lunes, 1 de junio de 2015

Los galut de Israel

Como semillas expandidas por el viento

"El que vive fuera de Israel se asemeja al que no tiene Dios".
Además de los movimientos migratorios normales, que comúnmente obedecen a razones económicas, la literatura tradicional de Israel conoce cuatro grandes desplazamientos masivos forzados, es decir, expulsiones de la patria por métodos violentos, a los que se da el nombre de galut.
La primera de ellas tuvo lugar en los años 722-721 a.C., cuando Sargón II conquistó el reino de Israel. Siguiendo la política practicada en el imperio asirio desde la época de Tiglat Piléser de desterrar a los pueblos vencidos para prevenir futuras revueltas, los israelitas fueron deportados a Media y Mesopotamia, donde se fusionaron con la población autóctona y acabaron por desaparecer como pueblo diferenciado. Su territorio fue ocupado por colonos politeístas que, al entrar en contacto con los habitantes pobres e incultos no desterrados, crearon un sistema religioso sincretista en el territorio de Samaria.
Siglo y medio más tarde (596 y 587 a.C.) corrió la misma suerte el reino de Judá. Los judíos, derrotados por Nabucodonosor, tuvieron que emprender el camino del destierro a Babilonia. En el exilio, las comunidades judías cambiaron el hebreo por el arameo, pero conservaron tenazmente su identidad religiosa yahvista.
La tercera gran dispersión violenta se registró en la época helenística. En el curso de las guerras entre los diadocos griegos por el control de Palestina (entre el 300 y el 200 a.C.), numerosos contingentes de prisioneros de guerra fueron trasladados a Egipto y Cirenaica. Las comunidades deportadas adoptaron el griego como lengua propia y muchos de sus dirigentes entraron en contacto directo con la cultura y la filosofía helenísticas. En esta época se registra, además, la presencia de comunidades judías en Frigia, Bitinia, Galacia, Cilicia, Macedonia y Grecia.
La cuarta y última expulsión de Palestina tuvo lugar bajo el imperio romano. Tras la represión de las revueltas de los años 70 y 135 d.C., cientos de miles de judíos fueron vendidos como esclavos y dispersados por toda la ecumene.

La interpretación teológica

Las deportaciones, con su secuela última de desaparición del pueblo judío como nación independiente, han sido los episodios más dramáticos de la historia política de Israel y, a primera vista, el colapso final de todas sus esperanzas. Es, pues, natural que sus capas dirigentes se hayan esforzado por analizarlas y descubrir su sentido.
La explicación más obvia ha visto en ellas un castigo. Las penalidades sin cuento, el camino hacia el destierro de grandes muchedumbres encadenadas, desnudas, hambrientas y sedientas, la pérdida de los bienes, el alejamiento de la patria para tener que vivir en tierras desconocidas, entre pueblos de costumbres, lenguas y religiones extrañas, todo esto era consecuencia de la infidelidad de Israel.
La reflexión profética descubrió un segundo sentido, esta vez esperanzador. La diáspora es, ciertamente, un castigo, pero también una expiación, un proceso de purificación de las culpas pasadas como antesala del perdón de Dios y del restablecimiento de la antigua alianza. Expiada la culpa y alcanzada la purificación, surgirá una comunidad renovada. La diáspora es, pues, la etapa intermedia -necesaria tras la caída- hacia un futuro que los profetas describen con espléndidas pinceladas.
Los escritos sagrados posteriores ponen de relieve una finalidad aún más honda, más universal, en la diáspora. Las comunidades diseminadas entre las naciones son el instrumento de que Dios se sirve para manifestarse y dar a conocer su gloria a todos los pueblos de la tierra. De aquí se derivaba para los desterrados una responsabilidad acrecentada, porque su mala conducta desacreditaba a Yahvé.
El contacto diario con los idólatras enfrentaba a las comunidades judías con un problema que apenas se había planteado antes del exilio, a saber, la posibilidad de ganarse a estas personas para la fe y la religión yahvista o, dicho en otros términos, de admitir en el seno de la comunidad judía a individuos procedentes de otras etnias. Según la legislación talmúdica, quienes abrazaban en su totalidad la fe y las prácticas judías (incluida la circuncisión) gozaban, a todos los efectos, de la consideración de judíos. También ellos podían dirigirse a Dios, en las plegarias litúrgicas, y con el mismo título que los judíos de nacimiento, como "nuestro Padre". Había además quienes, atraídos por la superioridad del monoteísmo y la mayor pureza de costumbres de los judíos en el disoluto clima moral del paganismo, aceptaban las creencias y, en parte, la legislación judías. A éstos se les aplicaba el nombre de "prosélitos en el umbral" o "temerosos de Dios".
En la concepción de la cábala, la diáspora es una de las emanaciones (sefirot) de la divinidad. Por su medio acompaña Dios a su pueblo por toda la ecumene también en los momentos de adversidad. La misión última de la diáspora no es tan sólo difundir por el universo el conocimiento de la Ley, sino que implica un proceso cósmico suprahistórico y es símbolo de cuanto acontece en el universo superior de las emanaciones divinas.
Un análisis objetivo del devenir de las comunidades de la diáspora debe constatar el hecho, verdaderamente excepcional en las páginas de la historia, de que estos pequeños grupos humanos, minúsculas gotas de agua en océanos de naciones muy a menudo de superior cultura, de mayores progresos técnicos y de más amplia prosperidad económica, han sabido, por una parte, asimilar la lengua y numerosos elementos científicos y culturales de las comunidades de su entorno, pero conservando al mismo tiempo, durante milenios, la conciencia inalterada de su singularidad como pueblo diferenciado del resto.

Las cuatro grandes dispersiones históricas

Fiel a su palabra, el Dios de Abraham había dado a su pueblo la tierra que manaba leche y miel. La pérdida de la tierra fue proclamada por los profetas por una parte como fruto de la infidelidad de los judíos: el cisma entre los reinos de Judá e Israel, la idolatría y el incumplimiento de la Ley; y, por otra, como instrumento de inducción a una nueva visión de Dios -espiritual- y de la posesión de la tierra -simbólica.
El mapa de las dispersiones puede contemplarse, por tanto, como el cierre de un ciclo que había empezado con el periplo de Abraham desde Ur hasta Egipto atravesando las tierras fértiles (de pastoreo) en los límites septentrionales del gran desierto de Arabia, y que, siguiendo con el retorno de los judíos tras el liderazgo de Moisés, alcanzaba con la ocupación de Palestina la plenitud de un estado nacional. La división y la decadencia dieron pie a las invasiones extranjeras y, tras derrotas sucesivas, a otros tantos exilios: el definitivo de Israel, en los años 722-721, a Asiria, donde desaparece bajo Sargón II; el de Judá en 596 y 587, a Babilonia después de la derrota frente a Nabucodonosor y del que Judá se recuperará tras la intervención de Ciro; el de 300 y 200 a Egipto, Cirenaica, Frigia, Bitinia, Galacia, Cilicia, Macedonia y Grecia (estos judíos serán llamados más tarde helenistas); y el último y definitivo, bajo el Imperio romano, tras la represión de las revueltas de los años 70 y 135 de nuestra era.
La tercera dispersión hacia la cuenca oriental del Mediterráneo, por otra parte, explicará siglos más tarde -cuando la secta cristiana empiece a tomar los visos de una nueva religión derivada pero no dependiente del judaísmo- los numerosos viajes de Pablo y los destinatarios de sus epístolas; porque Pablo, en primer lugar, dirigirá el nuevo mensaje a los judíos dispersos por el mundo helénico, y sólo después a los demás que quieran escucharle (los "gentiles").

Los profetas en su entorno histórico. Años


900

Entorno: Edad del Hierro
Reina Acab en Israel (874-853)
Reina Josafat en Judá (871-846)
Profetas: Actividad del profeta Elías en Israel
850

Entorno: Reina Jehoram en Israel (852-841)
Reina Joram en Judá (848-841)
Profetas: Actividad del profeta Eliseo en Isarel; muere aproximadamente en 800
750

Entorno: En Isarel, rápida sucesión de reyes hasta la ocupación de Samaria por Sargón II de Mesopotamia y deportación de los israelitas. Fin del Reino del Norte
Profetas: Entre 750 y 730, inicio de la actividad de los profetas Miqueas e Isaías en Judá
650

Entorno: Reina Josías en Judá (640-609). Reforma religiosa.
Muere en campaña contra los egipcios
Bajo Sedecías (595-587), sitio y toma de Jerusalén, captura del rey, destrucción del templo y deportación a Babilonia: Profetas: Actividad de los profetas Sofonías, Nahum y Abacuc.
Inicio de la actividad de Jeremías.
Actividad de Ezequiel en Babilonia
Lamentaciones de Jeremías Capítulos 40 a 55 del libro de Isaías (llamado Segundo Isaías)
550

Entorno: Ciro el Grande (550-530) se apodera de Babilonia y autoriza a los judíos para que vuelvan a Jerusalén. Construcción del segundo templo sobre el primero
Profetas: Capítulos 56 a 66 de Isaías (Tercer Isaías)
Actividad de los profetas Ageo y Zacarías 450
Entorno: Reconstrucción de la ciudad de Jerusalén
Profetas: Libro de Jonás

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