Para blanquear paredes, por lo general se usaba un líquido formado por agua y una cierta cantidad de lejía o algo semejante. En la antigüedad la gente común no blanqueaba las paredes de sus casas como lo entendemos hoy, sencillamente las cubrían con argamasa o barro por dentro y por fuera; la de clase superior empleaba estuco blanco, o las pintaban. La palabra "blanquear", o sus equivalentes, aparece en la Biblia como traducción de los siguientes términos: 1. Heb. tafal, "cubrir [recubrir]", "embarrar [enlodar]". En Job 13:4, donde la RVR dice "Fraguadores de mentira", se usa esta palabra, y la oración se podría traducir: "Porque cubrís la verdad con mentira". 2. Heb. tajîm tâfêl, "dar una mano de blanqueo". La RVR traduce esta frase por "lodo suelto"; se refiere a blanquear algo de alguna manera, aunque la expresión hebrea no implica el blanco (Ez. 13:10, 11, 14, 15; 22:28). Otro término de esta familia: tîaj (Ez. 13:12). 3. Gr. koniáÇ, equivalente a la palabra española "blanqueo", se usa con este mismo sentido en escritos seculares. En uno de sus discursos, Jesús se refirió a ciertos sepulcros blanqueados, cuya apariencia exterior disimulaba la podredumbre de su contenido (Mt. 23:27). Pablo le dijo al sumo sacerdote Ananías que era una "pared blanqueada" (Hch. 23:3). La vestimenta sacerdotal, símbolo de santidad, servía para darle una apariencia de santidad a un corazón malvado.
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