Dioses. Los asirios fueron continuadores
de la religión mesopotámica creada por los sumerios y adoptada por la
dinastía babilónico. Es evidente que con el paso de los siglos la religión
se modificó, a veces, incluso en cuestiones muy importantes, como en la
constitución del panteón oficial, pero no es menos cierto que la esencia
de la misma permaneció inalterable. Con la hegemonía de A., Marduk, dios
nacional de Babilonia, cede su lugar preponderante a Asur, patrón de la
ciudad de Nínive, quien viene a representar la voluntad de poseer una
divinidad nacional superior a los demás dioses del panteón mesopotámico,
para controlar de esta manera todos los resortes del poder, al igual que
anteriormente hiciera la dinastía babilónica. Asur significa benévolo,
pero su actuación siempre se presenta contraria a la benevolencia,
pues constantemente lo encontramos compartiendo los instintos bélicos de
su pueblo. Él es el dios que acompaña al ejército en las batallas, dirige
la flecha del arquero y la hunde en el corazón del enemigo, y también se
complace en el espectáculo de las torturas infligidas a los enemigos
capturados y con la deportación de los pueblos vencidos. Se le representa
bajo la forma de un disco alado, y también cabalgando un toro,
representación llena de profundo simbolismo bélico. Junto a sus
atribuciones guerreras, otras hacen referencia a su condición de dios de
la fecundidad, representado entonces bajo el aspecto de un macho cabrío
rodeado de ramos y frutos.
La divinidad que en importancia
seguía a Asur era Isthar. A. continuó la veneración de dicha diosa, ya
iniciada por los babilonios, y cuya importancia siguió vigente
durante el primer milenio antes de Cristo bajo el nombre de la Astarté
fenicia y transmitió muchos de sus rasgos a la figura griega de Afrodita.
Es hija de Anu o de Sin, según se tome una u otra de las tradiciones
referentes a su origen. En el primer caso, es la diosa de la guerra; en el
segundo, la diosa del amor. En A. se la adoró bajo las dos facetas;
acompaña a Asur en sus batallas, montada en un carro tirado por leones y
empuñando el arco. Sus santuarios se hallaban en las ciudades de Nínive y
Atbelas. En Erech se la veneraba como diosa del amor y del placer. Una de
las formas de adoración consistió en la práctica de la prostitución
sagrada que llevaban a cabo las sacerdotisas a ella consagradas. En este
rápido repaso al panteón asirio, hemos de hablar de un dios cuya
influencia fue enorme en la religión asirio-babilónica: Shamash, divinidad
a la que caracterizan el valor y el ánimo, aunque se distingue por ser el
dios de la justicia. Él es quien disipa las tinieblas que cubren el
crimen. En su calidad de juez supremo, se le representa sentado en un
trono, ostentando en su mano derecha el cetro y un anillo junto a él se
veneraba a su esposa Aya y a sus hijos Kettu (la Justicia) y Mesharu (el
Derecho). Al parecer, estos dos últimos son dioses tardíos, puesto que al
representar abstracciones indican que la mentalidad religiosa había
sufrido una profunda evolución.
Espíritus y héroes. Los
asirios creían en la existencia de espíritus, si bien en su religión los
había benefactores, cosa desconocida en Babilonia. Éstos son llamados
Lamassu. Sus funciones eran las de proteger al hombre, defendiéndose del
mal y llevando sus presentes y sus homenajes a las divinidades. Se les
representaba en las puertas de los templos bajo el aspecto de toros alados
con cara humana, Los malos espíritus reciben el nombre de Utukka y son de
dos clases. Una la forman las almas de los difuntos que no han recibido
sepultura, lo que les obliga a vagar eternamente, perjudicando a los
mortales. La segunda clase la constituyen espíritus mucho más temibles que
proceden del mundo inferior: son los que constantemente atacan a los
hombres, deparándoles la enfermedad e incitándoles a cometer actos
criminales. Cuando se aparecen al hombre lo hacen bajo el aspecto de seres
monstruosos con cuerpo humano, cabeza de león erizada de cuernos y
provistos de temibles garras. La única manera de librarse de su presencia
es recurrir a la ayuda de un conjurador, quien por medio de exorcismos y
magia los ahuyentaba.
En la religión asiría ocupaban un
lugar destacado los héroes o semidioses, Cuyo origen se habría de
buscar una vez más en la religión sumeria. Eran venerados por su relación
directa con la divinidad y por el valor que demostraban ante el peligro;
en ellos veían los asirios un ejemplo a seguir en el campo de batalla. Los
héroes más famosos y venerados eran Etana, Adapa y, sobre todo, Gilgamesh.
Adivinación y magia. La
inseguridad frente a la propia condición humana hizo que los asirios
continuaran la tradición sumerio-babilónica de la adivinación. Los hechos
nefastos que atormentaban a la humanidad era necesario conocerlos de
antemano para intentar conjurarlos. A este fin tendió la ciencia
adivinatoria, que desarrolló una gran cantidad de métodos de entre los que
podemos citar la hepatoscopia o estudio del hígado, la interpretación de
los sueños, del vuelo de las aves y de los nacimientos anormales. Los
sistemas más utilizados fueron los dos primeros. Los asirios creían que
los sueños eran una realidad, a causa de lo cual su valor fue
universalmente apreciado. El sueño era una manera para entrar en contacto
con el mundo de los dioses, por lo que cuando era preciso realizar algún
hecho colectivo, como una campaña guerrera, el rey pedía a los adivinos
que sonaran para que los dioses, por este medio, dejaran oír su voz. No
faltan indicios para suponer que se utilizaban estupefacientes para
lograrlo. Cuando era el rey quien tenía un sueño, los adivinos se
encargaban también de interpretarlo. En uno y otro caso, se valían de
manuales que daban la clave de la interpretación.
El método más utilizado fue el de
la hepatoscopia, que se realizaba con el hígado de los animales
sacrificados. Los adivinos, a fuerza de prolongadas y constantes
observaciones, llegaron a conocer todas las particularidades posibles
acerca de dicho órgano. Las alteraciones o modificaciones que pudiera
presentar, sus relaciones con las vísceras próximas a él, su posición, su
tamaño, daban a los adivinos la información que precisaban para sus
predicciones. El mecanismo funcionaba según que los signos se encontraran
a uno u otro lado del hígado.
Como resultado de la adivinación,
A. conoció un gran desarrollo de la magia, que formaba parte de las
instituciones del Estado asirio, de tal manera que los reyes mantenían en
sus cortes a los magos, que eran delegados de las grandes divinidades,
como Shamash, en cuyas manos estaba el mundo de la magia y la
adivinización. Oficialmente, ambas gozaban de un respeto en el que no
estaba exento el temor.
Escatología y moral.
En cuanto a sus ideas sobre el más allá, sabemos que
los asirios creían en la existencia de un infierno en el que moraban las
almas de los muertos y en el que llevaban una existencia triste y apagada
en un mundo de tinieblas. Por lo que se refiere a la responsabilidad moral
del hombre estamos mal informados, aunque algunos indicios, como el
respeto por la justicia y la existencia de listas de pecados que no se
debían cometer, hacen pensar que los asirios creyeron que el hombre era
responsable de sus actos.
BIBL.: F. M. TH. DE LIAGRE BÖHL,
La religión de los babilonios y asirios, en F. KÓNlG,
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E. RIPOLL PERELLÁ.
E. SANMARTÍ GREGO.
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