El crucifijo es el elemento principal del altar.
Se coloca en el altar para recordar al celebrante y a los feligreses
que la víctima que se ofrece sobre el altar es la misma que se ofreció
en la Cruz. Por esta razón el crucifijo se debe colocar sobre el altar siempre que se celebra la Misa (Constit., Accepimus de Benedicto XIV, 16 jul. 1746). La rúbrica del Misal Romano (XX) establece que debe ser colocado en el centro del altar entre los candeleros,
y que debe ser lo suficientemente grande como para ser visto
convenientemente por el celebrante y los feligreses (Sag. Cong. Rit., 17
sep. 1822). Si por cualquier razón se quita este crucifijo, otro puede
tomar su lugar en una posición más baja; pero en tales casos siempre
debe estar visible para todos los que asisten a la Misa (Ibíd.).
Ya señalamos anteriormente que el crucifijo se debe colocar sobre el altar durante la Santa Misa. Hay dos excepciones a esta regla:
(1) Cuando la crucifixión es la parte principal del retablo o del cuadro detrás del altar. (Decimos deliberadamente la parte principal del retablo o del cuadro, porque si el cuadro representa a un santo, por ejemplo, San Francisco Javier con un crucifijo en la mano, o Santo Tomás arrodillado ante la Cruz, incluso si ésta es grande, tal cuadro no es suficiente para tomar el lugar del crucifijo de altar ---Vea Ephem. Lit., 1893, VII, 408), y (2) cuando se expone el Santísimo Sacramento.
En ambos casos el crucifijo se puede colocar en el altar; en el segundo caso se seguirá la costumbre local (Sag. Cong. Rit., 2 sep. 1741), y si el crucifijo se mantiene en el altar, no se incensará el altar (29 nov. 1738).
Desde las primeras vísperas del Domingo de Pasión hasta la develación de la Cruz el Viernes Santo, incluso si durante este intervalo ocurre una fiesta solemne, el crucifijo de altar se cubre con un velo violeta (Sag. Cong. Rit., 16 nov. 1649), excepto en el altar donde se celebra la Misa mayor el Jueves Santo, cuando el velo será de color blanco (Sag. Cong. Rit., 20 dic. 1783), y el Viernes Santo, en el altar donde se realiza la ceremonia, cuando el velo puede ser negro. Esta es la costumbre en Roma (Martinucci, Van der Stappen, y otros). Desde el inicio de la adoración de la cruz, el Viernes Santo, hasta la hora de nona del Sábado Santo inclusivamente, todos, el obispo, los canónigos y el celebrante, hacen una simple genuflexión ante la Cruz (Sag. Cong. Rit., 9 may. 1857; 12 sep. 1857). En cualquier otro momento durante el año se hace una simple genuflexión ante la cruz, incluso cuando el Santísimo Sacramento no se encuentre en el sagrario, durante alguna ceremonia, por todos, excepto el obispo, los canónigos de la catedral y el celebrante (Sag. Cong. Rit., 30 ago. 1892).
El crucifijo de altar no necesita ser bendecido; aunque puede ser bendecido por cualquier sacerdote según la fórmula, "pro imaginibus" (Rituale Rom., tit. VIII, cap. XXV). Es importante observar que si, según el estilo renacentista de la arquitectura, el trono es una estructura permanente sobre el tabernáculo, el crucifijo de altar nunca se debe colocar debajo del dosel donde se expone públicamente el Santísimo Sacramento, o sobre el corporal que se utiliza en dicha exposición (Sag. Cong. Rit., 2 jun. 1883). Es probable que la costumbre de colocar un crucifijo sobre el altar no comenzó mucho antes del siglo VI. El Papa Benedicto XIV (De Sacrificio Missae, P. I, 19) sostiene que esta costumbre viene desde los tiempos de los Apóstoles. Sin embargo, la evidencia documental más antigua de la costumbre de colocar una Cruz sobre el altar es el canon III del Concilio de Tours, efectuado en 567: «Ut corpus Domini in Altari, non in armario, sed sub crucis titulo componatur». Mariano Armellino (Lezioni di Archeologia) nos dice que los primeros cristianos no acostumbraban exponer públicamente la cruz por miedo a escandalizar a los débiles y a exponerlo a los insultos de los paganos, sino que en su lugar utilizaban símbolos, por ejemplo, un ancla, un tridente, etc. Una cruz simple, sin la figura de Cristo, se colocaba en el tope de los baldaquinos que cubrían los altares.
Ya señalamos anteriormente que el crucifijo se debe colocar sobre el altar durante la Santa Misa. Hay dos excepciones a esta regla:
(1) Cuando la crucifixión es la parte principal del retablo o del cuadro detrás del altar. (Decimos deliberadamente la parte principal del retablo o del cuadro, porque si el cuadro representa a un santo, por ejemplo, San Francisco Javier con un crucifijo en la mano, o Santo Tomás arrodillado ante la Cruz, incluso si ésta es grande, tal cuadro no es suficiente para tomar el lugar del crucifijo de altar ---Vea Ephem. Lit., 1893, VII, 408), y (2) cuando se expone el Santísimo Sacramento.
En ambos casos el crucifijo se puede colocar en el altar; en el segundo caso se seguirá la costumbre local (Sag. Cong. Rit., 2 sep. 1741), y si el crucifijo se mantiene en el altar, no se incensará el altar (29 nov. 1738).
Desde las primeras vísperas del Domingo de Pasión hasta la develación de la Cruz el Viernes Santo, incluso si durante este intervalo ocurre una fiesta solemne, el crucifijo de altar se cubre con un velo violeta (Sag. Cong. Rit., 16 nov. 1649), excepto en el altar donde se celebra la Misa mayor el Jueves Santo, cuando el velo será de color blanco (Sag. Cong. Rit., 20 dic. 1783), y el Viernes Santo, en el altar donde se realiza la ceremonia, cuando el velo puede ser negro. Esta es la costumbre en Roma (Martinucci, Van der Stappen, y otros). Desde el inicio de la adoración de la cruz, el Viernes Santo, hasta la hora de nona del Sábado Santo inclusivamente, todos, el obispo, los canónigos y el celebrante, hacen una simple genuflexión ante la Cruz (Sag. Cong. Rit., 9 may. 1857; 12 sep. 1857). En cualquier otro momento durante el año se hace una simple genuflexión ante la cruz, incluso cuando el Santísimo Sacramento no se encuentre en el sagrario, durante alguna ceremonia, por todos, excepto el obispo, los canónigos de la catedral y el celebrante (Sag. Cong. Rit., 30 ago. 1892).
El crucifijo de altar no necesita ser bendecido; aunque puede ser bendecido por cualquier sacerdote según la fórmula, "pro imaginibus" (Rituale Rom., tit. VIII, cap. XXV). Es importante observar que si, según el estilo renacentista de la arquitectura, el trono es una estructura permanente sobre el tabernáculo, el crucifijo de altar nunca se debe colocar debajo del dosel donde se expone públicamente el Santísimo Sacramento, o sobre el corporal que se utiliza en dicha exposición (Sag. Cong. Rit., 2 jun. 1883). Es probable que la costumbre de colocar un crucifijo sobre el altar no comenzó mucho antes del siglo VI. El Papa Benedicto XIV (De Sacrificio Missae, P. I, 19) sostiene que esta costumbre viene desde los tiempos de los Apóstoles. Sin embargo, la evidencia documental más antigua de la costumbre de colocar una Cruz sobre el altar es el canon III del Concilio de Tours, efectuado en 567: «Ut corpus Domini in Altari, non in armario, sed sub crucis titulo componatur». Mariano Armellino (Lezioni di Archeologia) nos dice que los primeros cristianos no acostumbraban exponer públicamente la cruz por miedo a escandalizar a los débiles y a exponerlo a los insultos de los paganos, sino que en su lugar utilizaban símbolos, por ejemplo, un ancla, un tridente, etc. Una cruz simple, sin la figura de Cristo, se colocaba en el tope de los baldaquinos que cubrían los altares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.