Cuando un hombre sospechaba que su esposa le era infiel,
la esposa era llevada ante el sacerdote, en un solemne ritual, debía
beber las aguas amargas. Se preparaban en un vaso de barro, donde se
ponía «agua santa» y «polvo del suelo del tabernáculo» (tipo del
Espíritu Santo aplicando la muerte, como juicio de Dios sobre el pecado,
a la conciencia por la palabra). Si ella le había sido infiel, esta
bebida le sería para maldición, sufriendo de hidropesía bajo la mano de
Dios. Si no, quedaría libre (Nm. 5:11-31).
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