Se le llama "alma víctima" a quien se
ofrece a sufrir en reparación por los pecados de otros, y de si misma,
cargan sobre si los sufrimientos de otros, y la consecuencia del pecado
en el mundo. Se ofrecen en reparación, en expiación a Nuestro Señor por
tantas ofensas, sacrilegios, desprecios, y por la conversión de los
pecadores. Jesús invita a todos a la total entrega.
Vamos a misa para unirnos a Jesús en su entrega total al Padre. Pero,
¿Cuantos cristianos lo hacen? Respuesta: los santos.
Algunas almas víctimas destacadas: Todos los santos se ofrecieron a Dios unidas a Cristo. Francisco y Jacinta, los niños videntes de Fátima; Alejandrina Da Costa; Ana Catalina Emmerick; Padre Pío; Ven. Conchita Cabrera de Armida....
“¿Qué sucedería si el sacerdote, participando del sacerdocio de Cristo
por la ordenación sacerdotal, no quisiera participar de ningún modo su
estado de víctima? Sin duda alguna que se apartaría de Cristo; en su
vida habría desorden, perturbación, máxima confusión; sería un
ministro de Cristo sin amor verdadero a su amantísimo Maestro.
Resultaría un hombre mundano, vano, superficial, estéril. Así como se
conoce mejor el valor de la justicia por el dolor causado por la
injusticia, así se aprecia mejor la fecundidad del apostolado por la
deplorable esterilidad de una vida rota. Todo sacerdote, pues, debe
pedir la gracia de ser realmente víctima, cada cual a su manera, a fin
de padecer santamente lo que Dios desde la eternidad ha reservado para
él, para llevar su cruz cada día, y no sólo como fiel, sino como
sacerdote, como otro Cristo, para poder morir místicamente antes que
físicamente.”
La unión del sacerdote con Cristo, Sacerdote y Víctima. Reginald
Garrigou-Lagrange, OP. Ediciones Rialp, Madrid 1955, p. 97
por la ordenación sacerdotal, no quisiera participar de ningún modo su
estado de víctima? Sin duda alguna que se apartaría de Cristo; en su
vida habría desorden, perturbación, máxima confusión; sería un
ministro de Cristo sin amor verdadero a su amantísimo Maestro.
Resultaría un hombre mundano, vano, superficial, estéril. Así como se
conoce mejor el valor de la justicia por el dolor causado por la
injusticia, así se aprecia mejor la fecundidad del apostolado por la
deplorable esterilidad de una vida rota. Todo sacerdote, pues, debe
pedir la gracia de ser realmente víctima, cada cual a su manera, a fin
de padecer santamente lo que Dios desde la eternidad ha reservado para
él, para llevar su cruz cada día, y no sólo como fiel, sino como
sacerdote, como otro Cristo, para poder morir místicamente antes que
físicamente.”
La unión del sacerdote con Cristo, Sacerdote y Víctima. Reginald
Garrigou-Lagrange, OP. Ediciones Rialp, Madrid 1955, p. 97
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