(heb. maarakah, "orden [línea] de batalla" o combate [del verbo ârak, "formar en orden de batalla"]). Muchos pasajes (Jue. 20:20, 22, 33; 1 S. 4:12; 17:20; 2 S. 10:8, 9; etc.) hablan de ejércitos en orden de Batalla y de combates, pero los detalles acerca de las tácticas, formaciones y estrategias están casi totalmente ausentes. Sin embargo, se sabe que las fuerzas armadas se dividían en compañías o divisiones para confundir al enemigo o para ocultar la dirección del ataque principal (Jue. 7:16-18; 1 S. 11:11; 2 S. 18:2). Para sorprender o engañar, los ejércitos empleaban métodos como las emboscadas o huidas ficticias de una parte del ejército* (Jos. 8:2, 12; Jue. 20:29-34; 1 S. 15:5), y también ataques nocturnos (Jue. 7:16-20; 2 S. 17:1-3). 67. Relieve del templo en Karnak que representa una Batalla del faraón Seti I contra los sirios. Por lo general, las batallas se iniciaban con un sonido de trompeta (Jue. 7:18) y con un grito o alarma de Batalla (Jer. 49:2; Am. 1:14; etc.), después de lo cual las fuerzas enemigas se lanzaban unas contra otras. Poco se sabe de cómo se ordenaban durante la batalla, pero la lucha era cuerpo a cuerpo (figs 11, 30, 45, etc., para escenas de batallas). Las armas principales eran la lanza, el arco y las flechas, y la 145 daga o espada; desde tiempos de Salomón los israelitas también usaban carros (1 R. 1:5;10:26, 29) pero las armas eran las mismas, excepto que la daga y la espada no le servían a quien estaba en el vehículo. En el período posterior de los reyes se introdujo la caballería (2 R. 13:7; etc.) siguiendo el modelo asirio. En algunos casos, el choque era precedido por un duelo entre 2 representantes notables de los ejércitos enemigos, cuyo resultado tenía un efecto decisivo sobre toda la Batalla (1 S. 17:3-52). El primer deber del ejército vencedor, el que generalmente ocupaba el terreno, era enterrar a sus muertos y a los del ejército enemigo (1 R.11:15; Ez. 39:11-13) mientras se hacía una lamentación sobre los líderes o héroes caídos (2 S. 3:31). En ciertas ocasiones se llevaban como trofeos las cabezas de enemigos destacados (1 S. 17:51, 54; 31:8, 9; 2 S. 20:22); otras veces un soldado cortaba una mano (fig 334; Jue. 8:6) o el miembro viril del enemigo muerto (1 S. 18:25, 27) para demostrar su valor y reclamar una recompensa (ambas costumbres lo practicaban los egipcios). Por lo general, los prisioneros eran tratados con gran severidad, aunque también se registran casos excepcionales de clemencia (1 R. 20:30-34). Casi siempre se mataba a los reyes capturados (Jos. 10:23, 26), y muchas veces también a los soldados rasos (2 Cr. 25:12); con frecuencia los cautivos eran vendidos como esclavos (Am. 1:6, 9). Se registra que los israelitas desjarretaban (dejar inválidos) los caballos y quemaban los carros de sus enemigos (Jos. 11:6, 9; 2 S. 8:4); con el paso del tiempo, ellos mismos comenzaron a usarlos. A menudo se devastaba el territorio de un enemigo derrotado: se cortaban los árboles, cegaban los manantiales y quemaban las ciudades y aldeas (Jue. 6:4; 2 R. 3:19). Los despojos obtenidos se distribuían entre quienes habían participado en la Batalla y los que se habían quedado a cuidar el campamento (1 S. 30:24, 25). Los metales preciosos frecuentemente eran dedicados al templo (2 S. 8:10,11), y se conservaban en el santuario los trofeos especiales (1 S. 21:8, 9; 31:8-10; 2 R. 11:10). A veces se dejaba una guarnición en las ciudades conquistadas (2 S. 8:6, 14) y se tomaban rehenes para asegurar el cumplimiento de los acuerdos (2 R. 14:14).
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