el Bósforo y se instalaron en A. Menor; hacia el año 2000 antes de Cristo fueron seguidos por otra oleada del mismo origen que tomó el poder en el país de Hatti, donde fundó un importante imperio: el de los hititas (v.). Los indoeuropeos eran nómadas agrupados en tribus, grandes criadores de caballos y bueyes; estos grupos siguieron su camino hacia el E y permanecieron sobre la planicie iraní mientras que algunos clanes penetraron en las llanuras del Indo. El establecimiento de estos diversos clanes en las ricas llanuras del A. occidental provocó luchas prolongadas y diversas; los hititas, los hurritas (v.) y los kasitas, todos ellos indoeuropeos, combatieron a los pueblos semitas para instalarse en sus tierras. Los hititas pusieron fin a la dinastía amorrea de Babilonia y los kassitas sucedieron a la línea de Hammurabi y se mantuvieron en el poder durante casi diez siglos; los hurritas provocaron la ofensiva de los hicsos (v.) contra Egipto. Pero la gran migración comenzada en Europa se extendió sobre el A. Menor destruyendo el imperio de los hititas; en Amurru (v. AMORREOS) aparecieron nuevas organizaciones políticas en las que se establecieron reinos arameos fundados por los semitas salidos del desierto de Siria, así como en Canaán, donde se establecieron los israelitas junto a los filisteos venidos de las islas del Egeo.
Estas conmociones políticas tuvieron repercusión religiosa; no se conoce casi la religión de los indoeuropeos. Parece que reconocían la existencia de una divinidad suprema, un dios del cielo, Iovispartr (Zeus, sánscrito dyo), y de ciertas fuerzas de las que depende la vida de los hombres; los preceptos rituales eran esenciales para controlar esas formas misteriosas de la naturaleza, antropomorfizadas bajo la forma de dioses: Mithra, Varuna, India, etc. (v. BRAHMANISMO 2, 3). En los panteones populares estos dioses arios eran incorporados por personas de la clase dominante de los hurritas y, de los hititas. Estas formas religiosas arias tomaron su mayor impulso de manera particular en Persia y en la India, donde los indoeuropeos se establecieron definitivamente; si bien el parentesco de las lenguas demuestra un parentesco de origen y formas religiosas, si es cierto que hay un paralelismo entre el Avesta de la religión de Zaratustra (v. zoROASTRO Y ZOROASTRISMO) y los textos védicos de la India aria, hay una gran diferencia entre persas e hindúes, tanto por su carácter como por su historia. Los primeros carecen de la rica imaginación de los segundos; la concepción dualista del mundo, que forma la esencia del pensamiento iraní, es desconocida para el pensamiento hindú, de tendencia monista. La antigua religión del Irán tenía un carácter de moral práctica, de preservación de la pureza, mientras que la de los Vedas (v.) era esencialmente la religión persa anterior a la de Zaratustra; esta última presenta una forma religiosa muy interesante para el estudio de las religiones asiáticas; sus creencias se hallan muy próximas al monoteísmo por su imagen de Dios y por su ética; en esto se aleja mucho de los otros sistemas religiosos y filosóficos.
Ahura Mazda ocupa el punto central en la religión de Zaratustra y todo lo domina, en lugar de los distintos dioses de las otras formas religiosas de A. No es el dios único del monoteísmo de la Biblia, ya que su omnipotencia está limitada por el principio del mal, Ahriman, pero cerca de él no hay ninguna divinidad femenina; los «seres venerables» (yazata) que le rodean no son dioses en el sentido estricto de la palabra. Ahura Mazda es el creador del cielo y de la tierra, libre de rasgos naturalistas; esta creencia en un dios creador y universal, padre del cielo, puede acercarse a la de Varuna y Dyauspitar y supone un monoteísmo primordial de los antiguos arios. Esta diferencia y oposición con las primitivas creencias semíticas se reproduce en los conceptos escatológicos del Avesta sobre el destino del hombre después de la muerte. Hemos visto la pobreza religiosa y filosófica de las ideas escatológicas semíticas; los gathas del Avesta presentan, por el contrario, una preocupación constante por el destino futuro y trascendente del hombre: al que obra bien le espera en la vida futura una magnífica recompensa. Después de atravesar el puente de separación shinvatentre la vida y la muerte, tienen lugar el juicio y la sentencia divina que dividen a los hombres en tres grupos: los que siguieron los mandamientos del Señor, los que se decidieron por el mal, Ahriman, y los tibios, que van bien al cielo, lugar de luz y alegría espiritual, bien al infierno, o bien a una especie de purgatorio. Finalmente, el dualismo de Zoroastro acaba resolviéndose en monoteísmo, pues al final de los tiempos prevalecerá el triunfo de Ahura Mazda. Una doctrina de ese tipo va por delante del espiritualismo grecobíblico; por otra parte, podemos señalar aquí el papel del Irán en la creación de los valores espirituales, prueba de ello es la elaboración ,de la mística del si°ismo en el Islam. Fue también regla la tolerancia religiosa, como puede comprobarse por la existencia en el Irán de la iglesia nestoriana, del budismo y del maniqueísmo, el más perfecto ejemplo de una religión típicamente gnóstica, en la que la salvación procede únicamente de la sabiduría y del conocimiento. Mani (216-277) (v. MANIQUEÍSMO), nacido en Babilonia, es ejemplo de la inquietud metafísica que es una de las características del alma iraní, y que se repitió con el movimiento social de Mazdak en el s. v.
d) Contrastes: la India y el Islam. Budismo. China y Japón. La India (v.), vecina suya, ofrece un sorprendente contraste religioso que se ha explicado en parte por las condiciones climatológicas y naturales que allí dominan al hombre. Por otra parte, la India es el país de la religión por excelencia; el espíritu hindú es fundamental y esencialmente religioso, y concilió concepciones que en el mundo eran contradictorias. Hay que tener muy presente que la cultura religiosa de la India es el resultado complejo de influjos y fuentes diversas y distintas: herencia aria de los indoarios, influencias iranias y semíticas, tradiciones profundas del sustrato dravidiano (v. DRAVIDAS), es decir, no ario, de las culturas prearias de la India. La inteligencia hindú ha sabido sintetizar estos elementos heterogéneos para hacer de ellos ese impresionante conjunto de sistemas filosóficos y religiosos de la India clásica y moderna que forma lo que llamamos hinduismo (v.), y que es estudiado en su voz. Esta forma religiosa dominó la vida política de la India durante siglos, y el sistema de las castas (v.) es religioso en su .constitución misma. La influencia religiosa de la cultura de la India fue importante en el sudeste de A., que fue civilizado por monjes budistas y brahmanes que llevaron con ellos los cultos hindúes, la lengua y la literatura sánscrita, y las artes de la India. De hecho, el imperio Khmer fue una provincia de la India, entre los s. ii y VIII, del mismo modo que Sumatra (s. VII-XIII) y Java (s. VIII-IX). El impacto más vigoroso que recibió la India religiosa fue el del Islam (v.), y se sabe que también en este sentido se crearon síntesis religiosas, tales como los movimientos sufíes (v.), la tentativa religiosa sincretista del emperador Akbar, los sikhs (v.), tan poderosa es la fuerza de asimilación del pensamiento religioso hindú.
El Islam (v.) es una de las grandes religiones semíticas que actualmente hay en A.; como todas ellas, tiende a lo universal; su libro, el Coran (v.), es la fuente esencial de la religión musulmana, y rige todas las formas de la vida individual y colectiva de los creyentes. Surgida en el desierto de Arabia, fundida en el molde de ese peculiar lenguaje árabe, es la religión el más fuerte lazo de unión del Islam; nació de una minoría influida por los judíos, los cristianos y los parsis, frente a la mayoría politeísta de los antiguos árabes (v. ARABIA; SABEOS). Desde un principio, las revelaciones de Mahoma carecen de originalidad; todas sus ideas habían sido formuladas ya con anterioridad en las grandes religiones semíticas; por otra parte, parece que las influencias cristianas predominaron sobre las demás. La característica esencial del Islam fue y es que la religión y la política están indisolublemente asociadas, y la conjunción de estos dos poderes ha tenido una influencia profunda en la historia de esta religión. El espíritu de conquista y dominación religiosa del Islam le permitió dominar las viejas y antiguas culturas del A.: el imperio bizantino, el imperio sasánida de Persia, la India brahmánica. Los pueblos nómadas salidos de los desiertos de Arabia se pusieron rápidamente a nivel de tales naciones avanzadas y se creó una civilización árabeislámica que se extendía desde Marruecos a Indonesia. Las pretensiones unitarias del Islam chocaron con las concepciones del Irán y de la India, choque del que surgieron nuevas formas religiosas; los persas, recién convertidos al Islam por la fuerza, se adscribieron al si `ismo, encontrando así el medio de mantener su individualidad espiritual en el seno mismo del Islam. En la India, el espíritu sincretista hindú provocó tentativas de acercamiento entre el hinduismo y el pensamiento musulmán; el pietismo visnuista se unió a 1_a doctrina mística si°i de los sufíes, de donde resultó una concepción inmanentista de Dios cuya expresión más perfecta se encuentra en el poeta místico hindú Kabir reivindicado por hindúes y musulmanes, así como en el reformador Nának, fundador de la secta de los sikhs.
En este estudio de las relaciones entre las grandes religiones asiáticas no hemos mencionado el confucianismo (v. CONFUCIO Y CONFUCIANISMO) ni el taoísmo (v.) de China. En primer lugar, y como puede verse en su voz, el confucianismo no fue nunca una religión nueva, ni siquiera una religión en sentido propio, sino más bien una ética política, una doctrina de gobierno; el taoísmo requiere una mentalidad y un espíritu completamente chinos, y no tuvo ninguna repercusión fuera de China propia. mente dicha; el budismo (v.) hindú penetró en China pasando por el Nepal, por Cachemira, el Punjab y el A. central, profundamente transformado ya por el contacto con el Islam y el cristianismo nestoriano. Una vez llegado a China, el budismo tuvo todavía que adaptarse a la terminología y al concepto del taoísmo, y entre las dos religiones surgió un activo y perm?nente intercambio de conceptos y técnicas rituales. El confucianismo mostró siempre una actitud negativa hacia el budismo, considerándolo como una herejía extranjera qué amenazaba al Estado.
En el Japón, por el contrario, donde no existía una religión política unitaria ya que las ideas morales y los conceptos políticos del shintó se desarrollaron en una época tardía, el budismo, que penetró en el a. 552 d. C., procedente de China a través de Corea, fue considerado como la religión de una cultura respetada y admirada, y fue admitido definitivamente. Las restantes formas religiosas chinas no tuvieron casi influencia en el Japón: el taoísmo, bastante similar al shintó, jamás tuvo una forma independiente de él, y el confucianismo tuvo una cierta influencia pedagógica y social, sobre todo durante el periodo Edo (1600-1867), pero al carecer de carácter religioso y metafísico, no puede considerársele como religión ni en China ni en Japón. Las formas religiosas del taoísmo chino y del budismo chino y japonés no parecen haber tenido influencia sobre las otras formas religiosas de A., excepto en la India. En efecto, Bagghi, Payne y Gonda parecen acusar influencias del sur de China, de Sikkim y de Assam, sobre las creencias y los ritos hindúes. El ritual tántrico hindú se designa por la expresión cinácára (el comportamiento chino), y la rosa de China (javá) es la flor de la diosa Durgá. Los cultos de la shakta, populares en Bengala, recibieron influencias de Assam, y el taoísmo chino pudo tener una cierta influencia sobre el yoga (v.), hindú.
4. Resumen y situación actual. Las religiones siguen ejerciendo en A. una influencia poderosa; las estadísticas más recientes dan cifras de un total de 340 millones de musulmanes en A. (sobre un total general de 446 millones de musulmanes en el mundo), de 145.000 parsis o mazdeístas, de 79 millones de sintoístas en Japón, de 159 millones de budistas y de 390 millones de hinduistas (según el Britannica Book of the Year, 1964), lo que . evidencia la fuerza todavía viva de las grandes religiones de A., tanto en el plano cultural como en el social y político; la prueba palpable de esta situación son los graves disturbios entre hindúes y musulmanes y sus repercusiones en la política de la India y del Pakistán.
Para terminar, es difícil juzgar cuál ha sido la religión de mayor influencia sobre los destinos del A. Algunas sólo tuvieron una influencia local y relativa y desaparecieron con las formas políticas que las apoyaban; otras se conservaron en los pueblos que las habían elaborado y siguen vivas todavía, tal como ocurre con el hinduismo, el islamismo, el budismo, el sintoísmo y el judaísmo. Debido a sus preceptos, algunas religiones asiáticas tienen una forma nacional y carecen de espíritu misionero, como en el caso del hinduismo y del sintoísmo, ya que hay que nacer en las tierras donde se desarrollan estas religiones para poder pertenecer a ellas; otras, por el contrario, son internacionales, como el islamismo y el budismo, a las cuales es posible convertirse; el judaísmo añade un cierto sentido racial a su fe religiosa, desde el momento en que forma un pueblo aparte y elegido entre las otras naciones. ¿Cuál es la religión que ha tenido en A. una influencia cultural más duradera y profunda? A nuestro modo de ver, ha sido el budismo, que ha modelado verdaderamente el alma del A. oriental, mientras que el Islam dominó en el A. occidental. El budismo dominó en la India durante un largo milenio, y convirtió al A. central a su pensamiento, así como a la China, al Japón y al sudeste asiático; no impuso solamente su religión, sus ritos, sus conceptos metafísicos y su arte, sino también su modo de vivir, de pensar y de concebir la vida. La civilización japonesa está impregnada de budismo, y los Estados del sudeste de A. son profundamente búdicos; por tanto, podemos considerarla como una de las grandes religiones que siguen vivas en A. Cuando se estudia la profunda huella que dejó la cultura búdica en la India y en el A. oriental, se comprende que tuvo una influencia poderosa y prolongada en esa parte del mundo.
Las crisis políticosociales por las que atraviesa A. dejan sentir su influencia en las religiones actuales, que tienden a retroceder, si no ya a desaparecer. El comunismo y el marxismo han suprimido prácticamente las influencias religiosas del lamaísmo en Siberia, en el Tibet y en A. central y China. En el Japón y en el sudeste asiático el budismo todavía no parece sufrir la crisis moderna, y su popularidad sigue casi intacta.
J. ROGER RIVIÉRE.
BIBL.: F. KSNIG, Cristo
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