El pueblo abandona al Señor de ordinario venerando otros dioses (Jr 1,16); quebrantando la alianza (1 Re 19,10), los mandamientos (2 Re 17,16). Dios castiga abandonando, retirando su presencia o protección (Is 54,7), abandona su templo (Jr 17,7), su tierra (Ez 8,12). El orante pide a Dios no ser abandonado (Sal 27,9; 71,9). El hombre se abandona confiado en manos de Dios (Sal 31,6.16). Confianza.
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