1. Canon y canonicidad
Bajo el punto de vista etimológico Kanwn
significa "caña o vara de medir", "regla o
plomada" usada en la construcción; quizá la palalabra
provenga de una raíz semítica qané,
(vara, caña cf. Ez 40,3.5-8; 4l,8; 42,16-19). Luego el término
se empleó como sinónimo de "norma", "regla"
(cf. Gal 6,16; 2 Cor 10,13.15.16). Ya en el siglo II de nuestra
era se le entendía como la regla de la fe cristiana (el contenido),
y después en siglos III-IV pasó a designar la lista
de los libros inspirados por Dios, aceptados como tales por la Iglesia,
en los que se contiene la regla de la fe (el continente).
Por canonicidad se entiende, pues, el reconocimiento
y la aceptación oficial por parte de la Iglesia del carácter
inspirado de un libro o de una serie de libros.
1.1. Terminología
Desde antiguo se distinguieron los libros bíblicos
conforme a las siguientes categorías:
s "protocanónicos"
= los libros que han sido aceptados desde siempre y sin ninguna
discusión.
s "deuterocanónicos"
(algunas iglesias protestantes los llaman apócrifos) = libros
de cuya canonici-dad se ha discutido alguna vez. En el AT: Tobías,
Judit, Sabiduría, Baruc, Eclesiástico (o Siráci-de)
y 1-2 Macabeos; los fragmentos griegos de Daniel (3,24-90; 13-14)
y Ester (10,14-16,24). En el NT: Hebreos, Santiago, Judas, 2 Pedro,
2 y 3 Juan, Apocalipsis y los relatos de Mc 16,9-20; Jn 7,53-8,11.
s Apócrifos
u ocultos (algunas iglesias protestantes los denominan pseudo-epígrafos)
= libros que se han querido equiparar a los bíblicos, pero
que no forman parte del canon.
s espúreos, bastardos, ilegítimos
= libros que sirven para propagar alguna herejía.
La terminología de "protocanónicos"
y "deuterocanónicos" no es feliz, pues da a entender
que en un primer momento unos libros fueron aceptados, y sólo
posteriormente otros; cuando en realidad se trata de que en relación
a los segundos hubo algunas dudas de parte de unas iglesias o individuos.
1.2. Formación del Canon del AT
Recordemos que la Escritura del Antiguo Testamento
se fue formando a través de un proceso lento que abarcó
siglos. En la base está la revelación de Dios en hechos
y palabras, que fue transmitiéndose, entre otros medios,
por las tradicio-nes orales, el canto, el culto, las fiestas, las
leyes y la vida de Israel. Esta tradición, poco a poco, se
empezó a consignar por escrito: piezas sueltas que luego
se fueron uniendo por motivos literarios, temáticos, históricos
o crono-lógicos; tradiciones más amplias en torno
a personas, acontecimientos, lugares, etc., hasta que se llegó
a la formación de los libros.
Podemos afirmar que por mucho tiempo los libros
estuvieron abiertos a adiciones, reinterpretaciones y actualizaciones,
no eran algo cerrado y fijo. Los libros fueron agrupándose
en colecciones, como consta-tamos en la Biblia hebrea que los reunió
en tres secciones.
La formación de la colección tripartita
hebrea
- La Ley (Tôrá) parece que fue concluida
hacia el s. V-IV a.c. y desde esa época reconocida como normativa
para la comunidad judía (cf. Neh 8,1-8; Esd 7,14). Ya antes,
en el 622, había sucedido el hallazgo del Libro de la Ley,
quizá el núcleo del actual Deuteronomio; el rey Josías
lo hizo normativo para la comunidad (cf. 2 Re 22-23). La Torá
o Ley es, de hecho, la colección más estable, y la
que gozó de aceptación exclusiva entre varios grupos
de judíos (cf. saduceos, los grupos conservadores de Alejandría)
o grupos relacionados con ellos (cf. samaritanos).
- Los Profetas (Nebî'îm), esta parte
fue quizá terminada y reconocida hacia el s. II a.C., pues
el Si-rácide menciona a los tres profetas "mayores"
y a los 12 "menores" (cf. Sir 48,22-25; 49,4-10), además
de que hace alusión a los diversos aconteci-mientos narrados
en los libros de los profetas "anteriores" (cf. Sir 46-49).
- Los Escritos (Ketûbîm), es la colección
más variable en su nomenclatura y además la última
en su composición. Se le da distintos nombres: "los
otros libros", "los libros de los antepasados", "los
escritos", y posiblemente "los salmos" (cf. Lc 24,44).
Además se sabe de diversos debates con relación a
algunos de estos libros; por ejemplo, hacia finales del s. I d.C.
se discutía en la escuela de Jamnia la admisión del
Eclesiastés o Qohelet, y la del Cantar de los Cantares (este
último quizá se ponía en duda por el uso profa-no
que se hacía de él).
Testimonios antiguos de "canonicidad"
Como señal de la "canonicidad",
sobre todo, de las dos primeras colecciones podemos ver los datos
que se encuentran en el Segundo libro de los Macabeos (libro compuesto
hacia el s. II a.C.): 2,13-14; 15,9; y en el Prólogo del
traductor griego del Sirácide o Eclesiástico (escrito
hacia la segunda mitad del s.II a.C.): vv. 2.8-10.24-25); el libro
de Daniel (libro del s. II. a.C.): 9,2.
Otros indicios en torno a la conciencia canónica
Una conciencia más amplia de "canonicidad"
o normatividad se descubre desde el momento en que se empiezan a
consignar por escrito los acontecimientos fundan-tes de la vida
de Israel, las leyes que regu-lan su existencia, o también
cuando la palabra de los profetas se plasma por escrito por el valor
permanente que se descubre en ella. En ocasiones esto se presenta
como una orden explícita de Dios que manda poner por escrito
diversas cosas. Por ejemplo cuando, en los relatos del Pentateuco,
Dios ordena a Moisés escribir, y éste ejecuta dichos
mandatos: Ex 17,14; 24,4; 34,27-28; Nm 33,2; Dt 31,9.22-26, o cuando
el Señor ordena a los profetas consignar por escrito sus
oráculos o parte de ellos como testimonio de que esa palabra
que han proclamado se cumplirá un día: Jr 36; 30,1-3;
51,59-64; Is 8,16; 30,8; Hab 2,2.
También hay que pensar en el dato de que
cuando llegan grandes crisis, por ejemplo el exilio y parte del
postexilio o la época macabea, se intensifica la labor de
poner por escrito sus tradiciones, o actualizar-las a luz de las
nuevas situaciones. Las tradiciones deuteronomistas, sacerdotal,
cronista, etc., nacen o se desarrollan en estos momentos.
Otro indicio también se aprecia en el hecho
de que, en diversos momentos impor-tantes de la vida de Israel,
a lo que ha sido puesto por escrito se le da un valor normativo.
Por ejemplo, cuando se realiza la lectura del libro de la Ley o
de la Alianza: Ex 24,1-11; 31-32; Dt 31,9-14.24-29; 2 Re 22,1-23,3;
Jos 8,31-35; Neh 8. Esto indica que en Israel hay una conciencia
de estar ante una palabra del Señor que es norma-tiva para
la comunidad, como se refleja en la época del Nuevo Testamento
con la expresión: "está escrito" o "¿no
han leído ustedes?" (cf. Mt 4,4.7.10; 21,13.42; Mc 2,25;
7,7; 12,26; Lc 10,26; 20, l7, etc).
1.3. Formación del Canon del NT
El acontecimiento Jesús hizo que sus seguidores
no sólo interpretaran los libros de la Escritura bajo una
clave nueva, sino que pronto escribieran libros específica-mente
cristianos.
Formación paulatina
Recordemos que la Biblia de la Iglesia primitiva
era lo que nosotros llamamos Antiguo Testamento, interpretado en
clave cristológica. Junto a estas Escrituras existió
desde un primer momento la tradición de las palabras y hechos
del Señor (cf. 1 Cor 1 1,23-27; 15,1-8; Lc 1,1-4), puesto
que la norma suprema de la comunidad, su canon, era la persona de
Jesús: sus palabras, sus acciones y su vida entera. La sucesión
apostólica era garante de esa tradición (cf. Gal 1,6-10;
2 Cor 11,4).
Poco a poco debido a la expansión de la Buena
Nueva por muchas partes, y por el hecho también de que se
van acabando los testigos directos e inmediatos del Señor,
se vio la necesidad de ir escribiendo esa "memoria" del
Señor, para que así la tradición no se deformara,
y las palabras y obras de Jesús fueran conocidas por las
nuevas generaciones.
Elaboración del NT
Primero ha existido un período de tradición
oral; después, sin suprimir la tradición, se realizan
escri-tos parciales o totales que paulatinamente van integrándose
en libros, constituyendo así el NT. De esta manera surgieron
los libros del NT, que se escribieron entre los años 49/50
y 110/120. Son textos que sirven para expresar y estructurar la
existencia comunitaria de la Iglesia o para resolver situaciones
que se presentaban en algunas comunidades.
Los evangelios son testimonios de fe, surgen como
"memoria" del Señor Jesús y tienden a suscitar
y robustecer la fe: mostrar la solidez de las enseñanzas
(Lc l,4) creer y tener vida (Jn 20,31). Sin lugar a dudas cada uno
de ellos está orientado a alguna comunidad concreta.
De los restantes escritos, algunos son "ocasionales",
es decir, nacen a propósito de una visita, de unas noticias
recibidas, de unos problemas planteados. Por ejemplo, muchas las
cartas van en esta línea, Rom, 1-2 Cor, Gal, etc. Otros parecen
ser escritos más universales, tal es el caso de algunas cartas,
como Ef; Col; St; 1 Pe.
Aceptación paulatina
Es probable que en los primeros años no circulasen
todos los escritos en las diversas comunidades. Quizás por
un tiempo, por ejemplo, Roma sólo conoció el Ev. de
Mc; y Siria y Palestina el Ev. de Mt... Poco a poco las obras se
fueron intercambiando (cf. Col 4,16) y difundiendo a otras comunidades.
En el mismo NT podemos encontrar algunos indicios del valor "canónico"
(norma-tivo) que dichos libros van adquiriendo en las iglesias.
San Pablo ordena que su primera carta a los Tesalonicenses se lea
a toda la comunidad (1 Tes 5,27), y en la carta a los Colosenses
pide que, además de que se lea, se inter-cambie con la carta
enviada a los de Laodicea (Col 4,16) El más claro de los
indicios en el NT es la cita de 2 Ped 3,14-16 donde se equiparan
las cartas de Pablo a las demás Escrituras. No podemos saber
a cuáles cartas se refiere el texto, pero sí podemos
constatar que ya para esas fechas, a principios o, a más
tardar, a mediados del s. II ya existía un "corpus"
de cartas paulinas.
En el s. II es importante el testimonio de Justino
que nos dice cómo cada domingo en las asambleas litúrgicas,
junto a las colecciones de los profetas se leen las "memorias"
de los Apóstoles, es decir, los evangelios. Además,
conocemos ahora algunas copias o fragmentos de evangelios de estos
años, por ejemplo el papiro Rylands copiado en Egipto hacia
el 130 que contiene una pequeña parte de Jn 18. Tertuliano,
hacia el 200, habla por primera vez del "Nuevo Testamento"
aplicado ya al conjunto de libros.
El fragmento Muratoriano (s. II ó IV) es
un documento importante sobre el tema del canon porque trae la primera
lista de libros canónicos aceptada por la Iglesia romana.
1.4. Fijación oficial del Canon y actitudes de las confesiones
cristianas
La fijación definitiva y oficial del canon,
en el ámbito católico, se dio en la solemne declaración
del Concilio de Trento hecha en la sesión IV, el 8 abril
de 1546:
"El sacrosanto ecuménico y general Concilio
Tridentino... admite y venera con el mismo piadoso afecto y reverencia
todos los libros, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento...
(sigue la lista de los libros)... Y si alguien no recibiera como
sagrados y canónicos estos libros íntegros con todas
sus partes, como ha sido costumbre leerlos en la antigua versión
Vulgata latina, o si despreciare a ciencia y conciencia las predichas
tradiciones, sea anatema" (Enchiridiion Biblicum = EB
57-60).
Con relación al canon, las iglesias cristianas
tienen actitudes diferentes.
Los católicos aceptan lo que los Concilios han declarado:
Los dos Concilios Vati-canos se remiten al decreto del Concilio
de Trento. El Vaticano I (1870) explica la razón de su canonicidad:
porque inspirados por el Espíritu Santo tienen a Dios como
autor, "y como tales han sido confiados a la Iglesia"
(cf. EB 77). El Vaticano II (1965) cita a Vaticano I, y además
subraya que es la tradición la que nos da a conocer el canon
de la Escritura y hace que los comprenda más y los mantenga
siempre activos (cf. Dei Verbum = DV 8 y 11) .
Los ortodoxos: Algunos, debido a las influencias
de los Reformadores, optaron por el canon "breve". Sin
embargo, en los Sínodos de 1642 y 1672 utilizan la Septua-ginta
como versión oficial.
Entre las Iglesias protestantes:
Lutero no negaba el carácter inspirado a los libros "apócrifos"
que los católicos y los grupos cuménicos llaman "deutero-canónicos",
sin embargo los ponía en un distinto plano. En el sínodo
de Dordrecht (1618-1619) se recomendaba la impresión de los
apócrifos en letras más pequeñas al final de
los dos Testamentos. Después esos libros fueron excluidos
de sus Biblias.
Los anglicanos: En la confesión de Wetsminster
de 1644 no aceptaron los "apócrifos" o deuterocanónicos.
Pero a lo largo de la historia ha habido diversidad de posturas:
aceptación y rechazo.
Las Sociedades Bíblicas (creadas a comienzos
del s. XIX): su práctica inicial fue variable: inclusión
de los apócrifos o exclusión. En 1968 se llegó
a un acuerdo interconfesional para las ediciones ecuménicas
de la Biblia: hacer dos ediciones de la Biblia, una con los deuterocanónicos
para uso de los católicos, y otra sin ellos para los protestantes.
1.5. Criteriología particular
Son muchos los criterios que se han propuesto a
lo largo de los siglos para enten-der lo referente al canon. Y sabemos
que es difícil precisar el tipo de criterios que se emplearon
para la aceptación práctica.
Los criterios se suelen clasificar en externos,
internos y eclesiales. Su catalogación no es totalmente "pura",
puesto que casi siempre un mismo hecho toca diversos criterios.
a) Los criterios externos que se enumeran son: apostolicidad
(= perspectiva de que los apóstoles estén a la base
de la transmisión expresada allí = continuidad apostólica,
cf. DV 18), conformidad con la regla de la fe (= kerygma apostólico),
antigüedad, unidad con la Escritura, edificación de
la comunidad, etc.
b) Como criterio interno, que es el auténticamente
normativo, se coloca la inspiración del Espíritu Santo,
algo que no puede ser comprobable externamente, y por lo mismo,
en sentido estricto, se sale del ámbito de los criterios.
El recono-cimiento de la inspiración de un libro es lo que
en definitiva lo hace normativo. No es la Iglesia la que "decide"
cuáles son los canónicos: lo que hace la Iglesia es
reconocer lo que el Espíritu ha inspirado.
c) Los criterios eclesiales se refieren a la aceptación
por las iglesias, las citas que se hacen de los escritores sagrados,
y, en especial, su lectura litúrgica.
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