Hacia el año 776, un monje llamado Beato, quizás abad del monasterio de Santo Toribio de Liébana, escribió una obra titulada Comentarios al Apocalipsis
que tuvo un extraordinario éxito durante cinco siglos. Gracias a su
extensa cultura, Beato combinó en este texto, a modo de summa, muchos
comentarios que habían realizado sobre el tema autores como San Ireneo
de Lyon, San Gregorio Magno, San Isidoro de Sevilla y el erudito del
siglo IV Ticonio. El género de la literatura apocalíptica, que surgió en
el ambiente judaico hacía el siglo II a. C., nunca había dejado de
cultivarse. Beato, tan obsesionado como sus contemporáneos por el
inminente advenimiento del fin del mundo, que según el cálculo de las
seis edades sucedería en el año 800 (838 en la era española), escribió
la obra para edificación de sus monjes, insistiendo en que, tras las
aterradoras catástrofes finales anunciadas por Juan el Evangelista, el
bien triunfaría sobre el mal. No se conserva el códice original de
Beato, que es muy probable que estuviera iluminado. Pasó la fecha temida
sin que nada sucediera, pero siguieron realizándose copias en los
monasterios del norte peninsular (solo un manuscrito existente es
originario de otro país). Después llegaría el temido año 1000, y otras
fechas aterradoras, así que el texto, ya indisolublemente unido a un
ciclo fijo de ilustraciones, siempre tenía sentido para los lectores.
Han sobrevivido treinta y cinco copias manuscritas que datan de los
siglos IX al XIII. A cada una de ellas, por extensión semántica, se las
denomina beato y 26 de ellas están iluminadas. Dos se conservan
en la Biblioteca Nacional de España. Aquí se muestra uno de los más
bellos ejemplares, el códice Vitr/14/2, encargado en 1047 por el rey
Fernando I y doña Sancha, que quizás realizó Facundo en San Isidoro de
León. Sus 98 miniaturas, dotadas de sorprendente expresividad, se
distribuyen en su mayoría sobre franjas horizontales de vivos colores,
en un peculiar e inconfundible estilo que mezcla el románico con
diversas influencias mozárabes y norteafricanas. Se destacan las
miniaturas de los Cuatro Jinetes, la visión de la Jerusalén celestial,
la serpiente de las siete cabezas y la destrucción de Babilonia. En
poder del marqués de Mondéjar desde el siglo XVII, el manuscrito fue
requisado junto con el resto de su biblioteca por Felipe V en la guerra
de Sucesión.
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