Esta parábola se encuentra en Mateo [.1-14., Evangelio de Mateo. Los invitados a la boda. 22] y en Lucas[15-24., Evangelio de Lucas. Parábola. El gran banquete del Reino. Lc 14] , pero la presentación es tan diferente que a veces se ha cuestionado que se trate de la misma. De tales diferencias redaccionales, sin embrago, no tienen por qué sorprenderse quienes están familiarizados con la Escritura.
Se notará que la expresión "comida festiva" es corriente en el Antiguo Testamento para designar la alegría que se experimenta en presencia del Señor (Dt 12,7.18; 14,22-23; etc.); el profeta ha podido imaginarse a Dios mismo danzando en medio de su pueblo con gritos de alegría (So 3,17). En una perspectiva escatologica, la gran dama Sabiduría, a semjanza del rey de Mateo y Lucas, envía a sus criados para invitar a un convite (Pr 9,1-5, cf. Mt 22,3-4 y Lc 14,17). Por medio de un convite de bodas en Caná es como Jesús revela su gloria a sus discípulos (Jn 2,1-11). El "banquete de bodas" es también el marco de la parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias (Mt 25,1-13).
El contexto es el mismo en los dos evangelistas: aunque el entorno literario difiere, ambos relatos sitúan en Jerusalén; poco después de la llegada de Jesús, según Mateo (cf. Mt 21,10). El punto central de la parábola -lo que es esencial en la interpretación- es el mismo en Mateo y en Lucas, y resulta polémico. Los primeros a quienes se llaman, o sea, los judíos, rehúsan la invitación; cualquiere que llegue, los no judíos, ocuparán su lugar en el banquete nupcial. Lucas ofrece detalles pintorescos sobre los motivos alegados para rehusar. Mateo, por su parte, añade un pasaje sobre "el traje de bodas": los segundos invitados se han revestido de trajes que hacen honor a la autoridad que invita; uno de ellos, sin embargo, ha considerado inútil meterse en estos gastos. El rey le dirige un cruel reproche y ordena arrojarlo, atado de pies y manos, a las tinieblas exteriores (Mt 22,11-13). Es una lección que pone en guardia a los primeros cristianos y a los invitados para que no tomen a la lilgera su participación en la comida del Señor.
Varios buenos manuscritos juntan la conclusión sobre el pequeño número de los elegidos con la parábola de los obreros de la undécima hora (Mt 22,14, cf. 20,16); pero tal conclusión sigue siendo enigmática. Es bien sabido hasta qué punto los jansenistas, relacionando este versículo con la parábola de la puerta estrecha (Mt 7,13-14; Lc 13,24), han insistido sobre el reducido número de los elegidos. Ésta no es, ciertamente, la conclusiónd e la parábola de las bodas reales.
Se notará que la expresión "comida festiva" es corriente en el Antiguo Testamento para designar la alegría que se experimenta en presencia del Señor (Dt 12,7.18; 14,22-23; etc.); el profeta ha podido imaginarse a Dios mismo danzando en medio de su pueblo con gritos de alegría (So 3,17). En una perspectiva escatologica, la gran dama Sabiduría, a semjanza del rey de Mateo y Lucas, envía a sus criados para invitar a un convite (Pr 9,1-5, cf. Mt 22,3-4 y Lc 14,17). Por medio de un convite de bodas en Caná es como Jesús revela su gloria a sus discípulos (Jn 2,1-11). El "banquete de bodas" es también el marco de la parábola de las vírgenes prudentes y las vírgenes necias (Mt 25,1-13).
El contexto es el mismo en los dos evangelistas: aunque el entorno literario difiere, ambos relatos sitúan en Jerusalén; poco después de la llegada de Jesús, según Mateo (cf. Mt 21,10). El punto central de la parábola -lo que es esencial en la interpretación- es el mismo en Mateo y en Lucas, y resulta polémico. Los primeros a quienes se llaman, o sea, los judíos, rehúsan la invitación; cualquiere que llegue, los no judíos, ocuparán su lugar en el banquete nupcial. Lucas ofrece detalles pintorescos sobre los motivos alegados para rehusar. Mateo, por su parte, añade un pasaje sobre "el traje de bodas": los segundos invitados se han revestido de trajes que hacen honor a la autoridad que invita; uno de ellos, sin embargo, ha considerado inútil meterse en estos gastos. El rey le dirige un cruel reproche y ordena arrojarlo, atado de pies y manos, a las tinieblas exteriores (Mt 22,11-13). Es una lección que pone en guardia a los primeros cristianos y a los invitados para que no tomen a la lilgera su participación en la comida del Señor.
Varios buenos manuscritos juntan la conclusión sobre el pequeño número de los elegidos con la parábola de los obreros de la undécima hora (Mt 22,14, cf. 20,16); pero tal conclusión sigue siendo enigmática. Es bien sabido hasta qué punto los jansenistas, relacionando este versículo con la parábola de la puerta estrecha (Mt 7,13-14; Lc 13,24), han insistido sobre el reducido número de los elegidos. Ésta no es, ciertamente, la conclusiónd e la parábola de las bodas reales.
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