El grano, cosa en
apariencia insignificante, le sirvió al Señor, que utilizaba comparaciones de la
vida práctica con el fin de ser mejor entendido, para ilustrar la naturaleza y
las exigencias del reino que venía a establecer. Un reino comienza con toda
humildad y pobreza, sin aparato social y político y sin montaje alguno
burocrático, pero que se hace grande, que se extiende por todo el mundo, como el
grano de mostaza, la más pequeña de todas las semillas, pero que crece y se hace
la más grande de todas las hortalizas (Mt 13,31; Mc 4,31; Lc 13,19). La fe es
tan poderosa que sólo con poseerla aunque sea como un grano de mostaza, puede
realizar milagros (Mt 17, 20; Lc 17,6). Pero todo ello se hace a través del
dolor; así realizó Jesucristo su obra redentora, como el grano de trigo, que,
para dar fruto, tiene antes que morir en la tierra (Jn 12,24).
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