Y el Señor Jesús entró en Jerusalén, en el templo: y después de haberlo
visto todo, como ya fuese tarde, salió para Betania con los doce1. Entra en Jerusalén el
Señor, en el templo.
Entra, y una vez ha entrado, ¿qué hace? «Después de haberlo visto todo.»
Buscaba en el templo de los judíos un lugar, donde pudiera reclinar su cabeza, y no lo
encontraba. «Después de haberlo visto todo.» ¿Qué quiere decir «después de haberlo
visto todo»?
Miraba a los sacerdotes, quería estar con ellos, mas no podía, los miraba
porque siempre estaba a disposición de ellos.
«Después de haberlo visto todo», pues, como quien busca con una linterna. Esto
es lo que dice el profeta Sofonías: «Y escudriñaré Jerusalén con una linterna» 2. De
este mismo modo también el Señor lo miró todo con una linterna, buscando en el templo,
y no encontró nada que pudiera ser elegido.
«Como ya fuese tarde, después de haberlo visto todo...» Fíjate en lo que
dice: «después de haberlo visto todo». Aunque nada encontrase, no obstante, mientras
hubo luz, no se retiró del templo. Ahora bien, cuando se hizo tarde, cuando las tinieblas
de la ignorancia oscurecieron el templo de los judíos, cuando era ya una hora avanzada,
se fue a Betania con los doce. Buscó el Salvador, buscaron los apóstoles, y como en el
templo nada encontraron, salieron del templo. ¡Alégrate, monje, alégrate tú que
habitas en el desierto!: lo que no se encuentra en el templo, se encuentra fuera. «Entró
en Betania con los doce». Betania significa «casa de la obediencia». Se retiró, por
tanto del templo de los judíos, donde estaba la soberbia, y se vino a la casa de la
obediencia. La obediencia está donde está la humildad. Así, pues, dejó la soberbia de
los judíos y se vino a la humildad de los gentiles 3.
Y al día siguiente, saliendo... 4 Ved lo que dice. «Al día siguiente», es
decir, cuando salían de Betania. Si sale al día siguiente, es que se ha quedado allí en
Betania. Así, pues, fijaos en el templo, donde no se queda. En Betania, en cambio, viene
y se queda. Y al día siguiente, saliendo de Betania, sintió hambre 5. Se quedó en
Betania, mas, al salir de allí, sintió hambre de la salvación de los judíos. «No he
venido — dice—, sino para las ovejas perdidas de la casa de Israel» 6, También
hoy Cristo siente hambre. Por lo que respecta a los gentiles está saciado, mas siente
hambre de los judíos. E incluso entre nosotros hay algunos que creen y otros que no
creen. En cuanto a los creyentes está saciado, en cuanto a los no creyentes siente
hambre.
Y viendo de lejos una higuera, que tenía hojas... 7. ¡Infeliz judío! «Dios es
conocido en Judá, en Israel es grande su nombre» 8. Esto ocurría una vez, en la época
de los patriarcas, en la época de los profetas, pero ahora, aquel Dios, que por medio de
Jeremías decía: «Yo soy un Dios cercano y no un Dios lejano» 9, ahora ese mismo Dios
se ha retirado de los judíos y los ve de lejos, aunque, sin embargo, se les acerca para
salvarlos.
«Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas...»: hojas, no frutos, esto es,
palabras, no significados, Escrituras, no entendimiento de las Escrituras.
Vio, pues, una higuera que tenía hojas. Siempre tiene hojas y nunca tiene frutos
esta higuera, que estuvo ya en el paraíso. Adán en aquel tiempo cubrió sus vergüenzas,
cuando pecó, porque la higuera tenía hojas. Esta higuera es la sinagoga de los judíos,
que solamente tiene palabras y no entendimiento de las Escrituras.
Veamos lo que se ha escrito en otro lugar de esta higuera. En el Evangelio de San
Lucas leemos: «había un cierto hombre —dice— que plantó una higuera en su
viña. Y cuando vino y buscó fruto en ella, dijo al labrador: es ya el tercer año que
vengo aquí en busca de fruto y no lo hallo. Déjame y la cortaré» 10 (/Lc/13/06).
«Déjame». Lo mismo que cuando Dios dice a Moisés: «Déjame, y acabaré con este
pueblo...» 11. ¿Nadie te retiene y dices déjame? En realidad, cuando tu dices
«déjame», estás pidiendo al labrador que te retenga. «Déjame, y la cortaré. Es ya
el tercer año que vengo y no hallo fruto.» La primera vez vine con Moisés en la ley; la
segunda vine en los profetas; por último, he venido personalmente por mí mismo, y no
hallo fruto. Esta higuera no está plantada entre las espinas, no está plantada fuera,
sino en la viña de la casa de Israel. Y observo una cosa nueva. Las espinas de los
gentiles dan uvas, mientras que la higuera no da higos. «Es ya, dice, el tercer año que
vengo, y no hallo fruto. Déjame, y la cortaré.» El labrador, invitado de este modo,
comprendió que podía retener al Señor, si se lo pedía. Se lo pide, y ¿qué dice?
«Déjala aún por este año que la cave y la abone, a ver si da fruto...» 12. ¿Y
entonces qué? Nada dice. Si no da fruto entonces, dice, vendrás y la cortarás. El
labrador suplica, y el Señor hace lo que había estado deseando. Estoy diciendo una cosa
nueva. El Señor, al que se le ha hecho la súplica, pasa por alto que lo habría hecho,
aunque no se lo hubieran pedido. «Déjala, dice, aún por este año.» En efecto,
inmediatamente después de la pasión del Salvador, no fue destruida Judea: se le dieron
cuarenta y dos años, para hacer penitencia 13. Aquí se trata de un solo año, es decir,
de un tiempo breve, pero significa que se le da lugar para la penitencia. El labrador la
cava y la abona. ¿Quiénes son estos labradores? Los apóstoles, que la cavaron y la
abonaron, pero la higuera no dio frutos. Mas fijaos en lo que dice el mismo labrador: «A
ver si da fruto...» No añade nada más. No dijo: déjala o no la dejes, tenla en tu
viña o abandónala. Nada de esto dijo. «A ver si da fruto...» Es como decir: yo no sé
lo que ocurrirá en el futuro, lo dejo a tu arbitrio. Porque no dijo: esta higuera ha de
permanecer en la viña. Si hubiera dado fruto, Israel no hubiera permanecido en Judea,
sino que hubiese sido incorporado a la Iglesia de los gentiles. Mas como no dio fruto,
estamos viendo con nuestros propios ojos la higuera cortada: estas ruinas de piedra, que
contemplamos, son las raíces de la higuera, que ha sido cortada 14.
¿Por qué hemos dicho todo esto? Hemos querido mostrar a partir de esta
parábola cuál es esta higuera, de la que el Señor espera fruto. Vio, dice, una higuera,
que tenía hojas: la vio a lo largo del camino, no en el camino, es decir, la vio en la
ley, no en el Evangelio. Por ello, no tenía frutos, porque no estaba en el camino, sino
junto al camino. Llega, pues, Jesús y busca fruto. Como la higuera no podía ir a él, va
él a la higuera. Y llegándose a ella no encontró sino hojas 15. Igualmente hoy no
encontramos en los judíos sino las solas palabras de la ley. Leen a Moisés, leen a
Isaías, a Jeremías, y a los restantes profetas. leen: «Esto dice el Señor», pero no
entienden lo que dice.
Porque no era tiempo de higos 16. Esto constituye un gran problema. «Porque no
era tiempo de higos.» Alguien podrá decir: si no era tiempo de higos, no hubo culpa por
parte de la higuera por no tener fruto. Y si no hubo culpa por su parte, no fue tampoco
secada justamente, «porque no era tiempo de higos». Esta higuera tenía hojas, pero no
tenía frutos. «No era tiempo de higos.» El apóstol interpreta este pasaje en la carta
a los Romanos: «No quiero que ignoréis, hermanos, que el endurecimiento vino a una parte
de Israel, hasta que entrase la plenitud de las naciones. Cuando haya entrado la plenitud
de las naciones, entonces todo Israel será salvo.»17 Si el Señor hubiera encontrado
frutos en esa higuera, no hubiera entrado primero la plenitud de las naciones. Pero como
entró esta plenitud de las naciones, todo Israel se salvará al final 18.
Alguien podrá decir: ¿dónde se lee esto de que todo Israel será salvo? En
primer lugar lo dice el mismo apóstol: «Cuando haya entrado la plenitud de los gentiles,
entonces todo Israel será salvo.» Después, también Juan en su Apocalipsis dice: de la
tribu de Judá habrá doce mil creyentes, de la tribu de Rubén doce mil creyentes, y del
mismo modo habla de las restantes tribus; suman en total ciento cuarenta y cuatro mil
todos los creyentes 19. De ahí que también a propósito del salmo ciento cuarenta y
cuatro, que es alfabético, se discuta sobre este número. Si Israel hubiese creído,
nuestro Señor no hubiese sido crucificado, y si nuestro Señor no hubiese sido
crucificado, la multitud de los gentiles no se hubiese salvado. Creerán los judíos, por
tanto, pero creerán al fin del mundo. No era tiempo para que creyeran en la cruz. Si
hubiesen creído, el Señor no hubiese sido crucificado. No era tiempo para que creyeran.
Su infidelidad es nuestra fe, su ruina nuestra elevación. No era el tiempo de ellos, para
que fuera nuestro tiempo. Hemos dicho que creerán al fin del mundo, al interpretar este
texto: «porque aún no era tiempo (de higos)». Pero esto es lo que viene a
continuación: «Le dice el Señor: nunca jamás comerá ya nadie fruto de ti.»20 Si los
judíos han de creer, ¿cómo es que ninguno de ellos comerá frutos? El Señor no habla
del tiempo futuro, no se refiere a la eternidad, sino al tiempo presente 21. En
definitiva, lo que dice es esto: en el tiempo presente no creerás, pero cuando haya
pasado este tiempo, entonces creerás. Creerás, no en el humilde, sino en el que reina, y
mirarás al que atravesaste 22. Por tanto, en el tiempo presente nadie comerá fruto de
ti, pero sí en el tiempo futuro.
1 Mc 11, 11.
2 Sof 1, 12.
3 Cf. Jerón., In Matth 21, 17.
4 Mc 11, 12.
5 Ibid.
6 MI 15, 24.
7 Mc 11, 13.
8 Sal 75, 2.
9 Jer 23. 23.
10 Lc 13, 6.
11 Ex 32, 10.
12 Lc 13, 8-9.
13 En efecto, cuarenta y dos años después de la crucifixión,
Judea y Jerusalén fueron pasadas a sangre y fuego por los romanos.
14 Cf. Jerón., In Abacuc 3, 17. Las ruinas de piedra son las del
templo destruido por los romanos, a pesar de la prohibición del emperador
15 Mc 11, 13.
16 Ibid.
17 Rom 11, 25 ss.
18 Cf. Jerón., In Matth 21, 18.
19 Ap 7.5 ss.
20 Mc 11, 14.
21 Cf. Jerón., In Abacuc 3, 27.
22 Jn 19, 37: Ap 1.7: Zac 12. 10.
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