Los
griegos no sólo fueron los inventores de la democracia, el teatro, la matemática
pura y muchas otras cosas, sino también de un nuevo tipo de pensamiento que hoy
denominamos “filosófico”.
Para pensadores como Sócrates, los dioses debieron ser muy poco adecuados como modelos morales. La mitología griega no ofrecía nada parecido a los “diez mandamientos”. Así pues, aunque la mayoría de los intelectuales griegos como Sócrates respetaban, de palabra, las habituales ceremonias religiosas, no tomaban muy en serio la religión.
Algunos filósofos, como el sofista Prótágoras (490 – 420 a.C.) decían que no podía saber con certeza si los dioses existían o qué forma tenían.
Por su parte, el filósofo Jenófanes (575-475 a.C.) afirmaba:
Estas ideas de los filósofos griegos daban a entender y trataban de plantear que la ética tenía que buscarse al margen de la religión.
Para Sócrates “la vida sin examen no es digna de ser vivida”. Planteaba que los adultos evitaban hacer preguntas relativas a su propia vida moral; prefieren ganar dinero y llevar una vida de serenas rutinas. “El tábano” alentaba a los jóvenes a pensar por sí mismos y a cuestionarse todas las reglas morales habituales de los adultos.
Solía comenzar desconcertando a la gente con preguntas como “¿Qué es un buen comportamiento?” o “¿Qué es un Estado?”, poniendo después de manifiesto lo poco que sabía la gente sobre moralidad o política. Siempre recalcaba que el hombre sabio es “aquel que sabe que no sabe nada”.
La virtud consiste en el justo medio. Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad y los afectos).
Los
dioses en que los griegos creían eran inmortales, violentos, cachondos y
políticamente incorrectos. Con frecuencia recomendaban a sus súbditos mortales
que fueran a la guerra. Se enamoraban y desamoraban y no dejaban de pelearse
unos con otros. Seducían y fecundaban a los humanos, a menudo en circunstancias
muy peculiares y alternando con su apariencia.
Para pensadores como Sócrates, los dioses debieron ser muy poco adecuados como modelos morales. La mitología griega no ofrecía nada parecido a los “diez mandamientos”. Así pues, aunque la mayoría de los intelectuales griegos como Sócrates respetaban, de palabra, las habituales ceremonias religiosas, no tomaban muy en serio la religión.
Algunos filósofos, como el sofista Prótágoras (490 – 420 a.C.) decían que no podía saber con certeza si los dioses existían o qué forma tenían.
Por su parte, el filósofo Jenófanes (575-475 a.C.) afirmaba:
“Si los caballos, los leones y los bueyes hubieran tenido
manos para dibujar y crear obras de arte como los hombres, a la hora de dibujar
y dar forma a los cuerpos de los dioses, los caballos los representarían como
caballos y los bueyes como bueyes, en cada caso con su misma forma”.
Estas ideas de los filósofos griegos daban a entender y trataban de plantear que la ética tenía que buscarse al margen de la religión.
Entre los
principales pensadores griegos que impulsaron las primeras ideas sobre ética,
están los siguientes:
Sócrates (469 – 399 a.C.)
Este filósofo era conocido como “El tábano” porque aguijoneaba a las personas para que pensaran por sí mismas.
Este filósofo era conocido como “El tábano” porque aguijoneaba a las personas para que pensaran por sí mismas.
Sócrates
creía que lo más importante de los seres humanos es que hacen preguntas.
También decía que existe un auténtico conocimiento moral y que merecía la pena
buscarlo como un fin en sí mismo.
Para Sócrates “la vida sin examen no es digna de ser vivida”. Planteaba que los adultos evitaban hacer preguntas relativas a su propia vida moral; prefieren ganar dinero y llevar una vida de serenas rutinas. “El tábano” alentaba a los jóvenes a pensar por sí mismos y a cuestionarse todas las reglas morales habituales de los adultos.
Solía comenzar desconcertando a la gente con preguntas como “¿Qué es un buen comportamiento?” o “¿Qué es un Estado?”, poniendo después de manifiesto lo poco que sabía la gente sobre moralidad o política. Siempre recalcaba que el hombre sabio es “aquel que sabe que no sabe nada”.
Sócrates
pensaba que todo ser humano nace con un “yo interno” (un especie de software),
por lo que la misión de cada ser humano es conocer a profundidad el código y claves
de ese “software” y alcanzar la perfección de esa esencia o “alma”.
Agrega que el conocimiento del “yo interno”, el cual
describe como conocimiento moral, de cada quien se puede alcanzar mediante la
discusión y el debate, y aclara que la moralidad no es un conocimiento moral
que pueda enseñarse, sino que el auténtico conocimiento tiene que ver con la
esencia de las cosas, con el buen comportamiento y con la justicia.
Sócrates fue condenado a muerte, y ejecutado, en 399 a.C.
por el gobierno democrático de Atenas porque se negó a reconocer la existencia
de los dioses griegos.
Platón
(428 – 354 a.C)
Fue el más célebre discípulo de Sócrates. Era una
aristócrata que jamás perdonó a los demócratas atenienses el haber asesinado a
su maestro.
Platón concebía a la democracia como el caos y como el
gobierno de una muchedumbre violenta e ignorante, fácilmente manejable por los
políticos corruptos.
Platón escribe su máxima obra “La República”, en donde
plantea prácticamente todas las preguntas filosóficas. Plantea además
interrogantes morales y políticas sobre el propio Estado: ¿por qué ser
ciudadano es algo tan inevitable como respirar?, ¿por qué el Estado exige
fidelidad?, ¿por qué tenemos que obedecer sus leyes? Y ¿por qué es algo bueno?
Platón es un hombre de “dos mundos”. Cree en el mundo de
lo material y en la existencia de otro mundo mejor y más puro. Sostiene que hay
dos clases de conocimiento: el conocimiento empírico (que obtenemos a través de
los sentidos), y un género muy superior de conocimiento que alcanzamos usando
la razón.
En cuanto a la ética Platón dice que “el verdadero bien
del hombre, la felicidad, habrá de alcanzarse mediante la práctica de la virtud”.
Pero ¿qué es la virtud? Platón acepta fundamentalmente la identificación
socrática entre virtud y conocimiento.
La falta de virtud no supone una perversión de la
naturaleza humana; por su propia naturaleza el hombre busca el bien para sí,
pero si desconoce el bien puede tomar como bueno, erróneamente, cualquier cosa
y, en consecuencia, actuar incorrectamente; la falta de virtud es equivalente,
pues, a la ignorancia. Sólo quien conoce la Idea de Bien puede actuar
correctamente, tanto en lo público como en lo privado, nos dice Platón en la
República.
Aristóteles (348 –
322 a.C.)
Aristóteles se ha significado como uno de los filósofos
más importantes de todos los tiempos y ha sido uno de los pilares del
pensamiento occidental. Fue discípulo de Platón.
Pese a ser
discípulo de Platón, Aristóteles se distanció de las posiciones idealistas,
para elaborar un pensamiento de carácter naturalista y realista. Frente a la
separación radical entre el mundo sensible y el mundo inteligible planteada por
las doctrinas platónicas, defendió la posibilidad de aprehender la realidad a partir
de la experiencia.
La ética
de Aristóteles tiene un fin que se resume en la búsqueda de la felicidad. Para
algunos, la felicidad consiste en los placeres; para otros, en las riquezas;
pero el hombre sabio la busca en el ejercicio de la actividad que le es propia
al hombre, es decir, en la vida intelectiva.
Ello no
excluye el goce moderado de los placeres sensibles y de los demás bienes, con
tal de que no impida la contemplación de la verdad. Sobre esta base desarrolla
Aristóteles el concepto de virtud. La virtud consiste en el justo medio. Lo que quiere dar a entender es que el actuar del hombre debe estar regido por la prudencia o regla recta. Hay dos modalidades de virtud: las dianoéticas (que se refieren al ejercicio de la inteligencia) y las éticas (que se refieren a la sensibilidad y los afectos).
Todas las
virtudes son hábitos que se adquieren por medio de la repetición.
La virtud
por excelencia es la justicia, la cual consiste en el acatamiento de las leyes
y en el respeto a los demás ciudadanos.
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