Hace una décadas, el psicólogo estadounidense Gordon G. Gallup Jr. desarrolló una prueba para saber qué animales son capaces de reconocer su propio reflejo en el espejo.
El resultado, aunque cuestionado, sugiere que es un desarrollo evolutivo reciente: pocas especies -algunos simios, elefantes, delfines...- pasan el test.
Esa sensación de extrañeza ante lo que surge al otro lado sigue latente. De hecho, la eisoptrofobia -pánico irracional a vernos en los espejos- es mucho más habitual de lo que creemos.
Todavía hay tradiciones culturales que los prohíben, mientras que otras recomiendan taparlos durante el tiempo de luto después del fallecimiento de un ser querido por el temor a que la imagen de la persona que se está mirando sea sustituida por la del muerto.
El prestigioso folclorista Alan Dundes (1934-2005) rastreó en sus estudios la persistencia del ritual o juego llamado Bloody Mary. Consiste en meterse en una habitación oscura y, delante de un espejo, empezar a dar vueltas con una vela en la mano hasta que supuestamente desaparece nuestra imagen y surge...la de un doble satánico riéndose.
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