Los que sentimos pasión por las
narraciones de terror encontramos en la novela de Bram Stoker, Drácula, una
de las más exquisitas, completas y atractivas de este género. El mito del vampiro, muy extendido en Centroeuropa halló, a través de las páginas de Stoker,
su expresión
más real, en una combinación de seducción y espanto, que es la viva expresión del Mal, al que con no pocas dificultades, logra vencer el Bien.
más real, en una combinación de seducción y espanto, que es la viva expresión del Mal, al que con no pocas dificultades, logra vencer el Bien.
Existe toda una literatura y
filmografía vampírica que ha puesto los pelos de punta a media humanidad. Este mundo de muertos vivientes, que sobreviven alimentándose de la
sangre de los vivos, esa búsqueda de la eternidad a través de la muerte y la
destrucción, ese universo de perversidad y soledad que sufren los vampiros, ejerce
un malévolo atractivo en escritores y directores cinematográficos que, con peor
o mejor fortuna, lo han convertido, de alguna manera, en perenne actualidad.
Las creencias en vampiros es común en
casi todos los pueblos del mundo, desde Japón a Europa, desde la India a América,
lo que contribuye a que sea un tema que nunca se agota.
Pero Drácula existió en verdad, y
sus hazañas convierten al Drácula literario en una hermanita de la
caridad. Una vez más nos encontramos ante aquello que dice que "la realidad
supera siempre cualquier ficción.
En 1431 nacía, en Schässburc, Vlad
Draculea. Era el segundo hijo del gobernador de Valaquia, Vlad Draculea y había
venido al mundo en un escenario político lleno de incertidumbre, de guerras
constantes entre los propios clanes de su país y la amenaza de los turcos que
conquistaron Transilvania al año siguiente del nacimiento del Drácula que nos
ocupa. En 1448 su padre fue asesinado y él tuvo que huir para no morir también.
En el exilio se alió con el sultán
turco y en 1452 se sentó en el trono de Valaquia, pero apenas se mantuvo en él
unos días. De nuevo salió del reino a toda prisa, y se prometió a sí mismo que
algún día retornaría para no huir jamás. Los turcos, mientras tanto, proseguían
su marcha triunfal por los Balcanes y en 1456 llegaron a las puertas de la
ciudad de Belgrado, que resistió y ante la que tuvieron que levantar el cerco.
La situación de debilitamiento de
los otomanos le brindó a Drácula la oportunidad de hacerse con el trono de
Valaquia otra vez, con el consentimiento de sus enemigos tradicionales, los
húngaros y el beneplácito de los turcos. Corría el año 1456 y tenía sólo 25
años. Entonces decidió afianzar su poder a través de un régimen de terror que
puede pasar por ser uno de los más sanguinarios que recuerda la historia.
La situación geográfica de Valaquia
la situaba como punto de paso imprescindible hacia las ciudades alemanas y Vlad
aprovechó esta circunstancia para exigir derechos de tránsito por su territorio, comenzando así una política económica que beneficiara al reino. Pero
al mismo tiempo comenzó también una política terrible que le hiciera a él incuestionable.
Penetró en Transilvania y arrasó
cuanto encontró a su paso, sin respetar la vida de mujeres y niños. No tuvo
piedad con los enemigos que murieron por un terrible sistema que Vlad aplicó
como forma habitual de suplicio y que fue el empalamiento. Estaba convencido
del poder disuasorio del terror y para hacerlo más efectivo, almorzaba frente a
filas de empalados que agonizaban ante sus ojos. Pronto se le conoció como"
El Empalador" y desde luego esta tortura produjo su efecto, porque creó un estado fuerte en el que no existía
ningún tipo de oposición y en el que no existía la criminalidad. Los pocos que
se atrevían a protestar eran de inmediato empalados, como fue el caso de un clérigo que le reprochó, no sus
actos, sino que los inmensos bosques de cadáveres empalados infectaban el aire. A éste le hizo
atravesar en un poste más alto que los demás para que pudiese disfrutar de aire puro.
Se dice que cuando los gitanos se
negaron a enrolarse en el ejército, Drácula hizo asar a tres de ellos y obligó al resto a comérselos, y prosiguió con esta práctica
salvaje hasta que consiguió sus propósitos y los gitanos combatieron, como los
demás, contra los turcos.
En otros aspectos sociales, Vlad
procedió con idéntico rigor. No toleraba a las adúlteras ni a las viudas impúdicas. Ambas eran condenadas a muerte en unión de aquellas
doncellas solteras que no eran vírgenes. Más de 25.000 personas murieron en un
solo año, ejecutadas por orden suya, entre ellas figuraban varias cortesanas
que habían confesado sentirse atraídas por semejante monstruo. Para estas
infelices la pena fue de descuartizamiento.
En este panorama contradictorio y
desolador, el rey de Hungría del que era vasallo Drácula, comenzó a inquietarse
por el poder y la fortaleza de Valaquia. En 1462 fue apresado por orden del monarca
húngaro y durante varios años recorrió distintas prisiones. El espíritu indómito
del Drácula recluido se entretenía en empalar a inocentes pájaros y ratones, soñando
que los empalados eran sus enemigos.
Hacia 1475 los turcos se habían
recuperado y de nuevo constituían una amenaza para los reinos balcánicos y
alguien se acordó de Vlad, el único que había logrado contenerlos en más de una ocasión. Se le liberó pero disfrutó poco tiempo de su vuelta al poder
y de su libertad.
Parece que un comando turco, entre 1476 y 1477, acabó con él.
Unos dicen que murió en el combate y otros aseguran que fue muerto a traición, lo
que no sería de extrañar porque era tan temible para la población como los
mismos turcos.
Fue enterrado en un convento cerca
de Budapest, en Snagov, y a partir de este momento nació la leyenda y crecieron
las opiniones diversas sobre la vida y milagros del Empalador.
Para unos no se trataba más que de un salvaje que logró imponerse por medio del terror, pero,
aunque parezca increíble, la gran mayoría le considera un héroe luchador por la independencia
de Rumanía.
Lo que es bien cierto que su nombre
ya se ha hecho inmortal a través de Bram Stoker, aquel escritor irlandés, de
naturaleza enfermiza y romántica, que en 1897, lo convirtió en el personaje
central de su famosa novela.
Y ya que hablamos de personajes
extraños, no lo es menos la condesa Elisabetha Báthori, que podría ser una
representación femenina vampírica. Al igual que Drácula se trata de un
personaje totalmente real, procedente de Moldavia y emparentada con la realeza.
Por lo visto era una mujer de belleza excepcional que no se resignaba a
envejecer y a perder los encantos que la habían hecho célebre. Para prolongar
su vida y su belleza eternamente, se bañaba en la sangre de muchachas vírgenes que raptaba en sus dominios.
Este "tratamiento de belleza",
tan horripilante, pronto despobló de jovencitas los alrededores de su castillo
y levantó la lógica alarma entre los campesinos que pidieron una investigación.
Una vez aclarado el misterio de tantas desapariciones, el propio rey, primo
suyo, la mandó emparedar viva en sus habitaciones.
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