Los signos de interrogación nacieron en el siglo IX como una de las marcas usadas para ayudar a interpretar los cantos gregorianos, denominándose "punctus interrgativus". Antes, para escribir un texto interrogativo, se añadía al final de la oración la palabra "questio", que terminó abreviándose en "QO". La "Q" terminó deformándose en un garabato y la "O" en un punto.
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