Cuando la Santa Iglesia celebra los Dolores de María, en realidad conmemora su
maravillosa correspondencia a las gracias recibidas. Celebra su perseverancia, su fuerza
materna, su inamovible fidelidad a los pedidos divinos, por arduos o incomprensibles que
parezcan ser. Ella sufrió muchísimo, y quedamos admirados al ver cómo llevó su cruz
hasta el fin, sin quejas, desfallecimientos ni susceptibilidades. Siendo la Madre de Dios,
en rigor podría haberle pedido a su Divino Hijo que le presentase una cruz menor. Ni
sombra de ello. Por el contrario, siempre continuó presente en su espíritu la respuesta
que le dio al Arcángel San Gabriel: “He aquí la esclava del Señor”.
Habiendo sido Ella así, puede pedirnos que la imitemos. Si queremos amar a Dios como
Ella lo hizo, debemos también estar dispuestos a dar más que aquellos infelices que ni lo
aman ni lo conocen. Pero, ¿ésta es la realidad? La respuesta, la encontramos en una
lejana aparición, que está en el origen de esta devoción.
La gran Santa Brígida, princesa sueca que vivía en Roma en el siglo XIV, tuvo numerosas
e impresionantes apariciones de Nuestro Señor y de su Santísima Madre. Cierto día
Nuestra Señora le reveló lo siguiente: “Miro a todos los que viven en el mundo para ver
si hay quien se compadezca de Mí y medite mi dolor, pero encuentro poquísimos que
piensen en mi tribulación y padecimientos. Por eso tú, hija mía, no te olvides de Mí que
soy olvidada y menospreciada por muchos. Mira mi dolor e imítame en lo que pudieres.
Considera mis angustias y mis lágrimas y duélete de que sean tan pocos los amigos de
Dios” (cf. www.corazones.org/maria/siete_dolores.htm).
http://www.fatima.org.pe/seccion-imprimearticulo-298.html (2 of 4) [2/17/2007 12:39:15 AM]
¿Por qué celebrar los dolores de María? - El Perú necesita de Fátima
La Orden de los Siervos de María ya difundía desde el siglo XIII una oración recordando
los siete episodios más dolorosos de la vida de Nuestra Señora. Y con el tiempo los
hechos arriba mencionados acabaron fundiéndose en la actual devoción.
¿Una lamentación inútil?
Algún lector podría pensar lo siguiente: No entiendo por qué Nuestra Señora desea que
meditemos sus dolores. Admirar su fidelidad, lo entiendo. ¿Pero quedarse pensando en lo
que sufrió? ¿De qué sirve eso? Una ley de la vida es la siguiente: quien admira, termina
pareciéndose a lo que admiró. Si discernimos algo admirable, terminamos imitándolo,
concientemente o no. Lo mismo ocurre cuando meditamos los dolores de María
Santísima. El solo hecho de hacerlo, acaba inclinándonos a ser como Ella. Y esto, a su
vez, nos mueve a actuar como Ella.
Si prestamos atención a la revelación hecha a Santa Brígida, constataremos que Nuestra
Señora no pide solamente que meditemos. Después de solicitar que pensemos en Ella,
recomienda que la imitemos en la medida de lo posible. O sea, que la imitemos en su
oración continua, en su deseo de sacrificio, en su fidelidad a las gracias recibidas.
Notemos bien que nunca podremos llegar al grado de perfección que Ella alcanzó, y por
eso hacemos la salvedad “en la medida de lo posible”. La Santísima Virgen no nos pide
cosas imposibles.
Pero está perfectamente a nuestro alcance la mayor de todas las armas en esta batalla
espiritual: la oración. Cuántas personas lamentan el número de drogadictos entre los
jóvenes, pero no se acuerdan de rezar para que ese imperio de las drogas se derrumbe,
sean castigados los responsables y auxiliadas sus víctimas. Otros lamentan la existencia
del crimen organizado, pero no rezan por la restauración del orden. Muchos desean el fin
del desorden moral en el país, pero ni se acuerdan ni hablan de la necesidad de
oraciones.
Y no basta rezar. Fácilmente podemos hacer más que eso. En medio de la desgracia,
cuántas y cuántas veces un apoyo espiritual puede significar de un valor incalculable. Si
no, que lo digan aquellos que sufrieron la pérdida de un familiar cercano y recibieron un
apoyo moral. Nada nos impide hacer una llamada telefónica para apoyar a aquellos que,
por ejemplo, luchan contra el aborto. Si pudiéramos hacer más, como desenmascarar a
los que quieren la implantación del aborto, será aún mejor.
Pero en el fondo, de lo que Nuestra Señora se queja a Santa Brígida es de la indiferencia
y el olvido. Que son, dicho sea de paso, síntomas de egoísmo. Nos quedamos pensando
en nosotros mismos y en nuestra pequeña vida particular, y nos olvidamos que Dios y su
Santísima Madre son ofendidos. Actitud diametralmente contraria a la de Nuestra
Señora, que vivía pensando en Dios y olvidándose de sí misma. ¡Cuántas personas, si
fuesen colmadas de bienes, pronto se olvidarían del resto y quedarían pensando sólo en
la forma de disfrutarlos! Un alma con grandeza semejante a la de María Santísima hace
exactamente lo contrario. Cuanto más recibe, más piensa en cómo retribuir, o sea, cómo
alabar a Dios y combatir a sus enemigos.
Fuente http://www.mariologia.org
Selección de imágenes: [José Gálvez Krüger]
Fuente http://www.mariologia.org
Selección de imágenes: [José Gálvez Krüger]
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