(De archon, príncipe, soberano)
Secta gnóstica existente en Palestina y Armenia a mediados del
siglo IV. San Epifanio parece haber sido el primer escritor cristiano
que habló de esta secta extraña. Narra que un sacerdote joven de
Palestina, llamado Pedro, había sido condenado a causa de sus errores
gnósticos, y depuesto, por el obispo Aecio, del cargo de presbítero. A
raíz de eso huyó a una región de Arabia donde existía un centro de
ebionitismo. En su vejez, aparentemente convertido aunque no de verdad,
volvió a Palestina, donde llevó la vida de un anacoreta en una caverna
cerca de Jerusalén. La austeridad de su vida y la práctica de una
pobreza extrema le atrajeron algunos seguidores. Poco antes de la muerte
del emperador Constancio (337-361), Eutacto, llegado de Egipto, fue a
visitar al ermitaño Pedro y resultó imbuido por las doctrinas de la
secta, las que trasladó a Armenia la Mayor y Armenia la Menor. San
Epifanio excomulgó a Pedro y parecería que la secta hubiera desaparecido
poco después.
Siguiendo la descripción de san Epifanio
al darnos un resumen de las doctrinas de la secta, encontramos que hay
siete cielos, cada uno de los cuales estaría regido por un archon
(príncipe) rodeado de ángeles engendrados por él, y que son los
guardianes de las almas. En el octavo cielo mora la Madre suprema de la
luz. El rey o tirano del séptimo cielo es Sabaoth, rey de los judíos y
padre del Demonio. El demonio, que vive en la tierra, se rebeló contra
su padre, oponiéndose a él en todo. En Eva engendró a Caín y a Abel.
Caín mató a Abel en una pelea por su hermana, a quien ambos amaban. Las
almas, que tienen origen celestial, constituyen el alimento de los
príncipes que no pueden sobrevivir sin él. Cuando el alma ha alcanzado
el grado del Conocimiento (gnosis), y ha escapado del bautismo de la
Iglesia y del poder de Sabaoth, que es el autor de la ley, vuela hasta
cada uno de los cielos, ora humildemente a su príncipe, y finalmente
alcanza a la Madre y al Padre de todas las cosas, desde los cuales cae a
la tierra. Teodoreto.
añade que algunos de estos herejes vierten aceite y agua sobre las
cabezas de los muertos, para que se vuelvan invisibles a los príncipes y
sustraerlos de su poder. “Algunos de ellos”, continúa san Epifanio,
“pretenden ayunar según el modo de los mojes, engañando a los sencillos,
y alardean de haber abandonado todos los bienes. Niegan la resurrección
de la carne, admitiendo sólo la de las almas; condenan el bautismo y
rechazan la participación en los Sagrados Misterios como si fueran algo
introducido por el tirano Sabaoth, y enseñan otras fábulas llenas de
impiedad”. San Juan Damasceno dice que “son adictos a la más vergonzosa
de las lascivias”. Sus libros apócrifos eran la “Sinfonía” mayor y la
menor, el “Anabatikon [asunción] de Isaías”, libro llamado Allogeneis, y
otros escritos seudo proféticos. Rechazaban el Antiguo Testamento, pero
empleaban frases arrancadas de su contexto tanto del Antiguo como del
Nuevo Testamento, a fin de afianzar su herejía. San Epifanio refuta sus
doctrinas extravagantes demostrando el absurdo y la deshonestidad del
abuso que hacían de los textos de las Escrituras. Escribe, no tomando
distancia con calma según hacen los historiadores, sino enarbolando el
celo del pastor que tiene que tratar un error contemporáneo.
Bibliografía:
SAN EPIFANIO Adv. Hær., P.G., 677,699; TEODORETO, Hær. Fab. Comp., P.G.
LXXXIII, 361; SAN JUAN DAMASCENO, De Hæresibus, P.G., XCIV, 701.
Traducción de Estela Sánchez Viamonte
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Procura comentar con libertad y con respeto. Este blog es gratuito, no hacemos publicidad y está puesto totalmente a vuestra disposición. Pero pedimos todo el respeto del mundo a todo el mundo. Gracias.