Una frase que sólo ocurre en Hageo 2:7. Muchos expositores relacionan la profecía con el primer
advenimiento de Cristo y otros con el segundo advenimiento; todavía otros
niegan una aplicación mesiánica y sostienen que la frase se refiere a los dones
preciosos de las naciones (cf. Isaías 60:5, 11; 61:6).
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