El cirio pascual es una columna de cera de tamaño excepcional, que usualmente se fija en un gran candelero especialmente destinado para ese propósito, y cuya bendición es un rasgo notable del servicio del Sábado Santo. Un diácono, vestido con una dalmática blanca, pronuncia la bendición. Él canta una larga oración eucarística, llamada el pregón pascual o Exultet, y en el transcurso de este cántico se ornamenta la vela con cinco granos de incienso y luego se enciende con un fuego recién bendecido. En una etapa posterior del servicio, durante la bendición de la pila bautismal, se introduce esta vela tres veces en el agua con las palabras: “Descendat in hanc plenitudinem fontis virtus Spiritus Sancti” (Que el poder del Espíritu Santo descienda sobre la plenitud de esta fuente). Desde el Sábado Santo hasta el Día de la Ascensión el cirio pascual se deja con su candelero en el presbiterio, colocado en el lado del Evangelio, y es encendido durante la Misa y vísperas solemnes de los domingos. El día de la Ascensión, después del Evangelio, es apagado y removido.
Parece que todos los resultados de la investigación reciente apuntan a la necesidad de asignarle al cirio pascual una gran antigüedad. Dom Germain Morin (Revue Bénédictino, ene. 1891 y sept. 1892) ha reivindicado con éxito, en contra de Monseñor Duchesne y otros, la autenticidad de la carta de San Jerónimo a Presidio, diácono de Placentia (Migne, P.L., XXX, 188), en la cual el santo responde a un pedido de que compusiese un carmen cerei, en otras palabras, una forma de bendición como nuestro “Exultet”. Es evidente que esta referencia a un carmen cerei (poema de la vela) debe presuponer la existencia, en el 384, de la vela misma que iba a ser bendecida por el diácono con esa forma, y la respuesta del santo hace que sea probable que la práctica no era ni de reciente introducción, ni propia de la iglesia de Placentia.
Por otra parte, San Agustín (De Civit Dei, XV.22) menciona casualmente que él había compuesto una laus cerei en verso, y a partir de muestras de composiciones similares ---todas ellas, sin embargo, con parecido familiar cercano a nuestro "Exultet"--- las cuales se hallan en las obras de Enodio (Opusc., 14 y 81), parece que no puede haber suficiente base para dudar de la exactitud de esta declaración. Además, Monseñor Mercati ha mostrado una buena razón para creer que el actual “Præconium paschale” del rito ambrosiano fue compuesto en esencia por el mismo San Ambrosio o bien basado en los himnos de los cuales él fue el autor (ver "Studi e Testi", XII, 37 -38). Por lo tanto, no existe ningún motivo para negarle al Papa Zósimo (c. 417) el mérito de haberle concedido el uso del cirio pascual a las iglesias suburbicarias de Roma, a pesar de que la mención de este hecho sólo se encuentra en la segunda edición del "Liber Pontificalis". Monseñor Duchesne insiste en que esta institución no ha dejado huella en los primeros Ordines puramente romanos, tales como el Ordo de Einsiedeln y el de San Amando; pero éstos hablan de dos faculæ (antorchas), que se llevaban a la pila frente el Papa y se sumergían en el agua, como se hace ahora con el cirio pascual.
El asunto de tamaño o número no parece ser muy vital. El primer concilio que habla sobre el tema, a saber, el Cuarto de Toledo (633 d.C., cap. IX), parece parear juntos la lucerna y el cereus como de igual importancia y parece también relacionarlos a ambos simbólicamente con algún sacramentum, es decir, misterio de la iluminación bautismal y con la Resurrección de Jesucristo. Y sin duda el cirio pascual debe haber derivado su origen de los esplendores de la celebración de la Vigilia Pascual en los primeros siglos del cristianismo. Como se señala en el artículo Semana Santa, se puede demostrar que nuestro actual servicio matutino del Sábado Santo representa por anticipación un servicio que en los tiempos primitivos se llevaba a cabo a finales de la tarde, y el cual culminaba con la bendición de la pila y el bautismo de los catecúmenos, seguido inmediatamente por la Misa poco después de medianoche en la mañana de Pascua.
Ya en la época de Constantino Eusebio (Vita Constantini De, IV, XXII) nos dice que el emperador "transformó la noche de la vigilia sagrada en la claridad del día, mediante el encendido a través de toda la ciudad de pilares de cera (en griego kerou kionas), mientras que lámparas ardiendo iluminaban por todas partes, de modo que esta vigilia mística se hacía más brillante que la más brillante luz del día". Otros Padres, como San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa, también dan descripciones vívidas de la iluminación de la vigilia pascual. Por otra parte, es cierto, a partir de la evidencia que se extiende tanto hacia atrás como hasta Tertuliano y San Justino Mártir, que en esta víspera de Pascua los catecúmenos eran bautizados, y que a esta ceremonia del bautismo se le daba el nombre griego de photismos es decir, iluminación. De hecho, parece muy probable que esto ya esto había sido mencionado en Heb. 10,22, donde las palabras "ser iluminado" parecen ser utilizados en el sentido de ser bautizados (cf. San Cirilo de Jerusalén, Cat. I, n. 15).
Ya sea diseñado conscientemente para ese propósito o no, el cirio pascual tipifica a Jesucristo, «la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo", rodeado por sus iluminados, es decir, los recién bautizados discípulos, cada uno sosteniendo una luz pequeña. En la cera virgen un simbolismo posterior reconoció a la carne purísima que Cristo derivó de su bendita Madre, en la mecha, el alma humana de Cristo y en la llama, la divinidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Por otra parte, los cinco granos de incienso que se colocan en forma de cruz recuerdan las sagradas heridas acumuladas en el cuerpo glorificado de Cristo, y el encendido de la vela con el fuego nuevo mismo sirvió como una imagen viva de la Resurrección.
Mucho se puede decir sobre la práctica de la Edad Media y tiempos posteriores respecto al cirio pascual. Aprendemos sobre la autoridad de Beda, hablando del año 701, que era habitual en Roma inscribir la fecha y otros detalles del calendario ya sea en la propia vela o en un pergamino pegado a la misma. Además, en muchas basílicas italianas el candelero pascual era construido de mármol, y era un complemento permanente del ambón o púlpito. Varios de ellos aún sobreviven, como en San Lorenzo Extramuros en Roma. Naturalmente, la tendencia medieval era glorificar el cirio pascual haciéndolo más grande cada vez. Se nos dice que en Durham había una magnífica erección con los dragones y los escudos y siete brazos, que era tan grande que tenía que estar en el centro del coro. El Procesional de Sarum de 1517 ordena que el cirio pascual, sin duda el de la catedral de Salisbury, debe ser de 36 pies de alto, mientras que nos enteramos por el diario de Machyn que en 1558, bajo la reina María, se usaron 300 de peso de cera para el cirio pascual de la Abadía de Westminster. En Inglaterra, estas grandes velas, después de haber sido utilizadas por última vez en la bendición de la pila el domingo de Pentecostés, generalmente se derretían y convertían en cirios para ser utilizados gratuitamente en los funerales de los pobres (véase Wilkins, "Concilia", I , 571 y II, 298). En Roma, los Agnus Dei se hacían con los restos de los cirios pascuales y Monseñor Duchesne parece considerar que estos discos de cera consagrados probablemente eran más antiguos que el cirio pascual mismo.
Bibliografía: BERLIÈRE en Messager des Fidèles (Maredsous, 1888), 107 ss.; MÜHLBAUER, Geschichte und Bedeutung der Wachslichter bei den kirch. Funktionen, 184 ss.; MORIN en Revue Bénédictine (Maredsous, ene., 1891, y sept., 1892); IDEM en Rassegna Gregoriana, II (Roma, 1903) 193-194; MERCATI en Studi e Testi, No. XII (Roma, 1904), 24-43, donde también hay impresa una forma hispano-visigoda del pregón pascual que pertenece al siglo VII; CABROL, Le Livre de la Prière Antique (París, 1902); THURSTON en The Month (Londres), abril, 1896; IDEM, Lent and Holy Week (Londres, 1904); MARTÈNE, De antiquis ecclesiæ ritibus, IV, XXIV.
Fuente: Thurston, Herbert. "Paschal Candle." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. 27 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/11515b.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.
Parece que todos los resultados de la investigación reciente apuntan a la necesidad de asignarle al cirio pascual una gran antigüedad. Dom Germain Morin (Revue Bénédictino, ene. 1891 y sept. 1892) ha reivindicado con éxito, en contra de Monseñor Duchesne y otros, la autenticidad de la carta de San Jerónimo a Presidio, diácono de Placentia (Migne, P.L., XXX, 188), en la cual el santo responde a un pedido de que compusiese un carmen cerei, en otras palabras, una forma de bendición como nuestro “Exultet”. Es evidente que esta referencia a un carmen cerei (poema de la vela) debe presuponer la existencia, en el 384, de la vela misma que iba a ser bendecida por el diácono con esa forma, y la respuesta del santo hace que sea probable que la práctica no era ni de reciente introducción, ni propia de la iglesia de Placentia.
Por otra parte, San Agustín (De Civit Dei, XV.22) menciona casualmente que él había compuesto una laus cerei en verso, y a partir de muestras de composiciones similares ---todas ellas, sin embargo, con parecido familiar cercano a nuestro "Exultet"--- las cuales se hallan en las obras de Enodio (Opusc., 14 y 81), parece que no puede haber suficiente base para dudar de la exactitud de esta declaración. Además, Monseñor Mercati ha mostrado una buena razón para creer que el actual “Præconium paschale” del rito ambrosiano fue compuesto en esencia por el mismo San Ambrosio o bien basado en los himnos de los cuales él fue el autor (ver "Studi e Testi", XII, 37 -38). Por lo tanto, no existe ningún motivo para negarle al Papa Zósimo (c. 417) el mérito de haberle concedido el uso del cirio pascual a las iglesias suburbicarias de Roma, a pesar de que la mención de este hecho sólo se encuentra en la segunda edición del "Liber Pontificalis". Monseñor Duchesne insiste en que esta institución no ha dejado huella en los primeros Ordines puramente romanos, tales como el Ordo de Einsiedeln y el de San Amando; pero éstos hablan de dos faculæ (antorchas), que se llevaban a la pila frente el Papa y se sumergían en el agua, como se hace ahora con el cirio pascual.
El asunto de tamaño o número no parece ser muy vital. El primer concilio que habla sobre el tema, a saber, el Cuarto de Toledo (633 d.C., cap. IX), parece parear juntos la lucerna y el cereus como de igual importancia y parece también relacionarlos a ambos simbólicamente con algún sacramentum, es decir, misterio de la iluminación bautismal y con la Resurrección de Jesucristo. Y sin duda el cirio pascual debe haber derivado su origen de los esplendores de la celebración de la Vigilia Pascual en los primeros siglos del cristianismo. Como se señala en el artículo Semana Santa, se puede demostrar que nuestro actual servicio matutino del Sábado Santo representa por anticipación un servicio que en los tiempos primitivos se llevaba a cabo a finales de la tarde, y el cual culminaba con la bendición de la pila y el bautismo de los catecúmenos, seguido inmediatamente por la Misa poco después de medianoche en la mañana de Pascua.
Ya en la época de Constantino Eusebio (Vita Constantini De, IV, XXII) nos dice que el emperador "transformó la noche de la vigilia sagrada en la claridad del día, mediante el encendido a través de toda la ciudad de pilares de cera (en griego kerou kionas), mientras que lámparas ardiendo iluminaban por todas partes, de modo que esta vigilia mística se hacía más brillante que la más brillante luz del día". Otros Padres, como San Gregorio Nacianceno y San Gregorio de Nisa, también dan descripciones vívidas de la iluminación de la vigilia pascual. Por otra parte, es cierto, a partir de la evidencia que se extiende tanto hacia atrás como hasta Tertuliano y San Justino Mártir, que en esta víspera de Pascua los catecúmenos eran bautizados, y que a esta ceremonia del bautismo se le daba el nombre griego de photismos es decir, iluminación. De hecho, parece muy probable que esto ya esto había sido mencionado en Heb. 10,22, donde las palabras "ser iluminado" parecen ser utilizados en el sentido de ser bautizados (cf. San Cirilo de Jerusalén, Cat. I, n. 15).
Ya sea diseñado conscientemente para ese propósito o no, el cirio pascual tipifica a Jesucristo, «la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo", rodeado por sus iluminados, es decir, los recién bautizados discípulos, cada uno sosteniendo una luz pequeña. En la cera virgen un simbolismo posterior reconoció a la carne purísima que Cristo derivó de su bendita Madre, en la mecha, el alma humana de Cristo y en la llama, la divinidad de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Por otra parte, los cinco granos de incienso que se colocan en forma de cruz recuerdan las sagradas heridas acumuladas en el cuerpo glorificado de Cristo, y el encendido de la vela con el fuego nuevo mismo sirvió como una imagen viva de la Resurrección.
Mucho se puede decir sobre la práctica de la Edad Media y tiempos posteriores respecto al cirio pascual. Aprendemos sobre la autoridad de Beda, hablando del año 701, que era habitual en Roma inscribir la fecha y otros detalles del calendario ya sea en la propia vela o en un pergamino pegado a la misma. Además, en muchas basílicas italianas el candelero pascual era construido de mármol, y era un complemento permanente del ambón o púlpito. Varios de ellos aún sobreviven, como en San Lorenzo Extramuros en Roma. Naturalmente, la tendencia medieval era glorificar el cirio pascual haciéndolo más grande cada vez. Se nos dice que en Durham había una magnífica erección con los dragones y los escudos y siete brazos, que era tan grande que tenía que estar en el centro del coro. El Procesional de Sarum de 1517 ordena que el cirio pascual, sin duda el de la catedral de Salisbury, debe ser de 36 pies de alto, mientras que nos enteramos por el diario de Machyn que en 1558, bajo la reina María, se usaron 300 de peso de cera para el cirio pascual de la Abadía de Westminster. En Inglaterra, estas grandes velas, después de haber sido utilizadas por última vez en la bendición de la pila el domingo de Pentecostés, generalmente se derretían y convertían en cirios para ser utilizados gratuitamente en los funerales de los pobres (véase Wilkins, "Concilia", I , 571 y II, 298). En Roma, los Agnus Dei se hacían con los restos de los cirios pascuales y Monseñor Duchesne parece considerar que estos discos de cera consagrados probablemente eran más antiguos que el cirio pascual mismo.
Bibliografía: BERLIÈRE en Messager des Fidèles (Maredsous, 1888), 107 ss.; MÜHLBAUER, Geschichte und Bedeutung der Wachslichter bei den kirch. Funktionen, 184 ss.; MORIN en Revue Bénédictine (Maredsous, ene., 1891, y sept., 1892); IDEM en Rassegna Gregoriana, II (Roma, 1903) 193-194; MERCATI en Studi e Testi, No. XII (Roma, 1904), 24-43, donde también hay impresa una forma hispano-visigoda del pregón pascual que pertenece al siglo VII; CABROL, Le Livre de la Prière Antique (París, 1902); THURSTON en The Month (Londres), abril, 1896; IDEM, Lent and Holy Week (Londres, 1904); MARTÈNE, De antiquis ecclesiæ ritibus, IV, XXIV.
Fuente: Thurston, Herbert. "Paschal Candle." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. 27 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/11515b.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.
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