Hasta
donde tengo conocimiento, no hay más que un documento del Magisterio
que precisa el sentido de la expresión “Corazón de María”. Se trata de
un decreto de la Congregación de Ritos del 4 de mayo de 1944 sobre el
culto litúrgico debido al Corazón inmaculado de María, “símbolo de la
santidad sublime y excepcional del alma de la Madre de Dios, y sobre
todo de su amor ardentísimo hacia Dios y su Hijo Jesucristo, lo mismo
que de su piedad maternal hacia los hombres redimidos por la sangre
divina”107. Aunque el texto precisa que el Papa Pío XII había aprobado
el esquema del oficio del Corazón de inmaculado de María, no dice que
haya aprobado las consideraciones desarrolladas en el parágrafo titulado
“Urbis et Orbis”108, uno se puede preguntar si esto se trata de una
toma de posición del Magisterio como tal. Sea como fuese, inclusive si
se tratase de una respuesta afirmativa, esta definición no agota el tema
y no impide que el Magisterio, si lo juzga oportuno, defina con mayor
precisión el objeto del culto profesado por la Iglesia al Corazón
Inmaculado de su Madre. El ejemplo de las precisiones aportadas por la
encíclica Haurietis Aquas a la definición del objeto exacto del culto
ofrecido al Corazón de Jesús está ahí para recordárnoslo. Se observará
claramente que la definición de 1944 no hace ninguna alusión explícita
al las Personas divinas, en particular al Espíritu Santo, ni a las
personas angélicas. Se notará, también, que considera al amor de María
por los hombres bajo el ángulo del amor redentor del cuál éstos son
objeto; dicho de otra manera, subraya el amor maternal y misericordioso
de María para con los hombres amados con amor redentor por su Hijo y
hermano. Se apreciará, finalmente, que esta definición no hace ninguna
alusión explícita al amor de María por la Iglesia, o por el amor creador
y remunerador de Dios. El 22 de septiembre de 1986, Juan Pablo II,
hablando en un Symposium internacional sobre la Alianza de los Corazones
de Jesús y de María, retoma y completa la enseñanza de Pío XII: “En el
Corazón de María, vemos el símbolo de su amor maternal, de su santidad
única y de su rol central en la misión redentora realizada por su Hijo
(...) La devoción al Corazón de María tiene una importancia capital,
porque amando su Hijo a toda la humanidad, María interviene
singularmente como un instrumento que nos conduce hacia Él. “La devoción
al Corazón Inmaculado de María expresa nuestro respeto por su compasión
maternal, para con su Hijo y para con nosotros, sus hijos espirituales,
cuando estaba al pie de la cruz. “Presenté la misma idea en mi primera
encíclica Redemptor hominis (nº 22): Bajo la acción especial del
Espíritu Santo, el Corazón de María, Corazón de Virgen y Madre, acompañó
siempre la obra de su Hijo y va hacia todos los que Cristo abrazó y
abraza continuamente con su amor inacabable”. La interioridad amante de
María, objeto de la devoción a su Corazón inmaculado, es subrayada por
la bella síntesis que ofrece el prefacio especial de su fiesta: “Diste a
la Virgen María un corazón sabio y dócil para que cumpliera
perfectamente tu voluntad; un corazón nuevo y dulce, donde pudieras
grabar la ley de la nueva Alianza; un corazón simple y puro para que
pudiese concebir a tu Hijo en su virginidad y verte por siempre; un
corazón firme y vigilante para soportar sin flaqueza la espada de dolor y
esperar con fe la Resurrección de tu Hijo” (MM, 196)
Este texto reúne con éxito Ez 36, Jr 31 y Mt 5, y asocia la
contemplación de las virtudes íntimas de María a la contemplación de los
privilegios de los que se beneficia su carne para la salvación de la
humanidad.
NOTAS:
107. ASS (1945) 50. Traducción tomada de G. Geenen, O. P. Autor del artículo : Antécédents historiques et doctrinaux de la consecration du monde au Cœur Immaculée de María”, Maria, Y, 827-73.
108. AAS 37 (1945) 51.
Bertrand de Margerie S.J.
NOTAS:
107. ASS (1945) 50. Traducción tomada de G. Geenen, O. P. Autor del artículo : Antécédents historiques et doctrinaux de la consecration du monde au Cœur Immaculée de María”, Maria, Y, 827-73.
108. AAS 37 (1945) 51.
Bertrand de Margerie S.J.
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