En la actualidad, sabemos que, en gran cantidad de pueblos
agricultores, el toro, como símbolo fundamental de la fertilidad, fue
incluso considerado como una manifestación única de fuerza divina,
entendida de forma más exacta desde este punto de vista, más que como
una divinidad propiamente dicha.
El toro, remontándonos a épocas históricas, las cuales no ayudarán en su mayor medida a conocer de cerca este simbolismo y su relación con el mito del Minotauro (y su posterior y evidente reflexión filosófica), fue sagrado en lugares como la desaparecida Babilonia, Egipto y Persia. No en vano, en la misma Grecia lo encontramos con una forma que puede adoptar un dios para manifestarse a los hombres (algo que de forma exacta recibe el nombre preciso de epifanía), de Zeus e incluso de Poseidón.
Sin embargo, lo más curioso de constatar es que el toro, como manifestación en sí divina, fue en muchas zonas el centro principal de sacrificios, que, en su forma de desarrollarse y posterior evolución, llegaron a asumir aspectos de juegos auténticos: en Tesalia, por ejemplo, los jóvenes situados en un caballo perseguían a un toro y, una vez que éste fuera alcanzado, se lanzaban al galope sobre su cuello, agarrándolo por los cuernos e intentando derribarlo.
En Ténedos o Tesalia existían verdaderos cultos en los cuales un
individuo, el cual era previamente designado, debía matar a un toro
mediante un complicado ceremonial; en épocas más remotas, cuando los
sacrificios humanos eran inclusive mucho más habituales, el “asesino”
del toro era asimismo sacrificado.
Por todo ello, es algo más que fácil encontrar un nexo, una relación de unión existente entre estos ritos y el mito en sí del Minotauro (tratado en un artículo anterior), pues en Creta, la isla de Minos, se han encontrado reproducciones de los juegos (algunos historiadores e investigadores opinan que muestras de claras ceremonias), cuyo centro fundamental era la lucha entre la habilidad, la astucia, y la fuerza de doncellas y jóvenes y el ímpetu brutal de un animal de estas características y envergaduras.
No en vano, y si seguimos analizándolo un poco más de cerca, la lucha contra el toro (tauromaquia), pasó a ser practicada en otras naciones, aunque, poco a poco, fue perdiendo esa importancia vital, y su correspondiente significado religioso.
Por lo demás, por ejemplo todavía a día de hoy, en la actualidad, tenemos un ejemplo vivo de ello en países como España, Portugal, y algunos países de Hispanoamérica, donde se celebra la famosa corrida de toros.
El toro, remontándonos a épocas históricas, las cuales no ayudarán en su mayor medida a conocer de cerca este simbolismo y su relación con el mito del Minotauro (y su posterior y evidente reflexión filosófica), fue sagrado en lugares como la desaparecida Babilonia, Egipto y Persia. No en vano, en la misma Grecia lo encontramos con una forma que puede adoptar un dios para manifestarse a los hombres (algo que de forma exacta recibe el nombre preciso de epifanía), de Zeus e incluso de Poseidón.
Sin embargo, lo más curioso de constatar es que el toro, como manifestación en sí divina, fue en muchas zonas el centro principal de sacrificios, que, en su forma de desarrollarse y posterior evolución, llegaron a asumir aspectos de juegos auténticos: en Tesalia, por ejemplo, los jóvenes situados en un caballo perseguían a un toro y, una vez que éste fuera alcanzado, se lanzaban al galope sobre su cuello, agarrándolo por los cuernos e intentando derribarlo.
Por todo ello, es algo más que fácil encontrar un nexo, una relación de unión existente entre estos ritos y el mito en sí del Minotauro (tratado en un artículo anterior), pues en Creta, la isla de Minos, se han encontrado reproducciones de los juegos (algunos historiadores e investigadores opinan que muestras de claras ceremonias), cuyo centro fundamental era la lucha entre la habilidad, la astucia, y la fuerza de doncellas y jóvenes y el ímpetu brutal de un animal de estas características y envergaduras.
No en vano, y si seguimos analizándolo un poco más de cerca, la lucha contra el toro (tauromaquia), pasó a ser practicada en otras naciones, aunque, poco a poco, fue perdiendo esa importancia vital, y su correspondiente significado religioso.
Por lo demás, por ejemplo todavía a día de hoy, en la actualidad, tenemos un ejemplo vivo de ello en países como España, Portugal, y algunos países de Hispanoamérica, donde se celebra la famosa corrida de toros.
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