martes, 29 de julio de 2014

LOS INDIOS, LOS NEGROS Y BARTOLOMÉ DE LAS CASAS




El Descubrimiento, conquista y colonización americanas se producen en pleno Renacimiento.

 Es éste un periodo de grandes contradicciones. Por un lado es humanista e inhumano, y por otro, aumenta la cultura y ,sin embargo, es retrógrado en muchos aspectos. Tan es así, que se considera como una práctica normal y aceptada, reducir a los pueblos salvajes a la esclavitud mientras no se conviertan y abandonen sus creencias paganas. Así actuó Portugal en sus conquistas africanas, vendiendo negros como esclavos en todos los mercados de Europa, y lo mismo intentó hacer Colón con los indios. 

Pero la reina Isabel, desde un primer momento, consideró a las gentes indias de las nuevas tierras como unos súbditos más y le repugnaba la idea de la esclavitud. Reunió una junta de teólogos y juristas para escuchar su parecer y el 20 de junio de 1500, se decretaba la liberación de los indios, reconociendo la dignidad de todos los hombres por muy salvajes o bárbaros que fueran. Ningún país hasta el momento había dado un paso tan trascendental. En su testamento, la reina insiste en que se mantengan estas recomendaciones e incluso aconseja el matrimonio entre españoles e indias. 

El hombre, y el colono en particular, llegado para enriquecerse, poco respetó estas leyes y aun otras que se promulgaron para que el indio fuera considerado como un trabajador, con su sueldo, sus días de fiesta y sus derechos. Y entonces las voces de los misioneros se dejaron oír hasta en la corte, destacando especialmente Fray Antonio de Montesinos, abogando por los derechos del indio. 

En 1512, una Junta de Notables, promulgó las Leyes de Burgos, en las que se reglamentaba el trabajo de los indios. Cinco meses trabajarían para los patrones españoles, concediéndoseles cuarenta días para sus ocupaciones personales. Se fija la alimentación y el salario en dos pesos de oro anuales y se excluye del trabajo a los ancianos, niños y mujeres embarazadas. Y por último se mantiene la obligación de instruirlos y de enseñarles el cristianismo. 

Estas leyes, muy avanzadas para la época, debieron tener escaso eco en el continente americano, y los abusos debieron de continuar porque hacia 1515, fray Bartolomé de las Casas, con su verbo encendido y apasionado, no deja de clamar en defensa del indio. Fray Bartolomé, dominico, no hay duda de que obró con la mejor voluntad del mundo. Abusos se produjeron, y por desgracia en demasía, pero una de sus obras Brevísima relación de la destrucción de las Indias, sería utilizada, en muchas ocasiones, por los agentes enemigos de España como una de las fuentes de las que bebió la "leyenda negra" En la actualidad a la vista de los censos poblacionales aproximados de los habitantes americanos a la llegada de los españoles y los de dos siglos después, puede verse que el descenso de la población se debió más a las enfermedades "importadas" por los españoles y que no se conocían en el Nuevo Mundo, que a los malos tratos o al exterminio sistemático. 

La viruela, la tuberculosis, la peste bubónica o el sarampión diezmaron a la población indígena, al tiempo que los españoles caían bajo fiebres desconocidas y empezaban a padecer la terrible sífilis.

Pues bien, nuestro buen Fray Bartolomé, en su defensa a ultranza del indio, cayó en la flagrante contradicción de recomendar la captura y esclavitud de los negros para salvaguardar los derechos de los indígenas americanos. Y en este mismo espantoso error reincidieron los frailes jerónimos que Cisneros envió a las Antillas en 1516. Las Casas acabó arrepintiéndose de haber contribuido a la esclavitud y al tráfico negrero, pero ya era tarde para aquellos infelices seres cazados en África y vendidos en Europa y América como una mercancía animal. 

No todos vieron con buenos ojos la esclavitud de los negros, que llegaron a constituir una minoría importante en tierras americanas. Albornoz y el jesuita Sandoval la combatieron considerándola igual de perniciosa que el maltrato al indio. La legislación española para con los
esclavos fue menos dura que las de otros países. Los esclavos no podían ser maltratados, gozaban de libertad matrimonial y estaba admitida la redención en metálico ... [pero del dicho al hecho!

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