Postura de sumisión
y de acatamiento, de respeto y de adoración. El hombre sólo debe arrodillarse
ante Dios. Jesús se arrodilló ante el Padre (Lc 22,41), en oración suplicante,
como lo hicieron Esteban (Act 7,60) y Pedro (Act 9,40) y Pablo (Act 20,36; 21,5;
Ef 3,14). Muchos se arrodillaron ante Jesús, pidiéndole un favor (Mt 17,14; Mc
1,4; 10,17), hasta los soldados, aunque para mofarse de El (Mt 27,29; Mc 15,19).
Ante Jesucristo, que tiene el nombre sobre todo nombre, toda rodilla debe
doblarse (Flp 2,10).
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