Sangre de mártires, semilla de cristianos
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Dentro de las fronteras del Imperio romano los primeros contactos fueron pacíficos. La política romana en asuntos religiosos se basaba en la tolerancia. A los pueblos sometidos se les permitía conservar sus creencias y practicar sus ritos. Los romanos podían adoptar los cultos extranjeros que, de hecho, proliferaron en Roma, en particular los cultos orientales de Mitra e Isis. El clima prevalente era proclive a un cierto sincretismo. Pablo aprovechó al máximo para su labor misionera dos grandes conquistas del Imperio: una lengua común (el griego) y una magnífica red de calzadas que garantizaban la seguridad de los viajeros.
Pero el cristianismo estaba llamado a chocar de forma inevitable con el paganismo. No era un culto más que viniera a sumarse a los ya existentes, sino que por sí mismo era excluyente. No admitía la legitimidad de otras creencias porque negaba la existencia de otros dioses. Esta actitud negativa frente a los restantes cultos le acarreaba la hostilidad de una sociedad sincretista, permisiva y tolerante. Más aún, el cerrado monoteísmo cristiano -que confesaba un solo Dios, un solo Salvador y un solo Señor- era inconciliable con la religión oficial romana, que incluía entre sus elementos el culto al divino emperador y a la diosa Roma. Participar en estos cultos se interpretaba como signo de lealtad al Estado. Negarse a ello equivalía a cometer un crimen de lesa patria.
Las persecuciones
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Las persecuciones no fueron continuas, sino esporádicas, con amplios intervalos de tregua que permitieron llevar adelante la tarea de evangelización y el aumento de las conversiones. Pero aun con estos dilatados períodos de paz, la suerte de los cristianos era muy precaria, ya que al no estar incluido el cristianismo en el catálogo de las religiones toleradas, en cualquier momento y lugar, y dependiendo del capricho o del talante personal de las autoridades, podían verse despojados de sus bienes, desterrados o condenados a la pena capital. Con ello, la fe de los cristianos se ahondó en su forma de expresión más eminente: la del martirio.
El culto a los mártires
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Pasados setenta años desde la última persecución, rigió la Iglesia de Roma el papa Dámaso (366-384), quien compuso no menos de ochenta poemas dedicados a santos mártires enterrados en las catacumbas. De su profundo respeto por los mártires da fe este fragmento conservado en una lápida:
"Aquí, lo confieso, habría querido yo, Dámaso, depositar mis restos, / pero tuve miedo de causar molestia a las santas cenizas de los justos".
Fue aquélla una época de veneración dirigida a quienes durante las persecuciones habían dado su vida a cambio de la permanencia en la fe cristiana. Las catacumbas se convirtieron en el centro de culto y de peregrinación desde los más alejados confines del mundo romano y en codiciado lugar de reposo como cementerio de los devotos ricos.
La nueva terminología cristiana
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Abba: Fórmula de plegaria empleada por Jesús. Es un diminutivo del arameo ab (padre), propio del lenguaje infantil, equivalente a "papá". No figura en el Antiguo Testamento ni en la literatura judía posterior. Refleja una relación singular de Jesús con Dios, su Padre. A imitación de Jesús, también sus seguidores pueden, por inspiración del Espíritu Santo, formular esta misma invocación.
Alfa y Omega: Son la primera y última letras del alfabeto griego. La expresión se utiliza para indicar totalidad, una realidad que abarca el principio y el fin. Se aplica a Dios y a Jesús porque son "el primero y el último", el principio y fin de todas las cosas.
Alianza: En el Antiguo Testamento indica la relación especial de Dios con Israel, materializada en un pacto entre Yahvé y el pueblo hebreo en el monte Sinaí, en virtud del cual Israel adora exclusivamente a Yahvé y Él le ama y protege como a su pueblo predilecto. No es un pacto entre iguales. Es Dios quien asume siempre la iniciativa. En el cristianismo, aquella relación especial de la alianza antigua es sustituida por una "alianza nueva y eterna" entre Dios y la humanidad, nacida en virtud de la sangre de Cristo.
Anciano: El término no se refiere a la edad de las personas, sino a su posición social o su autoridad. Originariamente, los ancianos eran los jefes de familia o clan que, juntos, formaban una especie de consejo de una tribu o de una población. En las monarquías y en las culturas urbanas su función equivalía a la de consejeros o concejales. En el Nuevo Testamento figuran al lado de los apóstoles, deliberan y toman decisiones con ellos. Véase también Presbítero.
Anticristo: Los orígenes de este concepto se remontan a las ideologías dualistas que admiten la existencia de un principio del bien y otro del mal, en constante pugna, que librarán, al final de los tiempos, una batalla decisiva. El Anticristo es el gran adversario de Cristo que, en la etapa última de la historia, desarrollará una actividad funesta contra los cristianos. Algunos comentaristas creen que se trata de un personaje concreto, dotado de poderes sobrehumanos, que actuará bajo inspiración diabólica. Otros lo interpretan como el conjunto de doctrinas y sistemas contrarios a las enseñanzas del cristianismo.
Apóstol: Vocablo griego que significa "enviado". Es el nombre que, según Lucas, dio Jesús a los doce que eligió, de entre sus discípulos, para ser testigos y proclamadores de su vida, muerte y resurrección. Los Hechos de los Apóstoles aplican esta denominación exclusivamente a los doce. Más tarde, con este término se designaba un círculo más amplio de anunciadores del evangelio.
Carisma: El carisma es un don gratuito, sobrenatural, que el Espíritu concede a unas determinadas personas para el bien de la comunidad. Los hay de varias clases: singular capacidad didáctica, fe destacada, don de curaciones, de milagros, de profecía, de discernimiento de espíritus, de lenguas. En las primeras comunidades cristianas fueron tan abundantes que se ha hablado de una Iglesia carismática contrapuesta a la ministerial. Sin embargo, el mismo Pablo advierte: "Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu, diversidad de ministerios, pero un mismo Señor" (1 Corintios 12,4-5).
Conversión: La conversión es el tema central de la predicación de Juan Bautista y la primera exhortación que formula Jesús a sus oyentes según el Evangelio de Marcos. Implica dos ideas: la de cambio de conducta, invirtiendo la dirección errónea por la que se avanzaba para, dando media vuelta, caminar por el sendero recto; y la de cambio de mentalidad, abandono de las ideas equivocadas que se profesaban para abrir la mente al pensamiento correcto.
Cordero: Juan Bautista llamó a Jesús "cordero de Dios". Según muchos exegetas, la expresión alude al cordero que era sacrificado y comido en familia por los judíos en la fiesta de Pascua. En apoyo a esta interpretación puede aducirse la sentencia de Pablo: "Ha sido inmolado Cristo, nuestro cordero pascual" (1 Corintios 5,7).
Diácono: Término griego que significa servidor. La primera vez que aparece en el Nuevo Testamento se refiere a los siete "servidores de las mesas" elegidos por los apóstoles. La expresión debe entenderse en sentido amplio, es decir, como personas puestas al frente de las necesidades materiales y las obras de caridad prestadas por la comunidad. De hecho, sus funciones incluían también el servicio de la palabra (por ejemplo, el discurso apologético del diácono Esteban o la labor evangelizadora del diácono Felipe). Por tanto, en aquella decisión apostólica podría verse el origen de la institución del diaconado actual.
Eucaristía: El significado literal de este término griego es "acción de gracias". Designa las comidas que celebraban los cristianos en memoria de la última cena de Jesús con sus discípulos. Los relatos y ritos que las acompañaban tendían a subrayar la idea de que Jesús sigue estando presente entre los suyos.
Evangelio: En sus orígenes, este vocablo griego se refería a la recompensa (las albricias) que se daba a los mensajeros portadores de felices noticias. Más tarde pasó a designar la noticia misma, por ejemplo, la coronación de un soberano. En el primitivo cristianismo se refería a la noticia de la venida de Dios en la persona de Jesús y a los cuatro libros (de Mateo, Marcos, Lucas y Juan) que la consignan por escrito. Hoy se admite que ninguno de estos libros se debe a la pluma de un testigo ocular, sino que son el resultado de diversas tradiciones orales y escritas, de recorrido muy complejo, con diferencias de unas a otras según las diversas comunidades, recopiladas, en su estadio actual, desde distintas perspectivas, para varios auditorios y con diversas finalidades. Se explicarían así tanto las coincidencias entre ellos (en definitiva, se refieren a un mismo acontecimiento) como las diferencias.
Iglesia: Voz procedente del latín ecclesia, que a su vez vierte el concepto griego de ekklesia y éste el hebreo de qahal. Su significado básico es convocatoria de una asamblea y, en sentido pasivo, la asamblea convocada. En el primitivo cristianismo designaba las comunidades locales y, en una segunda etapa, el conjunto de todas ellas, es decir, la Iglesia universal.
Hijo de Dios: El concepto de "hijos de dioses" era frecuente en las antiguas religiones orientales. También en la mitología griega abundaban los héroes, semidioses y dioses nacidos de otros dioses o de la unión de dioses con seres humanos. Hubo soberanos, entre ellos los emperadores de Roma, que se hacían venerar como hijos de un dios. En los Evangelios sinópticos Jesús nunca se califica a sí mismo como "Hijo de Dios", pero sí en el Evangelio de Juan. Después de la resurrección, la primitiva comunidad cristiana asumió que Jesús era el Hijo de Dios en sentido propio, es decir, que es igual a Dios y actúa como tal.
Hijo del hombre: En arameo, la expresión equivale a miembro de la raza humana, ser humano. Pablo aplica el concepto a Cristo como el hombre celestial, salvador, contrapuesto al hombre (Adán) terreno, pecador. "Por un hombre (Adán) entró el pecado en el mundo y por un hombre (Cristo) vino la salvación." En los Evangelios, la idea de que Jesús es hombre implica dos aspectos: es el hombre (Siervo) doliente de que habla Isaías y es también el Hijo del hombre glorioso que viene en las nubes.
Justificación: Dios es justo y hace llegar su justicia hasta los hombres justificándolos, en el sentido de que, después de que éstos se habían hecho pecadores, injustos, les otorga una gracia justificante que, admitida por ellos, les hace justos, los libera del pecado. La justificación es el modo como el hombre admite, se apropia, hace suya esta gracia que le torna justo. Para el judaísmo, sobre todo en la vertiente legalista cultivada por los fariseos, el hombre la conseguía mediante las obras de la Ley. Para los cristianos, y en particular para Pablo, el hombre hace suya esta justicia y se justifica por medio de la fe en Jesucristo. De esta fe fluyen a continuación, como lógica consecuencia, obras justas.
Logos: Término griego que encierra muchos significados: palabra, razón, discurso, tratado. En la filosofía helenística es el elemento racional y racionalizador del cosmos. Penetra todo el universo, le da vida, movimiento y orden. En el judaísmo helenístico es el vínculo universal, el primogénito de Dios, la más antigua de las criaturas, el demiurgo, el instrumento del que Dios se sirve para llevar a cabo la creación. En el neoplatonismo es la primera emanación de Dios. En el prólogo del Evangelio de Juan, el Logos es eterno, como Dios, es la Palabra de Dios. Para muchos autores, este Logos joánico no tiene origen helenístico, sino semita. Véase Palabra.
Maran atha: Expresión aramea que significa "nuestro Señor ha venido". También puede leerse marana tha, "¡Señor nuestro, ven!". En la primera hipótesis, su contexto se sitúa en la liturgia eucarística ("nuestro Señor ha venido y está aquí con nosotros"). En la segunda, se inscribe en la espera de la venida de Jesús.
Mesías: Término arameo que significa "ungido". En la historia antigua, entre los ritos y solemnidades con que los grandes personajes (soberanos, vasallos de elevado rango, sacerdotes...) accedían a su cargo o dignidad figuraba la unción con aceite. En la literatura paleotestamentaria, la expresión Mesías de Dios se refiere siempre, a partir del s. I a.C., a un futuro salvador. El Nuevo Testamento utiliza casi siempre su equivalente griego, Cristo.
Obispo: Del griego epískopos, "inspector", "vigilante". Un texto de los Hechos de los Apóstoles lo entiende en el sentido de personas que se mantienen "vigilantes" para pastorear a la Iglesia del Señor. En la literatura neotestamentaria no se definen con claridad ni su estado ni sus funciones. Puede admitirse que en los primeros momentos las comunidades cristianas estuvieran regidas por un consejo de ancianos (véase Presbítero) y que en una segunda etapa (hacia el 61-63, fecha probable de la redacción de la primera Carta a Timoteo y la Carta a Tito) hubiera ya uno solo como dirigente de cada comunidad. En los últimos años del siglo I o en los primeros años del siglo II estaba ya generalizado el establecimiento de un obispo al frente y como responsable de cada una de las iglesias locales.
Palabra: Para la mentalidad semita, la palabra no es la simple expresión fonética de una cosa o de una idea, sino que se identifica con la realidad significada. Una vez pronunciada es irrevocable. Las bendiciones y maldiciones, tras ser formuladas, permanecen por siempre. Las palabras encierran un poder mágico. La Palabra de Dios tiene el mismo poder que Dios. Dios crea con una palabra. En el Nuevo Testamento, Cristo es la Palabra de Dios. Véase Logos.
Paráclito: En el griego profano significa defensor de una causa y también intercesor. En el Nuevo Testamento, y en particular en los escritos joánicos, equivale a abogado o testigo de la defensa ante un tribunal. No es un término específico del Espíritu Santo, porque también Jesús es paráclito, pues actúa como abogado de sus discípulos ante el Padre. El Espíritu Santo es "otro paráclito".
Parusía: Vocablo griego que significa "presencia" en el sentido de que alguien viene y está, por tanto, presente. En la literatura profana se aplica a la visita y presencia de príncipes, reyes o emperadores en una ciudad e implica, por ello, un evento festivo, solemnizado con un prolijo ritual. En el Nuevo Testamento alude a la venida de Jesús en gloria y majestad al final de los tiempos.
Presbítero: Voz griega que significa "anciano". De los textos que incluyen este término en el Nuevo Testamento se desprende que los presbíteros desempeñaron una función especial en las primitivas comunidades cristianas. Según los Hechos, actúan al lado de los apóstoles. En la Carta de Santiago, son los encargados de la unción de los enfermos. No se sabe con certeza si estos presbíteros tenían el rango de obispos. Véase Anciano, Obispo.
Sóter: Salvador. La figura de un salvador que acudirá en socorro de la humanidad o de una parte de ella (de los adeptos, los iniciados) estuvo muy difundida en el espacio religioso de la Edad Antigua. Del ámbito religioso pasó al político y en muchos países, entre ellos el Imperio Romano, los soberanos reclamaron este título. Para los cristianos hay un solo Salvador, un solo nombre en el que poder ser salvados, el de Jesús, que ha llevado a cabo la salvación de todo el género humano con el derramamiento de su sangre.
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