Silvestre I (314-335) fue el papa número 33. Su pontificado se caracterizó por permitir la continua intervención del emperador Constantino I el grande en el gobierno de la Iglesia, quien instituyó el cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, favoreciendo así su asentamiento y expansión. Por otro lado laDonación de Constantino, un decreto emitido supuestamente por el mandatario, reconocía la soberanía religiosa y política de Silvestre I sobre las provincias de Italia y el resto del Imperio de Occidente, dando lugar a la creación del Patrimonio de san Pedro y a la posterior consolidación de los llamados Estados Pontificios, territorios de la península itálica bajo la autoridad papal entre los años 751 y 1870. No obstante, en 1440 el humanista Lorenzo Valla demostró que la Donación de Constantino era una falsificación tras realizar un análisis lingüístico. Contenía giros idiomáticos y palabras que no existían en la época de la que supuestamente procedía. A esta conclusión llegaron también el cardenal Nicolás de Cusa y el teólogo Reginald Pecocke. El papado nunca ha reconocido oficialmente este hecho, aunque el documento dejó de ser mencionado como sustento legal del origen de los Estados Pontificios a partir de mediados del siglo XV. Pero este no fue el único hecho relevante durante el papado de Silvestre I. La celebración del Concilio de Nicea en el año 325 supuso el establecimiento de algunos de los dogmas más importantes del cristianismo. A este acto acudieron cerca de 300 obispos cristianos, dos de los cuáles representaban a Silvestre I, quien no pudo asistir debido a su avanzada edad. Durante este cónclave, se decidió por votación general de los prelados que se instauraría la creencia de que había un solo dios padre omnipotente creador de todas las cosas visibles e invisibles, que Jesucristo era unigénito del padre, es decir, hecho de la sustancia de este, al igual que todas las cosas; que habitó entre los hombres, que murió y resucitó al tercer día para posteriormente ascender. Estas y otras cuestiones fueron trasladadas al Credo de Niceno o Credo de los apóstoles, una oración transmitida a lo largo de los siglos a toda la cristiandad, consolidando así la doctrina de los creyentes de todo el orbe cristiano.
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