La obediencia ciega es la que los jesuitas y muchos otros religiosos (antes de las reformas de la vida religiosa introducidas por el Concilio Vaticano II)
ejercitaban cumpliendo cada disposición al momento de ser impartidas,
sin demora y sin discusión con la autoridad. De fondo estaba la
conciencia de que hipotéticamente podía equivocarse el que ordenaba pero
no el que acataba la orden obedientemente. Una variante de este modo de
obediencia es la que se da a las autoridades de organizaciones
sociales, políticas y/o religiosas (por ejemplo: el Partido, un proceso
de reeducación, una secta, etc.)
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