
Con esta ferocidad, Valente también evidenció los crudos instintos supersticiosos de los salvajes. En un viaje a través de Capadocia, visitó en Cesarea a San Basilio el Grande, a quien intentó llevar al exilio como un conspicuo enemigo del arrianismo; pero al caer enfermo el hijo del emperador, el obispo fue llamado para restaurarle la salud. Basilio accedió a intentarlo, bajo la condición de que el niño fuera bautizado católico. Dado el caso, un arriano llevó a cabo el rito, el niño murió y el santo escapó del exilio con que había sido amenazado. En el año 347 en Antioquía hubo una curiosa anticipación del moderno “golpeo de los espíritus”: al pedírsele a un espíritu que deletreara el nombre del sucesor de Valente, estaba supuesto a golpear las letras griegas THETA-ETA-OMNICRON-DELTA, que comienzan el nombre Teodoro. Se perdieron las vidas de Teodoro, un oficial de la corte imperial, y de aquellos que habían preparado esta manifestación, aunque el espíritu podía haber querido indicar Teodosio I.
A lo largo de su reinado, Valente tuvo que defender sus fronteras contra enemigos formidables. De 367 hasta 369 los godos pelearon contra las fuerzas imperiales, hasta que se logró un acuerdo que fijaba el Danubio como la frontera sur de sus asentamientos. Las frecuentes incursiones de los isaurianos exigieron su atención. En 373, Sapor (Shapur) II, rey de Persia, habiendo invadido Armenia, fue obligado a retroceder más allá del Tigris. Mientras tanto, los hunos y los alanos presionaban la retaguardia de los godos al norte del Danubio. En 376 los últimos obtuvieron permiso para asentarse al sur del río como colonos pacíficos, desarmados; pero cuando los comisionados imperiales abusaron de su autoridad para saquear a los extraños, éstos se irritaron e hicieron causa común con sus compañeros bárbaros de quienes habían huido recientemente. Los hunos, alanos, y godos bajo el liderazgo de Fridigern fueron sorprendidos y vencidos en 378 por Sebastián, el general imperial, y Valente mismo salió de su capital para terminar la conquista antes de que su sobrino Graciano, quien había sucedido a Valentiniano, pudiera alcanzar al enemigo. Cuando el emperador estaba saliendo de Constantinopla, un monje profetizó abiertamente su rápida muerte. Valente ordenó que el profeta del mal fuera aprisionado hasta su regreso de Tracia. Pero el emperador nunca regresó. Vencido por los bárbaros cerca de Adrianópolis, se refugió en una casa campestre y pereció allí en la conflagración con la cual los godos o sus aliados vengaron inintencionadamente la muerte de San Urbano y de sus acompañantes. (Vea también arrianismo; San Atanasio; Melecio de Antioquía.
Bibliografía: SAN BASILIO, Epístola en P.G., XXII; DE BROGLIE, La Iglesia y el Imperio Romano: GIBSON, Declinación y Caída del Imperio Romano (Londres, 1896); NEWMAN, Los arrianos en el Siglo IV.
Fuente: Macpherson, Ewan. "Flavius Valens." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/15253b.htm>.
Traducido por Lucía Lessan. lhm
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