La Iglesia es
misterio de comunión para la misión. En otras partes del diccionario se explica
lo que significa la Iglesia como misterio y misión. Nos centramos ahora en
comunión.
En cuanto a la
comunión, esa "unión común" no expresa tanto la unidad entre las Iglesias cuanto
la unidad de la Iglesia en cuyo ser (el ser una y única) se identifican todas
ellas. En esa conjugación entre "lo uno y lo múltiple" es donde se vislumbra el
modelo mistérico trinitario. La Iglesia es fundamentalmente expresión de la
comunión trinitaria, comunidad de fe, esperanza, caridad, y fraternidad vivida.
Y, por lo mismo corresponsabilidad. Traducido en otros términos: en la Iglesia
todos los bautizados son necesarios; todos los bautizados deben ser miembros
activos; los miembros de la Iglesia tienen diversos carismas y ministerios, y
ejercen diversas funciones. Todo ello para edificar el cuerpo de Jesucristo y,
sobre todo, para hacer presente a Jesucristo hoy entre nosotros.
La comunión en la
Iglesia tiene dos versiones: con el Dios Trino y con los hombres. La forma
concreta de comunión de la Iglesia se manifiesta de esta manera: "Communio
fidelium", por la que todos los fieles, como miembros del Pueblo de Dios,
participan de la vida de la Iglesia y son corresponsables en la única misión y
consortes en su destino; "Communio ecclesiarum", en cuanto la única
Iglesia vive y se manifiesta en las Iglesias particulares; "Communio
hierarchica", que manifiesta la apostolicidad de la Iglesia. Existe también
otra dimensión de comunión, desde la santidad, la "Communio sanctorum",
que se encuentra implícita en las otras dimensiones.
Recuerda R.
Blázquez que la comunión de la Iglesia es "abierta" a toda la humanidad, a un
verdadero ecumenismo y a la Jerusalén celeste. Es "signo e instrumento de la
unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano" (LG).
La comunión con
Dios Trino significa comunión con Dios Padre, por Jesucristo, en el Espíritu
Santo.
La comunión con el
Padre es respuesta a la llamada que convoca a los "santos" (kletoi hagioi)
a vivir su misma vida (Rom 1,7) en el seno de la asamblea de los llamados
(koinonia Ekklésia). Comunión por el Hijo, para ser miembros de su cuerpo (LG
50; GS 32) cuya expresión máxima es la Eucaristía, misterio Pascual de
Jesucristo (LG 7; AG 39; PC 15). Comunión en el Espíritu Santo. El es quien guía
a la comunidad de los santos y convocados por el Padre, confirmados en el Hijo,
hacia la plena comunión y unidad (Gal 5,16-18; 1 Cor 12,4-11; 2 Cor 13,13). El
Espíritu Santo, que vive en los creyentes y en la Iglesia, realiza aquella
maravillosa comunión de los fieles y une tan íntimamente a todos en Cristo, que
es el principio de unidad en la Iglesia (UR 2). El Espíritu Santo es para la
Iglesia y para todos y cada uno de los creyentes, principio de asociación (congregatio)
y de unidad en la doctrina de los apóstoles y en la comunión, en la fracción del
pan y en la oración (LG 13). El Espíritu Santo unifica, sin uniformidades, y
regala diversos dones jerárquicos y carismáticos (AG 4; LG 4).
Pero el misterio de
la comunión no es sólo con Dios Trino, sino con los hermanos. Porque la comunión
se hace fraternidad desde la participación en la vida teologal de Dios, sabiendo
que esa fraternidad es al mismo tiempo don y tarea. Esta comunión con los
hombres ofrece, al menos, estas características: comunitariedad, pluriformidad
en la unidad, libertad de los hijos de Dios, reciprocidad, participación y
corresponsabilidad mutua. Rasgos o notas todas ellas que hace posible la
experiencia sinodal y articulan y se expresan en dicha experiencia.
La Iglesia es
también misión. Sobre este punto remitimos a la voz correspondiente.
BIBL. - R.
BLÁZQUEZ, La Iglesia del Concilio Vaticano II, Sígueme,
Salamanca 1988; M. KEHL, La
Iglesia, Sígueme, Salamanca 1996; B. FORTE, La Iglesia de la trinidad,
Secretariado Trinitario, Salamanca
1996.
Raúl Berzosa
Martínez
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