Mano en negativo. Antes 20.000 ane. Pintura rupestre. Cultura auriñaciense. Cueva el Castillo. Santander |
Como manifestación primitiva y que se puede retrotraer hasta el 30 000 a.C. encontramos los trazos realizados con los dedos sobre arcilla blanda formando meandros y macaroni que se encuentran en cuevas como las de Gargas, Hornos de la Peña o Cabrerets. Por su densidad ¾el horror vacui es una de sus características básicas¾, diversidad de formas y direcciones, y el entrecruzamiento de los rasgos, constituyen auténticos galimatías en los que, sin embargo, ha sido factible individualizar a veces formas animales e incluso humanas como las siluetas de mujer de Cabrerets. El revés de esta técnica y quizá su secuela inevitable lo constituyen los dibujos de contorno rojo o amarillo, en ocasiones punteado, realizados con el dedo untado en arcilla. Pronto el hombre del ciclo auriñaciense pudo disponer de una gama reducida de colores: el ocre y el rojo procedían de las arcillas; para el negro se utilizaba el carbón o el óxido de manganeso raspado de las paredes de las cuevas; como aglutinante se empleaban grasas o sangre de animales. Al auriñaciense hay que adscribir también en la mayor parte de los casos las huellas de manos que, en positivo o en negativo, aparecen en grandes cantidades en cuevas como la de Gargas ¾más de doscientas se han llegado a contar aquí¾ o Tibiran. En el primer caso, aquel en que aparece la huella positiva de la mano, la impronta se ha producido al apoyarla, llena de pintura, sobre la pared; en el segundo, en que la mano aparece como una huella virgen rodeada de pintura, el resultado se ha obtenido apoyando sobre ella y a su alrededor con un canuto lleno de pintura. Este tipo de impresión era más empleado que el otro, y posee un mayor impacto visual. El color así utilizado admite mayor radiación, y además puede ir difuminándose en los bordes, lo cual robustece el efecto icónico de la imagen, a menudo con una fuerza mágica, invocadora.
A veces el significado de estas manos parece estar en relación con ritos mágicos de tipo propiciatorio. Así, en Cabrerets, dos caballos punteados están rodeados de cinco manos en negativo, como sugiriendo toma de posesión. Pero cuando aparecen aisladas o formando friso, como en Gargas (es ésta quizá la primera forma de composición artística, la más simple: la que se origina en la mera yuxtaposición de elementos), su significado es más recóndito. ¿Se trata de actos de afirmación?
Bachofen veía en la mano izquierda "el símbolo del aspecto materno de la materia". Para apoyar esta idea citaba a Plinio, que vinculó el lado izquierdo del cuerpo humano con el principio femenino. Sugiriendo una relación con la Diosa Madre, Bachofen aludía a un pasaje de Apuleyo donde se narra que en la procesión egipcia de Isis, la Diosa Madre egipcia, los sacerdotes portaban una representación de una ano izquierda de gran tamaño. Investigaciones recientes parecen confirmar las tesis de Bachofen. Según Baumann, "rebasando los límites de un solo mito particular de creación, la consideración del lado derecho como masculino y del izquierdo como femenino es casi una concepción universal de la humanidad".
Una de las manos más sensitivas (forma alargada y delicada, de palma y dedos largos y finos) es ésta que se encuentra en la cueva de El Castillo. Se trata de una mano izquierda (21 cm); sus dedos esbeltos, de delicada factura, se abren sobre la roca como si estuvieran arrojando un encantamiento. La curva entre el pulgar y el índice es muy bella. La forma de esta mano ya no es resultado de una simple impresión: parece haber sido refinada y perfeccionada con ayuda de un pincel.
Esta mano revela algo del refinamiento espiritual que debe haber existido en el Homo sapiens cuando quiso proyectar su ser interior a través de un medio de expresión supraindividual: el arte.
Esta mano de El Castillo recuerda el "éloge de la main" de Henri Focillon: "Las manos son casi seres vivos... dotados de un espíritu libre y vigoroso, de una fisonomía. Rostros sin ojos y sin voz que no bastante ven y hablan... La mano significa acción: ase, crea, a veces parece hasta pensar" (H. Focillon: Vida de las formas).
A finales del período auriñaciense se extinguió la costumbre de hacer impresiones de manos negativas o positivas.
Bibliografía
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González, Reynaldo (1995), Arte prehistórico. Barcelona. Editorial Planeta. Col. Las claves del arte, 6ª ed. 120 p.
Jordá Cerdá, Francisco (1954), El arte rupestre cantábrico. Madrid. Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Terzi, Marinella (1990), El arte rupestre prehistórico. Madrid. Ediciones SM. Col. El patrimonio de la humanidad, 14ª ed. 32 p.
Vázquez Varela, José Manuel ; Rodríguez Colmenero, Antonio (1993), Arte prehistórico y romano. Hércules de Ediciones. 512 p.
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