(heb. êz y Seîrah [hembras]; attûd, tsâfîr, sâîr, tayish [machos]; serîr izzîm, "macho cabrío"; gedî, gedî izzîm, "cabrito"; sêh izzîm, un animal de manada del tipo de la Cabra o la oveja; aram. êz, tsefîr; gr. áigueios [hembra]; erífion y érifos, "cabrito [chivito]"; trágos [macho, o macho cabrío]). La Cabra bíblica es, hasta donde sepamos, la Capra hircus mambrica; o la montañesa de los árabes, Maaz djebali (especies algo más grandes que las europeas). La Cabra palestina tiene orejas que le cuelgan y cuernos que por lo general están curvados hacia atrás. Su pelaje, generalmente negro, se puede confundir con el cabello humano (1 S. 19:13); las de más de un color eran la excepción (Gn. 30:32). El cabrito, la cría de la Cabra (Gn. 37:31), era alimento favorito de muchos (Jue. 13:15; Lc. 15:29) y también se usaba como sacrificio (Lv. 4:22, 23; Nm. 15:11); Gedeón y Manoa prepararon uno para el ángel del Señor (Jue. 6:19; 13:15-23). Estaba prohibido hervirlo en la leche de su madre (Ex. 23:19; 34:26; Dt. 14:21), sin duda porque era un rito de los cananeos idólatras, como lo muestran textos religiosos de Ras Shamra. La leche de Cabra se usaba para beber (Pr. 27:27), los cueros como recipientes para agua y vino, y el pelo se tejía para hacer carpas o tiendas (Ex. 35:26). El macho cabrío se usó como representante del imperio helenístico de Alejandro Magno (Dn. 8:5, 21); en Mt. 25:32 las cabras se usan como símbolos de los impíos. Véanse Cabra montés; Odre.
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