CRISTO CRUCIFICADO Y SEPULTADO
Pronunciada
en Jerusalén, sobre lo de «crucificado y sepultados». La lectura es de
Isaías: «¿Quién dio crédito a nuestra noticia? Y el brazo de Yahvé, ¿a
quién se le reveló?» (53,1). Y, en lo que sigue: «Como un cordero al
degüello era llevado» (53,7), etc. 1.
La
cruz es la que liberó a todos los hombres
1.
En cualquier acción de Cristo se gloría la Iglesia católica. Pero el colmo de
estas glorias es la cruz. Pablo, con conocimiento del asunto, dice: «En cuanto
a mí, ¡Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor
Jesucristo! (Gál 6,14). Sin duda fue admirable que un ciego de nacimiento
recuperase la visión en Siloé (cf. Jn 9). Pero, ¿en qué afectaba esto a
todos los ciegos del mundo? Grande es, y más allá de toda naturaleza, que
Lázaro, muerto de cuatro días, resucitara Un 11,39.44). Pero ésta es una
gracia que a él sólo le alcanzó. ¿Qué tenía esto que ver con todos los que
en todo el mundo estaban muertos por sus pecados? (cf. Ef 2,1 ss; cf. Rom 3,23).
Es admirable que cinco panes diesen alimento, como si manase de cinco fuentes, a
cinco mil hombres (cf. Mt 14,21). Pero, ¿qué es esto en comparación con los
que en todo el mundo se encontraban sometidos al hambre de la ignorancia? (cf.
Am 8,11). Es admirable que una mujer fuese totalmente liberada tras haber estado
atada por Satanás durante dieciocho años (cf. Lc 13,10-13). Pero míranos a
todos, que estamos sujetos por las cadenas de nuestros pecados. En cambio, la
corona—o incluso la gloria—de la cruz iluminó a los que estaban ciegos por
la ignorancia, liberó a los que estaban sujetos por el pecado y rescató a
todos los hombres.
Jesús
ha rescatado a todos los hombres
2.
No te asombre que haya sido redimido el orbe entero. Pues no era un simple
hombre, sino el unigénito Hijo de Dios, el que moría por esta causa.
Ciertamente, el pecado de un único hombre, Adán, pudo introducir la muerte en
el mundo. Pero si por la caída de uno reinó la muerte en el mundo, ¿por qué
no habrá de reinar mucho más por la justicia de uno sólo?2. Y si en aquel
momento, a causa del leño del que (nuestros padres) comieron, fueron expulsados
del paraíso (cf. Gén 3,22-24), ¿acaso los que crean no habrán de entrar
ahora, por el leño de Jesús, mucho más fácilmente en el paraíso? Si el
primer hombre, hecho de la tierra, trajo a todos la muerte, ¿acaso quien lo
hizo de la tierra (Gén 2,7), siendo él mismo la vida (Jn 15,5 ss), no le dará
vida eterna? Si Pinjás, inflamado de celo, matando al autor del delito, aplacó
la ira de Dios (cf. Núm 25,7-11),Jesús, sin matar a nadie, sino entregándose
a sí mismo como rescate (I Tim 2,6), ¿acaso no deshará la cólera contra los
hombres (cf. Rom 1,18)?
En
el absurdo de la cruz, y más siendo Jesús inocente, está la salvación
3.
Que no nos dé vergüenza la cruz del Salvador, e incluso gloriémonos en ella.
Pues la palabra de la cruz es escándalo para los judíos y necedad para los
gentiles, pero para nosotros es salvación (cf. I Cor 1,18-25). «Es una necedad
para los que se pierden; más para los que se salvan —para nosotros— es
fuerza de Dios» (1,18). Pues, como se ha dicho3, no se trataba de un simple
hombre que moría en favor nuestro, sino de Dios, el Hijo de Dios hecho hombre.
Pero entonces el cordero muerto, según la enseñanza de Moisés, arrojaba lejos
al Exterminador4. Ahora bien, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn
1,29), ¿acaso no liberará mucho más de los pecados? También la sangre de una
oveja irracional mostraba la salud. ¿Y la sangre del Unigénito no traerá la
salvación en una mayor medida? Si alguno no cree en la fuerza del crucificado,
interrogue a los mismos demonios5. Y si alguien no cree en las palabras, dé
crédito a las cosas claras. Son muchos los que han sido crucificados en todo el
orbe, pero ante ninguno de ellos sienten pavor los demonios. Pero ante Cristo,
crucificado por nosotros, se aterrorizan los demonios cuando simplemente ven el
signo de la cruz, porque aquellos otros crucificados fueron muertos por sus
propios pecados, pero él por los de los demás. El es «el que no cometió
pecado, y en cuya boca no se halló engaño» (I Pe 2,22; cf. Is 53,9). No era
Pedro quien decía esto, lo que podría despertar la sospecha de que quisiera
ser grato al maestro, sino que quien lo había dicho era Isaías, que no había
estado corporalmente presente (ante Jesús), pero en espíritu había previsto
su venida en carne. Pero, ¿por qué aduzco sólo el testimonio del profeta?
Cuenta entre los testigos al mismo Pilato, que sentenció sobre él diciendo:
«No he hallado en este hombre ninguno de los delitos de que le acusáis» (Lc
23,14). Y cuando se lo entregó, lavando sus manos, dijo: «Inocente soy de la
sangre de este justo» (Mt 27,24). Y hay también otro testigo de la inocencia
de Jesús, el ladrón que fue primero al paraíso, que increpaba a su compañero
y decía: «Nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros
hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho (Lc 23,41), pues tú y yo estuvimos
en su juicio»7.
Realidad
de la crucifixión
4.
Así pues, Jesús padeció realmente por todos los hombres. La cruz no es
ninguna ficción, pues en ese caso también la redención sería algo fingido.
La muerte no fue algo aparente, sino una realidad indiscutible. Si no fuese
así, la salvación sería una fábula sin más. Si la muerte hubiese sido sólo
aparente, tendrían razón quienes decían: «Señor, recordamos que ese
impostor dijo cuando aún vivía: "A los tres días resucitaré"» (Mt
27,63). La pasión fue, pues, real: fue verdaderamente crucificado, y no nos
avergonzamos de ello; fue crucificado y no lo negamos. Más bien me glorío en
ello cuando lo digo. Pues si ahora lo niego, argüirá en mi contra el Gólgota
que tenemos aquí tan próximo8. Argüirá en contra mía el madero de la cruz,
que a trozos pequeños ha sido distribuido desde ese lugar a todo el mundo.
Confieso la cruz una vez que he conocido la resurrección. Pues si no hubiese
ido más allá de la cruz, tal vez no lo habría confesado y la hubiese
escondido juntamente con el maestro. Pero, puesto que la resurrección ha
seguido a la cruz, no me da vergüenza proclamarla9 .
Condenado
sin pecado alguno
5.
Fue crucificado él, que, como todos, vivió en la carne, pero no con pecados
semejantes. Pues no fue llevado a la muerte por la avidez de riquezas, pues era
un maestro en la pobreza y en la renuncia a los bienes. No fue condenado por su
pasión libidinosa, él que dijo claramente: «Todo el que mira a una mujer
deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón» (Mt 5,28). A nadie
golpeó o hirió con soberbia, sino que a quien le golpeaba le mostró la otra
mejilla (5,39). Y no despreciaba la Ley, sino que la llevaba a su plenitud
(5,17). No acusaba de falsedad a los profetas, pues él era el que había sido
anunciado por ellos10. No defraudaba en los pagos, pues curaba sin cobrar y
gratuitamente. No pecó en modo alguno ni de palabra ni de obra ni de
pensamiento. «El que no cometió pecado, y en cuya boca no se halló engaño;
el que, al ser insultado, no respondía con insultos; al padecer, no
amenazaba...» (I Pe 2, 22-23; cf. Is 53,9), que no vino a la pasión forzado,
sino por su propia voluntad. Y a quien le dijo que tuviese compasión de sí
mismo, le dijo aquello de: «Apártate de mí, Satanás» (Mt 16,23).
Voluntariamente
fue a la pasión sin rehuirla
6.
¿Quieres persuadirte más de que vino por voluntad propia a la pasión? Todos
los demás, que ignoran su destino, mueren de mala gana, pero él predijo de su
propia pasión: «El Hijo del hombre va a ser entregado para ser crucificado» (Mt
26,2). ¿Sabes por qué él, que amaba a los hombres, no rehusó la muerte? Para
que el mundo no se perdiese por sus pecados. «Mirad que subimos a Jerusalén, y
el Hijo del hombre será entregado y será crucificado» (vid. Mt 20,18-19). Y,
por otra parte: «El se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén»11. ¿Deseas
conocer claramente que la cruz de Jesús es gloriosa? No me oigas a mí, sino a
quien así lo dice. Era Judas quien lo entregaba, lleno de ingratitud hacia
quien los había invitado. Se marchó pronto de la mesa tras beber el cáliz de
la bendición, pero pasó de esta bebida de la salvación a derramar la sangre
del justo. «El que mi pan comía, levanta contra mí su calcañar» (Sal
41,10)12. Poco antes sus manos recibían las bendiciones (o los trozos del pan
bendecido), e inmediatamente después tramaba su muerte por el dinero por el que
había pactado la traición. Al ser cogido en ello y al oír lo de «Tú lo has
dicho» (Mt 26,25), salió de nuevo. Después dijo Jesús: «Ha llegado la hora
de que sea glorificado el Hijo del hombre» (Jn 12,23). ¿Ves cómo sabía que
su propia cruz era gloria para él?13. Si Isaías, al ser aserrado14, no cree
que eso sea vergonzoso, Cristo, que muere por el mundo, ¿lo considerará un
oprobio? «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre» (Jn
12,23): no porque antes careciese de gloria. Pues había sido glorificado «con
la gloria que tenía a tu lado (en frase deJesús) antes que el mundo fuese» (Jn
17,5; cf. 17,24). Pero desde la eternidad era glorificado como Dios; ahora, sin
embargo, era glorificado en la corona del sufrimiento. No perdió su vida sin
que lo quisiese ni fue muerto desprovisto de su fuerza, sino voluntariamente.
Escucha lo que dice: «Tengo poder para darla (la vida) y poder para recobrarla
de nuevo» (Jn 10,18). Cedo ante los enemigos voluntariamente, pues, si no
quisiera, no se realizaría. Llegó a la pasión por su voluntad libre,
alegrándose de la obra eximia y más todavía por la corona que habría de
recibir y por la salvación de los hombres. Al no avergonzarse ante la cruz,
llevaba la salvación a todo el orbe. Y no era un hombre vil el que sufría,
sino Dios hecho hombre luchando por el premio a su obediencia.
El
Mesías sufriente, nueva enseña ante los gentiles
7.
Pero los judíos están en contra, siempre preparados para la contradicción y
tardos para creer. Por eso decía el profeta que se ha leído15: «Señor,
¿quién ha dado crédito a nuestra predicación?» (Is 53,1). Creen los persas,
pero no creen los hebreos. «Los que ningún anuncio recibieron de él, le
verán, y los que nada oyeron, comprenderán» (Rm 15,21, tomado de Is 52,15). Y
los que reflexionan sobre ello, rechazarán aquello en lo que piensan. Nos
replican y dice: ¿Es que acaso sufre Dios? ¿Y no hubo fuerzas humanas mayores
que la misma fuerza del Señor? Leed las Lamentaciones: quejándose de vosotros
Jeremías, escribió en ellas cosas verdaderamente dignas de lamentar. Vio
vuestra perdición y contempló vuestra caída. Se lamentaba de la Jerusalén
antigua, pues por la que ahora existe no habrá llantos16. Aquella crucificó al
Mesías, pero la presente lo adora. En las Lamentaciones se dice: «Nuestro
aliento vital, Cristo el Señor, quedó preso en nuestra corrupción»17. ¿Pero
acaso estoy usando expresiones imaginarias? El texto habla de Cristo el Señor,
hecho prisionero por los hombres. ¿Qué sucederá entonces? Dímelo, profeta. Y
responde: «¡A su sombra viviremos entre las naciones!» (Lm 4,20b). Pero
señala que la gracia de la vida ya no estará en Israel, sino entre los
genliles.
Escuchar
y averiguar los testimonios de la Pasión en las Escrituras
8.
Pero como ellos nos contradicen de múltiples maneras, vamos, aunque sea
brevemente, a exponer, con la gracia del Señor, algunos testimonios de la
pasión. Porque todo lo que atañe a Cristo ha quedado escrito: nada es ambiguo
ni ha quedado nada sin consignar; todo ha quedado escrito en los testimonios de
los profetas, y no en tablas de piedra, sino claramente descrito por el
Espíritu Santo. Así pues, cuando oyeres el relato evangélico sobre las
acciones de Judas, ¿acaso no debes prestar atención a este testimonio? Oíste
que el costado de Cristo fue atravesado por una lanza. ¿No deberás examinar
que también eso está escrito? (Jn 19,24-37). Oíste que fue crucificado en el
huerto. ¿No deberás comprobar que eso ha quedado escrito? (Jn 19,41). Oíste
que fue vendido en treinta monedas de plata. ¿No escucharás al profeta que
habló de ello (cf. Mt 26,15 y Zac 11,12b). Oíste que le fue dado a beber
vinagre. Aprende también dónde está esto escrito (cf.Jn 19,29 y Sal 69,22b).
Oíste que el cuerpo fue sepultado dentro de una roca tapada con una piedra (Mt
27,60). ¿No aceptarás el testimonio del profeta sobre este asunto (cf. Is
53,9)? Oíste que fue crucificado entre ladrones (Mt 27,38). ¿No debes
enterarte también de si eso estaba escrito18? Oíste que fue sepultado (Mt
27,59-60). ¿No deberás averiguar si en algún lugar se escribió acerca de su
sepultura (Is 53,9)? Oíste que resucitó. ¿No deberás investigar si te
engañamos con estas enseñanzas? Aunque «mi palabra y mi predicación no
tuvieron nada de los persuasivos discursos de la sabiduría» (1 Cor 2,4). No se
construyen aquí artificios sofistas19, sino que más bien se deshacen. No se
trata de una guerra de palabras, que a veces se revelan inútiles, sino que
«predicamos a un Cristo crucificado» (I Cor 1,23), la cual cosa había sido
predicada anteriormente por los profetas. Y ahora tú, al acoger estos
testimonios, séllalos en tu corazón. Pero, al ser muy numerosos y carecer
ahora de más tiempo, séanos permitido en este momento que escuches algunas
cosas que tienen mayor importancia. Entiende tú nuestra argumentación y
tómate el trabajo de averiguar lo demás. Y que tu mano no esté tendida sólo
para recibir, sino también para actuar (vid. tal vez Eclo 4,31). Dios todo lo
gratifica. «Si alguno de vosotros está a falta de sabiduría, que la pida a
Dios, que da a todos generosamente» (Sant 1,5), y la recibirá de él. El cual,
movido por vuestras súplicas, nos conceda, a los que os hablamos, poderlo hacer
y, a vosotros que escucháis, creer20.
Datos
sobre la traición de Judas
9.
Busquemos, por consiguiente, los testimonios acerca de la pasión de Cristo.
Hemos decidido no hacer una exposición puramente contemplativa de las
Escrituras, sino más bien convencernos, mediante datos ciertos, de aquellos que
creemos. Antes recibiste los testimonios acerca de la venida de Jesús21.
También está escrito que caminó sobre el mar (Sal 77,20: «¡Por el mar iba
tu camino!»;Job 9,8b: «Holló la espalda de la Mar») y has recibido el
testimonio de diversas curaciones. Comenzaré, pues, por el principio de la
Pasión: Judas fue traidor, llegó como adversario y allí estuvo hablando de
modo pacífico mientras maquinaba hostilidades. Dice de él el Salmista: «Mis
amigos y compañeros se apartan de mi llaga, mis allegados a distancia se
quedan» (Sal 38,12). Y también: «Sus palabras, más suaves que el aceite, son
espadas desnudas» (Sal 55,22), o: «¡Salve, Rabbí!» (Mt 26,49). En ese
momento entregó al Maestro a la muerte sin tener en cuenta la advertencia de
quien decía: «¡Judas, con un beso entregas al Hijo del hombre!» (Lc 22,48).
Es como si le reprendiera con esto: «Acuérdate de tu nombre», pues Judas
significa «confesión». Hiciste un pacto, recibiste la plata. «¡Oh Dios de
mi alabanza, no te quedes mudo!22. Boca de impío, boca de engaño, se abren
contra mí. Me hablan con lengua de mentira, con palabras de odio me envuelven»
(Sal 109,1-3a). Pero ya oíste23 que estaban allí incluso algunos de los
principales sacerdotes y que fue maniatado ante las puertas de la ciudad. Ten en
cuenta lo que dice el salmo acerca del tiempo y el lugar: «Regresan a la tarde,
aullan como perros, rondan por la ciudad» (Sal 59,7.15).
10.
Escucha, pues, también acerca de las treinta monedas de plata: «Yo les dije:
"Si os parece bien, dadme mi jornal; si no, dejadlo"» (Zac 11,12), y
lo que sigue24. A mí me debéis25 la gracia de la curación de los ciegos y de
los cojos. Y es otra la que recibo: en lugar de agradecimiento, ultraje; en
lugar de adoración, injuria. Ves cómo la Escritura conoció con antelación el
futuro: «Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos de plata» (Zac 11,12). ¡Oh
palabra profética de literal precisión! ¡Oh sabiduría inmensa y certera del
Espíritu Santo! Pues no dijo diez ni veinte, sino expresa y exactamente
«treinta», como en realidad fueron. Di también, profeta, a dónde fue a parar
esta paga. El que la recibió, ¿la retendrá o la habrá de devolver? Y,
después de devolverla, ¿adónde caerá él? Dice, en efecto, el profeta:
«Tomé, pues, los treinta siclos de plata y los eché en la casa de Yahvé, en
el horno» (Zac 11,13). Compara el Evangelio con la profecía: «Entonces Judas,
... acosado por el remordimiento, dice, ... tiró las monedas en el Santuario;
después se retiró», etc. (Mt 27,3.5).
11.
Pero intento suprimir aquí una aparente ambiguedad26. Pues quienes rechazan a
los profetas argumentan que el profeta dice: «Los eché en la casa de Yahvé,
en el horno» (Zac 11,13). Y el Evangelio, en cambio: «Las vieron por el Campo
del Alfarero» (Mt 27,10). Pero atiende a cómo ambas cosas son verdad. Los
judíos, es decir, aquellos que entonces eran príncipes de los sacerdotes, al
ver que Judas se arrepentía y exclamaba: «Pequé entregando sangre inocente»
(27,4), replican: «A nosotros, ¿qué? Tu verás» (ibid.). ¿Nada tiene que
ver con vosotros, que lo crucificasteis? Que vea el que recibió y devolvió el
dinero del crimen. ¿Y nada tendréis que ver quienes lo habéis hecho? Después
dicen entre sí: «No es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque
son precio de sangre» (27,6). Vuestra boca os condena, puesto que el precio es
abominable y abominable es también el crimen: si cumples la justicia
crucificando a Cristo, ¿por qué no aceptas el precio? Pero nos preguntábamos:
¿Cómo es que no hay desacuerdo entre el evangelio que dice «Campo del
Alfarero» y el profeta que menciona «el horno»? En realidad, no sólo
disponen de horno quienes trabajan el oro ni sólo quienes trabajan con monedas,
sino que también los alfareros tienen un horno para el barro. Separan la tierra
más fina y la más espesa, colando la que se utilizará para separarla de los
guijarros y escogiendo abundante material moldeable, lo amasan a continuación
preparando así lo que se habrá de cocer. ¿De qué, pues, te asombras si el
evangelio habla, con mayor claridad, del «Campo del Alfarero», al tiempo que
el profeta pronunció su profecía de modo enigmático, siendo así que las
profecías se contienen a menudo en enigmas?
El
juicio y los escarnios de Jesús
12.
«Entonces le prendieron, se lo llevaron y le hicieron entrar en casa del Sumo
Sacerdote» (Lc 22,54). ¿Quieres saber y ver que también esto está escrito?
Dice Isaías: «¡Ay de aquellos que deliberaron depravadamente entre sí
diciendo: maniatemos al justo, porque nos resulta incómodo» (Is 3,9.10 LXX).
Ciertamente: «¡Ay de aquellos!». Veamos esto. Isaías fue partido en dos,
pero el pueblo recibió después la salud. Jeremías fue arrojado al lodo de la
cisterna (38,6), pero así se curó la herida de los judíos, porque, al ser un
pecado contra un hombre, era más leve. Pero los judíos no pecaron contra un
hombre, sino contra Dios hecho hombre. «¡Ay de ellos!». Pero, «maniatemos al
justo», decíamos. ¿No podrá desatarse a sí mismo, replicará alguno, el que
libró a Lázaro de las ataduras de una muerte ya de cuatro días? (Jn 11,39.44)
y el que dejó libre a Pedro de las cadenas de hierro de la prisión (Hech
12,7). Los ángeles se encontraban dispuestos diciendo: «Rompamos sus
coyundas» (Sal 2,3)27, aunque se abstienen de la violencia porque Dios quiso
sufrir esto. Fue conducido también a juicio entre los ancianos (Mt 26,57). De
ello tenía ya un testimonio: «Yahvé demanda en juicio a los ancianos de su
pueblo y a sus jefes» (Is 3,14).
13.
Pero al interrogarle el Sumo Sacerdote, se indigna al oír la verdad (Mt
26,62-63) y uno de los peores de sus servidores le da una bofetada. Aquel
rostro, que en otro momento había resplandecido como el sol (Mt 17,2), soportó
que unas manos inicuas lo quebrasen, y otros se acercaban escupiendo al rostro
de quien mediante la saliva había curado al ciego de nacimiento (Jn 9,6).
«¿Así pagáis a Yahvé, pueblo insensato y necio?» (Dt 32,6). Y el profeta,
asombrado, dice: «¿Quién dio crédito a nuestra noticia?» (Is 53,1)28. Es
cosa realmente increíble que Dios, el Hijo de Dios y el brazo de Yahvé29
estén expuestos a estas cosas. Pero, para que los que se salvan no rehúsen
creer en esto, el Espíritu Santo lo predice de la persona de Cristo cuando
éste exclama (pues él era el que entonces hablaba y más tarde se hizo
presente): «Ofrecí mis espaldas a los que me golpeaban» (Is 50,6)30. Y Pilato,
una vez flagelado, lo entregó para ser crucificado (Mc 15,15): «Ofrecí... mis
mejillas a los que mesaban mi barba. Mi rostro no hurté a los insultos y
salivazos» (Is 50,6). Como si dijera: previendo que me habían de golpear, ni
siquiera torcí la mejilla levemente. ¿Cómo fortalecería a los discípulos
ante la muerte que debía arrostrar por la verdad si yo mismo me aterrorizaba
por ella? Yo había dicho: «El que ama su vida, la pierde» (Jn 12,25). Si yo
amase la vida, ¿cómo daría lecciones sin hacer lo que enseño? Por
consiguiente, él, siendo Dios, soportó sufrir estas cosas de parte de los
hombres para que nosotros los hombres no nos avergonzásemos luego de sufrir de
los hombres cosas tales por su causa. Ves que estas cosas han sido ampliamente
predichas por los profetas. Pero, como antes dije, muchos testimonios de la
Escritura los pasamos por alto a causa del poco tiempo disponible. Pero si
alguien lo investiga todo cuidadosamente, ninguna de las cosas referentes a
Cristo quedará sin su correspondiente testimonio.
Ante
Pilato y Herodes
14.
Maniatado llegó de Caifás hasta Pilato. ¿Acaso no estaba también esto
previamente escrito? «Y, atándolo, lo llevaron como presente al rey Jarim»
(Os 10,7 LXX)31. Pero alguno de vosotros argüirá molesto: «Pilato no era rey
(omitiendo además bastantes otros detalles). ¿Cómo, pues, «atándolo, lo
llevaron como presente al rey Jarim»? Pero lee el Evangelio: «Al oír Pilato
que él era de Galilea, ... le remitió a Herodes»32. Herodes era entonces rey
y se encontraba en Jerusalén (cf. Lc 23,7). Y observa la aplicada diligencia
del profeta, pues dice que fue enviado en lUgar de regalos, porque «aquel día
Herodes y Pilato se hicieron amigos, pues antes estaban enemistados» (Lc
23,12). Era oportuno que el que había de llevar la paz a la tierra y cielo
pacificase, como primeros de todos, a quienes a él le condenaban. Pues era el
mismo Señor, «que reconcilia los corazones de los príncipes de la tierra»
(Job 12,24)33. Acepta las precisiones y el testimonio auténtico de los
profetas.
Más
sobre el juicio de Jesús
15.
Admira al Señor a quien juzgan. Aceptó ser llevado por los soldados y que
diesen vueltas a su alrededor mientras Pilato estaba «sentado en el tribunal»
(Mt 27,19). El, que está sentado a la derecha del Padre, estaba en pie mientras
era juzgado. El pueblo por él liberado de la tierra de Egipto, y tantas otras
veces de otros lugares, vociferaba contra él: «¡Crucificalo,crucificalo!» (Jn
19,6). ¿Por qué así, oh judíos? Ante esto, el profeta exclama estupefacto:
«¿Contra quién abrís la boca y sacáis la lengua?» (Is 57,4). El Señor
mismo relata en los profetas: «Se ha portado conmigo mi heredad como un león
en la selva: me acosaba con sus voces; por eso la aborrecí» (Jer 12,8). No la
expulsé yo, sino que ellos me expulsaron a mí. Por eso digo consecuentemente:
«He abandonado mi casa»34.
La
actitud del Siervo durante el juicio
16.
Juzgado, callaba, de modo que Pilato estaba padeciendo y decía: «¿No
respondes nada? ¿Qué es lo que estos atestiguan contra ti?» (Mt 26,62). No
porque conociera al que estaba siendo juzgado, sino porque temía qué
significado tendría para él el sueño de su mujer (Mt 27,19). Y Jesús
callaba. Dice el salmista: «Soy como hombre que no oye, ni tiene réplica en
sus labios» (Sal 38,15). Y, además: «Mas yo como un sordo soy, no oigo, como
un mudo que no abre la boca» (38,14; cf. Is 53.7). También esto lo has oído,
si recuerdas.
17.
Pero los soldados a su alrededor se burlan de él. El Señor es para ellos
objeto de escarnio y de él se hace mofa. «Me ven y menean su cabeza» (Sal
109,25). Se vislumbra el reino en imagen: se burlan, pero doblan su rodilla (Mt
27,29); unos soldados lo clavan a la cruz, pero antes le colocan un manto de
púrpura (27,28) y una corona sobre su cabeza. ¿De qué es, sino de espinas?
(27,29). Es proclamado rey de todo por los soldados. También fue oportuno que
Jesús fuese coronado en figura por los soldados, de manera que por eso dice la
Escritura en el Cantar de los Cantares: «Salid a contemplar, hijas de Sión, a
Salomón el rey, con la diadema con que le coronó su madre» (Cant 3,11).
Aquella corona era un misterio, pues era la destrucción de los pecados y la
absolución de la sentencia de condenación.
La
maldición de la higuera
18.
Adán recibió la condena: «Maldito sea el suelo por tu causa... Espinas y
abrojos te producirá» (Gén 3,17.18). Por eso tomó sobre sí Jesús las
espinas, para deshacer la maldición; y por eso fue sepultado en tierra, para
que la tierra que había sido maldecida recibiese bendición en lugar de
maldición. En el momento del primer pecado, se ciñeron unas hojas de higuera (Gén
3,7). Por eso Jesús puso fin a los signos con una higuera. Pues, cuando tenía
que marchar a la pasión, hirió a la higuera con una maldición (cf. Mt 24,32
ss). No se refirió a toda higuera, sino a aquella sola diciendo en imagen:
«¡Que nunca jamás coma nadie fruto de ti!» (Mc 11,14): quede deshecha la
condena. Y en la época en que las higueras se revisten de hojas es precisamente
cuando no hay alimentos. ¿Quién ignora que en tiempo de invierno la higuera no
da frutos, sino que sólo tiene hojas? ¿Es que Jesús ignoraba lo que todos
sabían? No, sabe de qué va y viene buscando, aunque sin desconocer que no
encontrará nada, extendiendo su maldición sólo a las hojas35.
Jeremías,
imagen de Jesús despreciado
19.
Una vez que nos hemos acercado a las cosas del paraíso, admiro ciertamente la
verdad de las figuras36. En el paraíso se produjo la caída, y en el huerto la
salvación; del árbol vino el pecado, pero hasta el árbol37 llegó el pecado;
a la tarde, cuando el Señor iba caminando, buscaron escondite (Gén 3,8), y es
por la tarde cuando el ladrón es introducido por el Señor en el paraíso (Lc
23,43). Pero alguno me dirá: piensa, a ver si me puedes mostrar por los
profetas el leño de la cruz, pues no asentiré si no me muestras un testimonio
profético. Pues bien, escucha a Jeremías y convéncete: «Y yo que estaba como
cordero manso llevado al matadero, sin saber...» (Jer 11,19). Lee, además,
esta pregunta que, como dije, hace Jesús: «¿No sabéis que dentro de dos
días es la Pascua; y el Hijo del hombre va a ser entregado para ser
crucificado?» (Mt 26,2)38. ¿Era acaso él quien lo ignoraba? «Y yo que estaba
como cordero manso llevado al matadero, sin saber...» (Jer ibid.). Pero,
¿cuál es la señal? Entiéndase a Juan Bautista cuando dice: «He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Jn 1,29). ¿Acaso él, que
conoce los pensamientos, ignoraba los acontecimientos? ¿Y qué es lo que
dijeron?: «... contra mí tramaban maquinaciones: "Queremos poner madera
en su pan"» (Jer 11,19b LXX)39. Si Dios te considera digno de ello, más
tarde conocerás que su cuerpo mostraba, según el evangelio, la figura del pan.
Así pues, «venid, queremos poner madera en su pan, borrémoslo de la tierra de
los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse»40. La vida no se destruye. ¿Por
qué os fatigáis con un trabajo inútil? Vuestro proyecto es vano. ¡Sea su
nombre bendito para siempre, que dure tanto como el sol! (Sal 72,17). Y que la
vida estaba colgada en el madero, lo dice Moisés lamentándose: «tu vida
estará ante ti como pendiente de un hilo, tendrás miedo de noche y de día, y
ni de tu vida te sentirás seguro» (Dt 28,66). Y lo que se leyó hace poco:
«¿Quién dio crédito a nuestra noticia?» (Is 53,1).
La
salvación desde el leño de la cruz
20.
Esta figura la ilustró Moisés crucificando a la serpiente, para que quien
hubiera sido mordido por una serpiente viva, al mirar la serpiente de bronce,
consiguiese, por creer, la salvación (Núm 21,4-9). Y si la serpiente de bronce
crucificada concede la salvación, ¿no otorgará la salvación el Hijo de Dios
clavado a la cruz? Por un leño viene siempre la salvación. En tiempos de Noé,
por un arca de madera se conservó la vida (Gén 7,23). Y cuando Moisés
extendió su vara sobre el mar, que se retiró por reverencia hacia el que lo
tocaba (Ex 14,16-21). Y si Moisés tanto pudo con su cayado, ¿será ineficaz la
cruz del Salvador? Dejo a un lado, en honor a la brevedad, otras muchas figuras.
Sin embargo, volvió dulce el agua en su momento (Ex 15,25), y del costado de
Cristo brotó el agua en el madero (Jn 19,34)41.
Más
sobre el agua y la sangre del costado
21.
El primero de los signos de Moisés es el agua y la sangre. Y este primero de
todos fue el último de los signos de Jesús. En primer lugar, Moisés
transformó el río en sangre (Ex 7,20) y Jesús, por último, hizo brotar desde
el costado agua con sangre. Quizá a causa de las dos voces, de una parte la de
quien le juzgaba, y de otra la de quienes cruelmente gritaban. O, quizá, por
causa de los que creyeran o de los incrédulos. Pues mientras Pilato decía:
«Soy inocente», otros vociferaban: «su sangre sobre nosotros...» (Mt
27,24.25). Ambas cosas brotaron de su costado: el agua, quizá en referencia al
juez, y la sangre teniendo en cuenta a los que gritaban. Pero también puede
entenderse así: la sangre para los judíos, el agua para los cristianos. Para
aquellos, insidiosos, la condenación por la sangre derramada; para ti, que
ahora crees, la salvación por el agua. Nada ha sucedido en vano. Nos han
transmitido los intérpretes de la Escritura42, nuestros Padres, otra
explicación del asunto: en los evangelios se habla de una doble fuerza del
bautismo de salvación. Una, a través del agua, que se concede a los que son
iluminados43, y otra que en tiempo de persecución se da a los mártires
mediante su propia sangre. Brotaron del costado del Salvador sangre y agua que
confirman la gracia de la confesión hecha por Cristo44 tanto en el bautismo
como en épocas de martirio. Pero también hay otra causa de aquello del
costado. Principio y cabeza del pecado fue la mujer, que fue formada de un
costado. Pero una vez que vino Jesús, para otorgar el perdón a la vez a
hombres y mujeres, el costado fue traspasado en las mujeres con el fin de
deshacer el pecado.
Gloriarse
en la cruz
22.
Pero si alguien profundiza más, encontrará también otras causas, aunque baste
lo dicho tanto por la escasez de tiempo como por no cansar vuestros oídos,
aunque nunca se debe experimentar cansancio de oír los triunfos del Señor,
sobre todo, en este Gólgota tres veces santo, pues algunos sólo oyen, pero
nosotros también vemos y tocamos45. Que nadie se canse. Con la misma cruz toma
las armas contra los adversarios. Haz de la fe en la cruz el estandarte contra
los contradictores. Cuando tengas que discutir sobre la cruz contra los que no
creen, haz antes con la mano la señal de la cruz y callará el enemigo. No te
avergüences de confesar la cruz. Pues en ella se glorían los ángeles
diciendo: «Sé que buscáis a Jesús, el Crucificado» (Mt 28,5). ¿Es que
acaso no podías, oh ángel, decir: «Sé a quien buscáis, a mi Señor». Pero
«yo, dice sin embargo con confianza, lo he conocido crucificado». La cruz es,
pues, triunfo y no ignominia.
En
el Crucificado está la salvación
23.
Por lo demás volvamos a lo que queríamos mostrar por los profetas. El Señor
fue crucificado y has recibido los testimonios. Ves el lugar del Gólgota...46.
Aclamas asintiendo a lo que se dice: mira de no negarlo en alguna ocasión en
época de persecución. Que la cruz no sea para ti alegría sólo en tiempo de
paz: ten la misma fe en época de persecución, que no ocurra que seas amigo de
Jesús en tiempo de paz y enemigo en tiempo de dificultades. Ahora recibes el
perdón de tus pecados y las gracias generosas del regalo espiritual del Rey.
Cuando estalle la guerra, combate esforzadamente por tu rey. Jesús, que nada
había pecado, ha sido crucificado por ti. ¿Y no te dejarás tú crucificar por
aquel que por ti fue clavado a la cruz? No eres tú quien da la gracia, pues
primero la recibiste tú. Lo que haces es devolverla pagando la deuda al que en
el Gólgota fue crucificado por ti. Pero Gólgota significa «Lugar de la
Calavera» (cf. Jn 19,17). ¿Quiénes pusieron, proféticamente, a aquel lugar
el nombre de Gólgota, en el que Cristo cabeza padeció la cruz? Como dice el
Apóstol: «El es imagen de Dios invisible» (Col 1,15) y, un poco más abajo,
«El es también la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia» (1,18) y, a su vez: «la
cabeza de todo varón es Cristo» (I Cor 11,3) y también, «es la Cabeza de
todo Principado y de toda Potestad» (Col 2,10). La Cabeza padeció en el
«Lugar de la Calavera». ¡Oh nombre grande y lleno de sentido profético! Pues
casi el nombre mismo te advierte como diciendo: no te fijes en el crucificado
como un simple hombre. Pues es «Cabeza de todo Principado y toda Potestad». Es
«Cabeza de toda Potestad» el que ha sido clavado a la cruz y que tiene al
Padre por cabeza: pues «la cabeza del hombre es Cristo... y la cabeza de Cristo
es Dios» (1 Cor 11,3).
Otros
detalles de la Pasión predichos por los profetas
24.
Cristo fue, pues, crucificado por nosotros. El juicio se celebró de noche y en
un ambiente frío, motivo por el que encendieron unas brasas (Jn 18,18). Fue
crucificado a la hora tercia (Mc 15,25). Desde la hora sexta hubo tinieblas
hasta nona (Mt 27,45). Y de nuevo hubo luz desde la hora nona. ¿Acaso también
estas cosas están escritas? Busquemos. Dice, pues, Zacarías: «Aquel día no
habrá ya luz, sino frío y hielo (por aquello de que Pedro se calentaba). Un
día único será, conocido sólo de Yahvé» (Zac 14,6-7). ¿Qué pasa? ¿No
conoció acaso otros días? Pero «éste es el día que hizo Yahvé» (Sal
118,24), el de la paciencia del Señor, «conocido sólo de Yahvé; no habrá
día y luego noche» (Zac 14,7). ¿Cuál es el enigma que narra el profeta?
Aquel día no consta de día y noche. ¿Cómo lo llamaremos? El Evangelio lo
interpreta con su narración. «No habrá día». Pues el sol no brilló, como
acostumbra, de oriente a occidente, sino que desde la hora sexta hasta la hora
nona hubo tinieblas a mitad del día. Hubo, pues, tinieblas de por medio. Pero
Dios había llamado a las tinieblas «noche». Por tanto, no había distinción
entre día y noche: ni la luz era total, de modo que se llamase «día», ni
podía llamarse «noche» porque todo fuese tinieblas, sino que el sol brilló
después de nona. Esto lo anuncia el profeta, pues después que dijo «no habrá
día y luego noche» (14,7), añade: «a la hora de la tarde habrá luz» (ibid.).
¿Te das cuenta de lo acertado de la palabra de los profetas y de la verdad de
las cosas predichas?
25.
Pero, ¿quieres saber exactamente la hora en que el sol se oscureció, hora
quinta, octava o décima? Díselo claramente, oh profeta, a los judíos
incrédulos: ¿Cuándo se ocultó el sol? Dice, en efecto, el profeta Amós:
«Sucederá aquel día—oráculo del Señor Yahvé—que yo haré ponerse el
sol a medio-día» (se hicieron tinieblas desde la hora sexta), «y en plena luz
del día cubriré la tierra de tinieblas» (Am 8,9). ¿Cuál es esta
distribución del tiempo, oh profeta, y cuál es el día?: «Trocaré en duelo
vuestra fiesta» (Am 8,10). De hecho, esto estaba sucediendo en los ácimos y en
la fiesta de la Pascua (Mc 14,1). Y dice después: «Lo haré como duelo de hijo
único y su final como día de amargura» (Am 8,10c). En el día, pues, de los
Acimos y en la fiesta de las mujeres se lamentaban y lloraban (Lc 23,27),
mientras los apóstoles, ocultos, estaban deshechos de dolor. Admirable es,
pues, la profecía.
El
manto y la túnica
26.
Pero, dirá alguno, dame otro signo. ¿Qué otra nota hay característica de
todo esto?Jesús fue crucificado. El se servía de una túnica y de un manto.
Pero los soldados se repartieron el manto tras dividirlo en cuatro partes. Sin
embargo, la túnica no la rasgaron porque, partida de ese modo, para nada
hubiera servido, sino que los soldados se la echaron a suertes entre ellos (Jn
19,23-24). Se reparten el manto y echan a suertes la túnica. ¿No estaba
también eso escrito? Pues bien, los afanosos salmistas de la Iglesia47, que
imitan a los ejércitos angélicos, lo saben y celebran a Dios con alabanzas
continuas. Quienes son considerados dignos de esto, salmodien en este santo
Gólgota48 y digan: «Repártense entre sí mis vestiduras y se sortean mi
túnica» (Sal 22,19). Aquel sorteo fue el sorteo de los soldados.
La
capa púrpura
27.
Cuando estaba siendo juzgado por Pilato, estaba vestido de rojo, lo cubrieron
con un manto de púrpura (/Mt/27/28). ¿También está escrito esto? Dice
Isaías: «¿Quién es ése que viene de Edom, de Bosrá, con ropaje teñido de
rojo?» (Is 63,1). Como queriendo decir: ¿quién es éste que es vestido de
púrpura para avergonzarlo? Pues a eso suena Bosrá entre los hebreos49.
«Y,
¿por qué está de rojo tu vestido, y tu ropaje como el de un lagarero?»
(63,2). Y responde diciendo: «Alargué mis manos todo el día hacia un pueblo
rebelde que sigue un camino equivocado en pos de sus pensamientos» (Is 65,2).
La
cruz de Cristo y su eficacia salvadora
28.
Extendió sus manos en la cruz para abarcar los confines del mundo. Pues el
lugar central de la tierra está aquí, en el Gólgota. Y no es palabra mía,
sino del profeta que dice: «Autor de salvación en medio de la tierra» (Sal
74,12). Extendió sus manos humanas, con la sola ayuda de las cuales y con su
mente tras ellas dio consistencia al cielo (cf. Sal 33,óa). Fueron fijadas con
clavos para que, clavados al leño y aniquilados los pecados de los hombres que
su humanidad llevaba cargados sobre sí, a la vez muriese el pecado y
resucitásemos nosotros en la justicia50. Pues como por un hombre vino la
muerte, también por un hombre vino la vida (cf. Rom 5,12-21): por un hombre, el
Salvador, que padeció la muerte voluntariamente. Acuérdate de aquello: «Tengo
poder para darla (la vida) y poder para recobrarla de nuevo» Un 10,18).
El
carisma profético de Israel, viña estéril, en la Iglesia
29.
El soportó estas cosas al haber venido a salvar a todos. Pero el pueblo se lo
pagó de mala manera. DiceJesús: «Tengo sed» (Jn 19,28), él, que de una
áspera roca les dio agua (Ex 17,1-7) y exige los frutos de la viña que plantó
(Jer 2,21; Is 5,2). Pero, ¿de qué viña? Por su naturaleza, sería la que
existía desde los santos Patriarcas, pero es en realidad la que, por la
tentación, proviene de Sodoma la que le alcanza al Señor sediento el vinagre
mediante una esponja empapada y puesta en una caña (cf. Jn 19,29). Se cumple
así aquello de: «Porque su viña es viña de Sodoma y de las plantaciones de
Gomorra» (Dt 32,32a)51. Y también: «Veneno me han dado por comida52, en mi
sed me han abrevado con vinagre» (Sal 69,22). Ves la perspicacia de la
predicción profética. ¿Y cómo fue la hiel que pusieron en mi boca? «Le
daban, dice, vino con mirra» (Mc15,23). Mirra, con sabor a hiel y un poco
amarga53. «¿Así pagáis al Señor?» (Deut 32,6). ¿Es esto lo que ofreces,
viña, al Señor? Ya se quejaba justamente de vosotros Isaías, diciendo: «Una
viña tenía mi amigo en un fértil otero» (Is 5,1)54. Y, por abreviar:
«Esperó, dice, que diese uvas» (5,2). Tuve sed y quise que diese vino, «pero
dio espinas55. Ya ves la corona con la que he sido redimido. ¿Qué es lo que
haré después? (ch. Is 5,5): «A las nubes prohibiré llover sobre ella»
(5,6). Ya no tiene nubes, es decir, ya no tiene profetas, pues es en la Iglesia
donde luego han estado los profetas, como dice Pablo: «En cuanto a los
profetas, hablen dos o tres, y los demás juzguen» (1 Cor 14,29). Y además:
«El mismo (Cristo) dio a uno el ser apóstoles; a otros, profetas» (Ef
4,11)56. Profeta era Agabo, que se ató de manos y pies (Hech 21,10-11).
Jesús,
ultrajado en la cruz, entre los dos ladrones
BUEN-LADRON:
30. Sobre los ladrones que fueron crucificados con él (cf. /Lc/23/32) se ha
dicho: «Con los rebeldes fue contado» (Is 53,12). Uno y otro57 fueron al
principio inicuos, pero uno dejó de serlo. Pero el otro despreció las leyes
hasta el final, sin humillarse para su salvación, pues estando clavado de
manos, su lengua todavía blasfemaba. Los judíos movían sus cabezas injuriando
al crucificado y cumpliendo lo que estaba escrito. «Me ven y menean su cabeza»
(Sal 109,25; cf. Mt 27,39 ss; Lc 23,39-43). De él se hacía burla juntamente
con los otros, pero uno de ellos increpaba al otro: para él coincidieron el fin
de su vida y el comienzo de su enmienda. Entregó su alma y recibió, antes que
otros, la salvación. Tras reprender a su compañero, dijo: «Jesús, acuérdate
de mí» (Lc 23,42), mis palabras se dirigen a ti. Déjalo a él, pues están
ciegos los ojos de su mente, pero «de mí, acuérdate». No digo que te
acuerdes de mis obras, pues de ellas tengo miedo. Todo hombre suele unirse
amablemente a quien es su compañero de camino. Soy compañero tuyo en el camino
hacia la muerte: acuérdate de mí, que soy tu compañero. No digo: ahora
«acuérdate de mí», sino «cuando vengas con tu Reino» (ibid.).
La
misericordia para con el «buen ladrón»
31.
¿Qué energía, oh ladrón, te iluminó? ¿Quién te enseñó a adorar al que
había sido ultrajado y crucificado contigo? ¡Oh luz eterna, que ilumina a los
que yacen en tinieblas (vid. Lc 1,79)! Oyó, desde luego, justamente: «Confia»58.
No porque tus obras deban ser la base de tu confianza, sino porque ahí hay un
rey dispuesto a agraciarte. Era una petición de algo muy lejano, pero la gracia
llegó muy rápidamente: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso»
(Lc 23,43), puesto que hoy has oído mi voz y no has endurecido tu corazón (Sal
94,8). Con mucha prontitud pronuncié sentencia contra Adán. Y con mucha
prontitud te perdono. A él se le dijo: «El día que comieres de él, morirás
sin remedio» (Gén 2,17). Tú, en cambio, hoy has dado oídos a la fe, y hoy
recibirás la salvación. Por un árbol cayó él, y tú eres introducido, por
medio de un árbol, en el paraíso. No temas a la serpiente, pues no te
expulsará: ella ya cayó del cielo (cf. Lc 10,18). Tampoco te digo: hoy
partirás, sino «confía: hoy estarás conmigo en el paraíso», no serás
rechazado. No temas a la espada de fuego (cf. Gén 3,24), pues ella es la que
teme al Señor. ¡Oh gracia inmensa e inefable! No ha entrado todavía Abraham
el creyente, y ya entra el ladrón. Todavía no han entrado Moisés y los
profetas, pero sí entra el ladrón. Antes que tú, se admiró de esto Pablo
diciendo: «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Los que
han soportado el calor (cf. Mt 20,12) todavía no han entrado, pero sí ha
entrado el que llegó a la hora undécima (20,6). Nadie murmure contra el
dueño, que dice: «Amigo, no te hago ninguna injusticia... ¿Es que no puedo
hacer con lo mío lo que quiero?» (20,13.15). Quiere el ladrón hacer obras
justas, pero la muerte le tiene preocupado. No me fijo tanto en las obras, sino
que acepto tu fe. Estoy recogiendo los lirios; ven, que te apaciente en los
huertos (cf. Cant 6,2). He encontrado a la oveja perdida y la llevo sobre mis
hombros (Lc 15,5). Realmente cree, puesto que ha dicho: «Me he descarriado como
oveja perdida (Sal 119,176). Jesús, acuérdate de mi cuando vengas con tu
Reino» (Lc 23,42).
El
sacerdocio definitivo y eterno de Jesucristo
32.
Acerca de este huerto conté ya a mi esposa en el Cantar de los Cantares59,
diciéndole estas cosas: «Ya he entrado en mi huerto, hermana mía, novia» (Cant
5,1). De hecho, donde fue crucificado había un huerto (Jn 19,41). Y, ¿qué
deduces de ahí? Que «he tomado mi mirra con mi bálsamo» (Cant 5,1), lo cual
se cumple cuando bebe vino mirrado y vinagre (Jn 19,29 par.), y, después de
tomarlos, dice: «Todo está cumplido» (Jn 19,30). El misterio ha llegado a su
plenitud. Se ha cumplido lo que estaba escrito. Los pecados han sido disueltos,
pues, «al llegar Cristo como Sumo Sacerdote de los bienes futuros, a través de
una Tienda mayor y más perfecta, no fabricada por mano de hombre, es decir, no
de este mundo. Y penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de
machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una
redención eterna. Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y la ceniza
de vaca santifica con su aspersión a los contaminados, en orden a la
purificación de la carne, ¡cuanto más la sangre de Cristo...!» (Hebr
9,11-14). Y, por otra parte: «Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para
entrar en el santuario60 en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo
y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir de su
propia carne...» (Hebr 10,19-20). Y ya que la carne, su propio velo, fue
afectada por el deshonor, por eso el velo del templo, que era figura del futuro,
se rasgó, según está escrito: «En esto, el velo del Santuario se rasgó en
dos, de arriba abajo» (Mt 27,51). Y nada absolutamente quedó de él. Y puesto
que el Señor dijo: «Se os va a dejar desierta vuestra casa» (Mt 23,38), la
misma casa quedó destruida61.
Cristo
se entrega al Padre
33.
Estas cosas las soportó el Salvador, «pacificando, mediante la sangre de su
cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos» (Col 1,20). Pues éramos
enemigos de Dios por el pecado, y Dios decidió que era oportuno que el pecador
muriese. Era, pues, necesaria una de estas dos cosas: o bien que Dios,
consecuentemente, hiciese perecer a todos, o bien que con su clemencia anulase
la sentencia dictada. Observa, sin embargo, la sabiduría de Dios: guardó tanto
la firmeza de la sentencia como la eficacia de la bondad. Cristo, «sobre el
madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros
pecados, viviéramos para la justicia» ( I Pe 2,24; cf. Is 53, 12; 2 Cor 5,21;
Rom 6,11.18). No es que careciera de valor el que por nosotros moría: no era
una oveja de las que se ven, ni tampoco era sólo un hombre, ni simplemente un
ángel. Era Dios hecho hombre. No era tan grande la iniquidad de los pecadores
como la justicia de aquel que por nosotros moría62. No pecamos tanto como
sobresalió por su justicia aquel que por nosotros entregó su vida, que la
entregó cuando quiso y la recobró de nuevo cuando quiso (Jn 10,18). ¿Quieres
saber cómo no entregó su vida coaccionado o forzadamente, y que no entregó su
espíritu contra su voluntad? Se dirigió al Padre diciendo: «Padre, en tus
manos pongo mi espíritu» (Lc 23,46; cf. Sal 31,6), por decirlo yo ahora
brevemente, «y, dicho esto, expiró», pero no se mantuvo así largo tiempo,
pues rápidamente resucitó de entre los muertos.
Muerte
y sepultura
34.
Se eclipsó el sol (Lc 23,44) a causa del «sol de justicia» (Mal 3,20)63,
«las rocas se hendieron» (Mt 27,51) a causa de la roca inteligibles, «se
abrieron los sepulcros» (Mt 27,52) y los muertos resucitaron (52b) por causa de
aquel que estaba libre entre los muertos, dejó libres a los «cautivos de la
fosa en la que no hay agua» (Zac 9,11). No te avergüences, pues, del
crucificado, sino di tú también con confianza: «¡Y con todo eran nuestras
dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!... y con sus
cardenales hemos sido curados» (Is 53,4.5). No seamos desagradecidos hacia el
bienhechor. Y, además: «Por las rebeldías de su pueblo ha sido herido; y se
puso su sepultura entre los malvados y con los ricos su tumba» (53,8-9). Por
eso dice Pablo claramente: «Que Cristo murió por nuestros pecados según las
Escrituras, y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras»
(1 Cor 15,3-4).
El
sepulcro excavado en roca
35.
Pero queremos conocer claramente dónde fue sepultado. ¿Se construyó acaso un
sepulcro? ¿Destaca del suelo como las sepulturas regias? ¿Se ha hecho un
monumento con piedras adosadas unas a otras? ¿Qué se le puso encima? Hacednos,
profetas, la descripción del sepulcro y decidnos dónde fue colocado el cuerpo
y dónde lo habremos de buscar. Y ellos responden: «Reparad en la peña de
donde fuisteis tallados, y en la cavidad de pozo de donde fuisteis excavados» (Is
51,1). Tienes en los Evangelios: «En un sepulcro excavado en la roca» (Lc
23,53), «en un sepulcro que estaba excavado en roca» (Mc 15,46). ¿Y, además,
qué? ¿Cuál es la puerta del monumento? Hay, por otra parte, otro profeta que
dice: «Sofocaron mi vida en una fosa y echaron piedras sobre mí» (Lam. 3,53).
Yo, la «piedra angular, elegida, preciosa» (1 Pe 2,6), estoy escondido entre
la piedra por poco tiempo; «piedra de escándalo» para los judíos (1 Pe 2,8)
y de salvación para los que creen. Así pues, el árbol de la vida está
plantado en la tierra, para que ésta, que había estado maldita, consiguiese la
bendición y fuesen liberados los muertos.
La
fuerza de la señal de la cruz
36.
Que no nos agarrote la vergüenza de confesar a un crucificado. En la frente,
como gesto de confianza, hágase con los dedos la señal de la cruz, y eso para
todo: cuando comemos pan o cuando bebemos, en las entradas y salidas, antes de
acostarnos, al dormir y al levantarnos, cuando caminamos y cuando estamos
quietos. Es una gran protección: gratuita, por los necesitados; no cuesta
esfuerzo, por los débiles, y, como quiera que ha sido dada por Dios como
gracia: señal de los fieles y temor de los demonios, a los que en ella
«exhibió públicamente, incorporándolos a su cortejo triunfal» (Col 2,15).
Pues cuando ven la cruz, les viene a la mente la imagen del crucificado. Temen
al que machacó las cabezas del dragón (cf. Sal 74,14)65. Porque sea gratuito,
no desprecies este signo: venera en él más bien a nuestro bienhechor.
La
realidad histórica de la cruz de Cristo
37.
Y si alguna vez intervienes en una discusión y te quedas sin argumentos, que tu
fe permanezca en ti inconmovible. Porque con la enseñanza que has recibido
puedes reducir al silencio a los judíos por medio de los profetas y a los
griegos partiendo de sus propias fábulas. Pues estos últimos adoran a los que
han muerto por un rayo. Pero al aparecer el rayo, no suele caer al azar. Y si
ellos no sienten vergüenza de adorar a los que Dios ha rechazado, ¿te
avergonzarás tú, que has sido amado de Dios y eres hijo suyo, de adorar al que
ha sido crucificado por ti? Lo que no hago, por vergüenza, es divulgar los
vicios de los que ellos llaman sus dioses, y además ahora tampoco hay tiempo.
Expónganlos quienes los conocen, Tápese también la boca a todos los herejes.
Apártese a quien dijere que la cruz es sólo una apariencia. Debes odiar a los
que dicen que Cristo fue crucificado sólo de modo fingido. Pues si ha sido
crucificado sólo en apariencia, y ya que de la cruz nos viene la salvación,
esta salvación no sería sino una especie de juego. Y si la cruz fuese una
fantasia, también lo sería la resurrección. Y si Cristo no resucitó estamos
todavía en nuestros pecados (cf. I Cor 15,17). Si la cruz es sólo
imaginación, también lo es la ascensión, pero si la ascensión tampoco es
más que fantasía, también lo será la segunda venida. Pero en tal caso nada
tiene consistencia.
Que
nadie te acuse de haber rechazado la cruz
38.
Así pues, acepta la cruz como un cimiento firme y construye sobre él el resto
de la fe. No reniegues del crucificado. Pues si reniegas de él, son muchos los
que te acusarán. El primero que argüirá contra ti será el traidor Judas.
Pues el primero que lo entregó llegó a saber que había sido condenado a
muerte por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos (cf. Mt 27,3). Lo
atestiguan66 las treinta monedas de plata (Mt 26,15); lo atestigua Getsemaní,
el lugar donde se realizó la traición (Mt 26,47 ss). No le llamo todavía
«Monte de los Olivos» (Lc 22,39), en el cual oraban de noche los que
estuvieron allí. Lo atestigua la luna que lucía de noche. Lo atestiguan el
día y el sol que se eclipsó, pues no podía soportar el crimen de los
traidores. Te acusará el fuego alrededor del cual se estaba calentando Pedro (Jn
18,18). Si niegas la cruz, te esperará un fuego eterno. Te hablo de duras
realidades, para que no tengas más tarde que experimentar la dureza. Acuérdate
de las espadas que caen sobre él en Getsemaní, para que no sufras tú la
espada eterna. Te acusará la casa de Caifás, que, aun asolada, muestra hoy
todavía el poder de quien en élla fue juzgado. El mismo Caifás se alzará
contra ti el día del juicio; se levantará también el siervo que dio una
bofetada a Jesús (Jn 18,22), y también los que le maniataron y le condujeron.
Contra ti se alzarán a la vez Herodes y Pilatos hablando más o menos de este
modo: ¿Por qué niegas a quien fue traído calumniosamente hasta nosotros y de
quien honradamente no pudimos decir que hubiera pecado? (cf. Lc 23,14-15). Yo,
Pilato, entonces me lavé las manos (Mt 27,24). Estarán en pie contra ti los
mismos falsos testigos (cf. Mt 26,60) y los soldados que se pusieron su manto
color púrpura y le colocaron la corona de espinas (Jn 19,2) y lo crucificaron
en el Gólgota (19,16-18) sorteándose su túnica (19,24). Te acusará Simón de
Cirene, que llevó la cruz de Jesús (Lc 23,26).
Objetos,
lugares y personas que también son testigos
39.
Desde los astros te acusará el sol que se eclipsó (Lc 23,44); de las cosas
terrenas, el vino con mirra (Mc 15,23), la caña, el hisopo y la esponja (Mt
27,48) y, de entre los árboles, el leño de la cruz. Y también los soldados
que, como dije, le clavaron los clavos y echaron a suertes su ropa (Mt 27,35);
el soldado que abrió su costado con la lanza (Jn 19,34) y las mujeres que allí
estuvieron (Mt 27,55). Igualmente, el velo del templo que entonces se rasgó
(27,51); El Pretorio de Pilato (27,27)67, en virtud del cual en aquel entonces
fue clavado a la cruz y que es actualmente un lugar solitario. También este
Gólgota santo y elevado, que se ve desde aquí y que muestra hasta el día de
hoy cómo a causa de Cristo se quebraron las piedras en aquel momento (Mt
27,51)68. Próximo está también el sepulcro en el que fue colocado, además de
la piedra puesta a la entrada (27,60), que hasta el día de hoy está caída
junto al sepulcro. Igualmente los ángeles que entonces allí estuvieron (Jn
20,12), las mujeres que le adoraron tras la resurrección (Mt 28,9). Pedro y
Juan, que corrieron hasta el monumento (Jn 20,3-4), y Tomás, que introdujo la
mano en su costado y puso sus dedos en las señales de los clavos (20,27). El
(Tomás) hizo esto diligentemente por nosotros: lo que tú, que no estabas
allí, habías de buscar, lo encontró él, que se encontraba allí por un más
alto designio de Dios.
Poder
salvador de la cruz frente a todos los poderes
40.
Tienes como testigos de la cruz a los doce apóstoles, a toda la tierra y al
mundo de los hombres que creen en el Crucificado. El hecho mismo de que tú
estés aquí debe persuadirte del poder del Crucificado. Pues, ¿quién es el
que te trajo a esta asamblea? ¿Qué soldados? ¿Con qué cadenas te trajeron?
¿Qué sentencia judicial te instó a ello? Es el triunfo salvador de Jesús, la
cruz, la que atrajo a todos hasta aquí. Es esto lo que redujo a los persas a
servidumbre y lo que amansó a los escitas. Es esto lo que dio a los egipcios el
conocimiento de Dios en lugar de los ídolos en forma de perros y gatos y de
otros múltiples errores. Es esto lo que hasta el día de hoy cura las
enfermedades, pone en fuga a los demonios y deshace las imposturas de los
filtros mágicos y los encantamientos.
La
cruz, fuente de esperanza
41.
La cruz aparecerá en su momento con Jesús en el cielo (Mt 24,30). Delante irá
el trofeo del Rey, para que los judíos, viendo al que traspasaron (Jn 19,37;
cf. Zac 12,10)69 y reconociendo por la cruz al que afrentaron con la ignominia,
se deshagan en lamentos. Se alzarán unas tribus contra otras y se lamentarán,
pero ya no tendrán tiempo para la penitencia. Nosotros, sin embargo, nos
gloriaremos vitoreando a la cruz y regocijándonos en ella, adorando al Señor,
que fue enviado y crucificado por nosotros, adorando también a Dios Padre, por
quien fue enviado, juntamente con el Espíritu Santo. A él sea la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
........................
1.
El tema de la catequesis es, sobre todo la muerte de Jesús y su sentido. En
cuanto a la estructura de la catequesis, puede tenderse en cuenta lo que se dice
en la nota 20.
2.
Cf. Rom 5,17: «En efecto, si por el delito de uno soló reino la muerte por un
solo hombre, ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y
el don de la justicia, reinarán en la vida por uno solo, por Jesucristo!». El
versículo forma parte de un amplio paralelismo que se establece literariamente,
en Rom 5,12-21, entre Adám y Jesucristo. Para una interpretación de este
pasaje, y para una interpretación adecuada del sentido del «primer hombre» (cf.
I Cor 15,45), conviene tener en cuenta: a) el recurso a la figura de Adán en
Rom 5,12-21, así como en I Cor 15,21-22,45-49, es un recurso literario para
resaltar sobre todo el señorío del último Adán, Jesucristo, el auténtico
prototipo de la humanidad en la creación (cf. Col 1,15-20) y en la
resurrección (cf todo lo que es I Cor 15; cf. también Rom 8,29). b) Puesto que
la reiterada mención literaria de Adán, tiene por objeto hacer resaltar la
victoria de Jesucristo sobre el pecado y la muerte, es Cristo y su obra de
rescate el objetivo de Rom 5,12-21, que entonces debe entenderse en el contexto
de todo lo que es la carta a los Romanos, especialmente de 1,18 a 8,39. Sobre
estas cuestiones me expresé con amplitud en La fuerza del Evangelio (sobre Rom),
Madrid 1988.
3.
En el anterior núm. 2.
4.
Ex 12,23: «Yahvé pasará y herirá a los egipcios, pero al ver la sangre en el
dintel y en las dos jambas, Yahvé pasará de largo, por aquella puerta y no
permitirá que el Exterminador entre en vuestra casas para herir». En este
momento de la catequesis, teniendo en cuenta la alusión que a continuación se
hace a Jn 1,29 (donde a Jesús se le identifica con «eI cordero que quita -o
"lleva", que ambas traducciones sor posibles- el pecado del mundo») y
también las expresiones acerca del Cordero llevado al matadero, en Is 53,7
pasaje en su contexto ya ampliamente citado, Cristo es identificado como el
verdadero cordero, que en su muerte, y al ser comido en el banquete pascual de
la Eucaristía, libera a todos cargando sobre sí con los pecados de los hombres
para que estos no queden muertos por aquellos. La afirmación de que Cristo ha
muerto en favor de los hombres se convierte así también en una muerte vicaria,
en lugar de los hombres, para que éstos reciban la vida.
5.
Que conocen bien a Dios aunque no lo acepten.
6.
«Se lo entregó para que fuera crucificado» (Mt 27,26).
7.
Esta frase tiene cierta lógica dentro de las afirmaciones del buen ladrón,
pero no pertenece al texto de los evangelios.
8.
PG 33,775, nota 1, dice exactamente (pero no se reproduce aquí totalmente, para
más detalles, vid. el texto mismo de la nota en Migne): «Que tenemos aquí tan
próximo. En algún otro lugar señala que pronunció la catequesis en el mismo
monte Gólgota (cat. 4, núms. 10 y 14; cat. 16, núm. 4, etc.). De hecho, la
iglesia de la Resurrección había sido edificada dentro del monte Gólgota,
aunque la roca misma en la cual habia sido crucificado el Señor no estaba en el
terreno propio de la Iglesia. Pero no se encontraba lejos, sino "a un tiro
de piedra", como señala el autor del Itinerario jerosolimitano. Pues la
iglesia había sido construida en el lugar del sepulcro». Sin duda, esta
proximidad a los escenarios reales aumenta el grafismo de las descripciones de
Cirilo y da una mayor fuerza de persuasión a su estilo tan marcadamente
oratorio, a veces incluso coloquial.
9.
Es una afirmación, en otras palabras, de que la cruz de Cristo -como la del
cristiano, en el seguimiento de Cristo- no tiene sentido sin la resurrección.
En este sentido, es fundamental I Cor 15,12 ss.
10.
Según Jn 1,45, Felipe comenta a Natanael tras el primer encuentro con Jesús:
«Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos
encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». En general, el Nuevo
Testamento, en todos sus estratos, centra en Jesús el cumplimiento
escatológico de los anuncios proféticos.
11.
Lc 9,51. Precisamente desde 9,51 a 18,14 presenta Lucas el camino de Jesús como
un camino hacia Jerusalén, el lugar donde se han de cumplir, expresamente en la
muerte y resurrección del Mesías, las promesas y las palabras de los profetas.
La muerte de Jesús no es más que el cumplimiento de los designios divinos de
salvación por medio de su Hijo.
12.
Vid. Jn 13,18, donde Jesús aplica el versículo del salmo a Judas.
13.
La cruz es la gloria de Jesús porque a través de ella entra Jesús en la
gloria de la resurrección. Sobre el tema tiene interés H.U. von BALTHASAR, El
misterio pascual, en: Mysterium Salutis lll, Madrid 2ª, 1980, 666-814. Sobre
este trabajo, de lectura quizá algo difícil, se volverá en varios momentos en
estas páginas.
14. De nuevo se menciona esta forma de martirio de Isaías transmitida por la tradición.
15.
Como se dice al principio de la catequesis, ésta parte de la lectura de Is 53,1
ss, en el cuarto canto del Siervo de Yahvé.
16.
El contexto evidencia que la Jerusalén «de ahora», la nueva Jerusalén (vid.
Apoc 21,2, en el marco de los caps. 21-22), es la Iglesia, imagen a su vez de la
futura y dcfinitiva Jerusalén del fin de los tiempos.
17.
Lament. 4,20a. En la traducción de este versículo se respeta el texto original
de Cirilo. La traducción directa del hebreo bíblico, en la versión de la
Biblia de Jerusalén, daría: «Nuestro aliento vital («el espíritu de nuestra
personalidad», podría ser la traducción desde el original griego de Cirilo),
el ungido de Yahvé». La expresión Ungido de Yahvé parece referirse,
literalmente, al rey Sedecías, con quien terminó la monarquía del reino de
Judá. Pero en un sentido más pleno, como hace Cirilo, puede aplicarse al
ungido por excelencia, Cristo. El sentido literal del «quedar preso», que en
Lam 4,20 se refiere a la detención de Sedecías (la traducción del hebreo
sería «preso en sus fosas») se traslada ahora a la afirmación de que es
«nuestra corrupción» la que ha apresado a Cristo.
18.
Posible alusión a Is 53,12: «Entre los rebeldes fue contado».
19.
En la época de Pablo, a la que Cirilo alude con la cita de I Cor 2,4, muy lejos
ya de la época de mayor esplendor de la filosofa griega, continúa resonando la
habilidad dialéctica de los sofistas, a menudo más interesados en convencer al
interlocutor o al oyente de la verdad de sus afirmaciones, aunque con
razonamientos a menudo inexactos. A ello se prestaba intensamente la tradición
cultural helenista.
20.
Han sido más bien numerosos, en el núm. 8, los datos aducidos de los
Evangelios acerca de la muerte v sepultura de Cristo. Se ha procurado asimismo
relacionarlos con las previsiones del Antiguo Testamento. Pero, a partir del
núm. 9, se hará una enumeración muchísimo más detallada de esos mismos
datos. Ello constituye prácticamente lo esential de la presente catequesis.
21.
Vid. cat. 12, núms 15 y 16.
22.
Esta cita sálmica parece explicarse como expresión de la queja del justo
falsamente acusado o vilmente traicionado: en este sentido, imagen de la entrega
de Jesús por Judas.
23.
Probable alusión a alguna homilía (cf. PG 33, nota 22).
24.
Las palabras de Zac 11,12 se refieren al salario recibido por Judas en pago a su
traición. Zac 11,12, completo, reza: «Yo les dije: "Si os parece bien,
dadme mi jornal; si no, dejadlo". Ellos pesaron mi jornal: treinta siclos
de plata». Cf. también el v. 13 y Mt 27,3-10.
25.
Estas frases, puestas ahora en boca de Jesús exprcsan su decepción ante la
traición.
26.
El problema que Cirilo se plantea se entiende desde el supuestp de que Zac 11,13
diga «los eché en la casa de Yahvé, en el horno». Pero hay que tener en
cuenta que otros códices hablan de «el Tesoro» y que el texto hebreo menciona
«al alfarero», con lo que se estaría en consonancia con el texto del
evangelio.
27.
En realidad, el sentido de Sal 2,3 parece ser el contrario: en el contexto del
drama mesiánico, el peligro que acecha al justo de que sus enemigos se lancen
sobre él.
28.
El asombro que expresa Is 53,1, se comprende mejor, en el texto de la
catequesis, ante la imagen del Siervo de Is 53, ya tantas veces aquí
presentada.
29.
D/PODER-DEBILIDAD: El «brazo de Yahvé», también en Is 53,1 y expresión del
poder de Dios, manifiesta su grandeza precisamente en la debilidad del Siervo.
Es decir, y de modo paradójico, el poder de Dios se manifiesta en la debilidad
del Crucificado.
30.
Dentro del tercer canto del Siervo (Is 50,4-1 1).
31.
El nombre del rey, quizá mejor «Yareb». Cf., en nuestras biblias, Os 10,6. En
cuanto al sentido literal del texto citado por Cirilo cf. Os 5,13. Para otros
detalles cf. PG 33,791, nota 1.
32.
El texto evangélico citado responde así en parte a Lc 23, 6, 7.
33.
Aunque el texto griego citado por Cirilo no respnde bien al hebreo.
34.
Cf. la mencionada homilía sobre el paralítico, núm. 12. PG 33.
35.
Vid. la relación de los distintos elementos de este párrafo, las hojas de Gén
3,7, la dificil productividad de la tierra en Gén 3, 17 s, y el episodio de la
maldición de la higuera en Mc 1,12-14, con paralelo en Mt 21,18-19. Aparte del
interés de la nota de la Biblia de Jerusalén a Mc 11,12, es importante
señalar que el episodio de la maldición de la higuera, que pasa a ser higuera
estéril, está en el contexto del rechazo deJesús (en Mc, entre la entrada
mesiánica en Jerusalén y la expulsión de los mercaderes del templo, a lo que
sigue la comprobación, en 11,20 ss, de que la higuera se ha secado). El
episodio mismo, pero también su valor como imagen, son expresión del drama
mesiánico: el rechazo, en el momento en que ha llegado, del Ungido de Yahvé
esperado desde los comienzos de la historia de la salvación. Es este rechazo el
que condena a Israel de momento a la esterilidad histórico-salvifica. Se puede
remitir ahora nuevamente a Rom 9-11. Es el rechazo de Israel uno de los motivos
explicativos de la muerte de Jesús.
36.
En el sentido en que ya tantas veces se ha hablado del «typos», etc.
37.
Respectivamente, el árbol del paraíso y el árbol de la cruz.
38.
El texto exacto de Mt 26,2 no utiliza en realidad interrogación.
39.
La nota de la Biblia de Jerusalén a Jr 11,l9 recuerda concisamente que «este
versículo ha sido aplicado por la liturgia cristiana a la Pasión de Cristo».
La interpretación patrística del versículo refiriéndolo a la Pasión la
recuerda PG 795, nota 1. El textio hebreo no es menos explícito, pero es
incluso de mayor elegancia literaria. Completo, dirá así: «Y yo que estaba
como cordero manso llevado al matadero, sin saber que contra mi tramaban
maquinaciones: "Destruyvamos el árbol en su vigor; borrémoslo de la
tierra de los vivos, y su nombre no vuelva a mentarse"».
40.
Combinación del texto griego y hebreo en Jr 11,19b.
41.
En Jn 19,34b, «... al instante salió sangre y agua», la tradición cristiana
ha visto, simbólicamente, la Eucaristía y el Bautismo como fuerzas creadoras
de la Iglesia. Esta crece, a través de los sacramentos de la iniciación
cristiana, del costado de Cristo atravesado por la lanza en la cruz. Cf. el
siguiente núm. 21, donde Cirilo ofrece una explicación demasiado verbosa y
compleja, que en último término equipara agua y sangre a bautismo y martirio
respectivamente.
42.
Cf. datos en PG 33,798, nota 4.
43.
«iluminados»: bautizados..
44.
Se refiere a la confesión de la fe.
45.
Nueva alusión a que se está en el escenario mismo de los acontecimientos.
46.
En este momento, por el contexto y porque se sabe que era costumbre en ciertos
momentos, los oyentes irrumpen en aplausos.
47.
Los «afanosos (diligentes, etc.) salmistas de la Iglesia»: la expresión es un
testimonio más de la labor litúrgica de los salmistas, cuya tarea consistía
en entonar salmos, bien como responsorio a las lecturas bíblicas proclamadas en
las asambleas o en determinados momentos del día, con lo que se recitaba así
lo que nosotros conocemos como Oficio divino. Muchas veces eran escogidos tanto
entre los fieles como de los catecúmenos. Todo ello hace ver que se celebraban
liturgias con todos sus elementos plenamente desarrollados. Más detalles en PC
33,803, nota 1.
48.
En la iglesia donde se están impartiendo las catequesis.
49.
La Biblia de Jerusalén recuerda que Is 63,1 se ha intentado a veces traducir,
corrigiendo los términos «Edom» y «Bosrá» de manera que se favorezca más
la interpretación mesiánica del versículo. La interpretación mesiánica de
Is 63,1 es clara a la vista de Apoc 19,3.
50.
Estas afirmaciones se cuentan tal vez entre las expresiones más rotundas de las
catequesis sobre la eficacia salvadora de la muerte de Jesús en la cruz:
Jesús, como Siervo (cf. una vez más Is 52,13-53,12), carga sobre si los
pecados de los hombres para que el pecado no pueda contra ellos. Asi sucede que
lo que muere es el pecado, pero el hombre tiene así la posibilidad de resucitar
hecho justo. Cf. Rom 4,25 y, como realidad experimentada en el bautismo, Rom
6,3-11.
51.
Cf. también los vérs. 32b-33.
52.
Mt 27,34 afirma: «Le dieron a beber vino mezclado con hiel» (cf 27,48), lo que
en realidad es un acto de compasión por producir un efecto algo sedante, pero
siempre se ha entendido la proximidad de Mt 27,34 a Sal 69,22.
53.
Cf. más abajo, núm. 32.
54.
Toda la canción o parábola de la viña, en Is 5,1-7. El conjunto de la
canción (cf. especialmente el v. 7) es una directa alusión a la actitud de
Israel e incluso del reino de Judá. Ya se ha visto hasta ahora muy
frecuentemente que las catequesis mencionan a menudo y con expresiiones fuertes
el endurecimiento histórico-salvifico de Israel. El tema de la viña
improductiva de Israel ha sido muy frecuente en el Antiguo Testamento, pero es
retornado por Jesús en la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21,33-46
par). Para más detalle cf. los textos bíblicos aducidos al margen de Is 5,1-2
por la Biblia de Jerusalén, así como la nota general a pie de página, ibid.,
a Is 5.
55.
El texto de Is dice «agraces», «agrazones» o «uvas amargas». Se traduce
aquí por espinas, respetando el texto de Cirilo, puesto que inmediatamente se
hace alusión a la corona de espinas.
56.
La afirmación de Cirilo se puede esquematizar diciendo simplemente: el carisma
profético ha pasado a la Iglesia. Ef 2,20 señala que el conjunto de los
cristianos están «edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas».
57.
Ambos ladrones.
58.
Interpreta así Cirilo la primera parte de la frase deJesús al buen ladrón en
Lc 23,43.
59.
Vid. más abajo, cat. 14, núms. 5 y 11.
60.
La expresión alude a que en el Santo de los Santos sólo podía entrar, y una
vez al año, el Sumo Sacerdote judío. Cristo, en cambio, ha allanado el acceso
del creyente a Dios. El tema del sacerdocio único y definitivo de Cristo, que
«de una vez por todas» o «de una vez para siempre» (Hebr 7,27) ha realizado
su misión es fundamental en la carta a los Hebreos.
61.
Al ser rechazado Dios en su Mesías, Dios abandona el templo, lo que se indica
en primer lugar en el desgarro del velo. Pero años después. en el 70 p. C., el
templo sería destruido tras el largo asedio de la ciudad por los romanos.
62.
Recuérdese otra vez la clara afirmación de Rom 5,20: «Pero donde abundó el
pecado, sobreabundó la gracia».
63.
El titulo «Sol de justicia» ha sido aplicado, litúrgicamente, a Cristo.
64.
La edición de Migne remite aquí a I Cor 10,4 («y la roca era Cristo»).
65.
En su contexto, el pasaje aludido de Sal 74,14 es seguramente una alusión al
paso de los hebreos por el Mar Rojo al salir de Egipto.
66.
Actuarían como testigos en contra de quien renegara del crucificado.
67.
El Pretorio era la residencia de los pretores o gobernadores, en este caso
Pilato. Este ocupaba, cuando estaba en Jerusalén, sobre todas en funciones de
vigilancia, frecuentemente la Torre Antonia, en una esquina del templo. Es el
lugar donde más frecuentemente ha situado la tradición la coronación de
espinas y las burlas de la soldadesca. Vid. la nota de la Biblia de Jerusalén a
Mt 27,2 7 .
68.
Según explica PG 33,819, nota 1, diversos Padres y escritoras eclesiásticos
hablan de esta hendidura, que se siguió mostrando durante siglos a los
peregrinos.
69.
Utilizando también Dan 7,13, además de Mt 24,30, pero moviéndose en una
perspectiva que apunta al futuro, hay que mencionar Apoc 1,7: «Mirad, viene
acompañado de nubes; todo ojo le verá, hasta los que le traspasaron, y por él
harán duelo todas las razas de la tierra». Es patente aquí el sentido expreso
de la escatología históricamente definitiva, asunto que se desarrollará en la
catequesis XV.
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