La soberanía de Cristo sobre el universo entero no es visible sino en la
porción de humanidad que se llama Iglesia; el grupo de sus fieles que
lo reconocen como Señor le muestran su lealtad y viven completando lo
que falta a su lucha (Col 1,24).
La Iglesia, sin embargo, no es solamente una parcela del reino universal de Cristo, es además su cuerpo (Ef 1,23). La unión de Cristo con el grupo de sus fieles es más estrecha que con el resto, y su vida circula más plenamente en sus miembros. Si Cristo Señor es el centro del universo, la humanidad y la Iglesia representan dos círculos concéntricos: el círculo mayor es la humanidad entera; dentro de él, y parte suya, existe un círculo menor, que es el Cuerpo de Cristo: la Iglesia. La Iglesia es el resultado visible del reino de Cristo y debe mostrar al mundo la faz de Cristo mismo.
La Iglesia, sin embargo, no es solamente una parcela del reino universal de Cristo, es además su cuerpo (Ef 1,23). La unión de Cristo con el grupo de sus fieles es más estrecha que con el resto, y su vida circula más plenamente en sus miembros. Si Cristo Señor es el centro del universo, la humanidad y la Iglesia representan dos círculos concéntricos: el círculo mayor es la humanidad entera; dentro de él, y parte suya, existe un círculo menor, que es el Cuerpo de Cristo: la Iglesia. La Iglesia es el resultado visible del reino de Cristo y debe mostrar al mundo la faz de Cristo mismo.
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