Escrito como introducción al nuevo testamento, El NT y su mensaje por Juan Mateos nos anima y desafía para seguir más fielmente a Jesús hoy en día. Extraído de Nuevo Testamento. Con comentarios y notas exegéticas, disponible de Ediciones Cristiandad.
La adhesión a Jesús y el seguir su manera de vida no son algo que el hombre pueda hacer por si solo (Jn 6,44.65), necesita un cambio interior que san Juan llama «nacer de nuevo» (Jn 3,3-8) y san Pablo «la nueva humanidad» (2 Cor 5,17; Gál 6,15) o «el hombre nuevo»: (Ef 4,24; Col 3,9-10). En otras palabras, hay que recibir el Espíritu, la fuerza de Dios, para ser capaz de vivir de esa manera (Rom 8,2.4; Gál 5,16). El egoísmo humano es tan fuerte que, a menos que Dios transforme al hombre, no es posible el verdadero amor ni la verdadera solidaridad. Según la promesa de Jesús, los discípulos recibirán el Espíritu de Dios: sólo así dejarán de vivir para su propio interés y podrán seguir su ejemplo (Lc 24,49; Hch 1,5; 2,1-4.38; 10,44; 11,17; 2 Cor 5,15).
El grupo de discípulos tiene como características, en primer lugar el amor de hermanos, luego la alegría, la paz, la tolerancia, el agrado, la generosidad, la lealtad, la sencillez y el dominio de sí (Gál 5,22-23; Col 3,12-13). Es el grupo donde ya no hay privilegios: ni de la raza, ni de nación, ni de clase social, ni del sexo (1 Cor 12,13; Gál 3,28; Col 3,11); donde todas las barreras han caído, toda hostilidad ha desaparecido, porque Jesucristo ha hecho la paz (Ef 2,13-16). Se crea así la comunidad donde no están unos arriba y otros abajo, sino donde todos son últimos y todos son primeros (Mt 19,30): son los hermanos con un solo Padre, los servidores con un solo Señor, los discípulos con un solo Maestro, los pobres cuya riqueza y cuya seguridad es Dios mismo (Mt 6,19-21; 19,21), donde no hay mío ni tuyo (Hch 4,32), el grupo de la alegría completa (Jn 15,11; 16,24), del afecto mutuo (Rom 12,10; Col 3,12), del perdón fácil y continuo (Mt 18,21-22; Col 3,13); donde no hay rivalidades ni partidismos, sino que todo está unido por el amor (Col 3,14), y la ayuda mutua (Mt 5,7); donde cada uno arrima el hombro a las cargas de los demás (Gál 6,2), las cualidades de cada uno se ponen a servicio de todos (Rom 12,3-8; 1 Cor 12,4-11; Ef 4,11-13) y autoridad significa mayor servicio y nunca superioridad (Lc 22,26-27).
Además de la obra del espirito en cada uno, el grupo como tal ha de experimentar la presencia del Señor Jesús (2 Cor 13,5) y la acción de su Espíritu (Gál 3,5). Esta experiencia va dando profundad a la fe, en un proceso parecido al de la convivencia de los Doce con Jesús, que los llevó a reconocerlo como Mesías e Hijo de Dios (Mt 16,16). Tiene que estar alimentada por la reflexión sobre el mensaje de Jesús, pues el grupo vive para seguirlo, confrontando con él las actitudes personales y comunitarias. Para los discípulos, el Señor glorioso es la salvación, la vida, la alegría, la fuerza y la esperanza (Col 3,4); Jesús en su vida terrestre y en su muerte es el camino y la verdad (Ef 4,20-24).
Solo esta experiencia en la oración común y en la eucaristía mantiene la cohesión de la comunidad y da solución a las tensiones y dificultades que puedan surgir; ayudará también a recuperar a los vacilantes (Mt 18,12; Gál 6,1). Los bajos instintos que pueden retoñar, las rivalidades y partidismos no tienen más antídoto que el Espíritu de Dios (Gál 5,16); y misión del Espíritu es recordar e interpretar el mensaje de Jesús (Jn 14,26; 16,13-15).
La oración común expresa al mismo tiempo la alegría de la fe, que se traduce en acción de gracias a Dios por Jesucristo (Ef 5,18-20; Col 3,16) y la hermandad, que desemboca normalmente en la eucaristía (Hch 2,42).
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