HOMILÍA
IX
El
tabernáculo.
1.
Si alguno comprende bien la salida de los hebreos de Egipto, o el paso del mar
Rojo, y todo el camino recorrido por el desierto, y cada uno de los
emplazamientos de los campamentos, si ha sido capaz de estas cosas y por eso ha
recibido la Ley de Dios escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios
vivo 1; si alguno, digo, llega a estas cosas según grados progresivos, de
manera que cumpliendo en espíritu cada una de las etapas, ha conseguido
también el crecimiento de las virtudes que en ellas se simbolizan, ése puede
consiguientemente llegar también a la visión y a la comprensión del
tabenáculo.
De
este tabernáculo hace mención en muchos lugares las divinas Escrituras, y
parecen indicar ciertas cosas de las que apenas puede ser capaz el oído humano;
principalmente el apóstol Pablo nos ofrece indicios de una ciencia superior
para la comprensión del tabernáculo, pero, no sé por qué motivo, intuyendo
quizá la debilidad de sus oyentes, en cierto sentido cierra aquello mismo que
abre. Dice escribiendo a los hebreos: En efecto, se erigió el primer
tabernáculo, que contenía el candelabro y los panes de la proposición; se
llamaba Santo de los santos. Detrás del segundo velo, un tabernáculo llamado
Santo, un altar de oro para el incienso y el arca de la alianza, y dentro de
ella dos tablas, el maná y la vara de Aarón que había florecido 2. Pero
añade: No es ahora el momento de hablar de cada una de estas cosas 3. Esto que
dice: no es momento de hablar de estas cosas, lo refieren algunos a aquel tiempo
en el que escribía la Carta a los Hebreos; pero a otros les parece que por la
grandeza de los misterios, todo el tiempo de la vida presente no sería
suficiente para explicarlos.
No
obstante, el Apóstol no nos deja tristes del todo, sino que, como es su
costumbre, de entre las muchas cosas abre el sentido de unas pocas, de modo que
quede cerrado para los negligentes, pero los que buscan e investigan lo
encuentren abierto 4. Vuelve de nuevo a hablar del tabernáculo y dice: No fue
en un santuario hecho por las manos, réplica del verdadero, donde entró
Jesús, sino en el mismo cielo para aparecer ante el rostro de Dios, a través
del velo, esto es, por su carne 5. Por tanto, si alguno quiere comprender el
sentido de Pablo, puede advertir el océano de inteligencia que nos ha abierto
por estas pocas palabras el que ha interpretado el tabernáculo interior como la
carne de Cristo, el Santo como el cielo o los cielos, el pontífice como Cristo
el Señor, y dice de él que ha entrado de una vez por todas en el santo,
habiendo obtenido una redención eterna 6. Pero los que aman demasiado la letra
de Moisés, y rechazan su espíritu, sospechan del apóstol Pablo cuando formula
estas interpretaciones.
2.
Veamos, pues, si alguno de los antiguos santos han tenido sobre el tabernáculo
una opinión bastante distinta de la que éstos tienen ahora. Escucha cuán
magníficamente piensa David, el más grande entre los profetas, del
tabernáculo: Mientras todos los días me dicen: ¿dónde está tu Dios? Yo lo
recuerdo y desahogo mi alma conmigo, porque marcharé al lugar del tabernáculo
admirable, hasta la casa de Dios 7. Y dice también en el Salmo catorce: Señor,
¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién descansará en tu monte santo?
El que camina sin mancha y obra la justicia 8. ¿Cómo es este lugar del
tabernáculo admirable desde el que se llega hasta la casa de Dios 9, cuyo
recuerdo hace que se desahogue consigo su alma y como si desfalleciera víctima
de un insoportable deseo?
¿Habrá
que creer que este tabernáculo compuesto de pieles, cortinas, cobertores de
pelo de cabra y otros materiales de nuestro uso, era lo que deseaba el profeta
hasta el punto de desahogarse consigo su alma y derrumbarse su espíritu? 10. O
bien, ¿cómo podrá ser verdadero lo que dice de este tabernáculo, a saber,
que no habitará en él sino el hombre de manos inocentes y puro corazón, que
no entrega su alma a la mentira 11, si la historia de los Reyes muestra que han
habitado en el tabernáculo de Dios pésimos sacerdotes, hijos de pestilencia
12, y que la misma Arca de la Alianza estuvo prisionera de extranjeros y fue
guardada por impíos y profanos? 13 Por todo esto nos consta que el profeta
piensa cosas bien distintas acerca del tabernáculo, por lo que dice que no
habitará en él sino el hombre de manos inocentes y puro corazón que no
entrega su alma a la mentira, ni hace el mal a su prójimo, ni arroja sobre su
prójimo el oprobio 14. Tal conviene que sea el que vive en este tabernáculo,
establecido por Dios y no por el hombre.
Vayamos
también a los Evangelios, a ver si se dice en ellos algo sobre los
tabernáculos, para que podamos tener seguridad en lo que buscamos, gracias a
una sentencia del Señor. Encontramos a nuestro Salvador Jesucristo mencionando
no un sólo tabernáculo, sino muchos y no temporales, sino eternos, cuando
dice: Haceos amigos con las riquezas para que, cuando falten, os reciban en los
eternos tabernáculos 15. Has oído a nuestro Señor declarar que hay
tabernáculos eternos; escucha ahora al Apóstol: Deseosos de ser revestidos por
nuestro tabernáculo, que es del cielo 16. ¿Acaso con todos los testimonios no
se te abre el camino por el que, habiendo dejado la tierra, siguiendo el sentido
profético y apostólico y—lo que es aún mayor—siguiendo la Palabra de
Cristo con toda la mente y toda la inteligencia, puedas subir al cielo y buscar
allí la magnificencia del tabernáculo eterno, cuya figura es esbozada por
Moisés en la tierra? Porque, efectivamente, es a él a quien dice el Señor
así: Mira, y haz todo según la figura que te he mostrado en el monte 17.
El
espiritu humano, en particular el nuestro, que sabemos que es pequeño e incluso
nulo en sabiduría divina podrá quizá llegar a comprender que algunas de estas
cosas contenidas en los libros divinos no se refieren a las realidades terrenas,
sino a las celestiales, y que son figuras no de las cosas presentes, sino de los
bienes futuros 18, no de las realidades corporales, sino de las espirituales;
cómo pueden estos pasajes aplicarse a las cosas celestiales y eternas,
sobrepasa nuestra capacidad el decirlo y, según creo, también vuestra
capacidad de oírlo. No obstante, intentaremos exponer algunas que interesan
para la edificación de la Iglesia, si Dios se digna iluminarnos gracias a
vuestras oraciones.
3.
Se manda a todo el pueblo, colaborando cada uno según sus fuerzas, hacer un
tabernáculo, de manera que todos sean de algún modo un solo tabernáculo. La
colaboración, sin embargo, no es forzosa, sino voluntaria. En efecto, dice Dios
a Moisés, que cada uno, como le parezca en su corazón, ofrezca para la
construcción del tabernáculo oro, plata, piedras preciosas, bronce, lino fino,
escarlata, jacinto y púrpura y también pieles de ternero, rojas y violáceas;
también maderas incorruptibles e incluso pelo de cabra 19. Se busca también a
mujeres expertas en el arte de tejer y artesanos que sepan modelar el oro, la
plata, el bronce, tallar las piedras y dar forma al oro y la madera 20.
Después
se dan las medidas de los atrios 21. Para consolidarlos se cubren con tiendas
extendidas, se yerguen en ellos columnas, se aseguran éstas con barras y se
tensan por medio de cuerdas. Hay algunos espacios separados por velos, que son
llamados «el Santo» y también una segunda división, igualmente separada por
un velo, llamado «el Santo de los santos» 22 En el interior se coloca el Arca
de la Alianza, sobre la cual reposan los querubines con las alas extendidas
tocándose uno al otro, y allí, dorado, como sirviéndoles de zócalo y de
pedestal, se coloca lo que se llama propiciatorio, y también el altar del
incienso, de oro 23.
En
el exterior se coloca además el candelabro de oro, al sur, mirando hacia el
norte 24; y al norte se coloca la mesa y sobre ella los panes de la proposición
25. Asimismo junto al velo interior, el altar de los holocaustos 26. ¿Por qué
repaso en detalle estos elementos? Si apenas somos capaces de enumerarlos, si
apenas podemos evocar ante nuestros ojos la forma de estas cosas materiales,
¿cómo podremos explicar suficientemente los misterios ocultos en ellas? Sin
embargo, la razón por la que debía hacerse el tabernáculo, se encuentra
indicada un poco antes cuando dice el Señor a Moisés: Me harás un santuario y
allí me mostraré a vosotros 27
Así,
pues, Dios quiere que le hagamos un santuario. Y promete que, si le hacemos un
santuario, podrá aparecerse a nosotros. De ahí que el Apóstol diga a los
hebreos: Buscad la paz y la santidad, sin la cual nadie verá a Dios 28. Éste
es el santuario que Dios quiere que se haga, y que el Apóstol quiere que esté
en las vírgenes, para que sean santas en el cuerpo y en el espíritu 29,
sabiendo sin duda que el que edifique un santuario al Señor por la pureza de su
corazón y de su cuerpo, ése verá a Dios 30.
Hagamos
pues también nosotros un santuario al Señor, todos a una y cada uno
individualmente. El santuario que todos hacemos es, quizá, la Iglesia que es
santa, que no tiene mancha ni arruga 31, porque tiene como columnas sus doctores
y ministros, de los cuales dice el Apóstol: Pedro, Santiago y Juan, que eran
considerados como columnas, nos dieron su mano derecha a Bernabé y a mi como
signo de comunión 32. En este tabernáculo, las columnas están unidas por
barras interpuestas; en la Iglesia los doctores se unen por la mano derecha que
se dan. Pero estas columnas son de plata y asimismo sus fundamentos 33. A cada
columna se le atribuyen dos bases, una llamada capitel que va superpuesta, y
otra que es llamada verdaderamente base y va colocada debajo como fundamento de
la columna. Estas columnas son de plata porque los que predican la Palabra de
Dios reciben por el Espíritu las palabras del Señor, que son palabras puras,
plata probada por el fuego 34. Éstos tienen como fundamento de su predicación
a los profetas; en efecto, establecen la Iglesia sobre el fundamento de los
apóstolesy profetas 35 y con la ayuda de sus testimonios confirman la fe de
Cristo. El capitel de las columnas, según creo, es aquel de quien dice el
Apóstol que el jefe del hombre es Cristo 36 Las barras que mantienen unidas las
columnas son, como se ha dicho más arriba, las manos derechas entrelazadas de
la comunión apostólica.
Las
tiendas que, cosidas con cordones, mantenidas en lo alto por anillos y unidas
con lazos a modo de cortinas, se extienden veintiocho cubos a lo largo y cuatro
a lo ancho 37 han de ser tenidas por el resto del pueblo de los creyentes que
está unido y pende de los lazos de la fe. Efectivamente, no se rompe el triple
vínculo, que es la fe en la Trinidad, del cual pende y por la cual se sostiene
toda la Iglesia. Los veintiocho cubos de longitud y los cuatro de ancho como
medida de un solo atrio, designan, a mi modo de ver, la Ley inserta en los
Evangelios. El número siete suele significar, entre los muchos misterios
propios de este número, la Ley. Unido al cuatro, cuatro por siete da justamente
veintiocho. Se hacen diez atrios para formar el número entero de la perfección
y significar el Decálogo de la Ley. Por último, la escarlata, el jacinto, el
lino fino y la púrpura explican otras muchas y diversas obras. Las tiendas, el
velo exterior e interior, toda la vestidura sacerdotal y pontifical están
guarnecidas con oro y piedras preciosas.
Para
no entretenernos demasiado en cada una de las virtudes, podemos decir brevemente
que son significadas en las cosas con que la Iglesia es adornada. La fe puede
ser comparada al oro; la palabra de la predicación a la plata; el bronce a la
paciencia; la madera incorruptible al conocimiento que viene por el árbol 38, o
a la incorrupción de la castidad, que nunca envejece; la virginidad, al lino
fino; el resplandor de la confesión, a la escarlata, el fulgor de la caridad, a
la púrpura, el jacinto, a la esperanza del reino de los cielos. Éstas son las
materias con las que se construye todo tabernáculo, con las que se visten los
sacerdotes y se engalana el pontífice. Cuáles y cómo sean lo declara el
profeta en otro lugar: Tus sacerdotes se revisten de justicia 39; todos éstos
son, pues, ropajes de justicia. Dice también el apóstol Pablo: Revestíos de
entrañas de misericordia 40; son, pues, ropajes de misericordia. Pero el mismo
Apóstol designa también otros ropajes más nobles cuando dice: Revestíos del
Señor Jesucristo, y no os preocupéis de la carne para satisfacer las
concupiscencias 41. Éstos con los ropajes con los que se adorna la Iglesia.
4.
Cada uno de nosotros puede construir también, en sí mismo, un tabernáculo
para Dios. En efecto, si,—como algunos antes de nosotros han dicho—este
tabernáculo simboliza al mundo entero, y cada uno puede tener en sí la imagen
del mundo, ¿por qué no podrá realizar en sí mismo cada uno de nosotros la
imagen del tabernáculo? Este debe pues, preparar en sí mismo las columnas de
las virtudes, columnas de plata, es decir, una paciencia razonable. Puede haber
algo en el hombre que parezca paciencia, pero que no sea razonable. Porque el
que no siente una injuria y por eso no la devuelve, parece paciente, sin
embargo, su paciencia no es razonable. Éste tiene columnas, pero no son de
plata; ahora bien, el que padece por la Palabra de Dios, y lo soporta con
fortaleza, éste está engalanado y fortalecido con columnas de plata. Puede
extender en si atrios, cuando dilate su corazón según la palabra del Apóstol
que dice a los corintios: Dilataos también vosotros 42, Puede también
fortificarse con barras, ciñéndose con la unanimidad del afecto.
Puede
apoyarse sobre columnas de plata, cuando se asienta sobre la estabilidad de la
Palabra de Dios, de la palabra profética y apostólica. Puede tener en la
columna un capitel dorado si la fe de Cristo es para él un capitel dorado.
Porque la cabeza de todo hombre es Cristo 43. Puede desplegar en sí mismo diez
atrios, si se ensancha no sólo en una palabra de la Ley, ni siquiera en dos o
en tres, sino cuando puede extender a todo el Decálogo la amplitud de la
inteligencia espiritual de la Ley, o cuando produce los frutos del Espíritu: el
gozo, la paz, la paciencia, la benignidad, la bondad, la modestia, la fe, la
continencia, añadida la caridad, que es el mayor de todos 44.
Tenga
en sí este alma, que no dará sueño a sus ojos ni sopor a sus párpados, ni
reposo a sus sienes, hasta que encuentre un lugar para el Señor, un
tabernáculo para el Dios de Jacob 45, tenga—digo—en ella fijado un altar en
el que ofrecer a Dios los sacrificios de sus oraciones y las víctimas de la
misericordia, en el que, con el cuchillo de la continencia, inmolar la soberbia
como si fuese un toro, degollar la ira con un ariete, sacrificar la lujuria y
toda pasión carnal como carneros y cabras. Aprenda de estos sacerdotes a
separar la pierna derecha, el pecho y las mandíbulas 46, esto es las buenas
obras, las obras derechas (pues no se reserva nada del lado izquierdo), el pecho
intacto, que es el corazón recto y la mente consagrada a Dios, y las
mandíbulas para hablar la Palabra de Dios. Sepa también que debe colocar en el
Santo el candelabro luminoso, para que tenga siempre las lámparas encendidas y
los lomos ceñidos y sea siempre como el siervo que espera que su Señor vuelva
de las nupcias 47. De estas lámparas decía también el Señor: La lámpara de
tu cuerpo es el ojo 48.
Pero
ponga este candelabro luminoso en el sur, de modo que mire hacia el norte 49.
Pues, encendida la luz, esto es, el corazón vigilante, siempre debe mirar al
norte y observar al que viene del norte 50; como dice el profeta que ve una
caldera o una olla hirviendo, cuya frente está en el norte 51; porque del norte
llegan los males a toda la tierra 52. Que esté siempre en vela, atento y lleno
de fervor, que vea continuamente las astucias del diablo y siempre mire de
dónde vendrá la tentación, por dónde irrumpirá el enemigo, por dónde le
sorprenderá el adversario. En efecto dice el apóstol Pedro: vuestro enemigo el
diablo, como león rugiente, ronda buscando a quién devorar 53. La mesa que
tiene los doce panes de la proposición sea colocada también al norte, mirando
hacia el sur 54. Que estos panes sean la palabra apostólica, tanto por el
número cuanto por la virtud. Usando de ellos sin cesar—puesto que se manda
presentarlos todos los dias al Señor—55 mire de nuevo hacia el sur, de donde
viene el Señor. En efecto, según está escrito, el Señor vendrá de Temán
56, que está al sur.
Tenga
también en lo íntimo de su corazón el altar del incienso, para poder decir:
Somos buen olor de Cristo 57. Tenga también el Arca de la Alianza, en la que
están las tablas de la Ley, para que medite la Ley del Señor día y noche 58,
y haga de su memoria un arca, una biblioteca de los libros de Dios, porque el
profeta llama bienaventurados a los que guardan en su memoria sus mandatos para
cumplirlos 59. Esté también puesta dentro del alma la urna del maná, la
comprensión sutil y dulce de la Palabra de Dios. Tenga dentro de él también
la vara de Aarón, la doctrina sacerdotal y la severidad florida de la
disciplina. Pero, por encima de toda gloria, tenga el ornamento pontificial.
En
el alma puede ejercer el pontificado la parte más preciosa de todas, que
algunos llaman la «parte principal del corazón», otros el «sentido
espiritual» o la «sustancia intelectual», o de cualquier otro modo que se
pueda nombrar entre nosotros esta parte que nos hace capaces de Dios. Asi pues,
esta parte sea engalanada en nosotros como un pontífice con vestidos y joyas
preciosas, con un alba de lino 60. Es un tipo de vestido que desciende hasta los
pies recubriendo todo el cuerpo; en él se significa que ante todo él debe
estar vestido de castidad. Que tome también el humeral 61 adornado de
pedrería, en el que se pone el esplendor de las obras, para que viendo los
hombres vuestras obras den gloria al Padre que está en los cielos 62; tome
también el logion, que puede ser llamado también «racional» 63, superpuesto
en el pecho, adornado con cuatro filas de piedras preciosas; pero resplandezca
la dorada lámina del frente, llamada pétalo 64, en las que están escritos los
términos verdad y manifestación.
Yo
descubro en estas cosas que se ponen en el pecho la palabra evangélica, que nos
expone con cuádruple orden la verdad de la fe y la manifestación de la
Trinidad refiriéndolo todo a la cabeza, es decir, a la naturaleza del único
Dios. Allí está toda la verdad y toda la manifestación de la verdad. Así,
pues, si quieres ejercer correctamente el pontificado para Dios, estén siempre
en tu pecho la palabra evangélica y la fe en la Trinidad. A esto se ajusta
también la palabra apostólica tanto por la virtud como por el número, siempre
que tenga siempre en la cabeza el nombre de Dios y sea todo referido al único
Dios. Tenga también el pontífice para sus partes íntimas los vestidos
propios, tenga cubiertas las partes sexuales, para ser santo en el cuerpo y en
el espíritu y ser puro en el pensamiento y en las obras.
En
torno a sus vestidos disponga también campanillas, para que, a su entrada en el
santuario produzcan un sonido y no entre en silencio 66. Creo que estas
campanillas, que siempre deben sonar, se colocan en la orilla de la ropa por
esta razón, a saber, para que nunca guardes silencio sobre los últimos tiempos
y el fin del mundo, sino que siempre hables sobre ello, siempre disputes y
anuncies, según la palabra del que ha dicho: Acuérdate de tu fin y no pecarás
67.
De
este modo nuestro hombre interior se adorna como un pontífice para Dios, para
poder entrar no sólo en el Santo, sino también en el Santo de los santos; para
poder acceder al propiciatorio, donde están los querubines y que allí se le
aparezca Dios 68. El Santo puede simbolizar aquel que en el siglo presente lleva
una vida santa. Pero el Santo de los Santos, en el que se entra sólo una vez 69
es, según pienso, el tránsito hacia el cielo, donde está el propiciatorio y
los querubines, donde Dios podrá dejarse ver por los limpios de corazón, o por
quienes ha dicho el Señor: El Reino de Dios está dentro de vosotros 70.
Por
el momento es suficiente haber dicho sobre el tabernáculo cuanto hasta el
presente, sin profundizar, ha podido presentarse a nuestra inteligencia y cuanto
hemos podido adaptar a los oídos de los oyentes, para que cada uno de nosotros
se disponga a edificar dentro de si un tabernáculo para Dios. Efectivamente, no
en vano se nos dice de los antepasados que vivieron en tabernáculos. Yo
interpreto en este sentido que Abraham, Isaac y Jacob habitaron en
tabernáculos. Pues ellos construyeron dentro de si un tabernáculo para Dios,
ellos que se adornaron con tan gran y tal esplendor de virtudes. Pues refulgía
en ellos la púrpura, signo real, por lo que los hijos de Heth decían a
Abraham: Tú eres entre nosotros un rey de parte de Dios 71. Resplandecía
también la escarlata, ya que tuvo su mano dispuesta para inmolar su hijo único
a Dios 72. Brillaba el jacinto cuando, mirando siempre al cielo, seguía al
Señor del cielo 73. Y estaba igualmente engalanado con otras muchas cosas.
Asi
interpreto yo también el día de la fiesta de los tabernáculos que está
prescrito en la Ley: un cierto día del año, el pueblo debía salir y habitar
en tabernáculos, con ramos de palmas, y ramas de sauces y álamos y ramos de
árboles frondosos 74. La palma es el signo de victoria en la guerra que llevan
entre si la carne y el espiritu 79; el chopo y el álamo, tanto por su virtud
como por su nombre son vástagos de la castidad. Si los conservas íntegramente,
puedes tener las ramas de un árbol frondoso y nemoroso, que es la eterna y
bienaventurada vida, cuando el Señor te haya puesto en un verde lugar, junto al
agua del refrigerio 76, por Cristo Señor nuestro; a Él la gloria y el poder
por los siglos de los siglos. Amén 77.
........................
1 Cf. 2 Co 3, 3.
2 Cf. Hb 9, 2-4.
3 Hb9, 5.
4 Cf. Mt 7, 8; Lc 11, 10.
5 Hb9, 24 y 10, 20.
6 Hb 9, 12.
7 Sal 42 (41), 4-5
8 Sal 15 (14), 1-2.
9 Cf. Sal 42 (41), 5.
10 Cf. Ex 26, I ss.
11 Sal 24 (23), 4.
12 Cf. 1 S 2, 12ss.
13 f. 1 S 4.
14 Sal 24 (23). 4; 15 (14), 3.
15 LC 16, 9.
16 2 Co 5, 2.
17 Ex 25, 40
18 Cf. Hb 9, 11; 10, 1.
19 Cf. Ex 25, 1 ss.
20 Cf. Ex 35, 25.29 ss.
21 Cf. Ex 26, 2 ss.
22 Cf. Ex 26, 33.
23 Cf. Ex 25, 20 ss.
24 Cf. Ex 26, 35.
25 Cf. Ex 26, 35; 25, 30.
26 Cf. Ex 27, 1 ss.
27 Cf. Ex 25, 8. (LXX).
28 Hb 12, 14.
29 Cf. 1 Co 7, 34.
30 Cf. Mt 5, 8.
31 Ef 5, 27.
32 Ga 2, 9.
33 Cf. Ex 26, 19.
34 Sal 12 (11), 7.
35 Cf. Ef 2, 20.
36 1 Co 11, 3.
37 Cf. Ex 26, 2-3.
38 Cf. Gn 2, 9.
39 Cf. Sal 132 (131), 9.
40', Col 3, 12.
41 Rm 13, 14.
42 Co 6, 13.
47 Cf. I Co 11, 3.
44 Cf. Ga 5, 22-23; 1 Co 13, 13.
45 Cf. Sal 132 (131), 4-5.
46 Cf. Ex 29, 22.26.
47 Cf. Lc 12, 35-36.
48 Mt 6 22.
49 Cf. Ex 26, 35.
50 Cf. Jl 2, 20.
51 Jr 1 13.
52 Cf. Jr 1, 14.
53 1 P 5, 8.
54 Cf. Ex 26, 35.
55 Cf. Lv 24, 5 ss.
56 H b 3, 3.
57 2 Co 2, 15.
58 Cf. Sal 1, 2
59 Cf. Sal 106 (105), 3; Ez 37, 24.
60 Cf Ex 25, 7; 28, 4-5 39
61 Cf Ex 28, 17; 35, 27
62 Cf. Mt 5, 16.
63 Cf. Ex 28, 15.
64 Cf. Ex 28, 36.
65 Cf. 1 Co 7, 34.
66 Cf. Ex 28, 33-35.
67 Si 7, 36.
68 Cf. Ex 25, 17.18 ss.
69 Cf. Ex 30, 10.
70 Lc 17, 21.
71 Cf. Gn 23, 6.
72 Cf. Gn 22.
73 Cf. Gn 15, 5.
74 Cf. Lv 23, 40 ss.
75 Cf. Ga 5, 17.
76 Cf. Sal 23 (22), 2
77 Cf. 1 P 4, 11.
........................
1 Cf. 2 Co 3, 3.
2 Cf. Hb 9, 2-4.
3 Hb9, 5.
4 Cf. Mt 7, 8; Lc 11, 10.
5 Hb9, 24 y 10, 20.
6 Hb 9, 12.
7 Sal 42 (41), 4-5
8 Sal 15 (14), 1-2.
9 Cf. Sal 42 (41), 5.
10 Cf. Ex 26, I ss.
11 Sal 24 (23), 4.
12 Cf. 1 S 2, 12ss.
13 f. 1 S 4.
14 Sal 24 (23). 4; 15 (14), 3.
15 LC 16, 9.
16 2 Co 5, 2.
17 Ex 25, 40
18 Cf. Hb 9, 11; 10, 1.
19 Cf. Ex 25, 1 ss.
20 Cf. Ex 35, 25.29 ss.
21 Cf. Ex 26, 2 ss.
22 Cf. Ex 26, 33.
23 Cf. Ex 25, 20 ss.
24 Cf. Ex 26, 35.
25 Cf. Ex 26, 35; 25, 30.
26 Cf. Ex 27, 1 ss.
27 Cf. Ex 25, 8. (LXX).
28 Hb 12, 14.
29 Cf. 1 Co 7, 34.
30 Cf. Mt 5, 8.
31 Ef 5, 27.
32 Ga 2, 9.
33 Cf. Ex 26, 19.
34 Sal 12 (11), 7.
35 Cf. Ef 2, 20.
36 1 Co 11, 3.
37 Cf. Ex 26, 2-3.
38 Cf. Gn 2, 9.
39 Cf. Sal 132 (131), 9.
40', Col 3, 12.
41 Rm 13, 14.
42 Co 6, 13.
47 Cf. I Co 11, 3.
44 Cf. Ga 5, 22-23; 1 Co 13, 13.
45 Cf. Sal 132 (131), 4-5.
46 Cf. Ex 29, 22.26.
47 Cf. Lc 12, 35-36.
48 Mt 6 22.
49 Cf. Ex 26, 35.
50 Cf. Jl 2, 20.
51 Jr 1 13.
52 Cf. Jr 1, 14.
53 1 P 5, 8.
54 Cf. Ex 26, 35.
55 Cf. Lv 24, 5 ss.
56 H b 3, 3.
57 2 Co 2, 15.
58 Cf. Sal 1, 2
59 Cf. Sal 106 (105), 3; Ez 37, 24.
60 Cf Ex 25, 7; 28, 4-5 39
61 Cf Ex 28, 17; 35, 27
62 Cf. Mt 5, 16.
63 Cf. Ex 28, 15.
64 Cf. Ex 28, 36.
65 Cf. 1 Co 7, 34.
66 Cf. Ex 28, 33-35.
67 Si 7, 36.
68 Cf. Ex 25, 17.18 ss.
69 Cf. Ex 30, 10.
70 Lc 17, 21.
71 Cf. Gn 23, 6.
72 Cf. Gn 22.
73 Cf. Gn 15, 5.
74 Cf. Lv 23, 40 ss.
75 Cf. Ga 5, 17.
76 Cf. Sal 23 (22), 2
77 Cf. 1 P 4, 11.
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