Este término traduce distintas palabras hebreas; así, por
ejemplo, el bastón puntiagudo que utilizan los labradores para excitar a
los bueyes en la labranza. El Eclesiastés compara las palabras de los
sabios al aguijón (Ec. 12:11). El libro de Samuel lo emplea para dar a
conocer hasta qué grado estaban oprimidos los hebreos por los filisteos,
que incluso para afilar los aguijones habían de recurrir al pueblo
enemigo y dominador de las tierras hebreas (1 S. 13:21). En el libro de
los Jueces aparece como arma (Jue. 3:31). En la escena de la conversión
de San Pablo la frase «dura cosa es dar coces contra el aguijón» indica
la vana resistencia del hombre a la gracia divina cuando Dios le llama
(Hch. 9:5). En su hermoso himno a la resurrección, el apóstol se burla
del aguijón de la muerte, que el cristiano no ha de temer porque Cristo
lo ha vencido (1 Co. 15:55).
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