Diácono en Siria y
Doctor de la Iglesia
(306?-373)
HIMNO EN CONTRA DE BAR-DAISAN
Hay Un Ser, que se conoce a Sí mismo
y se ve a Sí mismo.
Él habita en Sí mismo,
y desde Sí mismo se despliega.
Gloria a su Nombre.
Este es un Ser que por su propia voluntad
está en todo lugar,
que es invisible y visible,
manifiesto y escondido.
Él está encima y debajo.
Familiar y condescendiente por su gracia entre los pequeños;
más sublime y más exaltado,
como conviene a su gloria, que los elevados.
El veloz no puede exceder su presteza,
ni el tardo ir más allá que su paciencia.
Él está antes de todo y después de todo,
y en medio de todo.
Él es como el mar,
y toda la creación se mueve en Él.
Como las aguas envuelven a los peces en todos sus movimientos,
así el Creador está vestido con todo lo creado,
con lo grande y lo pequeño.
Y como los peces están escondidos en el agua,
así están escondidos en Dios la altura y la profundidad,
lo lejano y lo cercano,
y sus habitantes.
Y como el agua se encuentra con los peces adonde quiera que vaya,
así Dios se encuentra con todo el que camina.
Y como el agua toca al pez en cada giro que hace,
así Dios acompaña y mira a cada hombre en todos sus actos.
Los hombres no pueden mover la tierra, que es su carro,
así tampoco nadie se aleja del Único Justo, que es su socio.
El Único Bueno está unido al cuerpo,
y es la luz de los ojos.
Un hombre no es capaz de escapar de su alma,
pues ella está con él.
Ni tampoco hay hombre escondido del Bueno,
pues Él lo envuelve.
Como el agua envuelve al pez y éste lo siente,
así también todas las naturalezas sienten a Dios.
Él se difunde en el aire,
y con tu aliento ingresa en lo más íntimo de ti
Él está unido a la luz,
e ingresa, cuando tú ves, en tus ojos.
Él está unido a tu espíritu,
y te examina desde dentro, para saber quién eres.
Él habita en tu espíritu,
y nada que está en tu corazón le es oculto.
Como la mente precede al cuerpo en todo lugar,
así Él examina tu alma antes que tú la examines.
Y como el pensamiento precede en mucho al acto,
así su pensamiento conoce de antemano lo que tú planearás.
Comparado con su impalpabilidad,
tu alma es cuerpo y tu espíritu carne.
Él, que te creó,
es alma de tu alma,
espíritu de tu espíritu,
distinto de todo,
y está unido a todo,
y manifiesto en todo,
un gran prodigio y una escondida maravilla insondable.
Él es el Ser cuya esencia ningún hombre es capaz de explicar.
Éste es el Poder cuya profundidad es inexpresable.
Entre las cosas vistas y entre las cosas escondidas
no hay nada que se compare a Él.
Éste es Aquél que creó y formó de la nada
todo lo que es.
Dios dijo:
¡Qué se haga la luz!
Una cosa creada.
Él hizo la oscuridad y se hizo de noche.
Observa: una cosa creada.
Fuego en las piedras,
agua en las rocas:
El Ser los creó.
Hay un Poder que los sacó de la nada.
Contempla,
también hoy, el fuego no está en un almacén en la tierra.
¡Mira! Es continuamente creado
por medio de pedernales.
Es el Ser quien ordena su existencia
por medio de Él mismo, que la sostiene.
Cuando Él quiere la enciende,
cuando Él quiere la apaga
a manera de llamar la atención al obstinado.
En la gran alameda se enciende un fuego
por la fricción de un madero.
La llama devora,
se vuelve fuerte,
y al final sucumbe.
Si fuego y agua son seres y no creaturas,
entonces antes que la tierra fuera,
¿Dónde estaban ocultas sus raíces?
Quienquiera que va a destruir su vida,
abre su boca para hablar de todo.
Quienquiera que se odia a sí mismo
y no se circunscribe a Dios
piensa que es una gran impiedad que alguien se crea un erudito.
Y si piensa que ha dicho la última palabra
ha alcanzado el paganismo,
¡Oh Bar Daisan,
hijo del Río Daisa,
cuya mente es líquida como su nombre!
........................
[1] Sal 29 (30), 8-12.
[2] Am 5, 13.
[3] 2 Tim 3, 15.
[4] cf. 1 Sam 15, 22.
[5] Mt 25, 36. 43.
[6] Heb 12, 2.
(306?-373)
VIDA
Efrén nació en Siria, en Nisibis, de una
familia probablemente cristiana, según unos; según otros, sus padres fueron
paganos, su padre aun sacerdote del ídolo Abnil o Abizal; y el joven habría sido
arrojado del hogar por su conversión al cristianismo.
Lo cierto es que desde muy temprano vivió al alado
del Obispo de su ciudad natal, Santiago, bajo cuya dirección hizo sus estudios.
De su juventud sabemos muy poca cosa. ¿Siguió a su
Obispo al Concilio de Nicea en 325? ¿Visitó los monasterios de Egipto y se
encontró con Basilio en Cesarea de Capadocia? ¿Contribuyó a la liberación de
Nisibis asediada por Sapor II, Rey de los persas, en 338? Los relatos de estos
hechos se tienen por legendarios.
Primeramente empleado, para ganarse la vida, en
unos baños, por consejo de un monje con quien se encontró en Edesa se retiró a
la soledad, donde, bajo la dirección de un anciano, se consagró a la oración, a
la penitencia y a la meditación de las Sagradas Escrituras. Ordenado Diácono en
fecha indeterminada, seguiría siéndolo todo el resto de su vida, rechazando por
humildad el ser elevado al sacerdocio y al episcopado.
Después de la toma de Nisibis por los persas, bajo
el reinado del emperador Joviano, en 363, Efrén se retiró definitivamente a
Edesa, donde fundó una escuela de exégesis que gracias a él llegó a tener una
gran celebridad. Sus últimos diez años los pasó en una actividad intelectual
intensa. Allí murió en 373.
No fue sino hasta I920 cuando el Papa Benedicto XV
extendió su fiesta a la Iglesia Universal proclamándolo Doctor.
OBRAS
Desde fines del siglo IV, San Jerónimo habló con
admiración de las obras de San Efrén. Y los sirios lo han tenido siempre por el
más ilustre de sus escritores.
Si la autenticidad de varios libros parece
discutible, el número y el valor de los que legítimamente se le atribuyen son
más que suficientes para justificar los elogios que se le hacen a un autor
Alternativamente poeta y prosista, San Efrén
sobresale en los dos géneros. Escritas en siriaco, sus obras han sido traducidas
al griego y al armenio, y algunas también al latín.
Entre las obras en prosa están los Comentarios
sobre un gran número de libros sagrados tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento: Pentateuco, Josué, Jueces, Reyes, Crónicas, Profetas, Job, Salmos;
Evangelios según el Diatesarón de Taciano, Hechos de los Apóstoles, Epístolas de
San Pablo.
“Estudió todo el Antiguo y el Nuevo Testamento;
a ellos se aplicó con mayor cuidado que nadie, y su texto lo explicó
exactamente, desde la creación hasta el último libro de la Ley de la Gracia,
esclareciendo, por la luz del Espíritu Santo, todo lo que es difícil y
oscuro” (San Gregorio de Nisa, Vida de San Efrén).
En la explicación de la Escritura, San Efrén
prefirió el método que en su tiempo seguía la escuela de Antioquía, método de
investigación del sentido histórico, moral y místico, practicado por Teodoro,
San Juan Crisostomo y Teodoreto, y opuesto a la de Alejandría, en la cual los
discípulos de Filón y de Orígenes concedían una gran importancia al sentido
alegórico. En casi todos los libros que comenta, San Efrén hace primeramente un
breve resumen del libro según el objeto que se propone. En seguida proporciona
algunos detalles sobre el origen, la vida y la condición del autor. Viene
entonces la explicación del texto, primeramente en el sentido literal, y luego
en el sentido moral y místico. Se salta versículos y a veces capítulos enteros;
por el contrario, en ciertos pasajes es profuso hasta la prolijidad, por ejemplo
en el relato de la creación, en la Historia de José o en la de Moisés.
La versión siriaca que él utiliza, la Peschito,
presenta grandes afinidades lingüísticas por una parte con el hebreo del Antiguo
Testamento, por otra parte con el siro-caldaico usado en el tiempo de Nuestro
Señor y de los Apóstoles; y de allí una cierta facilidad para descubrir el
sentido literal de esos textos. Su conocimiento de las costumbres y de las
tradiciones del Oriente, y especialmente del pueblo judío, lo ayudan también a
comprender relatos que serían oscuros para otros (Cf. Cellier,
Histoire générales des auteurs sacrés).
Los poemas son de dos géneros distintos: los “Memré”,
escritos para la lectura y la recitación; los “Madrasché”, destinados a ser
cantados, y por esto dispuestos en estrofas, que cantará el coro, y separados
por un estribillo que se repitirá después de cada estrofa por el pueblo.
Mientras que los “Memré” son sobre todo
epopeyas con un fondo histórico, y refieren en particular los dos asedios de
Nisibis (338 y 363), haciendo el elogio del Obispo San Santiago, los
“Madrasché” tienen un carácter netamente apologético y didáctico: son como
cánticos doctrinales. Manera pintoresca y popular de inculcar las verdades de la
Fe, y aun de refutar las herejías.
Cincuenta y seis himnos están dirigidos contra
Manes, Marción y Bardesanes. No contento con deshonrar los errores, San Efrén,
en términos categóricos, condena cualquier estudio distinto del de la Biblia y
toda inspiración abrevada fuera de los Libros Sagrados. Contra los
investigadores o escépticos, luego contra los arrianos y anomeos, son 87 himnos,
en los que las galas de estilo, la profusión de alegorías y de epítetos hacen a
veces difícilmente inteligible el texto. ¿Era esto quizá lo que el autor
buscaba? “Ciertos pasajes, dice Santiago de Edesa, están escritos de manera
mística y oscura, a fin de que los investigadores sean con ello más reprendidos
y castigados, y cesen sus investigaciones respecto del Dios oculto e
incomprensible, puesto que ni siquiera pueden comprender las palabras escritas”.
Por vía de ejemplo, he aquí para dar una idea de
este género literario muy particular, he aquí una estrofa del himno sobre la
“Natividad de Cristo en la carne”:
“Cantaremos el modo del nacimiento del
Primer-nacido.
La Divinidad se ha tejido un vestido en el seno de
la Virgen:
Ella lo revistió y nació; ella lo desnudó luego de
la muerte;
Ella lo desnudó una vez, ella lo revistió dos
veces;
Ella lo tomó a la izquierda, ella se desnudó de
El, lo colocó a la derecha.
El era servidor sobre la tierra, El era Señor en
los cielos.
El heredó las honduras del cielo, el que era
extranjero aquí abajo.
Aquel al que ellos juzgaron con iniquidad, juzga
con verdad;
Aquel al que cubrieron de escupitajos sopló el
Espíritu sobre la cara de ellos;
Aquel que recibió una débil caña, era el báculo
del mundo;
Cualquiera que envejezca se apoyará en El”.
Evidentemente que una traducción no da una idea
exacta del original: la falta la métrica, la asonacia, que dan a la frase un
giro más breve y más armonioso, una expresión más sonora. En siriaco, en que el
artículo no existe, en que el pronombre no es sino un sufijo, cada verso está
formado por seis o siete sílabas, y las estrofas constan generalmente de once
versos.
La teología de San Efrén, en conjunto, es la de
los Padres, sus predecesores y sus contemporáneos. Así, por ejemplo, la unidad
de Persona y la dualidad de naturalezas en Cristo, que deberían ser el objeto de
tantas discusiones, son claramente afirmadas por él: “Mientras que su humanidad
era visible en diversas acciones, su divinidad aparecía en notables prodigios, a
fin de que se viera que no tenía El solamente la naturaleza humilde o la
naturaleza sublime, sino ciertamente las dos: la humilde y la sublime estaban
unidas entre sí” (F. Nau, Opuscules Maronites, Iª parte).
Asimismo, en lo que concierne a la Santísima
Trinidad, el pecado original, la consonancia de la Gracia con el libre albedrío,
la presencia real de Cristo en la Eucaristía, y el aspecto sacrificial de la
Misa, el Sacramento de la Confirmación, el Primado de Pedro.
En algunos puntos del dogma más claramente
acentuados, San Efrén parece adelantarse a las definiciones de la Iglesia, y
desempeña el papel de precursor. Por ejemplo el homenaje que rinde a la
Santísima Virgen y que no es temerario interpretar como una creencia en la
Inmaculada Concepción: “Tú, Señor, y tu Madre, sois los solos perfectamente
bellos: porque ninguna mancha hay en Ti, y ninguna falta hay en María”.
Pero su tema preferido es el de las postrimerías y
las relaciones del mundo terreno con el más allá: “De todas las inspiraciones
que Efrén tomaba del dogma religioso, la más poderosa y la más asidua era el
pensamiento del juicio final, era el terror de ese gran día, terror anticipado
por los fervientes escrúpulos del solitario, como lo sería por la conciencia del
culpable. Sin cesar lo incluye en sus discursos, en sus oraciones públicas. Una
de sus predicaciones sobre todo hacía de este terrible anuncio una realidad, una
representación viva, por el diálogo que se entablaba entre su auditorio y él, la
inquietud de las preguntas y la terrible precisión de las respuestas. Ese
discurso, o más bien dicho drama, célebre en toda la cristiandad de Oriente, en
el siglo XIII era citado con admiración por Vicente de Beauvais, y seguramente
que no lo ignoró el Dante” (Villemain, Tableau de l’éloquence chrétienne au
4e siècle). “Si la suerte eterna de las almas queda fijada desde el instante
de la muerte, no entrarán ellas sin embargo al paraíso sino después de la
resurrección de los cuerpos; porque el paraíso no podía admitir nada imperfecto,
y el alma privada de su cuerpo no es un ser humano perfecto. Durante toda la
duración de la separación, consiguientemente, el alma, lo mismo que el cuerpo,
será entregada a una especie de sueño”.
Los justos librados de los limbos por Cristo se
quedan a la puerta del paraíso, la cual por lo demás se considera a la puerta
del paraíso, la cual por lo demás se considera como una de las tres regiones del
propio paraíso. Distinción arbitraria, pero que permite conciliar, en el
pensamiento del autor, el estado de expectativa al que parece condenar a las
almas justas con su vida bienaventurada que en otros pasajes parece concederles
desde el primer momento.
Las almas que no están enteramente purificadas de
sus pecados van al purgatorio. Pero su expiación puede ser abreviada por las
oraciones y las buenas obras de los cristianos, en particular por el Santo
Sacrificio de la Misa.
En el juicio final, justos y pecadores sufrían una
nueva prueba del fuego: mientras que los justos saldrán de él indemnes, los
pecadores serán arrastrados por la abrasada corriente y sumergidos en la gehena,
donde serán atormentados por toda la eternidad.
Los santos pueden, por su intercesión obtener las
gracias divinas en favor de los cristianos de aquí abajo. Se muestran
particularmente atentos a las oraciones que se le dirigen en los lugares que
conservan sus reliquias.
San
Efrén, diácono de la Iglesia en Siria, nació hacia el año 306 en Nisibis,
ciudad de Mesopotamia. Convertido al Cristianismo cuando tenía dieciocho años,
se entregó enteramente al servicio de Dios, dedicando su vida a la oración y
al estudio. Según algunos hagiógrafos, en el 325 acompañó a Santiago—obispo
de Nisibis—al Concilio de Nicea.
Durante
los años 338 a 350, en que la ciudad se vio repetidas veces amenazada por Sapor
II, rey de Persia, San Efrén desplegó una actividad infatigable para alentar y
aconsejar a sus habitantes. En el 363, el emperador Joviniano firmó un tratado
de paz con los persas y les entregó Nisibis; San Efrén, con la mayor parte de
los cristianos de esta ciudad, emigró a tierras del Imperio Romano. Se retiró
a Edesa, donde murió diez años más tarde, tras haber dedicado todo ese tiempo
a la penitencia y a la contemplación.
San
Efrén ocupa un lugar privilegiado entre los Santos Padres tanto por la
abundancia de sus escritos como por la autoridad de su doctrina. Prueba de ello
es que muchos de sus himnos forman parte de diversas liturgias orientales desde
el siglo v. Gracias a esto se ha conservado gran parte de su ingente obra, tanto
en su idioma original, el sirio, como en traducciones griegas, que empezaron a
proliferar ya en los últimos años de su vida: Sozomeno, que pudo leer
directamente los escritos de San Efrén, afirma que compuso unos tres millones
de versos; otras fuentes apuntan que compuso más de mil sermones. Nos han
llegado también versiones en arameo y copto cuyo texto primitivo se desconoce.
Sobre
su autoridad, basta citar el testimonio de un hombre tan parco en palabras y
poco inclinado a los elogios como fue San Jerónimo. En su De viris illustribus
escribe: «Su fama se ha divulgado tanto entre los griegos que, en algunas
iglesias, leen sus escritos en público después de recitar la Sagrada
Escritura. Yo mismo he leído la traducción de un libro suyo sobre el Espíritu
Santo y he podido comprobar que es una obra maestra».
Poeta
de delicadísimos sentimientos hacia Jesucristo y su Santísima Madre, escribió
centenares de himnos para uso litúrgico y para uso popular. En unos y otros se
aprecia su vivísimo ingenio, la solidez de su doctrina y un profundo
conocimiento de la Sagrada Escritura. Supo exponer de manera inimitable los
principales misterios del Cristianismo: la Santísima Trinidad, la Encarnación
del Verbo, las prerrogativas de Santa María... Los cantos populares -en los que
destaca su gracioso ingenio y la solidez de su doctrina- son especialmente
interesantes porque estaban destinados a que los cantase todo el pueblo, que no
entendía de enrevesadas controversias teológicas: así se difundía de modo
fácil, rápido y agradable la verdadera fe.
También
en Occidente se difundieron mucho sus escritos, siendo reconocido sobre todo
como cantor de las prerrogativas de la Santísima Virgen. El 5 de mayo de 1920,
Benedicto XV lo declaró Doctor de la Iglesia.
LOARTE
*
* * * *
Había nacido
hacia el 306 en Nísibe, probablemente de padres cristianos; en el 363 la ciudad
fue conquistada por los persas, y con otros cristianos se refugió en Edesa, que
se encontraba bajo la dominación romana y donde es posible que interviniera en
la fundación de la escuela de Edesa, la escuela de los persas;
murió en el año 373. Escribió numerosos comentarios bíblicos, que se
conservan parcialmente; y muchas composiciones en verso, en que trata de temas
doctrinales y de la historia de su tiempo, o en que ataca diversas herejías,
como la de Arrio.
TEXTOS DE SAN EFRÉN
Madre
admirable
(Himno a la Virgen María)
(Himno a la Virgen María)
M/ALABANZAS/EFREN:
La Virgen me invita a cantar el misterio que yo contemplo con admiración. Hijo
de Dios, dame tu don admirable, haz que temple mi lira, y que consiga detallar
la imagen completamente bella de la Madre bien amada.
La
Virgen María da al mundo a su Hijo quedando virgen, amamanta al que alimenta a
las naciones, y en su casto regazo sostiene al que mantiene el universo. Ella es
Virgen y es Madre, ¿qué no es?
Santa
de cuerpo, completamente hermosa de alma, pura de espíritu, sincera de
inteligencia, perfecta de sentimientos, casta, fiel, pura de corazón, leal,
posee todas las virtudes.
Que
en María se alegre toda la estirpe de las vírgenes, pues una de entre ellas ha
alumbrado al que sostiene toda la creación, al que ha liberado al género
humano que gemía en la esclavitud.
Que
en María se alegre el anciano Adán, herido por la serpiente. María da a Adán
una descendencia que le permite aplastar a la serpiente maldita, y le sana de su
herida mortal.
Que
los sacerdotes se alegren en la Virgen bendita. Ella ha dado al mundo el
Sacerdote Eterno que es al mismo tiempo Víctima. Él ha puesto fin a los
antiguos sacrificios, habiéndose hecho la Víctima que apacigua al Padre.
Que
en María se alegren todos los profetas. En Ella se han cumplido sus visiones, se
han realizado sus profecías, se han confirmado sus oráculos.
Que
en María se gocen todos los patriarcas. Así como Ella ha recibido la
bendición que les fue prometida, así Ella les ha hecho perfectos en su Hijo.
Por Él los profetas, justos y sacerdotes, se han encontrado purificados.
En
lugar del fruto amargo cogido por Eva del árbol fatal, María ha dado a los
hombres un fruto lleno de dulzura. Y he aquí que el mundo entero se deleita por
el fruto de María.
El
árbol de la vida, oculto en medio del Paraíso, ha surgido en María y ha
extendido su sombra sobre el universo, ha esparcido sus frutos, tanto sobre los
pueblos más lejanos como sobre los más próximos.
María
ha tejido un vestido de gloria y lo ha dado a nuestro primer padre. Él había
escondido su desnudez entre los árboles, y es ahora investido de pudor, de
virtud y de belleza. Al que su esposa había derribado, su Hija le alza;
sostenido por Ella, se endereza como un héroe.
Eva
y la serpiente habían cavado una trampa, y Adán había caído en ella; María
y su real Hijo se han inclinado y le han sacado del abismo.
La
vid virginal ha dado un racimo, cuyo suave jugo devuelve la alegría a los
afligidos. Eva y Adán en su angustia han gustado el vino de la vida, y han
hallado completo consuelo.
*
* * * *
La
Anunciacion de la Virgen
(Himno por el Nacimiento de Cristo)
(Himno por el Nacimiento de Cristo)
M/ANUNCIACION/EFREN
ENC/EFREN: Volved la mirada a María. Cuando Gabriel entró en su aposento y
comenzó a hablarle, Ella preguntó: ¿cómo se hará esto? (Lc 1, 34). El
siervo del Espíritu Santo le respondió diciendo: para Dios nada es imposible (Lc
1, 37). Y Ella, creyendo firmemente en aquello que había oído, dijo: he aquí
la esclava del Señor (Lc 1, 38). Y al instante descendió el Verbo sobre Ella,
entró en Ella y en Ella hizo morada, sin que nada advirtiese. Lo concibió sin
detrimento de su virginidad, y en su seno se hizo niño, mientras el mundo
entero estaba lleno de Él(...). Cuando oigas hablar del nacimiento de Dios,
guarda silencio: que el anuncio de Gabriel quede impreso en tu espíritu. Nada
es difícil para esa excelsa Majestad que, por nosotros, se ha abajado a nacer
entre nosotros y de nosotros.
Hoy
María es para nosotros un cielo, porque nos trae a Dios. El Altísimo se ha
anonadado y en Ella ha hecho mansión, se ha hecho pequeño en la Virgen para
hacernos grandes (...). En María se han cumplido las sentencias de los profetas
y de los justos. De Ella ha surgido para nosotros la luz y han desaparecido las
tinieblas del paganismo.
María
tiene muchos nombres, y es para mi un grande gozo llamarla con ellos. Es la
fortaleza donde habita el poderoso Rey de reyes, mas no salió de allí igual
que entró: en Ella se revistió de carne, y así salió. Es también un nuevo
cielo, porque allí vive el Rey de reyes; allí entró y luego salió vestido a
semejanza del mundo exterior (...). Es la fuente de la que brota el agua viva
para los sedientos; quienes han gustado esta bebida llevan fruto al ciento por
uno.
Este
día no es, pues, como la primera jornada de la creación. En aquel día las
criaturas fueron llamadas al ser; en éste, la tierra ha sido renovada y
bendecida respecto a Adán, por quien había sido maldecida. Adán y Eva, con el
pecado, trajeron la muerte al mundo; pero el Señor del mundo nos ha dado en
María una nueva vida. El Maligno, por obra de la serpiente, vertió el veneno
en el oído de Eva; el Benigno, en cambio, se abajó en su misericordia y, a
través del oído, penetró en María. Por la misma puerta por donde entró la
muerte, ha entrado también la Vida que ha matado a la muerte. Y los brazos de
María han llevado a Aquél a quien sostienen los querubines; ese Dios a quien
el universo no puede abarcar, ha sido abrazado por María. El Rey ante quien
tiemblan los ángeles, criaturas espirituales, yace en el regazo de la Virgen,
que lo acaricia como a un niño. El cielo es el trono de su majestad, y Él se
sienta en las rodillas de María. La tierra es el escabel de sus pies y Él
brinca sobre ella infantilmente. Su mano extendida señala la medida del polvo,
y sobre el polvo juguetea como un chiquillo.
Feliz
Adán, que en el nacimiento de Cristo has encontrado la gloria que habías
perdido. ¿Se ha visto alguna vez que el barro sirva de vestido al alfarero?
¿Quién ha visto al fuego envuelto en pañales? A todo eso se ha rebajado Dios
por amor del hombre. Así se ha humillado el Señor por amor de su siervo, que
se había ensalzado neciamente y, por consejo del Maligno homicida, había
pisoteado el mandamiento divino. El Autor del mandamiento se humilló para
levantarnos.
Demos
gracias a la divina misericordia, que se ha abajado sobre los habitantes de la
tierra a fin de que el mundo enfermo fuera curado por el Médico divino. La
alabanza para Él y al Padre que lo ha enviado; y alabanza al Espíritu Santo,
por todos los siglos sin fin.
*
* * * *
Eva
y Maria
(Carmen 18, 1)
(Carmen 18, 1)
Oh
cítara mía, inventa nuevos motivos de alabanza a María Virgen. Levanta tu voz
y canta la maternidad enteramente maravillosa de esta virgen, hija de David, que
llevó la vida al mundo.
Quien
la ama, la admira. El curioso se llena de vergüenza y calla. No se atreve a
preguntarse cómo una madre da a luz y conserva su virginidad. Y aunque es muy
difícil de explicar, los incrédulos no osarán indagar sobre su Hijo.
Su
Hijo aplastó la serpiente maldita y destrozó su cabeza. Curó a Eva del veneno
que el dragón homicida, por medio del engaño, le había inyectado,
arrastrándola a la muerte.
Como
el monte Sinaí, María te ha acogido, pero no la has calcinado con tu fuego
incombustible, porque has obrado de modo que tu hoguera no la abrasase, ni le
quemara la llama que ni siquiera los serafines pueden mirar.
Aquél
que es eterno fue llamado el nuevo Adán, porque habitó en las entrañas de la
hija de David y en Ella, sin semilla y sin dolor, se hizo hombre. ¡Bendito sea
por siempre su nombre!
El
árbol de la vida, que creció en medio del Paraíso, no dio al hombre un fruto
que lo vivificase. El árbol nacido del seno de María se dio a sí mismo en
favor del hombre y le donó la vida.
El
Verbo del Señor descendió de su trono; se llegó a una joven y habitó en
ella. Ella lo concibió y lo dio a la luz. Es grande el misterio de la Virgen
purísima: supera toda alabanza.
Eva
en el Edén se convirtió en rea del pecado. La serpiente malvada escribió,
firmó y selló la sentencia por la cual sus descendientes, al nacer, venían
heridos por la muerte.
Y
a causa de su engaño, el antiguo dragón vio multiplicado el pecado de Eva. Fue
una mujer quien creyó la mentira de su seductor, obedeció al demonio y abajó
al hombre de su dignidad.
Eva
llegó a ser rea del pecado, pero el débito pasó a María, para que la hija
pagase las deudas de la madre y borrase la sentencia que habían transmitido sus
gemidos a todas las generaciones.
María
llevó el fuego entre sus manos y ciñó entre sus brazos a la llama: acercó
sus pechos a la hoguera y amamantó a Aquél que nutre todas las cosas. ¿Quien
podrá hablar de Ella?
Los
hombres terrenales multiplicaron las maldiciones y las espinas que ahogaban la
tierra. Introdujeron la muerte. El Hijo de María llenó el orbe de vida y paz.
Los
hombres terrenales sumergieron el mundo de enfermedades y dolores. Abrieron la
puerta para que la muerte entrase y pasease por el orbe. El Hijo de María tomó
sobre su persona los dolores del mundo, para salvarlo.
María
es manantial límpido, sin aguas turbias. Ella acoge en su seno el río de la
vida, que con su agua irrigó el mundo y vivificó a los muertos.
Eres
santuario inmaculado en el que moró el Dios rey de los siglos. En ti por un
gran prodigio se obró el misterio por el cual Dios se hizo hombre y un hombre
fue llamado Hijo por el Padre.
María
es la vid de la estirpe bendita de David. Sus sarmientos dieron el grano de uva
lleno de la sangre de la vida. Adán bebió de aquel vino y resucitado pudo
volver al Edén.
Dos
madres engendraron dos hijos diversos: una, un hombre que la maldijo; María,
Dios, que llenó al mundo de bendición.
¡Bendita,
tú, María, hija de David, y bendito el fruto que nos has dado! ¡Bendito el
Padre que nos envió a su Hijo para nuestra salvación, y bendito el Espíritu
Paráclito que nos manifestó su misterio! Sea bendito su nombre.
*
* * * *
La
canción de cuna de María
(Himno, 18, 1-23)
(Himno, 18, 1-23)
He
mirado asombrado a María que amamanta a Aquél que nutre a todos los pueblos,
pero que se ha hecho niño. Habitó en el seno de una muchacha, Aquél que llena
de sí el mundo (...).
Un
gran sol se ha recogido y escondido en una nube espléndida. Una adolescente ha
llegado a ser la Madre de Aquél que ha creado al hombre y al mundo.
Ella
llevaba un niño, lo acariciaba, lo abrazaba, lo mimaba con las más hermosas
palabras y lo adoraba diciéndole: Maestro mío, dime que te abrace.
Ya
que eres mi Hijo, te acunaré con mis cantinelas; soy tu Madre, pero te
honraré. Hijo mío, te he engendrado, pero Tú eres más antiguo que yo; Señor
mío, te he llevado en el seno, pero Tú me sostienes en pie.
Mi
mente está turbada por el temor, concédeme la fuerza para alabarte. No sé
explicar cómo estás callado, cuando sé que en Ti retumban los truenos.
Has
nacido de mí como un pequeño, pero eres fuerte como un gigante; eres el
Admirable, como te llamó Isaías cuando profetizó sobre Ti.
He
aquí que todo Tú estás conmigo, y sin embargo estás enteramente escondido en
tu Padre. Las alturas del cielo están llenas de tu majestad, y no obstante mi
seno no ha sido demasiado pequeño para Ti.
Tu
Casa está en mí y en los cielos. Te alabaré con los cielos. Las criaturas
celestes me miran con admiración y me llaman Bendita.
Que
me sostenga el cielo con su abrazo, porque yo he sido más honrada que él. El
cielo, en efecto, no ha sido tu madre; pero lo hiciste tu trono.
¡Cuánto
más venerada es la Madre del Rey que su trono! Te bendeciré, Señor, porque
has querido que fuese tu Madre; te celebraré con hermosas canciones.
Oh
gigante que sostienes la tierra y has querido que ella te sostenga, Bendito
seas. Gloria a Ti, oh Rico, que te has hecho Hijo de una pobre.
Mi
magnificat sea para Ti, que eres más antiguo que todos, y sin embargo, hecho
niño, descendiste a mí. Siéntate sobre mis rodillas; a pesar de que sobre Ti
está suspendido el mundo, las más altas cumbres y los abismos más profundos
(...).
Tú
estás conmigo, y todos los coros angélicos te adoran. Mientras te estrecho
entre mis brazos, eres llevado por los querubines.
Los
cielos están llenos de tu gloria, y sin embargo las entrañas de una hija de la
tierra te aguantan por entero. Vives en el fuego entre las criaturas celestes, y
no quemas a las terrestres.
Los
serafines te proclaman tres veces Santo: ¿qué más podré decirte, Señor? Los
querubines te bendicen temblando, ¿cómo puedes ser honrado por mis canciones?
Escúcheme
ahora y venga a mí la antigua Eva, nuestra antigua madre; levante su cabeza, la
cabeza que fue humillada por la vergüenza del huerto.
Descubra
su rostro y se alegre contigo, porque has arrojado fuera su vergüenza; oiga la
palabra llena de paz, porque una hija suya ha pagado su deuda.
La
serpiente, que la sedujo, ha sido aplastada por Ti, brote que has nacido de mi
seno. El querubín y su espada por Ti han sido quitados, para que Adán pueda
regresar al paraíso, del cual había sido expulsado.
Eva
y Adán recurran a Ti y cojan de mí el fruto de la vida; por ti recobrará la
dulzura aquella boca suya, que el fruto prohibido había vuelto amarga.
Los
siervos expulsados vuelvan a través de Ti, para que puedan obtener los bienes
de los cuales habían sido despojados. Serás para ellos un traje de gloria,
para cubrir su desnudez.
Sermones
Nuestro Señor,
pisoteado por la muerte, la holló luego en desquite, como quien pisa con sus
pies el polvo del camino. Se sometió a la muerte y la aceptó voluntariamente,
para vencer así la resistencia de la muerte. Salió nuestro Señor llevando la
cruz, sometiéndose a las exigencias de la muerte; pero luego clamó en la cruz y
sacó a los muertos de la región de las sombras, contra la voluntad de la muerte.
La muerte sometió
al Señor a través del cuerpo humano que él tenía; pero él, valiéndose de esta
misma arma, venció a su vez a la muerte. La divinidad, oculta tras el velo de la
humanidad, pudo acercarse a la muerte, la cual, al matar, fue muerta ella misma.
La muerte destruyó la vida natural, pero fue luego destruida, a su vez, por la
vida sobrenatural.
Como la muerte no
podía devorar al Señor si éste no hubiese tenido un cuerpo, ni la región de los
muertos hubiese podido tragarlo si no hubiese tenido carne humana, por eso vino
al seno de la Virgen, para tomar ahí el vehículo que había de transportarlo a la
región de los muertos. Allí penetró con el cuerpo que había asumido, arrebató
sus riquezas y se apoderó de sus tesoros.
Llegóse a Eva, la
madre de todos los vivientes. Ella es la viña cuya cerca había abierto la
muerte, valiéndose de las propias manos de Eva, para gustar sus frutos; desde
entonces Eva, la madre de todos los vivientes, se convirtió en causa de muerte
para todos los vivientes.
Floreció luego
María, nueva viña en sustitución de la antigua, y en ella habitó Cristo, la
nueva vida, para que al acercarse confiadamente la muerte, en su continua
costumbre de devorar, encontrara escondida allí, en un fruto mortal, a la vida,
destructora de la muerte. Y la muerte, habiendo engullido dicho fruto sin ningún
temor, liberó a la vida, y a muchos juntamente con ella.
El eximio hijo del
carpintero, al levantar su cruz sobre las moradas de la muerte, que todo lo
engullían, trasladó al género humano a la mansión de la vida. Y, así, en el
mismo árbol que contenía el fruto amargo fue aplicado un injerto dulce, para que
reconozcamos el poder de aquel a quien ninguna criatura puede resistir.
A ti sea la gloria,
que colocaste tu cruz como un puente sobre la muerte, para que, a través de él,
pasasen las almas desde la región de los muertos a la región de la vida.
A ti sea la gloria,
que te revestiste de un cuerpo humano y mortal, y lo convertiste en fuente de
vida para todos los mortales. Tú vives, ciertamente; pues los que te dieron
muerte hicieron con tu vida como los agricultores, esto es, la sembraron bajo
tierra como el trigo, para que luego volviera a surgir de ella acompañada de
otros muchos.
Venid, ofrezcamos
el sacrificio grande y universal de nuestro amor, tributemos cánticos y
oraciones sin medida al que ofreció su cruz como sacrificio a Dios, para
enriquecernos con ella a todos nosotros .
(Sermón sobre
Nuestro Señor, 3-4.9; Liturgia de las Horas)
Comentario sobre
el Diatéssaron
Con la última
venida pasará algo semejante a lo que pasó con la primera.
Así como los justos
y los profetas esperaron al Mesías pensando que se había de manifestar en su
tiempo, también hoy cada uno de los cristianos desea que llegue en sus propios
días. Cristo no reveló el día de su venida, principalmente por esta razón: para
que todos comprendieran que aquel a cuyo poder y dominio están sometidos los
números y los tiempos no está sujeto al destino ni a la hora. Pero el que desde
toda la eternidad había determinado este día y describió detalladamente las
señales que lo precederían ¿cómo podía ignorarlo? Por eso con aquellas palabras
invitó a considerar sus señales, para que, desde entonces y para siempre, las
generaciones de todos los siglos pensaran que su venida podría acontecer en su
tiempo .
Estad en vela,
porque cuando el cuerpo duerme es nuestra naturaleza la que domina y obramos no
guiados por nuestra voluntad, sino por los impulsos de nuestra naturaleza. Y
cuando un pesado sopor, por ejemplo, la pusilanimidad o la tristeza, domina al
alma, ésta es dominada por el enemigo y, bajo los efectos de ese sopor, hace lo
que no quiere. Los impulsos dominan a su naturaleza y el enemigo al alma.
Por lo tanto, el
Señor recomendó al hombre la vigilancia de todo su ser: del cuerpo, para que
evitara la somnolencia; del alma, para que evitara la indolencia y la
pusilanimidad como dice la Escritura: Despertaos, como conviene; y: Me
levanté y estoy contigo; y también: No desfallezcáis. Por eso,
investidos de este ministerio, no sentimos desfallecimiento.
Para que los
discípulos no le preguntaran sobre el tiempo de su venida, Cristo les dijo:
Por lo que se refiere a aquella hora, nadie sabe nada; ni los ángeles del cielo
ni siquiera el Hijo. No toca a vosotros conocer el tiempo y la ocasión. Lo
ocultó para que estemos prevenidos y para que cada uno de nosotros piense que
ello puede tener lugar en su propio tiempo. Pues si Cristo hubiera revelado el
día de su venida, ésta se hubiera tornado un acontecimiento indiferente y ya no
sería un objeto de esperanza para los hombres de los distintos siglos. Dijo que
vendría, pero no dijo cuándo, y por eso todas las generaciones y épocas lo
esperan ansiosamente.
Aunque el Señor
estableció las señales de su venida, sin embargo, en modo alguno conocemos con
exactitud su término; pues estas señales aparecen de muy distintas maneras y
pasan, y algunas de ellas todavía perduran.
(18, 15-17;
Liturgia de las Horas)
HIMNO EN CONTRA DE
BAR-DAISAN
San Efrén de Siria
San Efrén de Siria
San
Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), conocido como "La Lira del Espíritu
Santo", por la belleza y profundidad de sus poesías, se preocupó por
refutar los errores que poco más de un siglo antes el doceta Bar Daisan
(154-222 d.C. aprox.) había propagado por medio de sus difundidos himnos,
tratando de unir sus conocimientos de ocultismo con el cristianismo, y que sus
seguidores, en tiempos de Efrén, continuaban exponiendo.
HIMNO EN CONTRA DE BAR-DAISAN
Hay Un Ser, que se conoce a Sí mismo
y se ve a Sí mismo.
Él habita en Sí mismo,
y desde Sí mismo se despliega.
Gloria a su Nombre.
Este es un Ser que por su propia voluntad
está en todo lugar,
que es invisible y visible,
manifiesto y escondido.
Él está encima y debajo.
Familiar y condescendiente por su gracia entre los pequeños;
más sublime y más exaltado,
como conviene a su gloria, que los elevados.
El veloz no puede exceder su presteza,
ni el tardo ir más allá que su paciencia.
Él está antes de todo y después de todo,
y en medio de todo.
Él es como el mar,
y toda la creación se mueve en Él.
Como las aguas envuelven a los peces en todos sus movimientos,
así el Creador está vestido con todo lo creado,
con lo grande y lo pequeño.
Y como los peces están escondidos en el agua,
así están escondidos en Dios la altura y la profundidad,
lo lejano y lo cercano,
y sus habitantes.
Y como el agua se encuentra con los peces adonde quiera que vaya,
así Dios se encuentra con todo el que camina.
Y como el agua toca al pez en cada giro que hace,
así Dios acompaña y mira a cada hombre en todos sus actos.
Los hombres no pueden mover la tierra, que es su carro,
así tampoco nadie se aleja del Único Justo, que es su socio.
El Único Bueno está unido al cuerpo,
y es la luz de los ojos.
Un hombre no es capaz de escapar de su alma,
pues ella está con él.
Ni tampoco hay hombre escondido del Bueno,
pues Él lo envuelve.
Como el agua envuelve al pez y éste lo siente,
así también todas las naturalezas sienten a Dios.
Él se difunde en el aire,
y con tu aliento ingresa en lo más íntimo de ti
Él está unido a la luz,
e ingresa, cuando tú ves, en tus ojos.
Él está unido a tu espíritu,
y te examina desde dentro, para saber quién eres.
Él habita en tu espíritu,
y nada que está en tu corazón le es oculto.
Como la mente precede al cuerpo en todo lugar,
así Él examina tu alma antes que tú la examines.
Y como el pensamiento precede en mucho al acto,
así su pensamiento conoce de antemano lo que tú planearás.
Comparado con su impalpabilidad,
tu alma es cuerpo y tu espíritu carne.
Él, que te creó,
es alma de tu alma,
espíritu de tu espíritu,
distinto de todo,
y está unido a todo,
y manifiesto en todo,
un gran prodigio y una escondida maravilla insondable.
Él es el Ser cuya esencia ningún hombre es capaz de explicar.
Éste es el Poder cuya profundidad es inexpresable.
Entre las cosas vistas y entre las cosas escondidas
no hay nada que se compare a Él.
Éste es Aquél que creó y formó de la nada
todo lo que es.
Dios dijo:
¡Qué se haga la luz!
Una cosa creada.
Él hizo la oscuridad y se hizo de noche.
Observa: una cosa creada.
Fuego en las piedras,
agua en las rocas:
El Ser los creó.
Hay un Poder que los sacó de la nada.
Contempla,
también hoy, el fuego no está en un almacén en la tierra.
¡Mira! Es continuamente creado
por medio de pedernales.
Es el Ser quien ordena su existencia
por medio de Él mismo, que la sostiene.
Cuando Él quiere la enciende,
cuando Él quiere la apaga
a manera de llamar la atención al obstinado.
En la gran alameda se enciende un fuego
por la fricción de un madero.
La llama devora,
se vuelve fuerte,
y al final sucumbe.
Si fuego y agua son seres y no creaturas,
entonces antes que la tierra fuera,
¿Dónde estaban ocultas sus raíces?
Quienquiera que va a destruir su vida,
abre su boca para hablar de todo.
Quienquiera que se odia a sí mismo
y no se circunscribe a Dios
piensa que es una gran impiedad que alguien se crea un erudito.
Y si piensa que ha dicho la última palabra
ha alcanzado el paganismo,
¡Oh Bar Daisan,
hijo del Río Daisa,
cuya mente es líquida como su nombre!
Himno I
sobre la Resurrección
“El pueblo que habita en las tinieblas ha visto una gran luz”
Jesús, Señor nuestro, Cristo
Se nos ha manifestado desde el seno del Padre
Ha venido a sacarnos de las tinieblas
Y nos ha iluminado con su luz admirable
Ha amanecido el gran día para la humanidad
El poder de las tinieblas ha sido vencido
De su luz nos ha nacido una luz
Que ilumina nuestros ojos entenebrecidos
Ha hecho brillar la gloria en el mundo
Ha iluminado los abismos oscuros
La muerte ha sido aniquilada, las tinieblas ya no existen
Las puertas del infierno han sido abatidas
El ha iluminado a toda criatura
Tinieblas desde los tiempos antiguos
Ha realizado la salvación y nos ha dado la vida;
Volverá en gloria e iluminará los ojos de los que le esperan
Nuestro Rey viene en su esplendor
Salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas
Alegrémonos en él como el se regocija con nosotros
Y nos alegra con su gloriosa luz
Hermanos míos, levantaos, preparaos
A dar gracias a nuestro Rey y Salvador
Que vendrá en su gloria y nos alegrará
Con su gozosa luz en el Reino
“El pueblo que habita en las tinieblas ha visto una gran luz”
Jesús, Señor nuestro, Cristo
Se nos ha manifestado desde el seno del Padre
Ha venido a sacarnos de las tinieblas
Y nos ha iluminado con su luz admirable
Ha amanecido el gran día para la humanidad
El poder de las tinieblas ha sido vencido
De su luz nos ha nacido una luz
Que ilumina nuestros ojos entenebrecidos
Ha hecho brillar la gloria en el mundo
Ha iluminado los abismos oscuros
La muerte ha sido aniquilada, las tinieblas ya no existen
Las puertas del infierno han sido abatidas
El ha iluminado a toda criatura
Tinieblas desde los tiempos antiguos
Ha realizado la salvación y nos ha dado la vida;
Volverá en gloria e iluminará los ojos de los que le esperan
Nuestro Rey viene en su esplendor
Salgamos a su encuentro con las lámparas encendidas
Alegrémonos en él como el se regocija con nosotros
Y nos alegra con su gloriosa luz
Hermanos míos, levantaos, preparaos
A dar gracias a nuestro Rey y Salvador
Que vendrá en su gloria y nos alegrará
Con su gozosa luz en el Reino
EPÍSTOLA
DE SAN EFREN DE SIRIA A UN DISCÍPULO
San
Efrén de Siria (306-373 d.C. aprox.), Padre de la Iglesia, expone en esta
epístola una serie de cuestiones espirituales relativas a la vida monacal.
Entre ellas son de gran valía sus consejos sobre la humildad, sobre la vivencia
de la caridad, y su exhortación a que el cristiano sea siempre fiel a la Fe de
la Iglesia Católica que ha recibido.
Epístola
de San Efrén de Siria a un discípulo
Mi
bienamado en el Señor, cuando te aprestes a dar alguna respuesta, has de poner
en tu boca, antes que cualquier otra cosa, la humildad, pues bien sabes que por
ella todo el poder del enemigo se reduce a nada. Tú conoces la bondad de tu
Maestro, a Quien blasfemaron, y cómo Él se hizo humilde y obediente incluso
hasta la muerte. Hijo mío, trabaja por ti mismo para establecer la humildad en
tu boca, en tu corazón, y en tu cuello, pues hay un mandamiento que la inculca.
Recuerda a David, que se jactaba por su humildad y dijo "porque me humillo
a mí mismo el Señor me ha liberado, y Él me ha bendecido"[1]. Hijo mío,
arráigate en la humildad y harás que las virtudes de Dios te acompañen. Y si
es que permaneces en un estado de humildad, ninguna pasión, cualquiera que sea,
tendrá poder para acercarse a ti.
No
hay medida para la belleza del hombre que es humilde. No hay pasión, cualquiera
que sea, capaz de acercársele al hombre que es humilde, y no hay medida para su
belleza. El hombre humilde es un sacrificio de Dios. El corazón de Dios y de
sus ángeles descansan en aquel que es humilde. Más aún, cuando los ángeles
lo glorifiquen, hay una razón para él que le ha logrado todas las virtudes,
pero para aquel que se ha revestido de la humildad no será necesaria ninguna
razón, aparte de que se ha hecho humilde.
Hijo
mío, éstas son las virtudes de la humildad. Hijo mío, conserva la paz, porque
está escrito, "Aquél que es sabio, en ese momento conservará la
paz"[2]. Mantén la paz hasta que te hagan alguna pregunta. Y cuando te
pregunten, habla, y usa palabras humildes, y compórtate de manera humilde. No
seas puro lamento. Si la pregunta es muy grande para ti, siéntate. Nunca hables
mientras que otros hablan palabras de desprecio; contente, y no olvides que tus
pensamientos deben ser: "No los he escuchado". A todas las palabras
valiosas, préstales tu más ferviente atención. Porque está escrito "Si
tú eres uno que actúa la palabra y no uno que la escucha, te engañas a ti
mismo, hijo mío, en el Señor"[3]. Te doy mandamientos desde el principio,
guárdalos desde tu juventud. Mira lo que dijo Pablo. Dijo, "Además, desde
el tiempo en que eras un niño conocías la Santa Escritura, que tiene el poder
para salvarte".
Aprende
la regla entera de los preceptos de la profesión del monje, y hazte querido en
todos tus trabajos. Si tú, que eres joven, vas al desierto a tomar un lugar, y
te estableces en uno que es muy grande para ti, y Dios está allí, no dejes el
lugar en tu descontento para irte a otro. Deja que el desierto en que te has
establecido te sea suficiente, no vayas a hacer que Él se moleste. Porque está
escrito "No es una pequeña cosa en contra tuya el provocar a los hombres a
la ira".
En
el desierto en el que estás mantén esta manera de actuar, y no huyas de un
lugar a otro. No vayas a llorar a la morada de nadie por causa de lo que crees,
ni tampoco por los deseos de tu estómago. No estés en compañía del hombre
agitado y problemático, y asegúrate de continuar con tu vida silenciosa, y no
estés en la boca de los hermanos. Te suplico, mi amado en el Señor, que dejes
que tu meta principal sea aprender; escuchar con atención (u obedecer) te dará
la paz. Porque está escrito: "El provecho de la instrucción no es la
plata". Cuídate del hábito de no escuchar (o de desobedecer). Que la
palabra de Saúl no se realice en ti y en su generación, porque Dios es más
fácilmente persuadido por la obediencia que por el sacrificio[4].
Éstas
son, entonces, las reglas del oficio del monje. Debes comer con los hermanos. No
levantes la cabeza hasta que no hayas terminado de comer. Come con la vestimenta
con que te dejas ver en público. Si ocurre que eres el último en ser servido
no digas: "Tráelo aquí, donde está sentado uno más grande que
tú". Cuando desees tomar de la botella de agua, no dejes que tu garganta
haga bulla como la de un hombre común. Cuando estás sentado en medio de los
hermanos y tengas flema, no la escupas en medio de ellos, apártate a cierta
distancia y escúpela allí.
Cuando
estés durmiendo en cualquier lugar con los hermanos, no permitas que persona
alguna se les acerque a menos de un codo de distancia. Si el trabajo es de
carácter tranquilo no te duermas sobre una estera, más bien dóblala, porque
eres un hombre joven. No duermas estirado, ni tampoco sobre tu espalda, para que
no te molesten los sueños.
Cuando
estés caminando con los hermanos, manténte siempre a alguna distancia de
ellos, pues cuando caminas con un hermano haces que tu corazón esté ocioso. Si
estás usando sandalias en tus pies, y el que camina contigo no tiene,
quítatelas y camina como él, porque está escrito, "Sufre".
Haz
el trabajo del predicador. Hazlo diligentemente mientras estás en tu
habitación. No comas cuando el sol está resplandeciendo. No enciendas una
fogata para ti solo o te volverás un ostentoso. Cuando sea necesario
calentarte, llama a algún hombre pobre y miserable que esté en el desierto
contigo, mándalo en tu lugar, y serás alabado, al decir, "No pude comer
mi pan solo".
Si
estás en una montaña, o en un lugar donde haya un hermano enfermo, visítalo
dos veces al día: en la mañana, antes de que comiences a trabajar con tus
manos y en la tarde. Porque está escrito, amado mío en el Señor, "Estuve
enfermo y vosotros me visitasteis"[5]. Cuando un hermano muera en la
montaña en donde estás, no te sientes en la celda en la que escuches la
noticia, sino anda y siéntate con él y llora sobre él. Porque está escrito,
"Llora al hombre fallecido, y camina con él hasta que haya sido
enterrado", porque éste es el último servicio que uno puede realizar por
su hermano. Saluda su cuerpo con compasión, diciendo, "Acuérdate de mí
ante el Señor".
Hijo
mío, haz todo lo posible por observar las cosas que he escrito para ti, pues
ellas son las reglas del oficio del monje. Deja que la muerte se acerque a ti de
día y de noche, porque tú sabes que ése que tú conoces es el que te
hablará, diciéndote, "Yo nunca lo he puesto en mi corazón. Mis pies
están en el umbral, viviré hasta que haya cruzado el umbral de la
puerta". Hijo mío, pon toda tu mente ante Dios en todo momento y no dejes
que todos estos inestables pensamientos te saquen del camino. Ten siempre a la
vista los castigos que vendrán. Mientras estés en tu habitación hazte a ti
mismo parecido a Dios.
Si
un hermano viene a ti, regocíjate con él. Salúdalo. Prepara agua para sus
pies. No olvides esto. Que él rece. Tú, siéntate. Saluda sus manos y sus
pies. No lo molestes con preguntas como, "¿De dónde vienes?", porque
está escrito, "De esta manera, algunos han recibido ángeles en su morada
sin saberlo"[6]. Créele a aquél que ha venido a ti inclusive como le
creerías a Dios. Si él es un hombre más virtuoso que tú, le dirás a menudo,
"Que tu favor esté sobre mí", esto es decir: "Te considero mi
maestro". Guarda tu comida y come con él. Y si estás bajo compromiso de
ayuno, quiébralo, porque está escrito, "Hijo mío, siempre me he mostrado
gozoso de acompañar al hombre que quería caminar". Debes regocijarte con
él, y estar contento. Haz lo más que puedas para que te bendiga tres veces,
para que la bendición del ángel que entró con él caiga sobre ti.
Y
como exige la misma Fe de la Iglesia Católica, no te permitas retroceder en
ella, ni te pongas por ti mismo fuera de ella. Creemos en un solo Dios, el Padre
Todopoderoso, y su Hijo Único, Jesucristo, nuestro Señor, por quien se hizo el
universo, y en el Espíritu Santo, es decir, en la Santísima Trinidad, que es
la Divinidad completa. Él es Dios, Él estaba en Dios, Él es la Luz que viene
de la Luz, Él es el Señor que viene del Señor. Él fue engendrado, no creado.
Fue engendrado como hombre. Él no es una cosa creada, es Dios. Fue engendrado
por la Santísima Virgen María, la mujer que llevó a Dios en su seno. Él
tomó la carne del hombre por nuestro bien, (Él bajó) a la tierra, y desde
ella se elevó. Se escogió predicadores, a los Santos Apóstoles, cuyas voces,
de acuerdo a lo que está escrito, han sido escuchadas en toda la tierra (Sal 18
(19), 4). Fue crucificado. Fue atravesado con una lanza. De allí vino nuestra
salvación, Agua y Sangre, es decir, el bautismo y la gloriosa Sangre, pues
aquel que no ha recibido la Sangre no ha sido bautizado.
Haz
esto hijo mío, mantén esta fe, y el Dios de la paz estará contigo, y te
salvará, y te librará, y estarás en paz el resto de tus días. La salvación
está en el Señor, hijo querido, en el Señor. Recuérdame mi bienamado en el
Señor, por Jesús, el Cristo, Nuestro Señor, a quien le pertenecen la gloria y
el poder, por los siglos de los siglos! Amén.........................
[1] Sal 29 (30), 8-12.
[2] Am 5, 13.
[3] 2 Tim 3, 15.
[4] cf. 1 Sam 15, 22.
[5] Mt 25, 36. 43.
[6] Heb 12, 2.
Nuestro Señor,
pisoteado por la muerte, la holló luego en desquite, como quien pisa con sus
pies el polvo del camino. Se sometió a la muerte y la aceptó voluntariamente,
para vencer así la resistencia de la muerte. Salió nuestro Señor llevando la
cruz, sometiéndose a las exigencias de la muerte; pero luego clamó en la cruz y
sacó a los muertos de la región de las sombras, contra la voluntad de la muerte.
La muerte sometió
al Señor a través del cuerpo humano que él tenía; pero él, valiéndose de esta
misma arma, venció a su vez a la muerte. La divinidad, oculta tras el velo de la
humanidad, pudo acercarse a la muerte, la cual, al matar, fue muerta ella misma.
La muerte destruyó la vida natural, pero fue luego destruida, a su vez, por la
vida sobrenatural.
Como la muerte no
podía devorar al Señor si éste no hubiese tenido un cuerpo, ni la región de los
muertos hubiese podido tragarlo si no hubiese tenido carne humana, por eso vino
al seno de la Virgen, para tomar ahí el vehículo que había de transportarlo a la
región de los muertos. Allí penetró con el cuerpo que había asumido, arrebató
sus riquezas y se apoderó de sus tesoros.
Llegóse a Eva, la
madre de todos los vivientes. Ella es la viña cuya cerca había abierto la
muerte, valiéndose de las propias manos de Eva, para gustar sus frutos; desde
entonces Eva, la madre de todos los vivientes, se convirtió en causa de muerte
para todos los vivientes.
Floreció luego
María, nueva viña en sustitución de la antigua, y en ella habitó Cristo, la
nueva vida, para que al acercarse confiadamente la muerte, en su continua
costumbre de devorar, encontrara escondida allí, en un fruto mortal, a la vida,
destructora de la muerte. Y la muerte, habiendo engullido dicho fruto sin ningún
temor, liberó a la vida, y a muchos juntamente con ella.
El eximio hijo del
carpintero, al levantar su cruz sobre las moradas de la muerte, que todo lo
engullían, trasladó al género humano a la mansión de la vida. Y, así, en el
mismo árbol que contenía el fruto amargo fue aplicado un injerto dulce, para que
reconozcamos el poder de aquel a quien ninguna criatura puede resistir.
A ti sea la gloria,
que colocaste tu cruz como un puente sobre la muerte, para que, a través de él,
pasasen las almas desde la región de los muertos a la región de la vida.
A ti sea la gloria,
que te revestiste de un cuerpo humano y mortal, y lo convertiste en fuente de
vida para todos los mortales. Tú vives, ciertamente; pues los que te dieron
muerte hicieron con tu vida como los agricultores, esto es, la sembraron bajo
tierra como el trigo, para que luego volviera a surgir de ella acompañada de
otros muchos.
Venid, ofrezcamos
el sacrificio grande y universal de nuestro amor, tributemos cánticos y
oraciones sin medida al que ofreció su cruz como sacrificio a Dios, para
enriquecernos con ella a todos nosotros .
(Sermón sobre
Nuestro Señor, 3-4.9; Liturgia de las Horas)
Con la última
venida pasará algo semejante a lo que pasó con la primera.
Así como los justos
y los profetas esperaron al Mesías pensando que se había de manifestar en su
tiempo, también hoy cada uno de los cristianos desea que llegue en sus propios
días. Cristo no reveló el día de su venida, principalmente por esta razón: para
que todos comprendieran que aquel a cuyo poder y dominio están sometidos los
números y los tiempos no está sujeto al destino ni a la hora. Pero el que desde
toda la eternidad había determinado este día y describió detalladamente las
señales que lo precederían ¿cómo podía ignorarlo? Por eso con aquellas palabras
invitó a considerar sus señales, para que, desde entonces y para siempre, las
generaciones de todos los siglos pensaran que su venida podría acontecer en su
tiempo .
Estad en vela,
porque cuando el cuerpo duerme es nuestra naturaleza la que domina y obramos no
guiados por nuestra voluntad, sino por los impulsos de nuestra naturaleza. Y
cuando un pesado sopor, por ejemplo, la pusilanimidad o la tristeza, domina al
alma, ésta es dominada por el enemigo y, bajo los efectos de ese sopor, hace lo
que no quiere. Los impulsos dominan a su naturaleza y el enemigo al alma.
Por lo tanto, el
Señor recomendó al hombre la vigilancia de todo su ser: del cuerpo, para que
evitara la somnolencia; del alma, para que evitara la indolencia y la
pusilanimidad como dice la Escritura: Despertaos, como conviene; y: Me
levanté y estoy contigo; y también: No desfallezcáis. Por eso,
investidos de este ministerio, no sentimos desfallecimiento.
Para que los
discípulos no le preguntaran sobre el tiempo de su venida, Cristo les dijo:
Por lo que se refiere a aquella hora, nadie sabe nada; ni los ángeles del cielo
ni siquiera el Hijo. No toca a vosotros conocer el tiempo y la ocasión. Lo
ocultó para que estemos prevenidos y para que cada uno de nosotros piense que
ello puede tener lugar en su propio tiempo. Pues si Cristo hubiera revelado el
día de su venida, ésta se hubiera tornado un acontecimiento indiferente y ya no
sería un objeto de esperanza para los hombres de los distintos siglos. Dijo que
vendría, pero no dijo cuándo, y por eso todas las generaciones y épocas lo
esperan ansiosamente.
Aunque el Señor
estableció las señales de su venida, sin embargo, en modo alguno conocemos con
exactitud su término; pues estas señales aparecen de muy distintas maneras y
pasan, y algunas de ellas todavía perduran.
(18, 15-17;
Liturgia de las Horas)
BIBLIOGRAFIA
Rubens Duval. Journal asiatique:
Le testament de S. Ephrem.
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deserts d’Orient.
Villemain. Tableau de Péloquence
chrétienne au 4e siècle.
G. Bickell. Poèmes de Nisibe (en
latín).
F. Nau. Lettres choisies de
Jacques d’Edesse.
Mgr. Rahmani. Hymnes sur la
Virginité.
Dict. De la Bible. T II, col.
I890.
D. T. C. --- T. V, cols.
I89-I93.
Gracias, considero verdadero privilegio del Señor conocer estas maravillas inmensas nacidas desde el humilde servidor San Efrén...Dios seguramente ha bendecidao la alegría de San Efrén dotándolo de Su Santo Espíritu de Amor...Gracias Señor...Gracias al sitio...Amén...
ResponderEliminarHermoso como apéndice, más las Obras de San Efrén deberían conocerse íntegras, por Su Valor para estos tiempos...Amén...mil gracias...espero mucho más...¡bendiciones!
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